LOS HIPOCRITAS OCULTAN SU AVERSION A LA RELIGION ENVIADA POR DIOS Y SIMULAN TENER UNA FE QUE EN REALIDAD ES SOLO UNA IMPOSTURA
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LOS HIPOCRITAS OCULTAN SU AVERSION A LA RELIGION ENVIADA POR DIOS Y SIMULAN TENER UNA FE QUE EN REALIDAD ES SOLO UNA IMPOSTURA

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Dios ha descrito detalladamente el comportamiento y la forma de pensar deficiente de los hipócritas que se unen a los musulmanes y pretenden formar parte de su comunidad, aunque, en realidad, trabajan en contra de ellos y del Islam tan pronto ganan su confianza. Una de las principales características de los hipócritas revelada en el Corán, es la manera en que se regocijan de sus propios razonamientos retorcidos y escasa inteligencia. Los hipócritas –al igual que satanás, quien intentó estúpida e inmoralmente, decirle a Dios lo que debía hacer (cosa que nunca afecta a El)– se dedican a pervertir las ideas de los creyentes y mensajeros de Dios. Y en su actuar falso, se presentan como mejores conocedores de la religión que cualquier elegido de Dios, promueven como positivas cosas que nunca éstos hubiesen aceptado y hasta aventuran que los profetas tenían una comprensión distorsionada de la religión.

Aseguran que entienden y viven mejor el mensaje sagrado para así intentar apartar a otros de los auténticos valores morales de la religión. Contradiciendo lo dicho por Dios, “…El… no os ha impuesto ninguna carga en la religión, la religión de vuestro padre Abraham…” (Corán, 22:78), manipulan con supersticiones e ideas falsas la mejor religión para la naturaleza humana, haciéndola, entonces, de cumplimiento imposible. Los hipócritas diseñan un “Islam” opresivo, colérico, lleno de prohibiciones y de derramamiento de sangre. Esa religión que los hipócritas desean imponer, es hostil a la decencia, al arte, a la cultura, al amor, a los afectos dignos, a la razón, a la sinceridad y a los principios correctos. Los hipócritas promueven su doblez y fanatismo con el objeto de oponerse al Corán y a las tradiciones, que los contradicen absolutamente. Presentan muchas cosas que no tiene nada que ver con la religión como si fuesen parte de ella, en tanto que otras, esenciales a ésta, como la buena conciencia, la decencia, la belleza y la nobleza, las muestran como absurdas o incompatibles con la fe. En tanto que les incomoda la prohibición de lo ilegal y sostienen que ello imposibilita vivir la religión, en su pensamiento albergan todo tipo de opresiones y prohibiciones, que las aplican en cuanto pueden. Es así como siembran la confusión en la mente de los creyentes más débiles para hacerles perder su fe.

Dios describe la posición de quienes pretenden modificar Su religión, al punto de hacerla indeseable:

Di: “¿Habéis visto el sustento que Dios os ha hecho bajar para vosotros? ¿Y habéis declarado esto lícito y aquello ilícito? ¿Es que Dios os lo ha permitido o lo habéis inventado contra Dios?” (Corán, 10:59).

No digáis, entre lo que vuestras lenguas profieren, mentiras como “esto es lícito; esto es ilícito”, inventando así la mentira contra Dios. Quienes inventen la mentira contra Dios no prosperarán (Corán. 16:116).

¡Creyentes! No prohibáis las cosas buenas que Dios os ha permitido. Y no violéis la ley, que Dios no ama a los que la violan (Corán, 5:87).

No debe olvidarse que en tanto los hipócritas mienten y construyen una religión escabrosa, haciendo legal lo ilegal, nunca se ajustan a nada de lo que imponen. Los hipócritas viven solamente de la apariencia. Rezan, ayunan y dan limosnas siempre y cuando la gente los observa. Pero en privado no cumplen ninguna de las normas establecidas. Dios nos habla de una conversación entre el profeta Moisés (PB) y los hipócritas de su pueblo, en la que se expone su condición de inmorales, engreídos, necios y perversos:

Y cuando Moisés dijo a su pueblo: “Dios os ordena que sacrifiquéis una vaca”. Dijeron: “¿Nos tomas a burla?”. Dijo (Moisés): “¡Dios me libre de ser de los ignorantes!” (Corán, 2:67).

Las palabras, “¿Nos tomas a burla?”, son un ejemplo importante de la insolencia que se puede exhibir con Dios, con la religión y con Sus mensajeros inmaculados. Los hipócritas no actúan en consonancia con los mensajes de Dios y hablan de manera astuta y afectada.

Dijeron: “Pide a tu Señor de nuestra parte que nos aclare cómo ha de ser ella (es decir, la vaca)”. Dijo (Moisés): “Dice que no es una vaca vieja ni joven, sino de edad media. Haced, pues, como se os manda” (Corán, 2:68).

En este versículo se puede ver el lenguaje descarriado de los hipócritas, pues no demuestran amor y creencia efectiva hacia El, sino que Le tratan desconsideradamente (como uno más del montón), al decir, “Pide a tu Señor”. No cabe ninguna duda de que esa forma de ser proviene de su falta de comprensión y lo poco inteligente que son.

Dijeron: “Pide a tu Señor de nuestra parte que nos aclare de qué color ha de ser”. Dijo (Moisés): “Dice que es una vaca amarilla de un amarillo intenso, que haga las delicias de los que la miran”.
Dijeron: “Pide a tu Señor de nuestra parte que nos aclare cómo es, pues todas las vacas nos parecen iguales. Así, si Dios quiere, seremos, ciertamente, bien dirigidos” (Corán, 2:69-70).

Noten como los hipócritas (que se presentan como creyentes en Dios cuando en realidad no creen que exista) siempre  demandan más precisiones y niegan que sea fácil de cumplir la orden de Dios. Y aunque dicen, “si Dios quiere, seremos, ciertamente, bien dirigidos”, siguen reclamando, con la excusa de encontrar el camino correcto, más precisiones. Pero Dios revela su verdadera intención:

Dijo (Moisés): “Dice que es una vaca que no ha sido empleada en el laboreo de la tierra ni en el riego del cultivo, sana, sin tacha”. Dijeron: “Ahora has dicho la verdad”. Y la sacrificaron, aunque poco faltó para que no lo hicieran (Corán, 2:71).

Después de demandar la mayor cantidad de detalles posibles, igual rechazan obedecer la orden de Dios, Quien nos revela, por medio de “poco faltó para que no lo hicieran”,  que la verdadera esencia de esa gente es la indecencia. Los versículos mencionados muestran, una vez más, que los hipócritas muestran una terquedad endemoniada, que son desobedientes, altaneros y descarados, al punto que repugnan de los mandamientos de Dios y del profeta, aunque den la impresión que albergan buenas intenciones al hablar igual que los creyentes cuando les conviene.


 


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