ELas prácticas eugenésicas ―que supuestamente buscaban el mejoramiento de la “raza” por medio de una procreación adecuada― a las que hicimos referencia y uno de los elementos fundamentales del socialdarwinismo, fueron ampliamente aplicadas.
Fotografía tomada en 1914 a los participantes de una clase de instrucción sobre prácticas eugenésicas.
El término “eugenesia” fue propuesto por primera vez en 1883 por Francis Galton ―primo de Charles Darwin― y consiste en la combinación de dos palabras griegas: [eå] que leeemos “eu” (bien) y [γένους] que leemos “gene” (generación). Ambos vocablos unidos significan “bien nacido” o “genética saludable”. Pero, en contraste con su sentido lingüístico, lejos de tener una connotación benévola condujo a salvajismos horrendos.
Los sostenedores de la eugenesia reivindicaban que su propia “raza” o clase era la única que necesitaba protección y mejora. Los demás, en cambio, debían ser sometidos a la “selección artificial”. Para Galton era la clase alta británica la que debía ser amparada y fortalecida, por lo que había que impedir la multiplicación de los pobres, de los enfermos, de los débiles y de los poco dotados.
Por otro lado, los nazis sostenían que todo el que no fuese ario y saludable resultaba una carga para el estado y debía ser eliminado impidiéndole tener descendencia o matándolo directamente. Con la aplicación de esa política dejaron infértiles a cientos de miles de individuos y a la vez asesinaron a muchos otros por ser enfermos, tullidos, disminuidos mentales, viejos, incultos o sin familiares. Los medios, a ese efecto, fueron la cámara de gas, el veneno o la condena a muerte por inanición.
Los proponentes de las prácticas eugenésicas, incluido Galton, pensaron y piensan que las características indeseables, como la pereza o la pobreza, son heredadas total o parcialmente. Al imaginar que los padres vagos tienen hijos vagos, buscan evitar que se consume la unión sexual entre personas haraganas.
Es sorprendente el intento de defender conceptos tan ilógicos en el nombre de la ciencia.
La revisión de los sufrimientos terribles promovidos por los defensores de la eugenesia, con el respaldo de los darwinistas, permite evaluar mejor sus fundamentos básicos. Es decir, es muy importante apreciar de qué manera Darwin sirvió de apoyo e impulso, en nombre de la ciencia, a esa perversión llamada eugenesia. Aunque el origen de ésta se remonta a La República de Platón, con el darwinismo se convirtió en una rama de la ciencia. Karl Pearson, muy influenciado por Galton y adherente a conceptos racistas, dice que la eugenesia tiene como sustrato importante la teoría de la evolución:
…el pensamiento eugenésico moderno surge recién en el siglo XIX y su aparición se debe a distintas causas. La más importante fue la teoría de la evolución, porque las ideas de Francis Galton ―el creador del término― en la materia, se producirían como excrecencia lógica de la doctrina científica elaborada por su primo Charles Darwin103.
Según los eugenesistas, los ancianos, por su debilidad, también debían ser eliminados. No se mostraba ningún respeto o amor por ellos y se sostenía la necesidad de sacárselos de encima.
El escrito, Ensayo de Malthus, fuente de inspiración de Darwin, posee las ideas básicas que darían lugar al atroz concepto de eugenesia. Sostiene que los seres humanos podían multiplicarse por los mismos métodos usados con los animales de crianza:
Sin embargo, de ninguna manera parece imposible que entre los seres humanos, por medio de ciertos cuidados y de forma similar a como se da entre los animales, se produzca algún grado de mejoramiento en lo que hace a vigor, tamaño, belleza, complexión y, posiblemente, longevidad, aunque se presenta dudoso que haya mejora a nivel intelectual104.
Teniendo en cuenta estas y otras muchas expresiones, vemos que Malthus considera a los seres humanos como un tipo de animal. Esa forma de pensar errada influenció a Darwin, quien hizo una serie de pronósticos que ya tenían en germen lo siniestro que iba a ser la eugenesia. En La Descendencia del Hombre expresó su preocupación respecto a que, gracias a diversas formas de solidaridad, los débiles no iban a ser eliminados y ello podría conducir a una tendencia biológica regresiva. Según él, los defectuosos de entre los “pueblos salvajes” y los animales fueron eliminados prontamente, por lo que sería un grave error proteger a los individuos “anómalos” de entre los pueblos civilizados por medio de tratamientos médicos y asistencia social. Los humanos, en su opinión, debían recurrir a la “selección artificial”, de la misma manera que se procedía con los animales de crianza:
Las personas que se dedican a cruzar animales de distintas especies y criarlos, saben de los peligros y daños que encierra ese procedimiento (mal hecho). Eso se aplica también a las razas humanas. A muchos les sorprende ―es decir, a los que no son rancheros y campesinos― observar los perjuicios del cruzamiento (inconveniente). Si uno dejara que el apareamiento entre distintas especies de animales se realizara de cualquier manera, eso conducirá a la degeneración de las bestias de crianza. Nadie es tan ignorante como para permitir la cruza de sus peores animales, aunque se lo admite en el caso de los humanos105.
Los débiles, física y mentalmente, son rápidamente eliminados junto con los salvajes. (En consecuencia), los que quedan exhiben por lo general un estado de salud vital. Pero nosotros, los civilizados, hacemos el mayor esfuerzo por detener el proceso de eliminación. Construimos asilos para los imbéciles, para los lisiados y para los enfermos. Aprobamos leyes de protección al pobre y nuestros médicos aplican todas sus habilidades para mantener con vida a las personas hasta el último momento… Es así como se propaga la casta de los miembros deleznables de las sociedades civilizadas106.
Estas ideas, obra de una mentalidad enferma, fueron (y son) el estímulo básico de las políticas racistas, de los proponentes de la eugenesia y de los defensores de la guerra: eventualmente, ello desencadenó (y desencadena) terribles catástrofes sobre la humanidad. En la parte final de La Descendencia del Hombre se hacen alegatos extraordinariamente anticientíficos, como ser que “la lucha por la existencia” beneficia a la humanidad, que el mejor dotado será más exitoso en esa lucha que el menos dotado y que si no se produjese ese enfrentamiento la gente se hundiría en la indolencia107.
Darwin, al lanzar estas hipótesis siniestras, estableció lo sustancial de las prácticas eugenésicas: la implementación de políticas racistas y de planes para la “purificación racial”. Estos adquirieron un desarrollo sin precedentes a partir de considerarse “científica” a la teoría de la evolución.
Galton llevó a cabo un estudio ilógico e irrelevante para determinar los rasgos genéticos comunes a los criminales. Para ello se basó en las huellas dactilares y las formas del rostro.
Como ya dijimos, el líder de la eugenesia fue el primo de Charles Darwin, Francis Galton. Pero Leonard Darwin, hijo de Charles, también ocupó un lugar central en la materia, en tanto que Winston Churchill prestó un considerable apoyo108.
