Como todas las otras criaturas, las abejas tienen sus propios comportamientos específicos a su especie que plantean muchas preguntas para los evolucionistas. Por ejemplo, no pueden explicar a través de los mecanismos ficticios de la evolución los cálculos increíblemente complejos que las abejas realizan para construir los panales. Charles Darwin estuvo obligado a admitir que su teoría no podía explicar el comportamiento de las abejas. En su libro, El Origen de las Especies, Darwin enfatizó el dilema de su teoría sobre el origen de los seres vivos: “Como la selección natural actúa sólo por la acumulación de pequeñas modificaciones de la estructura o el instinto, cada uno provechoso para el individuo bajo sus condiciones de vida, puede ser razonable preguntar: ¿Cómo pueden haber sacado provecho los progenitores de la abeja de una larga y graduada sucesión de instintos arquitectónicos, todos con tendencia al plan actual perfecto de construcción? (Charles Darwin, The Origin of Species, p. 186.)