Los darwinistas han llegado a la conclusión que los orangutanes, debido a cómo se ríen, son los antepasados de los seres humanos. Aunque no nos proporcionan otras “evidencias”, la dada puede llegar a deprimirlos aún más. ¡Si la cuestión fuese la de las similitudes, esos animales también poseen dientes parecidos a los nuestros, así como dos ojos y una nariz en la parte frontal de la cabeza como nosotros! A esas analogías podemos agregarle que tienen dos oídos y dos brazos; que comen y defecan; que beben agua y se asean por sí solos; que tienen uñas en los dedos y que sus manos se asemejan a las nuestras.
Por otra parte y más notable, es que TAMBIEN SE RIEN.
La obsesión de los darwinistas por esa risa, a pesar de todas las otras similitudes, es una clara señal de la depresión en la que han caído. Lo que deberían hacer es tener en cuenta las equivalencias enunciadas y, según su lógica distorsionada, hacerlas su punto de partida para argumentar sobre la supuesta evidencia de la supuesta evolución. Pero lo que hacen es agitar el “descubrimiento” de la risa en el conjunto sus publicaciones, algo que indica un grave estado de perturbación mental.
Son incapaces de entender que cuanto más un ser vivo se parece a nosotros, más es de nuestro agrado. Porque, como dice el Corán, los seres humanos son creados con la mejor complexión, de la mejor manera. Y nuestros rasgos manifestados en otros seres vivos son una gran bendición para nosotros: gozamos de esas similitudes al verlas en un insecto, en una mariposa. Ese es el secreto, belleza y bendición de la creación de Dios en lo que atañe a las formas de vida que se asemejan a los seres humanos, las que podemos apreciar gracias a que el Todopoderoso nos dio el conocimiento y la conciencia al efecto. Es un milagro de Dios que los animales se rían, porque carecen de conciencia, al punto que no saben que existen. La manera en que un ser viviente inconsciente disfruta, se ríe, goza del amor y la compasión, protege a su cría, se cuida, se defiende y toma medidas para protegerse, es una gran bendición, algo precioso que proviene de Dios. Pero los darwinistas no pueden explicar ninguno de esos atributos. Y el modo en que tratan de presentar esas actitudes como pruebas de la supuesta evolución, sin esgrimir ninguna certeza científica, es reflejo de la desesperación que los perturba.
Está claro que los darwinistas tienen que sentirse muy perdidos para hacer aseveraciones tan risibles con el objeto de apuntalar sus teorías falsas. Si quieren presentar algo que justifique el engañoso evolucionismo y que nuestros ancestros fueron simios, deben hacerlo mediante evidencias científicas. Deben manejarse con datos incontrovertibles, genuinos, académicos. Por ejemplo, DEBEN EXHIBIR UN FOSIL DE ALGUN VIVIENTE EN TRANSICION. Eso sería un testimonio científico. PERO, POR SUPUESTO, SON INCAPACES DE PRESENTAR UNA SOLA PIEZA FOSIL QUE RESPALDE EL EVOLUCIONISMO O SEÑALARNOS UN SOLO FOSIL TRANSITORIO. Y no lo pueden hacer porque su teoría es un GRAN FRAUDE. Por eso, a lo único que atinan es a llamar “evidencia” a las similitudes que poseen otros especimenes vivos con los seres humanos, las cuales no son, sino, la manifestación de la gloriosa capacidad creativa de Dios. Lo que decimos solamente resalta la incontrastable realidad del estado desgraciado en que la demagogia darwinista ha empantanado a los evolucionistas.