Galton sostenía que la “supervivencia del más apto” tenía que cumplirse y que sólo tenían derecho a la permanencia en este mundo los más vigorosos. Según esta tesis ilógica y disparatada, la humanidad estaba en condiciones de controlar su propia evolución e incluso producir una “raza superior”. Dijo abiertamente que creía en la “clase superior”, en la “raza superior” y en que los negros poseían un nivel de inteligencia “inferior”:
…es muy grande el número de negros a quienes deberíamos llamar “semicapacitados en su comprensión”. Todos los libros que aluden a los sirvientes de origen africano en los EE. UU., están llenos de ejemplos que lo demuestran. Los errores que cometen asiduamente son tan infantiles, estúpidos y bobalicones, que hacen que me avergüence de mi propia especie109.
Por supuesto, no dijo que los que escribieron esos libros eran, precisamente, esclavistas.
Además, llegó a sugerir que diversas razas de perros poseían una capacidad intelectual más elevada que algunos linajes humanos110. No se tenía en cuenta que esa gente sojuzgada estaba inmersa en una sociedad y cultura que les resultaba absolutamente extraña, por lo que era más que lógico que tuviesen comportamientos y actitudes que las retratarían como “ignorantes”. Está claro que si la situación se invertía y un europeo hubiese sido llevado a vivir a la fuerza a una aldea africana, mostraría el mismo tipo de incompetencia en sus pasos para adaptarse a un modo de vida y cultura extraños.
Las tesis de Galton, prejuiciosas e incoherentes, no se restringen sólo a lo anotado. También argumentó que el progreso social implicaba una mayoría de personas bastante inteligentes, para lo cual era necesario evitar la multiplicación de individuos con un bajo nivel de capacidad mental y conciencia. Si no fuese así, discurría, se produciría un colapso social. Este pariente de Darwin dio una conferencia en el Instituto Huxley en 1901 y afirmó que “los grandes pensadores de la nación se ubican en lo más elevado de nuestras clases”111. Asimismo, recomendó que se distinga a los recién nacidos en esa élite, que a sus familias se les dé mil libras esterlinas y que se sugiera a las mujeres de dicho sector social que tengan un hijo y una hija más112.
Creer que el aumento del número de personas en los sectores considerados superiores lleva al progreso, es algo irracional, ilógico y anticientífico. El florecimiento de una comunidad se produce por medio de una gran variedad de componentes. Lo más importante son los valores morales y la índole de quienes los promocionan. Si poseen una ética y conducta adecuada, el conjunto social progresará rápida y permanentemente. Pero es imposible que esas características se transmitan genéticamente. La perfección de un grupo humano surge de la fortaleza espiritual, la que se logra a través de distintos medios educativos y culturales. Galton y otros como él entendían, en cambio, que dicha perfección se alcanzaba aumentando la cantidad de ricos y reduciendo la de indigentes. De esa manera justificaban la eliminación de estos últimos, generalmente con métodos muy crueles y bestiales.
La primera actividad del movimiento eugenésico en Gran Bretaña fue el control de la natalidad, pero la medida se aplicó únicamente a los menesterosos y a los considerados de “razas inferiores”.
En los decenios de 1920 y 1930 se pensó que aumentaba la cantidad de pobres, que disminuía la de gente de clase alta y que ello representaba una amenaza. Julian Huxley escribió lo siguiente sobre ésto en la revista Nature en 1925:
Aumenta la proporción de indeseables y se reduce la de deseables. La situación tiene que ser controlada113.
Según los eugenesistas, el primer paso para asegurar el equilibrio entre “deseables e “indeseables”, era recurrir a la “higiene racial”. Y para saber a quién aplicarla, se recurrió a medios increíblemente primitivos. En Gran Bretaña y en EE. UU., por ejemplo, en una campaña liderada por Galton, se determinaba la inteligencia de los individuos mediante la mensura del cráneo. La ciencia reveló más tarde que no existe ninguna relación directa entre dicha medida y la capacidad de entendimiento.
Después de eso, comenzaron a hacer evaluaciones de la lucidez mental. Según el resultado obtenido, se decidía a quienes había que dejarlos incapacitados para procrear y tenerlos bajo observación mientras viviesen. Con posterioridad se demostró que tales evaluaciones no eran confiables para nada. No cabe ninguna duda que ese tipo de experimentos representa la ignorancia de aquella época: no se tenía en cuenta el medio en el que se crió cada individuo y la educación que recibió. Pero no nos debemos engañar y pensar que los eugenesistas sólo procedían equivocadamente: su objetivo real era mantener la supremacía numérica de la “raza (clase) superior”.
La Universidad de Heidelberg honró a H. Laughlin, eugenesista prominente, por su trabajo respecto a “la ciencia de la higiene racial”. En este recorte de periódico (de Junio de 1930) se da la noticia.
La Oficina de Registros Eugenésicos (ERO) de New York y Charles B. Davenport.
Luego de la muerte de Galton, la posta del movimiento pasó a los EE. UU. Sus herederos fueron, entre otros, Henry Goddard, Henry Fairfield Osborn, Harry Laughlin y Madison Grant.
El Instituto Rockefeller y la Fundación Carnegie encabezaron la lista de los defensores de la eugenesia en esas tierras.
El Instituto Kaiser Wilhelm de Berlín, financiado por el Instituto Rockefeller, construyó un edificio especial para las investigaciones genéticas del profesor Ernst Rüdin, un obsesionado por la “higiene racial”. Asimismo, el Movimiento de Higiene Mental recibió un gran apoyo del Instituto Rockefeller, en tanto que el doctor Alexis Carrel, perteneciente a éste y Premio Nobel, aplaudió con gran regocijo la matanza llevada a cabo por los alemanes y no tuvo ningún empacho en que los convictos y enfermos mentales fueran condenados a muerte114.
Los extravíos eugenésicos condujeron a muchos estados norteamericanos a aprobar leyes de esterilización compulsiva. Cien mil personas pasaron por esa experiencia, la mayoría en contra de su voluntad. En Virginia, por ejemplo, a principios del siglo XX se sometió a esa barbaridad a ocho mil individuos catalogados como “inadaptados”. Esa práctica inhumana fue legal hasta 1974 en algunos estados 115.
El supuesto fundamento científico de la eugenesia es la teoría de la evolución. Un afiche en el que los eugenesistas enfatizan el vínculo entre eugenesia y evolución.
Charles B. Davenport fue un eugenesista prominente y conocido por sus artículos que buscaban combinar las leyes genéticas con el darwinismo. Pero todo lo que planteó no son más que suposiciones. En 1906 insistió para que la Asociación de Criadores de Ganado de Norteamérica llevase a cabo estudios en función de la eugenesia. En 1910 fundó la Oficina de Registros Eugenésicos (ERO, según la sigla en inglés) y recibió del 13% al 29% del presupuesto correspondiente a la Estación Experimental Para la Evolución. Es decir, el ERO recibió mucho mayor financiación que otros institutos científicos de la época. Dicha organización preparó a gran cantidad de personas para que propaguen los despiadados criterios eugenésicos. Entre otras cosas se enseñaba a implementar y evaluar distintas pruebas de inteligencia, como la ampliamente utilizada denominada Stanford-Binet116
La Asociación de Eugenesia Norteamericana dictó clases en las ferias públicas y dio lugar a competencias para elegir a la familia “más perfecta”.
