¿Cuáles Son los Motivos que Impiden Meditar?

Son muchos los factores que obstaculizan la reflexión apropiada. Uno sólo de ellos, algunos o todos, pueden impedir discernir la verdad. Por lo tanto es necesario que cada persona identifique los factores que le afectan negativamente y se los saque de encima. De otro modo no será capaz de ver el verdadero rostro de la vida en este mundo, lo que podría causarle una gran pérdida en el otro mundo.

Dios nos informa en el Corán sobre la situación de esa gente acostumbrada a pensar de manera superficial:

Conocen lo externo de la vida de acá, pero no se preocupan por la otra vida. ¿Es que no reflexionan en su interior? Dios no ha creado los cielos, la tierra y lo que entre ellos está sino con un fin y por un período determinado. Pero muchos hombres se niegan, sí, a creer en el encuentro de su Señor. (Corán, 30:7-8)

El Imitar a la Mayoría Provoca Modorra Mental

Una de las cosas que más descarría a la gente es creer que la actitud correcta pasa por hacer lo que hace la “mayoría”. Uno tiende a pensar normalmente que lo correcto se aprende del entorno, en vez de buscar la verdad a través de la reflexión. Observamos que las cosas que a primera vista nos parecen extraordinarias, la mayoría de las personas las considera ordinarias y ni siquiera les prestan atención. En consecuencia, después de un tiempo, casi todos proceden así.

Por ejemplo, gran parte del grupo que uno integra, no reconoce que algún día morirá. Ni siquiera dejan que alguien hable de eso, para que no se les recuerde la muerte. Entonces uno se plantea: “Dado que todos piensan de ese modo, no debe estar mal que me comporte de la misma manera”. Es así como se pasa a vivir sin recordar para nada la muerte. Pero si quienes nos rodean reverenciasen a Dios y se esforzaran como es debido para la buena vida en el más allá, lo más probable es que también nosotros actuaremos así.

Veamos otro ejemplo. En la TV, periódicos y revistas, aparecen cientos de noticias sobre desastres, injusticias, opresiones, suicidios, homicidios, robos, estafas y deslealtades, a la vez que se hace conocer las necesidades de miles de personas todos los días. No obstante, mucha gente que ve o lee esas noticias, cambia de canal o da vuelta la página del periódico sin inmutarse. Casi nadie se pregunta porqué abunda ese tipo de información o qué se hizo o se piensa hacer con el objeto de remediar dichas situaciones tan feas y evitar que continúen sucediendo. De la misma manera, casi nadie cavila en lo que puede hacer por su cuenta respecto de esos problemas. La mayoría de las personas piensan que los responsables son “otros” y razonan así: “¿depende de mí la salvación del mundo?”.

Indolencia Mental

La indolencia es un factor que mantiene a la mayoría de la gente alejada del razonamiento. Debido a la indolencia mental se repite lo que se ha visto y aquello a lo que uno está acostumbrado. Si tomamos un ejemplo de todos los días, vemos que las amas de casa limpian el hogar de la misma manera que se lo vieron hacer a sus madres. Generalmente no piensan: “¿Cómo podría hacer para que la limpieza sea más práctica y mejor?”, ni ensayan métodos nuevos. Del mismo modo, cuando hay que reparar algo, se usa el mismo método aprendido desde la infancia. Normalmente se es remiso a la innovación y a prácticas más eficientes. La forma de hablar de la gente también cae en la general de la ley. Los miembros de cada profesión tienen un estilo de dicción particular. Imitan los estilos de sus respectivos colegas antes que buscar una manera de expresarse con más propiedad, mejor.

La forma en que se resuelven los problemas también pone de manifiesto esa indolencia. Por ejemplo, el actual administrador de un edificio encara los inconvenientes del caso de la misma manera que lo hicieron los anteriores. Así procede también el intendente de una ciudad respecto a los problemas de tránsito. Muchas veces se es incapaz de encontrar soluciones porque no se recurre a otros criterios.

Por cierto, las situaciones que se crean en cada caso de los ejemplos dados, son las que sufren las personas en la vida cotidiana. Pero hay cuestiones mucho más importantes que esas. Quienes no las tomen en cuenta y reflexionen, pueden llegar a sufrir graves pérdidas permanentes. Los motivos principales que llevan a esa situación es el no meditar acerca del propósito de la existencia, perder de vista que la muerte es inevitable y que en definitiva nos enfrentaremos con el Día del Reconocimiento después de morirnos.

