Es un hecho conocido que los judíos devotos tienen prohibido orar y tienen que fingir que están hablando por teléfono mientras pronuncian sus oraciones en el Monte del Templo. Muchas veces escuché los problemas infligidos a los judíos devotos que deseaban orar en el Monte del Templo, que fue descrito por el rabino Yehuda Glick. El rabino Glick, que fue un invitado de honor en las comidas iftar que organizamos en Estambul los años pasados, describió estos asuntos en detalle tanto en nuestras reuniones privadas como en las transmisiones en A9 TV.
Es una violación flagrante de los derechos humanos pretender evitar que alguien rece en un lugar que considera “sagrado”. El artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece que todos tienen derecho a la libertad de creencia, opinión y religión y que esta libertad incluye el derecho a rezar, ya sea solo o con otros. Es tan natural para un judío rezar y adorar en el Monte del Templo como lo es para un musulmán rezar en la Kaaba.
La libertad de creencia y culto también es una de las normas más elevadas en la ley israelí. Por ejemplo, la Declaración de Independencia de 1948 establece que la libertad de creencia está garantizada en el Estado de Israel, y que el discurso religioso y el comportamiento están incluidos dentro de esa libertad. De hecho, el artículo 171 del Código Penal israelí se refiere a obstruir a las personas que se reúnen para orar como un crimen.
La afirmación de que “los musulmanes se ofenden por los no musulmanes que rinden culto en el Monte del Templo”, la supuesta justificación de la restricción del derecho de los judíos a rezar allí, no tiene ninguna base coránica. Porque los versículos del Corán no dicen nada acerca de ofenderse por la adoración de los judíos. Por el contrario, muchos versículos del Corán contienen expresiones que elogian los actos de adoración de la Gente del Libro (judíos y cristianos).
No todos son iguales. Entre la gente de la Escritura hay una comunidad honrada: durante la noche, recitan las aleyas de Alá y se prosternan, creen en Alá y en el último Día, ordenan lo que está bien, prohiben lo que está mal y rivalizan en buenas obras. Esos tales son de los justos. (Corán, 3: 113-114).
Además, Tierra Santa es un lugar donde los judíos, los musulmanes y los cristianos deberían vivir juntos en paz, rindiendo culto libremente como los hermanos. El Corán declara explícitamente que los judíos tienen derecho a vivir en Tierra Santa. Esto se hace explícito en los versículos 5:20, 17: 104, 10:93 y 2:58. Por lo tanto, para un musulmán, ver a los judíos en esas tierras y verlos adorar es una fuente de alegría.
Además, no son solo los musulmanes quienes niegan a los judíos el derecho a rezar en el Monte del Templo, sino también al pueblo israelí y a los organismos oficiales. Hay tres razones principales para esta renuencia:
Hay las leyes estrictas a seguir cuando se visitan las secciones ciertas del Monte del Templo, el sitio más sagrado del judaísmo. Sin embargo, no es posible cumplir con todos ellos bajo las condiciones de hoy. Por otro lado, hay una sección especial donde los sumos sacerdotes solían comunicarse con Dios en el Primer y Segundo Templos. Solo los sacerdotes de la época estaban permitidos en esta sección, que está completamente cerrada para los visitantes. Además, ni siquiera se sabe con certeza dónde está esta sección; los rabinos discrepan entre sí sobre este asunto. Los rabinos más liberales como Yehuda Glick sostienen que es posible saber qué áreas del Monte del Templo están permitidas y que, por lo tanto, no debería estar prohibido que los judíos oren en el Monte. El rabino Glick dice que hay al menos 300 rabinos que piensan igual.
Sin embargo, la ley judía prohíbe que los judíos entren allí hasta que se construya el tercer templo. Pocas horas después de que Israel tomara el control del Monte del Templo en 1967, el Jefe Rabino Isser Yehuda Unterman y Yitzhak Nissim declararon una prohibición religiosa sobre la entrada de los judíos. El Consejo de Rabinato Principal ratificó esto. Nuevamente fue confirmado por otra declaración publicada en 2005.
La segunda razón es que el estado legal del Monte del Templo prohíbe la entrada a no musulmanes. La fórmula firmada por el sultán otomano Osman III en 1757 que establece cómo los lugares sagrados en Jerusalén se iban a compartir entre las religiones todavía hoy es reconocida por el Estado de Israel. Este modelo, conocido como el “status quo otomano”, se mantuvo como lo fue por el Tratado de París de 1856, el Tratado de Berlín de 1878, el Mandato británico de 1923-1948, la Administración jordana de 1948-1967 y el Estado de Israel. Se confirmó una vez más en virtud del Tratado de Paz Israel-Jordania de 1994. Por lo tanto, los acuerdos internacionales de los que Israel es signatario y su estatus legal de 250 años impiden que los judíos rezan allí.
La tercera razón es las preocupaciones de seguridad del Estado de Israel. Es cierto que algunos musulmanes reaccionan muy fuertemente contra los judíos que rezan en el Monte del Templo. Por estas razones, el primer ministro Netanyahu ha enfatizado muchas veces que no cambiará el estado tradicional y la Corte Suprema israelí también ha rechazado todas las solicitudes para permitir que los judíos recen en el Monte del Templo por motivo de “orden público”.
Es necesario dejar en claro que las protestas de algunos musulmanes contra los judíos que allí se celebran no son compatibles con el espíritu de paz del Corán y el Islam. El marco de creencias de algunos musulmanes influenciados por las ideas fanáticas causa que tales protestas no coránicas ocurran. La única solución a este problema es la educación a través del Corán.
La salida de este impasse es el amor y la reconciliación y la construcción del Tercer Templo en una tierra vacía en el Monte del Templo sin dañar los sitios islámicos existentes allí. Como he dicho muchas veces, el Templo de Salomón puede reconstruirse, exactamente como se describe en la Torá, en una tierra vacía en el extremo norte del Monte del Templo. Podemos abrir este glorioso lugar de adoración con la participación de miembros de alto nivel de las tres religiones abrahámicas al sonido de campanas, trompetas y el llamado a la oración, y así podemos hacer de Jerusalén una “Ciudad de Paz” en línea con el significado hebreo del nombre.
Tanto los derechos humanos como el Islam requieren que los judíos puedan orar libremente en el Monte del Templo en un lugar de culto que se construirá en un terreno adecuado allí. El establecimiento de la paz y el amor entre los musulmanes y la Gente del Libro será el principal medio por el cual esto se puede lograr.