Los entrenados recogían los datos estadísticos pertinentes en sus áreas de trabajo y el ERO se valía de esa información para evitar que los individuos considerados “inservibles” se casasen y procreasen. En 1924 la organización presentó un proyecto que propiciaba dejar infecundos a los que cometían el “crimen” de contraer ciertas enfermedades.
Tanto para la conciencia como para la razón es inaceptable la esterilización forzada. En las sociedades donde prevalecen los valores morales religiosos, las personas con defectos genéticos, enfermedades diversas, limitaciones físicas o mentales, son tratadas con afecto y compasión, atendiéndose sus necesidades de la mejor manera posible. En cambio, esterilizar o eliminar a quienes se considera portadores de “tendencias criminales” ―como lo hacen los defensores de la eugenesia―, no es más que una crueldad increíble. Las personas con distintos problemas de conducta deben ser reeducadas con programas especiales, intentando hacerlas miembros útiles de la sociedad. Si ello no fuera posible, se deben aplicar soluciones éticas y justas y no el exterminio.
En los años posteriores, el común de la gente se dio cuenta que la eugenesia sólo era una forma de salvajismo y se tomaron las medidas necesarias para impedir su práctica. Sin embargo, para entonces y en un primer paso, los nazis ya habían adoptado las leyes norteamericanas de esterilización: dos millones de personas fueron obligadas a padecerla117.
Como muestran claramente los ejemplos citados hasta ahora, la propaganda llena de falsedades del socialdarwinismo intenta que la gente pierda su sensibilidad por la solidaridad, que deje de sentir afecto y compasión por otros y que nos comportemos entre nosotros como animales. Se trata exactamente de lo opuesto a las virtudes impartidas por los valores de la moral religiosa. El Corán ordena cuidar al débil y al necesitado, proteger al enfermo y amparar al abandonado. Independientemente de las circunstancias, Dios ordena al creyente asegurar el confort de los demás antes que el propio, ser altruista y ser paciente, siempre:
En la biografía de Adolf Hitler que escribió Ian Kershaw en 1998, se menciona que el socialdarwinismo, la eugenesia y el fascismo, estaban estrechamente interconectados en la Alemania del decenio de 1920:
El nacionalismo integrista… el nacionalsocialismo, el socialdarwinismo, el racismo, el antisemitismo biológico, la eugenesia, el elitismo entremezclado en un grado variable… 118.
El doctor Robert Youngson, estudioso de los errores en la ciencia, dice que el concepto de eugenesia es una gran inexactitud científica que sirvió de fundamento a las matanzas de los nazis:
El punto descollante del lado más oscuro de la eugenesia fue, por supuesto, el intento de Adolf Hitler de producir una “raza superior” impulsando la relación sexual entre los “arios” puros y exterminando a seis millones de personas que supuestamente tenían genes “inferiores”. No sería justo condenar a Galton por el Holocausto o por no ser capaz de anticipar las consecuencias de su defensa de la eugenesia. Pero, por cierto, él fue el principal arquitecto de ésta y Hitler, sin duda, se obsesionó con la idea. Por lo tanto, teniendo en cuenta las consecuencias, la eugenesia debe ser calificada como uno de los desatinos científicos más grandes de todos los tiempos119.
Describir los puntos de vista irracionales y desprovistos de un tratamiento erudito sólo como “un desatino científico”, parece algo demasiado complaciente. En verdad, los supuestos de Galton y sus seguidores dieron lugar a una carnicería y salvajismo sin precedentes. La adopción por parte de los nazis de la concepción socialdarwinista y la catástrofe que engendraron, es una lección histórica a tener siempre presente.
Los nazis aplicaron como política de estado la ejecución de todos los que fuesen “inferiores”, “deficientes” y “enfermos”, pues “contaminaban la raza aria”. Hitler lo explica así:
Muchos chicos quedaron desamparados y fueron despreciados porque no eran de la “raza aria”. Incluso se trató de eliminarlos o esterilizarlos, con distintos pretextos.
...la gente se deteriora... La naturaleza elimina, en el largo plazo, los elementos nocivos. A uno le puede resultar chocante esta ley de la naturaleza que demanda que todos los seres vivientes deben devorarse entre sí. La mosca es atrapada por la libélula y ésta es devorada por un pájaro, el cual cae víctima de otro de mayor tamaño… conocer las leyes de la naturaleza… nos capacita para obedecerlas120.
Hitler cometió el grave error de plantear que distintos fenómenos que mantienen el equilibrio ecológico en la naturaleza, eran aplicables también a los seres humanos. Si los animales se ven entre ellos como presas, no significa que eso se aplique al hombre. Los animales no tienen conciencia pero nosotros sí. Y además tenemos capacidad de juzgar, escrúpulo, aptitud para distinguir lo correcto de lo equivocado y el bien del mal. Sólo gente desequilibrada sostiene que debemos comportarnos como los animales. El Führer, uno de esos perturbados, dijo:
La única Orden divina que puedo aceptar es esta: “Debes preservar la especie”. No se debe considerar tan importante la vida del individuo. Si a los ojos de la naturaleza lo fuese, ésta se encargaría de cuidarlo. De los millones de huevos que pone una mosca, sólo unos pocos constituyen la nueva cría y, no obstante, la especie prospera121.
Ejemplos de estudios eugenésicos llevados a cabo por el Instituto Kaiser Wilhelm (Guillermo).
En el año 1900, el industrial alemán Alfred Krupp patrocinó un certamen de ensayos sobre el siguiente tema: “¿De qué manera se aplican los principios darwinistas a nuestro desarrollo político y jurisprudencia?”.
El primer premio lo obtuvo Wilhem Schallmeyer, quien interpretó la cultura, la sociedad, la moralidad e incluso lo “correcto” y lo “equivocado” en términos de lucha por la supervivencia, planteando que en función de ésta se promulgasen todas las leyes, para evitar que la “raza blanca” degenere al nivel de los nativos australianos. Es decir, sostenía la peregrina idea de que si la sociedad protegía a los débiles física y mentalmente, la degeneración era inevitable. El socialdarwinista y médico Alfred Ploetz, fundador de la “higiene racial” en Alemania, anunció su pleno apoyo a esos conceptos brutales. Hacía hincapié, por ejemplo, que en época de guerra debía mandarse al frente a los “racialmente inferiores”, con el objeto de cuidar que la “raza blanca” no disminuya y, en consecuencia, se debilite la parte “más pura” de la especie. Yendo más lejos, incluso propuso que un panel de médicos debería evaluar a cada recién nacido con el objeto de saber si “era apto para vivir”. En caso que se dictaminase que no tenía las aptitudes necesarias, debía sacrificárselo122.
