Al ser humano le circunda un gran orden en este mundo. Resulta interesante que el oxígeno que necesitamos para vivir nos lo provea la atmósfera en la cantidad adecuada. En consecuencia, podemos respirar sin dificultad. Para vivir también nos es esencial una determinada fuente de calor sostenido. A ese efecto el sol está situado a la distancia adecuada para que nos llegue el calor y energía apropiados.
Asimismo, necesitamos alimentos para sobrevivir: cada rincón del planeta posee una asombrosa diversidad de provisiones. También necesitamos agua. Constatamos con gran sorpresa que ésta cubre las tres cuarta partes de nuestro planeta. Y para ponernos a buen resguardo de distintos peligros e inclemencias, el mundo nos brinda todo tipo de lugares y materiales apropiados.
Los mencionados son unos pocos de los billones de detalles que hacen posible la vida en la Tierra. En resumen, vivimos en un mundo perfectamente diseñado para nuestra supervivencia. Por cierto, estamos en un lugar "creado para los seres humanos".
La idea que uno se hace del mundo depende del "método de pensamiento adquirido". Es decir, juzgamos según se nos educó o adoctrinó.
Quien está mal encaminado, a menudo descarta todo lo antes mencionado al considerarlo "cosas insubstanciales". Pero a quienes les interesa saber qué es lo que hace posible nuestra existencia en este cuerpo celeste, seguramente se plantearán una serie de interrogantes:
¿De qué manera la atmósfera actúa como un cielorraso protector para la tierra?
¿De qué modo cada una de las miles de millones de células del cuerpo humano conocen y ejecutan sus respectivas tareas?
¿De qué modo se produce el extraordinario equilibrio ecológico en el planeta?
Quienes intentan dar respuestas a estos interrogantes se ubican en el camino correcto. No permanecen insensibles a las cosas que suceden a su alrededor ni aceptan ignorar la naturaleza extraordinaria del mundo. Quienes se cuestionan, reflexionan e intentan responder esas preguntas, comprueban que sobre cada pulgada del planeta reinan la armonía y un designio.
¿Cómo pasó a existir el orden perfecto que vemos en todo el universo?
¿Quién estableció los delicados equilibrios que existen en el mundo?
¿Quién hizo emerger a los seres vivos con naturalezas increíblemente diversificadas?
El ocuparnos con ahínco de encontrar las respuestas del caso, nos lleva a entender claramente que todo el universo, es decir, su orden, el conjunto de lo existente y cada disposición, es parte de un plan producto de un designio. Cada detalle, la excelente estructura del ala de un insecto, el sistema que permite a los árboles llevar toneladas de agua a sus ramas más elevadas, el orden de los planetas y la proporción de los gases en la atmósfera, por nombrar sólo algunas cosas, son ejemplos de una perfección singular.
En cada particularidad de este mundo infinitamente variado, descubrimos a su Creador. Dios, el dueño de todo el universo, se presenta al ser humano a través del diseño perfecto de Su creación. Todo a nuestro alrededor ?el vuelo de los pájaros, el latido del corazón, el nacimiento de un niño, el sol en el firmamento? manifiesta el poder de Dios en Su creación. El ser humano debe comprender esta realidad.
Todo lo que existe ha sido creado. Y la persona inteligente comprueba la existencia de un proyecto, un plan y una sabiduría especiales en cada detalle de este mundo ilimitadamente diversificado, lo cual lleva al reconocimiento del Creador.
Nunca hay que pasar por alto, o permanecer ignorante, que todo, orgánico o inorgánico, exhibe la grandeza y la existencia de Dios. Si miramos a nuestro alrededor y ponemos interés, podemos apreciar de la mejor manera la eterna eminencia de Dios.
La existencia del Todopoderoso es OBVIA. Negarse a aceptarlo es dar comienzo a daños interminables. Dios Uno es omnipotente y exhibe Su grandeza en todo permanentemente. El Corán nos habla de los atributos del propietario del universo.
¡Dios! No hay más dios que El, el Viviente, el Subsistente. Ni la somnolencia ni el sueño se apoderan de El. Suyo es lo que está en los cielos y en la tierra. ¿Quién podrá interceder ante El si no es con Su permiso? Conoce su pasado y su futuro (es decir, el pasado y el futuro de los seres humanos), mientras que ellos no abarcan nada de Su ciencia, excepto lo que El quiere. Su Trono se extiende sobre los cielos y sobre la tierra y su conservación no le resulta onerosa. El es el Altísimo, el Grandioso. (Corán, 2:255).