Los atentados del 11 de septiembre causaron miles de muertos y una cifra de heridos aún mayor.
En el 2001 fueron estrellados aviones a reacción contra las Torres Gemelas del Centro de Comercio Mundial en Nueva York y contra el Pentágono, que mataron e hirieron a miles de personas. En los días que siguieron a esos atentados --totalmente inesperados, como método dirigido contra el único superpoder mundial-- se empezó a debatir en todo el planeta el concepto de terrorismo.
Una atmósfera de horror y pánico fue tomando cuerpo, especialmente en Norteamérica, pero no por mucho tiempo: enseguida todos se empezaron a preguntar cuál sería la mejor manera de combatirlo. Ya ningún país podía quedarse fuera de la lucha contra el terrorismo diciendo “esos ataques no fueron dirigidos contra nosotros”. Los ciudadanos de todos los pueblos comprobaron que el rostro tétrico de esa maldición puede presentárseles en cualquier momento, es decir, mientras duermen, miran TV, llevan a sus hijos al parque, trabajan en la oficina. Se comprobó que el objetivo del terrorismo es paralizar a la sociedad, que tema salir a la calle, usar transportes públicos o ir de compras. En resumen, crear un clima de miedo permanente. Apenas Norteamérica se recuperó del estremecimiento del 11 de septiembre, se unió a otros países para lanzar una guerra en todo el mundo contra esa peste. Pero luego de empezada la misma, los funcionarios de tan poderosa coalición declararon públicamente que no era suficiente combatirla sólo en el campo militar.
¿Cómo se debería encarar la lucha contra el terrorismo? Para responder a ello deberíamos identificar primero las raíces del mismo. Y para hacer esto debemos examinar lo que ha sucedido durante el siglo pasado, época en que se presentó como una amenaza muy grande.
El siglo XX, con sus dos guerras mundiales, muchos conflictos regionales y diversos actos de violencia locales, se convirtió en la centuria más sangrienta de la historia. Además, los constantes avances tecnológicos en la última parte del milenio ayudaron a los terroristas en demasía a extender el alcance de sus acciones. Hoy día, con sólo apretar un botón se podría asesinar a millones de inocentes. El terrorismo de alta tecnología podría infligir daños por miles de millones de dólares a la economía de cualquier nación y moldear de alguna manera la política mundial sin que sus perpetradores siquiera muestren la cara a la luz del día. Está claro que después de los ataques sobre Nueva York y Washington DC en Norteamérica --es decir, sobre la mayor potencia tecnológica del mundo-- ningún país se puede considerar a salvo del manotazo mortal del terrorismo. Peor aún, si no se toman las contramedidas necesarias, esa peste crecerá y será más intensa en el siglo XXI, al punto que un solo agente químico, biológico o ataque nuclear asesinará a decenas de miles de individuos.
Al concentrar esta catástrofe la preocupación del mundo, la definición de “terror”, “terrorista” y “terrorismo” asume una importancia completamente nueva. Muchos países, según sus propios intereses, al hacerlo, describen el perfil de quienes nutren sus filas y publican listas de organizaciones que estarían desarrollando esas actividades. Lo que para algunos gobiernos son “organizaciones terroristas”, para otros son “luchadores por la libertad”. A países que algunos ven como “terroristas”, otros los consideran “aliados leales”. Por lo tanto, ¿quién define lo que es terrorismo? Para establecer un criterio se pueden determinar dos características distintivas:
Time, 05.08.96
Time, 17.08.98
Time, 21.08.2000
Time, 29.04.96
Newsweek, 04.02.2002
Terrorism is currently costing lives in many countries across the world. In the fight against it, terrorism's ideological foundations must be torn down. To this end, everyone who believes in peace must pull together.
1) Tener como Blanco a los Civiles. Cualquier país ocupado tiene derecho a resistir la agresión en su territorio por una fuerza extranjera. Pero si esa resistencia incluye ataques sobre blancos civiles, no vale ningún tipo de justificación y allí comienza otra forma de terrorismo. Como veremos después, esta definición está en plena consonancia con las normas islámicas sobre la guerra. El Profeta Muhammad (la paz y la bendición de Dios sea sobre él --PB--) ordenó a sus seguidores combatir contra quienes le declaraban la guerra. Pero también ordenó que nunca se debería considerar a los civiles como blanco de ataques. Por el contrario, determinó --e incluso obligó-- que todo musulmán debía atender especialmente la seguridad de los no combatientes.
2) Atentar Contra la Paz. Si no se está en guerra, es un acto de terrorismo tomar como blanco de ataques a funcionarios gubernamentales o militares. Ese tipo de agresión que busca romper las relaciones pacíficas entre países o comunidades, es un acto de terrorismo, aunque se perpetre contra las fuerzas armadas.
Todo ataque que amenace la paz o que se dirija sobre objetivos civiles, incluso en situación de guerra, es terrorismo. No se puede defender, aprobar o justificar esas agresiones de ninguna manera. De cualquier modo es cierto que ese tipo de violencia está muy difundido en el mundo moderno. Por eso mismo debe considerarse en toda su amplitud cualquier tipo de guerra antiterrorista: planear con gran cuidado cada etapa de la misma con el objetivo de terminar con las más variadas formas de esa agresión. Para ello es necesario que los individuos de todos los pueblos se aparten totalmente de esta práctica: sea cual sea la forma del mismo debe ser inequívocamente condenado, independientemente de la causa que lo motive, el blanco al que apunte, de dónde surja o cómo sea llevado a cabo. De idéntica manera, quien se oponga sinceramente a esa calamidad debería mostrar la misma empatía por los miles de asesinados no sólo en las torres gemelas sino en Japón, España, Turquestán Oriental e Indonesia, así como en la masacre de más de medio millón de Hutus en Rwanda, el asesinato de gente indefensa en Palestina, Israel y en todo el planeta.