Semejantes propuestas horripilantes fueron los primeros pasos del movimiento eugenésico antes que gobiernen los nazis. El 04/07/1933, cuatro meses después de las elecciones que llevasen al Führer al poder, la actividad de “higiene mental” tomó un rápido desarrollo. Antes de esa fecha estaba prohibida la esterilización dirigida a “mejorar la raza”, aunque, de todos modos, se la llevaba a cabo. Pero luego del triunfo electoral, los nacionalsocialistas aprobaron la ley denominada “Para la Prevención de las Enfermedades Hereditarias”, más conocida como Ley de Esterilización. Sus artífices fueron el profesor de psiquiatría de la Universidad de Munich y presidente del Kaiser Wilhelm Institute (Instituto Kaiser Guillermo para Antropología, Eugenesia y Herencia Humana) Ernst Rüdin junto a sus protegidos Otmar Verschuer y Franz J. Kallmann. Poco después, Rüdin junto a varios jurisconsultos y especialistas informaron cuál era el sentido y objetivo de la norma. La esencia de la misma residía en sacarse de encima todos los elementos “impuros” e “indeseables” para lograr el ideal ario. Y a eso adhirieron los convencidos de las “virtudes” del socialdarwinismo.
Pero lo que necesitaban los enfermos y débiles era la ayuda para superar o mitigar sus padecimientos y no la implementación de un trato monstruoso que duró hasta el fin del régimen.
Según la ley mencionada, la esterilización podía efectuarse compulsivamente. Y eso se hizo. El norteamericano pronazi Lothrop Stoddard escribió en su libro Al Interior de la Oscuridad: La Alemania Nazi Actual, cómo vio los tribunales eugenésicos durante su visita a ese país. Un funcionario de la sección “tuberculosis” de la Dirección de Servicios de Salud Pública, le dijo lo siguiente:
Afiche de exaltación de la “raza aria” usado por los nazis.
El tratamiento que se da a los pacientes con tuberculosis se determina en parte en función del valor social de la persona. Si se trata de alguien capaz y su caso es curable, se invierte todo lo necesario. Si se juzga que es incurable, no se hace ningún esfuerzo por prolongar la vida en lo más mínimo, pues ello no es beneficioso para el individuo ni para la comunidad. Alemania puede nutrir solamente a cierta cantidad de ciudadanos en un tiempo determinado. Por lo tanto, los nacionalsocialistas estamos obligados a ayudar al mantenimiento de personas de provecho social y biológico123.
En cambio, según los valores de las religiones reveladas, todas las personas poseen derecho al mismo tratamiento, independientemente de sus recursos materiales, de su rango o de su estatus. Dejar que la gente se muera porque posee defectos físicos, porque no tiene cierto coeficiente intelectual o porque no es adinerada, resulta, claramente, incurrir en asesinato. Y si eso se hace a escala nacional, estaremos ante un asesinato en masa.
El campo de aplicación de la Ley de Esterilización se fue ampliando sin cesar. El 24/11/1933 se decretó que “los transgresores habituales de la moral pública” debían quedar infecundos. Para los nazis pasaba a formar parte de la “corrupción racial” el “crimen” de impugnar el tipo de moral pública del régimen. Los años por venir mostrarían que los planes terribles de los nacionalsocialistas no quedaban limitados de ninguna manera a la esterilización.
Afiche de exaltación de la “raza aria” usado por los nazis.
La Ley de Esterilización no fue suficiente para los nazis en función de sus verdaderos objetivos. Entonces, en 1935 promulgaron nuevas normas para lograr el ideal de “la raza aria purificada”. Se llamaron Leyes de Nuremberg y con ellas se expandió el salvajismo.
Para empezar, examinaban el árbol genealógico de los funcionarios civiles y se expulsaba a los sospechosos de no ser arios. Se dividió al pueblo alemán en dos sectores: el que gozaba de la ciudadanía y derechos políticos plenos y el que quedaba sometido al primero. En el segundo se incluían los gitanos, los judíos y los miembros de otras “razas”. La segunda de las Leyes de Nuremberg, titulada “Para la Protección del Honor y Linaje Alemanes”, buscaba garantizar la denominada “pureza racial”.
Por imperio de la misma, el matrimonio de ciudadanos de pleno derecho con alguno de los “sometidos”, era un delito. Esta ley sirvió después para “aislar a los individuos indeseables”.
El primer paso del programa eugenésico fue clasificar los rasgos de superioridad que, según los nazis, poseía su “raza”: ser rubio y alto; tener el cráneo alargado, la cara estrecha, el mentón pronunciado, la nariz angosta con el caballete eminente, la piel de un rosado tenue y los ojos bien separados y brillantes124.
Criterios semejantes a éstos, propios de enfermos mentales, no sólo son un insulto a la ciencia sino moralmente inaceptables. Como ya hemos hecho notar, no existe ningún fundamento lógico o moral para discriminar entre la gente debido al color de la piel, del cabello o de los ojos.
Los eugensistas se valieron de la medida del cráneo, el color del cabello, la capacidad pulmonar y las huellas dactilares, para identificar a los “inferiores”.
De todos modos, no fue fácil para los nazis distinguir una “raza” de otra. A ese objeto cumplimentaron una serie de mediciones, aunque con métodos excesivamente primitivos: mensuraron los cráneos de las personas e implementaron exámenes de inteligencia sin ningún valor científico. Las mujeres que cubrían las expectativas “raciales” eran ubicadas en casas especiales y preñadas por oficiales nazis, a lo largo del tiempo que duró semejante plan. Los hijos de padres desconocidos llegaban al mundo en esos verdaderamente inmorales “establos humanos”. Supuestamente, dichos niños eran los representantes de la nueva generación de la “raza superior”. Sin embargo, se encontraron con algo totalmente inesperado: el promedio del cociente de inteligencia de los párvulos era menor que el de sus padres y madres125.
Estas leyes pusieron los fundamentos para medidas aún más incomprensibles. Una de ellas puede resumirse así: “asesinato en masa de los mentalmente deteriorados”. El programa de eugenesia del régimen nazi, denominado “Aktion T4”, o simplemente “T4”, toma este nombre de la calle ―Tiergartenstrasse 4 (calle del Jardín Zoológico 4)― en que se ubicaba, en Berlín, el cuartel general de ese operativo, el cual fue destruido. (Nota del traductor al español. Actualmente dicho predio, en el que se puede ver un monumento en recuerdo de las víctimas que se digitaron desde allí, lo ocupa la Orquesta Filarmónica de Berlín y el Museo de Instrumentos Musicales).
