CONCLUSION

A menos que sean tomadas las medidas necesarias y se logren soluciones de largo alcance, el siglo XXI continuará siendo una época de terror y violencia como lo fue el siglo XX. La lucha contra el terrorismo, por lo tanto, debe encararse con amplitud y urgencia e incluir a mucha gente. Será ideológica y enfrentará a los creyentes en la moral religiosa --movidos por el amor, el perdón, la compasión, la plena conciencia de sus responsabilidades-- con los que se valen de la fuerza bruta proveniente de la ignorancia, la arrogancia y la crueldad.

manzara

A quienes, si les diéramos poderío en la tierra, harían la azalá (la oración), darían el azaque (la limosna), ordenarían lo que está bien y prohibirían lo que está mal. El fin de todo es Dios...
(Corán, 22:41)

En un versículo sagrado nuestro Señor pregunta, Entre las generaciones que os precedieron, ¿por qué no hubo gentes virtuosas que se opusieran a la corrupción en la tierra...? (Corán, 11:116). Los creyentes deberían poseer la virtud que Dios reclama en este versículo. Los terroristas esperan alcanzar sus objetivos por medio de la violencia, pero los creyentes tienen que saber que el éxito verdadero se logra sólo vinculándose estrechamente a la religión de Dios y actuando en consecuencia. Si judíos, cristianos y musulmanes se unen en esa batalla en el marco de un espíritu de respeto por todas las creencias e ideas, se alcanzará el fin buscado, Dios mediante.

El terrorista puede aprender de memoria el conjunto de las ideas que respaldan sus creencias pero carece del conocimiento de lo que le llenará de inspiración y felicidad en este mundo y en el otro. Su entendimiento y acción se fundamentan en las ideologías radicalizadas con las que se le educó, las que dicen que vivimos en un campo de batalla en el que sobrevive el más fuerte y en donde la violencia y la opresión son los únicos medios a ese objeto. Quien recurre al terrorismo, independientemente de la religión, raza o nación a la que pertenezca, debe comprender que está actuando bajo la influencia de una filosofía engañosa que en último análisis surge del materialismo y el darwinismo, aunque se presente con el manto de la creencia en Dios.

En realidad, quienes recurren al terrorismo desconocen la existencia de Dios y del más allá, que este mundo es simplemente un lugar de prueba, que sólo logrará la salvación el que crea en El y cumpla Sus mandamientos con devoción. Los que recurren al supuesto “terrorismo religioso” están lejos de comprender el comportamiento que ordena Dios frente al agravio y los valores de la vida humana: ...quien matara a una persona que no hubiera matado a nadie ni corrompido en la tierra, fuera como si hubiera matado a toda la Humanidad. Y quien salvara una vida, fuera como si hubiera salvado las vidas de toda la Humanidad... (Corán, 5:32).

En esta cuestión los verdaderos creyentes cargan con una gran responsabilidad, cualquiera sea su religión. Los judíos no deben ignorar las manifestaciones del Antiguo Testamento que les llaman a oponerse al terrorismo, incluido el denominado terrorismo de estado, empleado por Israel en los territorios ocupados. Los cristianos también deberían guiarse por la moral más agradable a Dios y tener especialmente en cuenta que “la guerra contra el terror” no debe convertirse en una venganza cruel y sanguinaria, puesto que la fe cristiana proclama Bienaventurados los que buscan la paz, (Mateo, 5:9), por lo que es preferible un “contraterrorismo” pacífico. No deberíamos olvidarnos que el terrorismo surge de ideas erróneas y que la lucha principal contra el mismo debería darse a ese nivel. Los creyentes deberían explicar la sinrazón de esas teorías y las prácticas a las que llevan. Por medio de la violencia, la opresión y la crueldad no se podrá sustentar en el tiempo ninguna idea y ningún despotismo afianzará su dominio.

La ideología terrorista se asienta sobre el barro, por lo que una campaña de educación apropiada la arrasa fácilmente. Por medio de la búsqueda de soluciones adecuadas, la redacción de libros y periódicos, la promoción de la educación y la difusión de su herencia cultural, los creyentes deberían ayudar en todas partes a terminar con esa ignorancia que facilita recursos humanos a los terroristas.