En el Corán Dios invita a la gente a reflexionar sobre estos temas cruciales:

Esos son los que se han perdido a sí mismos. Se han esfumado sus invenciones... En verdad, en la otra vida serán los que más pierdan. Pero quienes crean, obren bien y se muestren humildes para con su Señor, esos morarán en el Jardín eternamente. Estas dos clases de personas son como uno ciego y sordo y otro que ve y oye. ¿Son similares? ¿Es que no os dejaréis amonestar?(Corán, 11:21-24)

Acaso Quien crea es como quien no crea? ¿Es que no os dejaréis amonestar?(Corán, 16:17)

El Prejuicio de Creer Que “No es Bueno Pensar Mucho”

En la sociedad prevalece la idea de que la meditación intensa no es buena. Se dice con bastante frecuencia que puede dañar la mente. Pero seguramente es un concepto supersticioso inventado por quienes están alejados de la religión. Lo que hay que hacer es meditar siempre y evitar poner la atención en cosas negativas así como en ciertos miedos y conceptos erróneos exagerados.

Quienes no tienen una fe firme en Dios y en la otra vida no piensan en la benevolencia de Dios sino, por el contrario, especulan negativamente porque generalmente sus ideas les lleva a logros no completamente beneficiosos. Por ejemplo, se vuelven muy pesimistas porque piensan que la vida en este mundo es temporaria y que un día morirán. Algunos son conscientes de que vivir sin seguir los cánones establecidos por Dios les prepara la infelicidad en la otra vida. Otros se ven invadidos por el pesimismo porque creen que al morir desaparecen totalmente, no queda nada de ellos.

Pero quien cree en Dios y en el más allá extrae conclusiones totalmente distintas al reflexionar sobre el hecho de que la vida en este mundo es pasajera. Antes que nada, se preocupa y esfuerza por su vida eterna y real en el otro mundo. Al saber que la existencia terrena se acaba más temprano o más tarde, no le entusiasma las pasiones o intereses mundanales. Se encuentra muy conforme con lo que logra de buena manera. No le molesta o incomoda nada de esta vida temporaria. Abriga siempre la esperanza de obtener una vida eterna agradable. Goza mucho de las bendiciones y atractivos propios de este mundo, al que Dios lo creó con una serie de limitaciones para probar a la gente. La persona inteligente piensa que en esta vida hay tanta belleza que resulta atrayente a pesar de esas limitaciones, por lo que le resulta inimaginable la hermosura del Paraíso. Espera ver en la otra vida “el original” de cada cosa encantadora vista aquí. Y todo eso lo concibe por medio de la meditación profunda.

Por lo tanto, sería muy contraproducente inquietarse y negarse a reflexionar convenientemente “por temor a volverse pesimista si descubre la verdad” después de pensar con agudeza. Nada conduce al pesimismo a la persona que siempre mantiene su fe en Dios y un pensamiento favorable.

El no Meditar no Evita ni Anula las Responsabilidades

La mayoría de la gente piensa que se pueden evadir distintas responsabilidades si no se reflexiona sobre ciertas cuestiones. Esta forma de actuar le puede reportar algunas beneficios ya que le mantendría apartada de algunas cosas. Pero cae en un gran engaño si piensa que de ese modo puede escapar a las responsabilidades que tiene ante su Señor. Esta idea es la razón principal para no meditar respecto de la vida y la muerte. Si lo hiciera y concluyese que hay una vida eterna después de la muerte, necesariamente tendría que esforzarse con todas sus energías para alcanzar una buena existencia en el otro mundo. Sin embargo, se autoengaña al suponer que al no pensar queda exceptuada de toda responsabilidad en ese plano. Es el propio ser humano el que se entrampa, pues si no alcanza la verdad en este mundo a través de la meditación, al morir comprenderá que no tiene forma de escapar del error:

La agonía del moribundo traerá la Verdad: “¡Ahí tienes lo que rehuías!”. Se tocará la trompeta. Ese es el día de la Amenaza. (Corán, 50:19-20)

La Completa Falta de Meditación Debido a Que se Está
Totalmente Sumergido en el Ajetreo Cotidiano

günlük hayat
 

Uno de los factores más importantes que impide a los seres humanos meditar seriamente es la sobrecarga que tienen con sus tareas diarias.