Bajo dicho programa, las personas con enfermedades incurables, las física y mentalmente quebrantadas, las que padecían problemas psicológicos y las ancianas, eran asesinadas para asegurar la denominada “pureza racial”. A las cámaras de gas se llevaba, por sólo ser de otras “razas”, a mujeres, niños y longevos. La misma suerte corrían muchos otros inocentes aunque fuesen “arios”, debido a que eran considerados débiles o inútiles. Esta campaña se inició en 1936 y continuó oficialmente hasta 1941, aunque de manera velada prosiguió hasta la derrota de los nazis en 1945.
Hitler daba una importancia especial a lo genético para la Alemania de la cruz gamada. Por eso fue en la juventud en donde más se concentró la propaganda del sistema, pues las generaciones futuras deberían ser sus obedientes seguidoras. Se reunió en colonias eugenésicas a una serie de jóvenes físicamente descollantes para ser usados como padrillos. Se creía que por medio de ese método pervertido la “raza” alemana se purificaría y mejoraría. Esos muchachos, con el cerebro lavado y contaminados con la propaganda nazi desde muy pequeños, eran incapaces de distinguir lo correcto de lo erróneo.
Los directivos del programa de eugenesia T4 estipularon medidas conocidas como “Geheime Reichssache” (“Cuestiones Secretas del Reich”) y los encargados de implementarlas estaban obligados a guardar silencio. Una de las razones por las que se conoce poco sobre la aplicación de las disposiciones en la materia, es que quienes trabajaban en eso luego fueron enviados a los lugares más peligrosos del frente de guerra, como la zona de Yugoslavia, donde los guerrilleros de ese país se caracterizaban por no tomar prisioneros a los enemigos sino matarlos. (Nota del traductor al español. Nedim Salihbegovic ―musulmán bosnio que luego de la segunda guerra mundial vivió en Argentina muchos años― estuvo en Berlín en ese entonces y nos contó que poco antes de la derrota, los nazis separaron a todos los funcionarios (civiles y militares) en dos grupos: “A” y “B”. Los del primer grupo eran los que conocían asuntos muy delicados de la política del Reich. En consecuencia, fueron enviados a lugares del frente de batalla en donde era seguro que perderían la vida. A los del segundo grupo, que no conocían cosas muy comprometidas, se les permitió que se escaparan y/u ocultaran).
Alfred Ploetz fue uno de los primeros en contar en Esbozo Fundamental del Plan de Higiene Racial, la matanza de personas enfermas y con algún tipo de impedimento físico o mental, con lo cual estaba totalmente de acuerdo: opinaba que era un error grave protegerlas y mantenerlas con vida. (Exactamente lo opuesto a lo que sucede en una sociedad normal). Sostuvo, de manera brutal, que los recién nacidos con algún defecto o impedimento debían ser sacrificados de inmediato por medio de dosis reducidas de morfina.
También otros adhirieron a esos criterios. El jurista Karl Binding y el psiquiatra Alfred Hoche publicaron en 1922 el libro Die Freigabe der Vernichtung lebensunwerten Lebens (Libertad Para Destruir la Vida Inútil), donde sostienen que el enfermo y el incapacitado son una carga para los propios afectados y para la sociedad, que matarlos no sería para nada una gran pérdida, que el costo de mantener con vida a los “inútiles” era muy alto y que el estado podía invertir ese dinero en áreas más productivas. Por ende, demandaron que se removiesen los obstáculos legales y religiosos que impedían su aniquilamiento126. Una de las suposiciones irracionales de Hoche era que las normas morales que se relacionaban con la protección de la vida debían desaparecer rápidamente, ya que la eliminación de los “elementos innecesarios” era esencial para la supervivencia de la sociedad127.
Una caricatura de 1945 muestra como todas las políticas de Hitler finalizaban en salvajismo y/o la muerte.
Para comprender más claramente esto, suponga que usted vive en una sociedad así. ¿Qué diría si una hermana sorda, su madre ciega, su abuelo con trastornos mentales, su abuela lisiada o su padre ya entrado en años, fuesen condenados a muerte por ser como son, en nombre de la ciencia y en beneficio de la comunidad? No cabe la menor duda de que no vería nada de científico en ello sino, solamente, la aplicación de medidas ordenadas por gente absolutamente enloquecida. Pues bien, esa barbaridad, acompañada de sufrimientos indescriptibles, fue experimentada por muchas sociedades, especialmente la alemana bajo el nazismo. Los asesinatos, como producto del histerismo eugenésico, han dejado heridas profundas en la conciencia de diversos pueblos.
Los esfuerzos que hacen los evolucionistas para que pase desapercibido el terror sembrado con esas depravaciones, están condenados al fracaso. Los hechos son muy claros y no los podrán ocultar con nada. La humanidad experimentó (y experimenta) terribles sufrimientos y grandes pérdidas debido a los fundamentos ideológicos establecidos por el darwinismo.
No obstante, en otros países, especialmente en EE. UU., en paralelo con lo que pasaba en Alemania, también se defendía la idea de que la eugenesia era algo positivo. El doctor Alexis Carrel del Instituto Rockefeller publicó en 1935 su libro LA INCOGNITA DEL HOMBRE. El Hombre Ese Desconocido, el cual fue traducido a nueve idiomas en el lapso de tres años. En el último capítulo ―“La Reconstrucción del Hombre”― señala que la eugenesia, la eutanasia y sus programas son las soluciones a los problemas sociales. Sostuvo que los enfermos mentales y los criminales debían ser ejecutados en pequeños centros al efecto, equipados convenientemente:
Queda por resolver el problema del inmenso número de defectuosos y criminales. Constituyen una carga enorme para aquella parte de la población que ha permanecido normal. Como ya se ha indicado, en la actualidad se requieren sumas gigantescas para mantener las cárceles y los manicomios para proteger al público contra los gangsters y los lunáticos. ¿Por qué conservamos esos seres inútiles y peligrosos? Lo anormal impide el desarrollo de lo normal. Es preciso enfrentarse cara a cara con este hecho. ¿Por qué no ha de disponer la sociedad de los criminales y de los locos de una manera más económica? No podemos seguir tratando de separar a los responsables de los irresponsables, castigando a los culpables, liberando a aquellos que, aún habiendo cometido un crimen, se piense que son inocentes moralmente. No somos capaces de juzgar a los hombres. Sin embargo, la comunidad tiene que estar protegida contra los elementos peligrosos y molestos. ¿Cómo puede hacerse? Desde luego, no construyendo cárceles mayores y con más comodidades, del mismo modo que la auténtica salud no se logrará con hospitales mayores y más científicos. El gobierno alemán ha tomado enérgicas medidas en contra de la multiplicación de las personas inferiores, es decir, las insanas y criminales. La solución ideal sería eliminar este tipo de individuos apenas se compruebe que resultan peligrosos…..(Nota del traductor al español. Este párrafo que pongo en itálicas, aparece en el libro de Harun Yahya en inglés, pero no en la obra en castellano de la que tomo el texto ni en otras consultadas en la biblioteca pública y en Internet). La criminalidad y la locura sólo pueden evitarse por medio de un mejor conocimiento del hombre, por la Eugenesia, merced a cambios en la educación y en las condiciones sociales. Entre tanto debemos ocuparnos eficazmente de los criminales. Tal vez deberían abolirse las cárceles. Podrían reemplazarse por instituciones más pequeñas y menos caras. Castigando a los delincuentes con un látigo o con algún procedimiento más científico, seguido por una breve estancia en el hospital, bastaría probablemente para asegurar el orden. De aquellos que han asesinado, asaltado con pistolas o ametralladoras, raptado niños, despojado a los pobres de sus ahorros, que han engañado al público en asuntos importantes, debería disponerse, humana y económicamente, en pequeñas instituciones de eutanasia (muerte piadosa) provistas de gases adecuados. Un tratamiento similar podría ser aplicado con ventaja a los locos culpables de actos criminales. La sociedad moderna no dudará en organizarse por lo que se refiere al individuo normal. Los sistemas filosóficos y los prejuicios sentimentales deben desaparecer ante esta necesidad. El desarrollo de la personalidad humana es el fin supremo de la civilización128.
