(51) Y Dios ha dicho: "¡No toméis a dos [o más] deidades. Sólo Él es el Dios Único: temedme, pues, a Mí, sólo a Mí!"
Sura 16: An-Nahl (La Abeja)
El temor a Dios es uno de los atributos esenciales de un creyente, porque es el que hace que una persona se acerque más a Él, tenga una fe más profunda, se comporte de modo más responsable hacia Dios en cada momento de su vida y fomente su dedicación a los valores del Corán. El hecho de que los principios morales correctos que Dios espera de Sus siervos provengan del temor hacia Él se reafirma con estas palabras del profeta Muhammad (saas):
Teme a Dios dondequiera que te encuentres; si haces que una buena acción siga a una mala, la borrarás; y trata con personas que tengan una buena disposición. (At-Tirmidhi)
Algunos equivocan el verdadero significado de temer a Dios y lo confunden con otra clase de temores mundanos. Sin embargo, el temor a Dios difiere enormemente de cualquier otro tipo de temor.
La palabra árabe utilizada en el texto original del Corán (khashyat) expresa un respeto abrumador. Al contrario, el término que se usa en el mismo para referirse a los temores de este mundo (hawf) equivale a una clase simple de temor, como el miedo que alguien siente ante un animal salvaje.
Reflexionar sobre los atributos de Dios conduce a una mejor comprensión de estas dos clases de temores, que en árabe se expresan con palabras diferentes. Los temores mundanos los causan normalmente una amenaza potencial. Por ejemplo, uno puede temer que le asesinen. Sin embargo, Dios es el Benévolo, el Más Misericordioso y el Más Justo. Por tanto, temer a Dios implica respetarle, al Benévolo, Más Misericordioso y Más Justo, y evitar exceder los límites que nos impone (rebelándonos y siendo merecedores de Su castigo).
La diferencia entre ambos términos se hace visible si comparamos las consecuencias que tiene sobre la gente temer a Dios con otra clase de temores. Si alguien se enfrenta a un peligro mortal, le entra el pánico; presa de la desesperación, es incapaz de razonar y hallar una solución. Por el contrario, el temor a Dios activa la sabiduría y la unión con nuestra conciencia. El temor a Dios hace que una persona se motive para evitar lo malo, lo corrupto y lo que le pueda causar un daño físico o mental. El temor a Dios favorece la sabiduría y la perspicacia. En una aleya del Corán, Dios nos informa de que es gracias al temor a Dios como se adquieren la sabiduría y el conocimiento:
(29) ¡Oh vosotros que habéis llegado a creer! Si os mantenéis conscientes de Dios, Él os dará un criterio por el que discernir lo verdadero de lo falso, borrará vuestras malas acciones y os perdonará: pues Dios posee una generosidad infinita.
Sura 8: Al-Anfal (El Botín)
Los temores mundanos provocan ansiedad en el hombre. Por el contrario, el temor a Dios no sólo incrementa la fuerza espiritual sino también la tranquilidad de espíritu.
Es gracias al temor a Dios que el hombre evita las malas acciones que Le disgustan. Una aleya del Corán afirma:
(36) … En verdad, Dios no ama a quienes, llenos de engreimiento, actúan de forma jactanciosa.
Sura 4: An-Nisa’ (Las Mujeres)
Una persona temerosa de Dios se esfuerza diligentemente por abstenerse de hacer alarde de ostentación, al contrario, intenta implicarse en acciones para lograr el amor de Dios. Por esta razón, el temor a Dios y el amor a Dios son mutuamente excluyentes.
De hecho, el temor a Dios aparta los obstáculos para acercarnos más a Él y ganar su amor. El obstáculo principal son nuestros bajos instintos. Del Corán, aprendemos que hay dos aspectos que conciernen al alma: uno inspira el mal y el daño, y el otro nos guarda de la inclinación que tenemos hacia lo malo.
(7) ¡Considera al ser del hombre, y cómo está formado con arreglo a su función, (8) y cómo está imbuido de flaquezas morales y también de conciencia de Dios!
(9) Dichoso será, en verdad, quien purifique este [ser], (10) y realmente perdido estará quien lo cubra [de oscuridad].
Sura 91: Ash-Shams (El Sol)
Luchar contra el mal, sin abandonar, requiere una fuerza espiritual. Dicha fuerza proviene del temor a Dios. Una persona temerosa de Dios no está esclavizada por el egoísmo de su alma. El temor reverencial que siente por Dios le aleja de los pensamientos y acciones que no son de Su agrado. Una aleya del Corán nos informa de que únicamente aquellos que temen a Dios toman prestan atención a las advertencias que se les hacen:
(11) Tú sólo puedes advertir [realmente] a quien está dispuesto a tomar en serio la amonestación, y que teme al Más Misericordioso aun estando Él fuera del alcance de la percepción humana: ¡a ése, anúnciale la buena nueva del perdón [de Dios] y de una espléndida recompensa!
Sura 36: Ia Sin (Oh Tú, Ser Humano)
El ser humano debe esforzarse por sentir un temor más profundo hacia Dios. Para lograr este noble sentimiento debe reflexionar sobre la creación de Dios y reconocer el supremo arte y poder que representan cada uno de sus detalles. Este pensamiento debe capacitarle para comprender mejor Su grandeza y temerle más. De hecho, Dios nos ordena:
(102) ¡Oh vosotros que habéis llegado a creer! Sed conscientes de Dios con toda la conciencia que Le es debida, y no permitáis que la muerte os alcance sin estar sometidos a Él.
Sura 3: Al Imran (La Casa de Imrán)
(16) Sed, pues, todo lo conscientes de Dios que podáis, escuchad[-le] y obedeced. Y gastad en limosnas por vuestro propio bien: pues, los que están a salvo de su propia codicia --¡ésos, precisamente, alcanzarán la felicidad!
Sura 64: At-Tagabun (Pérdida Y Ganancia)
Cuanto más teme uno a Dios, más afectuoso se vuelve. Comprende mejor la belleza de Su creación. Adquiere la habilidad de reconocer la multitud de gentes, naturaleza, animales y todo lo que le rodea como reflejos de los sublimes atributos de Dios. En consecuencia, empieza a sentir un amor más profundo por tales bendiciones, así como por Dios, su Creador.
Una persona que logra entender este secreto también sabe lo que significa el amor a Dios. Ama a Dios, por encima y sobre todas las cosas, y comprende que todos los seres son Su creación. Los quiere según le place a Dios. Quiere a los creyentes que Le son sumisos, pero siente aversión por los que se Le rebelan.
El verdadero amor que hace al hombre feliz, que le proporciona alegría y paz, es el amor a Dios. Otras formas de amor (las que se sienten por otros que no son Dios) son, según el Corán, características de los idólatras y conducen, casi sin excepción, a la angustia, el dolor, la melancolía y la ansiedad. El amor de los idólatras y el amor que los creyentes sienten por Dios se comparan como sigue en la siguiente aleya: