Los registros fósiles no contienen ningún ejemplo de especies que evolucionaron gradualmente unas de otras anteriores. Por ejemplo, entre los millones de fósiles no existe uno solo que posea los rasgos de semicocodrilo, semiconejo o semivíbora, semiconejo. Sin embargo, miles de fósiles muestran que los conejos siempre fueron conejos. El hecho evidente revelado por este fósil es que las especies vivientes no evolucionaron sino que las creó Dios.