La teoría de la evolución sostiene, sin ningún fundamento científico, que en la época de inexistencia de vida en la Tierra se juntaron o combinaron sustancias inanimadas para dar lugar al primer organismo vital. Según este supuesto, el mismo debería haber tenido una estructura suficientemente simple como para ser capaz de formarse azarosamente.
Sin embargo, los darwinistas SON INCAPACES DE EXPLICAR DE QUE MANERA APARECIO, AUNQUE MAS NO SEA, UNA SIMPLE PROTEINA.
Y ese hecho hace añicos las hipótesis evolucionistas. Pero aunque asumamos por un momento que esa incapacidad es superada, nos encontramos con que la presunta “célula primitiva”, producida al azar y defendida por los darwinistas, resulta inadmisible según las comprobaciones científicas. Los estudios realizados en este siglo nos muestran que incluso las estructuras vitales más simples poseen una gran complejidad, lo cual descarta totalmente la generación espontánea y casual de la vida.
Las pesquisas relativas al genoma nos provee la información del caso. Efectivamente, los científicos han calculado la probabilidad de que organismos con las formas de vida más antiguas en la Tierra hayan aparecido espontáneamente. Y para ello tuvieron en cuenta, principalmente, que lo viviente con el genoma más reducido (extremophiles y eubacteria) ya es complejo.
Los investigadores revelaron que la menor cantidad de proteínas requeridas para la vida se ubica entre 240 y 450(1). En otras palabras, la cantidad mínima de proteínas distintas que deberían combinarse al mismo tiempo para que surjan las características estructurales de la célula y cumplan sus funciones básicas, se cifra entre 250 y 450.
También hace falta dejar en claro que esa cantidad mínima de 250 – 450 proteínas, es el número de éstas obtenidas de microbios parásitos. Pero se necesitan como mínimo 1.500 proteínas para constituir un organismo que viva de manera independiente. En otras palabras, los darwinistas tienen que dar razón de la existencia de 1.500 proteínas distintas, necesarias para la formación de una célula. Sin embargo, como dijimos, son incapaces incluso de explicar la aparición de una simple proteína.
Es totalmente imposible que 250 – 1.500 proteínas distintas –lo requerido para que algo sea considerado viviente– se formen espontáneamente y al mismo tiempo. En la tabla que está abajo tenemos los cálculos de probabilidad en la materia.
Probabilidad de su Aparición Simultánea | |
250 | 1018,750 |
350 | 1026,250 |
500 | 1037,500 |
1,500 | 10112,500 |
1,900 | 10142,500 |
Como podemos ver, la probabilidad de que algo viviente se forme por casualidad con el menor número de proteínas, es de 1 en 1018750. (Con el objeto de poder tener idea de lo que significa 1018750, debemos recordar que el número total de átomos en el universo es aproximadamente de 1078). Dicho de otro modo, la posibilidad de la formación de algo viviente de manera casual es totalmente nula. A pesar de todos estos cálculos y datos científicos, los evolucionistas siguen insistiendo en creer en algo imposible. La única razón para esa insistencia es que están determinados a negar la existencia de Dios Todopoderoso, Quien creó todo de la nada.
El cálculo de probabilidad de Morowitz
Los cálculos hechos antes, encuadran con el modelo matemático del biofísico Harold Morowtiz. Este partió de dar por sentado la ruptura de todos los enlaces en la bacteria E. coli y la liberación de todos los átomos involucrados. Luego calculó la probabilidad de que esos átomos –solamente esos– se recombinen y vuelvan a producir la E. coli, espontáneamente, en un orden específico y en un medio ambiente adecuado. Y concluyó que esa probabilidad era de 1 en 10100.000.000.000 (3). Por supuesto, eso se ubica aún más allá de lo inadmisible. Una probabilidad como esa revela la imposibilidad de que hasta el organismo más simple se forme por casualidad, aunque estén presentes todas las condiciones del caso.
La combinación de una cantidad suficiente de proteínas no es suficiente para que brote la vida
Supongamos que disponemos todas las proteínas necesarias para generar vida. La presencia espontánea de las mismas, que es otro imposible, TAMPOCO ES SUFICIENTE PARA FORMAR, AUNQUE MAS NO SEA, UNA CELULA. Los microbiólogos y los bioquímicos manifiestan expresamente que la organización de dichas proteínas en el interior de una célula es algo muy importante, pues de lo contrario no cumplirían ningún propósito. Además, como lo saben muy bien los científicos darwinistas, las células no sólo poseen un banco de datos (ADN) extraordinario –mucho más complejo que las proteínas– y organelas que manufacturan a las anteriores, sino también otras estructuras con funciones y organización similares, funcionando al unísono y de manera meticulosa. Se trata de una realidad que demuele a darwinismo.
Hasta el decenio de 1990 se desconocía que la bacteria poseía una organización interna extraordinaria. Algas, protozoos (organismos unicelulares), hongos, etc, con células eucariotas (más complejas que las procariotas), poseen núcleo, un aparato mitótico, organelas responsables de funciones específicas, incluyendo mitocondrias, citoesqueleto, retículo endoplasmático, cloroplastos y elementos que las organizan a nivel molecular(4). Todos ellos son estructuras extremadamente complejas y ninguna de puede funcionar independientemente de las demás.
Conclusión
La información provista por la bioquímica, la microbiología y los estudios sobre el genoma, es decir, por los principales avances científicos en la segunda mitad del siglo XX y la parte inicial del siglo XXI, se han encargado de destruir todas las conjeturas de la teoría de la evolución. Esos conocimientos han dejado al descubierto que el darwinismo es absolutamente anticientífico y que consiste de supuestos disparatados. La ciencia ha refutado las ideas evolucionistas respecto a “un primer organismo sencillo y viviente”. Los organismos, hasta los más simples, son demasiados intrincados y con una organización absolutamente adecuada a sus funciones, de modo que no pueden explicarse a través de lo que barruntan los evolucionistas, más allá de la cantidad mínima de proteínas necesarias y complejidad que les es propia. Hasta tal punto esto es así, que la existencia de una sola célula lleva a la teoría de la evolución a un descalabro insuperable.
Es un hecho evidente que la vida proviene de la nada a través de la inteligencia, conocimiento y facultades infinitas de Dios. Esta realidad, obvia para la razón y el estudio sincero, queda corroborada, asimismo, por la extraordinaria cantidad de datos científicos disponibles en la actualidad.
Se nos ha revelado acerca de la incomparable creación de Dios:
Es el Creador de los cielos y de la tierra. Y cuando decide algo, le dice (a ese algo) tan sólo: “¡Sé!” y es (Corán, 2:117).
NOTAS
[1]Jack Maniloff, “The Minimal Cell Genome:’On Being the Right Size’,” Proceedings of the National Academy of Sciences, USA 93 81996), pp. 10004-10006; Mitsuhiro Itaya, “An Estimation of Minimal Genome Size Required for Life,” FEBS Letters 362 (1995), pp 257-260; Rana and Ross, Origins of Life, p. 163
[2]Rana and Ross, Origins of Life, p. 163
[3]Robert Shapiro, Origins: A Skeptic’s Guide to Creation of Life on Earth (New York:Bantam Books, 1986), p. 128; Rana and Ross, Origins of Life, p. 164
[4]Lucy Shapiro and Richard Losick, “Protein Localization and Cell Fate in Bacteria,” Science 276 (1997), pp.712-718; Rana and Ross, Origins of Life, p. 166