Una vez que toda forma de terrorismo sea condenado sinceramente sin atenuantes, sus perpetradores ya no recibirán apoyo de ningún país o no podrán encontrar refugio dentro de sus territorios. De manera absolutamente literal, esos violentos no encontrarán ningún lugar donde ocultarse.
Para emprender una guerra victoriosa contra esta maldición, hay que identificar antes que nada la filosofía subyacente que la nutre y los medios que se emplearán para combatirla. Por lo tanto este libro se ocupa de los criterios ideológicos elementales del terrorismo y de los desastres a los que conduce. El punto del que parten sus defensores es que la violencia resulta una virtud en sí misma y un medio poderoso para resolver los problemas políticos o sociales. Cualquier terrorista que actúa bajo la influencia de ideas que le fueron impuestas, cree que está empeñado en una lucha justificada al matar inocentes, perturbar el orden público o hacer pedazos las relaciones pacíficas. Esta tragedia sólo podrá ser superada cuando gente así comprenda lo ilógico y equivocado de cualquier ideología que inspire e incite a la violencia y por lo tanto se percate de que por ese medio nunca irá a ninguna parte. Hasta que no se haga conciencia de la necesidad de cambiar los conceptos en las mentes de los terroristas, todas las medidas contraterroristas serán de un éxito en todo caso efímero. Dicho cáncer se presentará una y otra vez en distintos lugares y bajo circunstancias diferentes con una máscara peculiar.
Sólo acabaremos con esta plaga destruyendo su infraestructura ideológica. En los capítulos que siguen veremos que los fundamentos ideológicos del terrorismo moderno en realidad se remontan al darwinismo social y a las tendencias materialistas que de allí se derivan. La gente expuesta a ese adoctrinamiento cree que la vida es un campo de batalla en el que sólo sobrevive el fuerte. Es decir, los débiles están condenados a ser eliminados. Para esa concepción, el ser humano al igual que el universo, son productos de la casualidad. Por lo tanto la persona no es responsable de sus acciones frente a nadie. Estas y otras ideas instan inevitablemente a llevar una forma de vida bestial, en donde la agresión, la violencia y la crueldad son consideradas aceptables e incluso virtuosas.
Quien recurre al terrorismo, sosteniendo que la violencia es el único camino para lograr sus objetivos, está realmente bajo la influencia del darwinismo social y el pensamiento materialista, independientemente de la raza, religión o grupo de pertenencia. Los terroristas modernos que suponen que actúan en nombre de la religión, también están bajo la influencia del materialismo y el darwinismo. Resulta así porque es imposible que cualquiera que viva según las normas morales de la religión revelada por Dios, apruebe ese tipo de agresión y mucho menos que crea que se dirige a un objetivo más “elevado” asesinando a otros. Quienes recurren a tales métodos y por lo tanto van por el camino exactamente opuesto al de los valores morales defendidos por la religión, son movidos por la influencia de las ideologías materialistas.
En el libro El Islam Denuncia el Terrorismo dejamos en claro que nuestra religión rechaza con contundencia toda forma de este flagelo, más allá de contra quién sea dirigido. Allí se explicó a la luz de los versículos coránicos de qué modo la moral religiosa convoca a la gente a la paz, a la tolerancia y a la convivencia. También subrayamos la deshonestidad de condenar sólo esos actos terroristas dirigidos contra un sector determinado, porque ese proceder debilita la lucha en contra de dicho mal. Cualquiera que vive según la moral islámica debe combatir todas las formas en que se da esa agresión. El fundamento de la lucha intelectual se asienta en revelar la verdadera moral religiosa.
Los políticos actuales, los comentaristas de las distintas realidades sociales y los académicos, están de acuerdo en que la fuerza militar por sí sola no es suficiente para erradicar totalmente el terrorismo. Este libro se enfoca sobre la única manera en que puede lograrse eso: por medio de la paz, la tolerancia y el amor. Todas las religiones que Dios envió por medio de Sus mensajeros son guías provechosas. Basándonos en el Corán y en la Biblia (aunque ésta ha sido distorsionada en parte), aquí ofrecemos ejemplos de que cada una de las tres religiones divinas prohíbe el uso de la violencia injusta. También se muestra que el único camino para combatir el terrorismo es recomponer los fundamentos a través de los cuales se puedan inculcar los conceptos de amor, afecto, compasión, humildad, perdón, tolerancia y justicia, propios de la moral de la religión, en consonancia con el versículo que dice, Dios invita a la Morada de Paz... (Corán, 10:25). Los afortunados que logren esa moral serán quienes se esforzarán al máximo para construir un mundo lleno de amor y sosiego.
Sé indulgente, prescribe el bien y apártate de los ignorantes! (Corán 7:199)
¡Que constituyáis una comunidad que llame al bien, ordenando lo que está bien y prohibiendo lo que está mal! Quienes obren así serán los que prosperen. (Corán 3:104)