La mayoría de las personas transcurren toda la vida de manera precipitada, acelerada. Al llegar a cierta edad se ponen a trabajar y a cuidar sus familias. A eso lo denominan “lucha por la vida”, se quejan de que no les queda tiempo para nada más y sostienen que el poco del que disponen no pueden perderlo en la meditación. Por lo tanto, de lo único que se ocupan es de algunas de esas cosas que las tiene inmersas en el torrente de lo cotidiano. Como consecuencia de ello se vuelven insensibles a todo lo que ocurre a su alrededor.

Sin embargo, ese mero consumo de tiempo, persiguiendo fines mundanales corriendo de aquí para allá, no es lo que debería caracterizar al ser humano. Lo más importante es tener la capacidad de ver el rostro verdadero de este mundo y asumir una forma de vida en función de ello. Nadie tiene como único propósito ganar dinero, ir al trabajo, estudiar en la universidad o conseguir una vivienda. Seguramente son cosas que se pueden necesitar a lo largo de la vida. Así y todo, lo que se debería tener presente cuando se busca concretar algo de lo dicho, es que el propósito de nuestra existencia aquí es ser siervos de Dios, es decir, trabajar para Su agrado, por Su misericordia y el Paraíso. Todo lo demás que se haga sólo puede servir como “medios” que ayudan a obtener el puro y genuino propósito mencionado. Pero adoptar esos medios como fines en sí mismos es un engaño del que se vale Satanás para extraviar al ser humano.

Quienes viven sin meditar adecuadamente, pueden equivocarse con gran facilidad y tomar los medios como objetivos finales.

Podemos citar un ejemplo de la vida diaria. Indudablemente significa algo bueno producir cosas beneficiosas para la sociedad. Quien cree en Dios lo hace con fervor y espera Su premio en este mundo y en el más allá. Pero quien hace lo mismo sin recordar a Dios y solamente por los beneficios mundanales del caso --una buena posición social o el aprecio de los demás--, comete una equivocación. Ha hecho un uso inapropiado de algo que debería servirle para lograr el agrado de Dios. Se lamentará de ello cuando enfrente la realidad en el más allá. Dios se refiere en un versículo a los que se comportan de esa manera:

Lo mismo les pasó a los que os precedieron. Eran más fuertes que vosotros, más ricos y tenían más hijos. Disfrutaron de su parte. Disfrutad vosotros también de vuestra parte, como vuestros antecesores disfrutaron de la suya. Habéis parloteado igual que ellos. Vanas fueron sus obras en la vida de acá y vanas lo serán en la otra. Esos son los que pierden. (Corán, 9:69)

El Ver Todo de Manera Rutinaria Lleva
a Considerar Que la Reflexión no Hace Falta Para Nada

Cuando las personas se encuentran con algo por primera vez, pueden llegar a considerarlo un suceso extraordinario y servirle de acicate para profundizar sobre su realidad. Pero después de cierto tiempo se desarrolla una resistencia habitual a esa forma de proceder, por lo que pierde su atractivo. Entonces, el objeto o suceso considerado extraordinario en un primer momento, se convierte en “común”, “vulgar”.

Por ejemplo, a algunos futuros médicos les causa una gran impresión la primera vez que trabajan sobre un cadáver o se les muere un paciente. En consecuencia, meditan sobre ello intensamente. Puede ser que se enfrenten de improviso con el cuerpo inerme de una persona que hasta unos minutos antes estaba llena de vida, risueña, haciendo planes para el futuro, conversando, divirtiéndose, con los ojos chispeantes de vida. La primera vez que se coloca ante ellos un cadáver para la autopsia piensan en un montón de cosas: cómo se deteriora el cuerpo tan rápido, el olor repugnante que proviene del mismo, lo desagradable que resulta ese cabello que una vez fue tan atractivo al punto que no se lo quiere tocar. Después piensan que todos los cuerpos están compuestos de los mismos elementos y que todos encontraremos el mismo final, es decir, que todos seremos como ese cadáver que está allí.

No obstante, al ver una y otra vez cadáveres, de extraños o de parientes, desarrollan un acostumbramiento a ciertas cosas. Empiezan a tratar a los fallecidos, y también a los pacientes, como si fuesen objetos.

Por cierto, esto no es válido sólo para los médicos. Lo mismo se aplica a mucha gente en muchas áreas de la vida. Por ejemplo, cuando a una persona que vive en medio de dificultades se le concede una forma de vida muy confortable, comprende que todo lo que posee es una bendición: la cama muy cómoda donde duerme, la vista hermosa que observa desde su vivienda, la facilidad de comprarse todo lo que quiera, la posibilidad de caldear la morada en invierno, el automóvil con el que se desplaza fácilmente a cualquier parte, y así de seguido. Al acordarse de la situación en la que se encontraba, se regocija por cada una de las cosas con que cuenta ahora. En cambio, el que poseyó desde que nació todas las comodidades del caso, puede no darle el valor que tienen. En consecuencia, si no medita sobre ello no puede apreciar dichas bendiciones.

