INTRODUCCION

DEl siglo XX fue uno de los más tétricos y letales en toda la historia de la humanidad. Se derramó una impresionante cantidad de sangre y la gente fue sometida al más alto grado de terror y opresión. Dictadores como Hitler, Stalin, Pol Pot e Idi Amin, exterminaron a millones de personas. El primero de los nombrados mandó a la muerte a quienes consideraba “inútiles”. En muchos países de occidente cientos de miles de seres humanos fueron esterilizados compulsivamente o dejados morir, debido a que eran enfermos, viejos o tullidos. Asimismo, debido a la aceptación de la competencia descarnada entre los individuos como algo natural, mucha gente, en todo el planeta, sufrió y sufre la explotación y opresión más inicuas. En ciertos estados el racismo se convirtió en la ideología dominante y determinados linajes perdieron totalmente la calidad de humanos. Los conflictos y las guerras fría y caliente, entre el mundo capitalista y comunista, condujo a que pueblos con lazos de parentesco se volvieran enemigos.

Pero casi nadie comprende o tiene principalmente en cuenta la naturaleza de los fundamentos ideológicos –establecidos por el economista británico Thomas Malthus– que empujaron al siglo XX hacia la destrucción, el caos, las guerras, los conflictos, el odio generalizado y la enemistad entre los individuos. Los conceptos retorcidos de dicho personaje fueron ampliamente aceptados, a pesar de carecer de valores morales y religiosos. Luego, el sociólogo Herbert Spencer, también británico, reforzó esos criterios, que más tarde fueron diseminados a través de la teoría de la evolución presentada por otro inglés, es decir, Charles Darwin.

Las tres personas mencionadas, en función de la ideología a la que adscribían, prefirieron ignorar completamente diversas virtudes morales propias de la religión: el altruismo, la solidaridad, el amparo al pobre y al débil, considerar a todos los seres humanos iguales. Por el contrario, propusieron como válida la mentira de que la vida es un campo de batalla; de que la opresión e incluso el exterminio de los menesterosos y de las “razas” consideradas “inferiores” era algo justificado; de que como resultado de esos criterios sobrevivirían los más “aptos” en tanto que el resto sería eliminado, lo cual conduciría al “progreso” de la humanidad.

Darwin buscó aplicar la filosofía individualista y ególatra a las ciencias naturales por medio de su teoría de la evolución. Desconoció los ejemplos de solidaridad y cooperación que Dios estableció en la naturaleza, sostuvo que todos los seres vivos estaban forzados a librar entre ellos una lucha despiadada por la subsistencia y aseguró, sin ningún fundamento científico, que las sociedades humanas exhibían ese mismo tipo de procedimiento. Es al momento de aceptarse semejantes criterios que aparece el socialdarwinismo.

Algunos sugieren que el socialdarwinismo emergió en la segunda mitad del siglo XIX y perdió influencia durante la segunda mitad del siglo XX. De cualquier manera, esta filosofía siguió produciendo daños y efectos adversos sobre la humanidad. En completa contradicción con los valores morales religiosos, diseminó una visión del mundo enrevesada al sostener que la vida es “lucha por la supervivencia” y que el ser humano necesita competir violentamente para alcanzar el éxito o, por lo menos, para no ser destruido. En consecuencia, se presentaron nuevos estilos de vida imbuidos de ideologías sanguinarias y/o totalitarias, despreciadoras de la justicia social: el comunismo, el fascismo y el capitalismo feroz. Además, dieron alas al racismo, a los conflictos étnicos, a la degeneración moral y a muchos otros desastres que llevaron a catástrofes humanas. En síntesis, esa filosofía, inspiradora de políticas y prácticas brutales, dio “validez científica” a aberraciones de todo tipo.

El socialdarwinismo proveyó una supuesta justificación científica a muchas crueldades producidas por quienes consideraban la vida de los pobres algo sin importancia.

Quienes aceptaron semejante cosa, abandonaron una forma de vida noble y pasaron a considerar la crueldad y el comportamiento vandálico, normales. Es decir, prefirieron ignorar las virtudes éticas y religiosas, entre las que encontramos la compasión, el autosacrificio y la solidaridad entre individuos y sociedades. Convencidos los perpetradores de crueldades de distintos tipos, en base a una falsa suposición, que lo que hacían tenía un fundamento científico, consideraron justificados todos los atropellos que cometían.

IAquí examinaremos y esclareceremos dos temas principales.

En primer lugar, la amenaza que representan para las sociedades y los individuos los criterios mencionados, que son los dominantes, así como el hecho que se eduque a los jóvenes en función de los mismos.

En segundo lugar, evidenciaremos que no es cierto que Darwin y los evolucionistas no coinciden en todo con los socialdarwinistas. Es decir, probaremos que quienes aceptan la teoría de la evolución también aceptan el socialdarwinismo.

Desde el principio al fin, dejaremos en claro que el modelo por medio del cual la teoría de la evolución considera a los seres humanos una especie de animal ―con el objetivo aparente de justificar la impiedad, el desamor, el egoísmo y el individualismo― es perverso y que Darwin quería que se lo vea como normal. Para el socialdarwinismo es perfectamente aceptable que los ancianos y/o pobres sean sacados de sus casas y exterminados; que los tullidos sean arreados y metidos en un campo de concentración para que se mueran allí; que las “clases inferiores” sean perseguidas, explotadas y eliminadas de las peores maneras. Quienes creen que la sociedad humana puede progresar solamente si se implementan políticas salvajes que incluyan asesinatos, genocidios, vandalismo, etc., entienden que resulta algo normal que tanto las personas como las sociedades “incapaces” sean eliminadas.

Sin duda, se trata de una forma de pensar peligrosa y pervertida. Resulta de la mayor importancia detectar las teorías e ideologías que se basan en esos conceptos, porque los modelos de sociedades que implementan llevan a las catástrofes más horrorosas. Por el contrario, los valores morales que Dios ordena a la humanidad y revela en el Corán, siempre acarrean la paz y el bienestar.