El doctor Carrel sostuvo que lo mejor y más “económico” era condenar a muerte a los criminales y a los considerados “dañinos” para la sociedad. Como ya hemos señalado, cuando el socialdarwinismo busca una solución a los problemas sociales, no considera la dimensión ética (o lo hace muy formalmente) y propone cosas extremadamente brutales e impías, totalmente incompatibles con la sensatez y escrúpulos humanos. Este médico considera que las personas, en especial las “indeseables”, deberían ser tratadas como animales o bienes muebles.
Por supuesto, la lucha en contra del crimen y de los criminales es de la mayor importancia social. Pero debe ser emprendida en perspectivas muy distintas. Es cierto que hay que eliminar el tipo de ambiente que promueve los delitos y los delincuentes y desarrollar programas educativos y culturales para recuperar a quienes hayan caído en las redes del mal vivir. Pero opinar que somos una especie de animal, prepara el camino para todo tipo de actividad transgresora: resulta un justificativo de los asesinatos, los robos, las agresiones y todas las formas de iniquidad. Es totalmente incongruente defender la idea de que la vida es una lucha a muerte entre los individuos y sugerir luego que el que mata debería ser castigado.
Es por eso que resulta de la mayor importancia que quienes admiten la teoría de la evolución ―por falta de información o porque desconocen las catástrofes terribles a las que conduce― puedan entender esto. Buscar el bienestar de la sociedad ajusticiando a los delincuentes es lo más salvaje, primitivo y bárbaro. La forma más efectiva de reducir la tasa de criminalidad y delincuencia pasa por fortalecer a la sociedad en términos espirituales así como por mejorar la educación, las condiciones de vida y el nivel de bienestar. Y lo más importante es fortalecer en la sociedad la creencia en Dios y el amor a El. Quien cree en el Todopoderoso, sabe que después de morir recibirá, en el más allá, un premio o un castigo por sus acciones en este mundo. Quien ama a Dios también ama lo que El creó, es decir, respeta y aprecia a otras personas y a la creación toda, ateniéndose siempre a las normas morales. La sociedad alcanza bienestar, paz y progreso mayor cuando en ella se enraíza un entendimiento como el que terminamos de señalar.
Esta autorización, conocida como “la Orden del Führer”, facultó a los médicos nazis a eliminar a esos pacientes que consideraban que no tenía sentido que siguiesen viviendo. Dicha orden constituyó el “fundamento legal” de los crímenes perpetrados por los galenos nazis.
Después que los nazis promulgaron sus leyes racistas, llegó el momento de conseguir que sean aceptadas por parte de la opinión pública. Para ello se emplearon distintos medios de propaganda, principalmente la cinematografía. Era necesario que la gente se convenciera que no tenía sentido gastar en tratamientos costosos con gente peligrosa. Los periódicos publicaban reportajes en los que se hablaba de la gran cantidad de dinero que se dilapidaba en la atención de los incapacitados mentales, en vez de empleárselo en cosas “más útiles”. Esta campaña abarcó los libros de texto129.
La primera medida eutanásica se tomó a fines de 1938, cuando un tal Knauer de Leipzig envió una carta a Hitler diciéndole que quería un doctor para poner fin a la vida de un hijo suyo, que había nacido ciego, con sólo parte de los brazos y las piernas y aparentemente idiota. El Führer le envió su médico particular, el profesor Karl Brandt, quien realizó la tarea130.
Luego, el jefe de Alemania autorizó al facultativo y al funcionario de alto rango Philip Bouhler, a practicar la eutanasia en casos especiales. Esa disposición oficial, conocida como “La Orden del Führer”, manifiesta:
El Reichsleader Bouhler y el doctor en medicina Brandt, son responsables de permitir a los especialistas del caso, luego de un diagnóstico muy esmerado y del propio juicio profesional, someter al enfermo a una muerte misericordiosa. Firmado: A. Hitler131.
Tal autorización, que hizo del asesinato parte de la vida de todos los días, constituyó el primer paso para los crímenes que luego perpetraron los psiquiatras del régimen. Más tarde, irónicamente, los acusados por crímenes de guerra en Nuremberg y en otros tribunales, dijeron que lo que habían hecho era cumplir una orden, por lo que no merecerían una condena grave.
El humo de las chimeneas que se ve en la foto más pequeña es de los hornos usados para incinerar los cuerpos en el centro de matanza Hadamar.
A mediados de 1939 se hicieron los preparativos formales para la implementación del programa. En octubre, cuatro grupos que formaban parte de la operación T4 y bajo las órdenes del equipo central, distribuyeron en los hospitales e instituciones cuestionarios referidos a enfermedades mentales, preparados por el Comité Psiquiátrico y consejeros. Contenían una serie de preguntas: “nombre del paciente, estado civil, nacionalidad, pariente más cercano, ¿se trata de un paciente que recibe visitas regulares?, de ser así, ¿quién lo visita?, ¿quién responde económicamente por él?, ¿hace cuánto que el paciente está en el hospital?, ¿cuánto tiempo lleva de enfermo?, diagnóstico, síntomas principales, ¿se encuentra postrado en la cama?, raza del paciente”.
En caso de que alguien quisiese investigar algo, sólo llegaría, eventualmente, hasta los distribuidores de los cuestionarios, comprometidos a guardar silencio.
En paralelo con esos cuatro grupos operaba otro, cuyos miembros se habían convertido principalmente en expertos en la matanza de niños: se denominaba "Reichsausschuss zur wissenschaftlichen erfassung von erb- und anlagebedingten schweren Leiden" (“Comisión Científica para Desentrañar la Causa, Predisposición Genética o Condición Hereditaria de Enfermedades Graves”) . Trabajaba en vinculación con otras dos instituciones: la Asociación Benéfica Para el Transporte del Enfermo ―responsable de llevar a los enfermos a los centros de matanza― y la Fundación Benéfica Para el Cuidado Institucional, que se ocupaba de los arreglos y procedimientos finales.
