Cada molécula de proteína en nuestros cuerpos se comporta disciplinadamente para cumplir con las órdenes de Dios. Dios, el Señor de los mundos, es Quien crea cada molécula para hacer tipos de operaciones “imperdibles”, es decir, imposible que no se realicen.
La albúmina, que es una de las proteínas “acarreadoras” en la sangre, se liga a los lípidos como el colesterol, a las hormonas, a los tóxicos, a elementos de la vesícula biliar y a drogas como la penicilina. La albúmina viaja con la sangre por el cuerpo y las toxinas que recoge las deposita en el hígado, para su neutralización.
• ¿De que manera una molécula como la albúmina, construida de átomos, sin conciencia y sin conocimiento de ningún tipo, distingue entre los lípidos, las toxinas, las drogas y los nutrientes?
• ¿De qué manera reconoce la albúmina el hígado, la vesícula biliar y el estómago? ¿De qué manera transporta al lugar correcto las sustancias que toma, en la cantidad correcta y sin equivocarse nunca?
• ¿De qué manera reconoce las diferencias entre las sustancias tóxicas, las drogas y los nutrientes que acarrea la sangre y cómo sabe exactamente cuánto debe dejar en cada órgano?
La molécula de albúmina, combinación de un pocos átomos inconcientes, posee una información que la vasta mayoría de la gente no la tiene sin un estudio adecuado. Y su misión la viene cumpliendo en cada ser viviente a lo largo de millones de años. La capacidad para poseer esa comprensión se debe, indudablemente, al infinito poder y conocimiento de Dios.