21 de julio de 2008
Agencia Al-Jazira
El zoólogo de la Universidad de Oxford, conocido como “el Rottweiler de Darwins”, se ha esforzado al máximo y por mucho tiempo en la defensa de una teoría en abierta bancarrota. Pero, finalmente, ¡está reconociendo lo vano de su tesón!
En las distintas entrevistas, notas y conversaciones en las que aparece, ha comenzado ha manifestar una verdad singular: ¡la vida en la Tierra no se pudo haber constituido por casualidad!
Diversas publicaciones han difundido sus recientes comentarios en la materia:
…Esos artificios no pudieron juntarse (o llegar a actuar de manera coordinada) por casualidad. Y, por supuesto, ningún científico sensato puede sostener tal cosa. (De “Richard Dawkins Explica Su Ultimo Libro”, http://richarddawkins.net/mainPage.php?bodyPage=article_body.php&id=170)
¡Es correcto lo que dice en cuanto a que la mutación azarosa NO es un buen argumento para explicar la evolución del cuello de la jirafa ni de ninguna otra cosa! (De “Richard Dawkins: Preguntas Planteadas con Frecuencia”, http://www.simonyi.ox.ac.uk/dawkins/FAQs.shtml).Es por demás obvio, notable y patente, que si el darwinismo fuese una “teoría de la casualidad”, de todos modos no puede ser operativo. (Del sitio de la web “SAID WHAT?”, http://www.saidwhat.co.uk/quotes/favourite/richard_dawkins/it_is_grindingly_creakingly_crashingly_obvious_23429).
El concepto de “casualidad”, que ha sido la piedra angular (del evolucionismo) desde que Charles Darwin presentó su teoría de la evolución en el siglo XIX, ahora está siendo tachado de equivocado por la misma persona que se había transformado en el vocero más apasionado del darwinismo. Los defensores de este último han empezado a refutar la falsa deidad, defendida desde hace casi dos siglos como la única explicación del origen de la vida. Esa falsedad llamada “casualidad”, finalmente pasa a ser descartada.
¿Cuáles son los motivos que pueden explicar un cambio tan radical en la formas de pensar de Dawkins? Los mismos serían:
● Que los darwinistas percibieron claramente que la teoría de la evolución ha sido refutada de manera contundente por medio de todos los descubrimientos genéticos y biológicos.
● Que los darwinistas llegaron a comprender que para nada es factible que algo –sea una simple célula, sea una simple proteína funcional– pueda ser producido artificialmente.
● Que los darwinistas ya no pueden ignorar la imposibilidad de la formación casual de cualquier tipo de organismo vivo.
● Que los darwinistas se enfrentan de una manera cada vez más chocante, en los campos de la genética, de la biología y de la microbiología, con realidades que demuestran que los seres vivientes presentan una complejidad irreducible.
● Que los darwinistas se ven forzados a admitir que la paleontología ha revelado, después de desenterrarse más de cien millones de fósiles, que nunca existieron especies “transitorias”, no funcionales, fantásticas; que todos los seres vivientes han existido de una manera acabada y ajustada desde hace millones de años hasta su extinción o que existen hasta la actualidad.
● Que los darwinistas tuvieron que modificar sus argumentos y afirmaciones al no poder exhibir ni el más simple fósil “transitorio” en los registros geológicos.
● Que los darwinistas han comprobado, claramente, la creación absolutamente superior y perfecta de Dios, aunque, en vez de admitirlo sin tapujos, prefieren modificar sus declaraciones.
El hecho de que los más leales seguidores del darwinismo nieguen ahora las afirmaciones básicas de Darwin, es la evidencia más explícita del colapso irrevocable y sustancial de una teoría desacertada que engañó al mundo durante cerca de 200 años. Sus sostenedores advirtieron que la gente ya no cree más en esa mentira y que ni siquiera es posible embaucar a los niños. Por supuesto, resulta placentero observar los efectos del colapso generalizado de una falsedad cubierta con el manto de “científica”, de la que hasta sus propios propaladores comienzan a desprenderse.
Los darwinistas no resuelven nada con denominar a la casualidad ininteligible con eufemismos, en especial el de “selección natural”. Este no se fundamenta en ningún proceso racional, conciente. Reemplazar la casualidad por un mecanismo absolutamente indemostrable, es decir, la “selección natural”, adjudicándole el papel de “deidad”, es equivalente a decir que “lo que opera no es la casualidad sino la suerte” (¡una tautología perfecta y aberrante!). Es imposible que la “selección natural”, un “proceso” sin ninguna pauta fundamentada, produzca diseños, órganos o estructuras racionales. Nunca se ha observado que la misma participe en la aparición de un órgano a partir de la nada o que transforme una estructura en otra. Asimismo, ningún tipo de proceso biológico puede explicar su existencia: se trata de algo absolutamente inverosímil. El hipotético mecanismo de la “selección natural” jamás puede transformar una especie en otra. Por ejemplo, en una manada de ciervos sobrevivirán los más veloces frente al ataque de sus predadores. Pero eso nunca los transformará, digamos, en jirafas. La “selección natural” no posee ninguna capacidad de decisión conciente y talentosa ni ninguna facultad que le permita predecir los resultados, diseñar los órganos y distinguir lo eficaz de lo ineficaz. Si la “selección natural” fuese algo cierto, actuaría sin orden ni concierto, puesto que no poseería ninguna virtud para mejorar una especie ni sería capaz de diferenciarse de la casualidad. Es decir, no resulta más que un recurso para negar lo que resulta obvio y engañar a la gente con otra mentira. (Para una información más detallada en la materia, ver: http://darwinismrefuted.com/mechanisms01.html.)
La “lógica de que nada, excepto la “casualidad”, es científico, resulta una lógica corrupta. Es un callejón sin salida. Si en el espacio exterior se descubriesen rastros de otras civilizaciones, ¿se podría aplicar a ello los conceptos que hacen a la “teoría” del darwinismo y de la casualidad? ¿Sería posible sostener que el azar estableció civilizaciones por todas partes? Presentar esta “lógica” sin mérito alguno como “científica”, es la desgracia y la vergüenza del presente siglo.