Una de las prácticas pusilánimes de los nazis era demandar “los gastos” en que se incurría a los familiares del ejecutado, aunque los mismos desconocían realmente qué era lo que pagaban.
Los cuestionarios eran llenados por los médicos responsables de los pacientes. Los enfermos mentales eran evaluados por los psiquiatras y otros expertos del T4 en función de los informes, pues nunca examinaban u observaban directamente a los involucrados. Es decir, se tomaba la decisión de condena a muerte o no, sólo en base a los datos aportados por escrito.
Fotografías desde distintos ángulos del centro de matanza Bernburg.
En diversos hospitales psiquiátricos y otros edificios se hicieron los aprontes correspondientes, al objeto de quitarle la vida a los seleccionados. En los mismos lugares, de paso, quedaban constituidas escuelas de entrenamiento para exterminadores. Los lugares en donde perdían la vida los infelices, eran camuflados como salas de baño.
En resumen, seguían los siguientes pasos: a) se recibían y evaluaban los cuestionarios, b) se comunicaba a las instituciones correspondientes quiénes eran los seleccionados para ser matados, c) se informaba a los interesados que se los trasladaba para “una mejor atención”, a la vez que esas camas libres quedaban disponibles para los heridos de guerra, d) uno de los grupos reunía a los pacientes y los transportaba a los centros de ejecución, e) en el lapso de unas pocas horas a partir de su llegada, eran exterminados.
Después se empezó a incluir en la lista de los que iban a perder la vida a los “indeseables”. Los mandamientos de muerte eran librados para los inestables mentalmente, los esquizofrénicos, los ancianos enclenques, los epilépticos, los que contrajeron el mal de Parkinson, los paralíticos, los que padecían esclerosis múltiple, los afectados por tumores cerebrales y los aquejados de distintos desórdenes neurológicos.
Los niños recibían el mismo tratamiento, por lo que orfanatos y reformatorios eran cuidadosamente inspeccionados con el objeto de detectar nuevas víctimas.
Hay algo que debe quedar absolutamente en claro: alrededor del 50% de los masacrados se hubiesen recuperado si se los hubiese atendido convenientemente132.
Víctor Brack, jefe de la segunda unidad de la KdF (término que se usaba para referirse a la Cancillería del Führer) y uno de los principales responsables del programa de eutanasia, admitió al ser juzgado en el Tribunal de Nuremberg todo lo que se hizo para camuflar los centros de muerte bajo la forma de hospicios normales. Y agregó que los pacientes entraban en donde se los gaseaba con toalla y jabón, pues creían que se iban a bañar. Pero por las duchas, en vez de salir agua salía gas venenoso.
Nazis de alto rango fieles a Hitler, seleccionaban los aprendices que llevarían a cabo las matanzas y les daban un entrenamiento especial. Primero se les hacía presenciar la escena y luego se les hacía abrir las llaves de gas y contemplar los rostros angustiados de quienes se daban cuenta que estaban siendo asesinados. Después de cerciorarse de que habían fallecido, ventilaban la sala y sacaban los cuerpos. Así masacraron a miles de inocentes.
La foto de arriba corresponde a una maqueta del Hospital Psiquiátrico Bernburg. Las flechas azules indican el recorrido que hacían los pacientes hacia el área de matanza. El edificio marcado con un círculo, contiene la cámara de gas y los crematorios. Abajo, a la derecha, la foto de la doctora y profesora de ciencias sociales Kathe Leichte. Fue arrestada por la Gestapo, enviada al campo de concentración de Ravensbrück en 1940 y asesinada con gas en 1942 en el Instituto de Eutanasia Bernburg. Abajo, a la izquierda, la foto de Margarita Singer, hija del profesor de zoología Hans L. Przibran, asesinada bajo el programa de eutanasia en el campo de concentración y centro de exterminio Maly Trostinec de Minsk (Bielorrusia).
Todo esto, repetimos, se hacía bajo una estricta vigilancia con el objeto de evitar la más mínima difusión de lo que pasaba allí, pues las víctimas no eran miembros de “otras razas” sino, prácticamente todos, alemanes y austriacos: les hubiera resultado muy difícil explicar a sus compatriotas lo que realizaban.
Quienes habían empezado como aprendices, rápidamente se convertían en personas totalmente desalmadas e indiferentes a los gemidos y a los retorcimientos físicos producidos por el dolor de los que perdían la vida de esa manera. Esos jóvenes verdugos eran observados atentamente por sus instructores, quienes dejaban por escrito el desempeño de cada uno de ellos. Si comprobaban que realizaban la tarea de ejecutar a los “débiles” de su “raza” sin la menor vacilación, colegían que serían más eficaces aún asesinando a otros de “razas inferiores” y los pasaban a esa función. Pero los aprendices que no soportaban esos crímenes o protestaban por los mismos, eran enviados al frente de guerra y colocados en “escuadrones suicidas” por los correspondientes comandantes de las unidades militares.
Los verdugos, transformados en animales asesinos, se acostumbraban también, perfectamente, al olor de carne humana recién quemada o a hablar a los condenados casi como amigos mientras los llevaban al matadero. En esa tarea eran alentados y premiados de distintas maneras. Además, eran condecorados con la Cruz de Hierro de Segunda Clase por llevar a cabo las “Ordenes Secretas del Reich”.
No obstante, la gente se fue enterando, poco a poco, de lo que estaba sucediendo y empezaron las protestas. Entonces se anunció que Hitler decretó la detención de esos operativos. Por supuesto, eso no sucedió y lo único que se hizo fue cambiar los métodos, por lo que se empezó a usar inyecciones letales y la muerte por inanición. Los cadáveres eran enterrados luego en fosas comunes. Es decir, el salvajismo eutanásico continuó durante toda la guerra.
Monumento erigido en conmemoración de los asesinados en el programa de eutanasia. En el cartel leemos: “Los nazis también asesinaron a 200.000 ‘enfermos’”. Información aparecida en el periódico turco Milliyet del 10 de Octubre de 2003.
Hospital psiquiátrico alemán en 1925.
El cementerio del centro de exterminio Hadamar.
El programa T4 amplió luego su esfera de actividad mediante un nuevo organismo cuyo código era 14f13. Ya no se mataría sólo a alemanes y a austriacos, sino también a judíos, a polacos y a gitanos que se hallaban en campos de concentración. Esta operación comenzó en diciembre de 1941. La selección de los que luego serían ejecutados la hacía una comisión especial de psiquiatras agregada al equipo T4 de Berlín. Los que por enfermedad o incapacidad para realizar trabajos forzados perderían la vida, eran llevados a uno de los seis centros de ejecución. Y en 1943, para agregar una mancha más al tigre, se empezó a aplicar las medidas eutanásicas en el puesto de Hadamar a los niños que se hallaban en orfanatos y refugios estatales.
…Dios conoce perfectamente lo que haces… (Corán, 4:127)
La Alemania nazi fue un claro ejemplo del sufrimiento que aflige a la gente cuando las ideas socialdarwinistas son llevadas a la práctica. Al respecto, el evolucionista, crítico de las teorías racistas, decano de estudios universitarios y profesor de estudios biológicos en North Carolina A&T State University, Joseph L. Graves (hijo), dice en su libro Las Nuevas Ropas del Emperador:
La tragedia de la Alemania nazi se presenta como el ejemplo más claro de lo que puede suceder si se aplica coherentemente la eugenesia, el escalafón racial y el socialdarwinismo134.
¿Cómo es que esta gente llegó a albergar un odio, una insensibilidad y brutalidad tan grandes? ¿Cómo se transformaron en asesinos y enemigos del género humano? La respuesta taxativa es que personas educadas en las enseñanzas darwinistas ―que consideran que los seres humanos son iguales a los animales, que juzgan que la vida es un campo de batalla, que justifican todo tipo de maldad en la lucha por la supervivencia― dan lugar, inevitablemente, a un orden social despiadado. Quienes niegan que el ser humano es creado y posee un alma insuflada en ellos por Dios, quienes rechazan aceptar que sus conciudadanos son entidades valiosas con intelecto y conciencia, quienes consideran que las personas no se diferencian en nada de los animales y de los vegetales, por supuesto, no se conmoverán por los asesinatos en masa y por los sufrimientos del desvalido. Quienes piensan así y sospechan que ellos o sus intereses pueden llevar la peor parte en la “lucha por la vida”, no vacilarán en matar a otros, desconocer todo tipo de piedad o compasión o abandonar, a quien sea, a la pobreza y a la desventura con tal de no ser de los “perdedores”. Es imposible esperar que gente así proteja al enfermo, ayude al necesitado o tenga comportamientos altruistas. Tampoco se ocupará de sus padres enfermos y ancianos. Considerará una pérdida de tiempo, energía y dinero ocuparse del hermano lisiado. Si la visión insana de gente así se expande, todos actuarán bajo su influencia. Es imposible aplicar en la sociedad virtudes como el altruismo, la paciencia, la compasión, el afecto, el respeto o el amor, si no se vive según los valores morales religiosos. Dicho de otra manera, la inexistencia de éstos siempre provoca destrucciones y catástrofes.
En el Imperio Otomano, donde prevalecían los valores morales islámicos, las familias no sólo cuidaban a sus enfermos sino también a los de su vecindad. Además, si necesitaban algún tratamiento especial, los atendían en clínicas especiales. Los servicios de salud eran gratis para los pobres y si los médicos o funcionarios les llegaban a pedir dinero, eran denunciados, juzgados y condenados. En 1871 se estableció la oficina de Médicos Gubernamentales y la de Inspectores de Salud, con el objeto de regular los servicios públicos al efecto. Veamos algunas de las normas establecidas:
• Los doctores examinarán a todos los pacientes en días y horas determinados de la semana, en lugares específicos, de manera absolutamente gratis, sin hacer distinción entre ricos y pobres. Las vacunaciones obligatorias también serán gratis.
• Los doctores examinarán en sus domicilios a los imposibilitados de trasladarse a los consultorios. Los que dispongan de medios económicos pagarán esa atención. Los pobres no pagarán nada y los gastos serán abonados por el municipio.
• Serán multados los médicos que no atiendan al enfermo sin una razón válida o le cobren algo al pobre135.
Los hospitales psiquiátricos otomanos, edificados en el siglo XV, poseían métodos especiales de tratamiento. Se evaluaba la patología del paciente y a algunos se los asistía con melodías turcas especialmente seleccionadas, con comidas especiales (las aves destinadas a estos alimentos provenían de corrales caseros) y con flores. La habitación del paciente tenía dos ventanas que, preferentemente, daban sobre jardines de rosas136.
Mucho antes que el Imperio Otomano, otros estados musulmanes también empleaban métodos especiales para los enfermos física y mentalmente. En particular, durante el califato abasida (siglos VIII al XIII), el mundo islámico había logrado la mayor sofisticación en terapias psiquiátricas y médicas en general. Los primeros hospitales del mundo se construyeron en países musulmanes y en ellos se aplicó por primera vez la sugestión en la atención de problemas psiquiátricos. Eso fue producto, indiscutiblemente, de los valores morales que el Corán enseñaba a los musulmanes: compasión, solidaridad, moderación y comprensión.
Son esos valores los que llevan a los creyentes a ser compasivos con el pobre, el débil, el disminuido, el necesitado, el incapaz de atenderse a sí mismo y, en consecuencia, a realizar sacrificios por ellos para cuidarlos y protegerlos. Algunos versículos del Corán revelan cómo debe ser tratado el débil, el pobre, el anciano:
“No sirváis sino a Dios. Sed buenos con vuestros padres y parientes, con los huérfanos y los pobres, hablad bien a todos, cumplid con el rezo y dad el azaque (la limosna)”… (Corán, 2:83).
La piedad no estriba en que volváis vuestro rostro hacia el Oriente o hacia el Occidente, sino en creer en Dios y en el último Día, en los ángeles, en la Escritura y en los profetas, en dar de la hacienda, por mucho amor que se le tenga, a los parientes, huérfanos, necesitados, viajero (seguidor de la causa de Dios), mendigos y esclavos, en cumplir con el rezo y dar la limosna, en cumplir con los compromisos contraídos, en ser pacientes en el infortunio, en la aflicción y en tiempo de peligro. Esas son las personas sinceras (de fe sincera), ésas las temerosas de Dios (Corán, 2:177).
Te preguntan en qué deben gastar: Di: “Los bienes que gastéis, que sean para los padres, los parientes más cercanos, los huérfanos, los necesitados y el viajero (el seguidor de la causa de Dios)”. Dios conoce perfectamente el bien que hacéis (Corán, 2:215).
Servid a Dios y no lo asociéis nada. Sed buenos con vuestros padres, parientes, huérfanos, pobres, vecinos ―parientes y no parientes―, el compañero de viaje (el compañero que está junto a uno), el viajero (el seguidor de la causa de Dios) y vuestro esclavos. Dion no ama al presumido, al jactancioso, (Corán, 4:36).
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104. Thomas Robert Malthus, An Essay On The Principle of Population, Sixth Edition, 1826, based on the second edition (1803)
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108. Allan Chase, The Legacy of Malthus, Chicago:University of Illinois Press, 1980, s.136).
109. Francis Galton, Hereditary Genius: An Inquiry into its Laws and Consequences, London:Macmillan, 1892, s. 330
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111. Joseph L. Graves Jr., The Emperor's New Clothes, Rutgers Universtiy Press, 2001, s. 98
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131. Bernhard Schreiber, The Men Behind Hitler - A German Warning to the World, http://www.toolan.com/hitler/Hitler, s. 33
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