Pero al que sopesa todo de manera apropiada le es indiferente si esas cosas las tuvo desde la cuna o las consiguió después. Nunca las considera como algo “ordinario”. Sabe que cada cosa a la que echa mano ha sido creada por Dios y que El las tomará de vuelta si lo desea. Por ejemplo, al montar sus bestias de carga, es decir, sus vehículos, los creyentes recitan a conciencia el siguiente versículo:

para que os instaléis en ellos y, luego, cuando lo hayáis hecho, recordéis la gracia de vuestro Señor y digáis: “¡Gloria a Quien ha sujetado esto a nuestro servicio! ¡Nosotros no lo hubiéramos logrado! ¡Sí, volveremos a nuestro Señor!”. (Corán, 43:13-14)

En otro versículo se dice que al entrar los creyentes a sus huertas recuerdan a Dios y dicen: ...“Que sea lo que Dios quiera. La fuerza reside sólo en Dios”... Corán, 18:39). Al momento de entrar allí piensan que Dios los ha creado y El los sustenta. Por otra parte, una persona que no medita puede impresionarse la primera vez que ve una huerta hermosa, pero después se le vuelve un lugar común, vulgar. La admiración se desvanece. Algunos no se dan cuenta para nada de esas bendiciones porque no meditan. Las toman como algo “ordinario”, “habitual”, como algo que “tenía que ser así”. En consecuencia, no pueden deleitarse con su belleza.

Conclusión: Es Imperativo Que el Ser Humano se Desprenda
de Todo Aquello que le Impide Meditar

Como dijimos antes, que la mayoría de la gente no medite porque vive desatenta de la verdad no puede ser una excusa suficiente. Cada individuo es responsable ante Dios únicamente de sí mismo. Es muy importante tener en cuenta que la prueba de Dios es en la vida de este mundo. La indiferencia de quienes no meditan, razonan y buscan la verdad es, en la mayoría de los casos, parte de dicha prueba. El que piensa con sinceridad no dice “si la mayoría no reflexiona y es inconsciente de todo esto, ¿por qué yo debería actuar así?”. Por el contrario, saca lección de esa desatención de la gente y se refugia en Dios con el objeto de no ser uno del montón. Queda en claro que para el creyente la actitud de los que se equivocan no le sirve de excusa para hacer lo mismo. Dios nos informa en el Corán en muchos de sus versículos que la mayoría de la gente es desatenta y no cree:

La mayoría de los hombres, a pesar de tu celo, no creen. (Corán, 12:103)

Alif Lam Mim Ra. Estos son los signos del Libro. Lo que se te ha revelado, de parte de tu Señor, es la Verdad, pero la mayoría de los hombres no creen. (Corán, 13:1)

Han jurado solemnemente por Dios: “Dios no resucitará a quien haya muerto”. Claro que sí. Es una promesa que Le obliga, verdad. Pero la mayoría de los hombres no sabe. (Corán, 16:38)

La hemos distribuido entre ellos (el agua que baja del cielo) para que se dejen amonestar, pero la mayoría de los hombres no quieren sino ser infieles.(Corán, 25:50)

Dios anuncia en otro versículo cuál es el fin que encontrarán los que se extraviaron por seguir a la mayoría y desobedecer las órdenes de Dios al olvidar el propósito de la creación:

Gritarán (los réprobos) allí: “¡Señor! ¡Sácanos y obraremos bien, no como solíamos hacer!”. “¿Es que no os dimos una vida suficientemente larga como para que se dejara amonestar quien quisiera? El monitor vino a vosotros... ¡Gustad, pues! Los impíos no tendrán quien les auxilie.” (Corán, 35:37)

Debido a ello, cada uno debería dejar a un lado los argumentos que le impiden meditar sincera y honestamente sobre cada acontecimiento y existencia que Dios crea. Así podrá extraer de allí las enseñanzas y advertencias del caso.

En el próximo capítulo discutiremos sobre ciertos sucesos y criaturas dignos de reflexión, con los que el ser humano se puede cruzar en la vida diaria. Con ello buscamos proporcionar a nuestros lectores una guía y ayuda para que el resto de sus vidas sean gente que “piensa y extrae advertencias y enseñanzas de lo que reflexiona”.