El propósito de este libro es “un requerimiento a meditar”. La verdad se puede comunicar a una persona de muy distintas maneras: por medio de detalles, de determinadas evidencias o de otras formas. No obstante, si quien recibe la comunicación no medita por sí misma sincera y honestamente, con el propósito de captar la verdad, cualquier esfuerzo para hacérsela comprender será sin sentido. Por eso mismo, cuando los mensajeros de Dios comunicaban el mensaje a sus pueblos, les hablaban con toda claridad y luego les demandaban que mediten.
Quien reflexiona capta los secretos de la creación de Dios, la verdad de la vida en este mundo, la existencia del paraíso y del infierno y la realidad interior de las cosas. Adquiere una comprensión profunda de la importancia de ser una persona con quien Dios está complacido porque vive la religión como corresponde, reconoce los atributos de Dios en todo lo que ve y medita o considera todo, no como lo demanda la mayoría de la gente, sino como lo ordena Dios. En consecuencia, se complace de la belleza mucho más que otros y no sufre angustias debido a concepciones erróneas sin fundamentos y a la codicia por lo mundano.
Estas son solamente algunas de las cosas bellas que obtendrá en este mundo quien medite. Pero el beneficio en el otro mundo para quien siempre busca la verdad por medio de la meditación, es el amor, la aprobación, la misericordia y el paraíso de nuestro Señor. Por otra parte, está cerca el día en que los que no quieran buscar ahora la verdad de la forma señalada, ineludiblemente verán muy claro sin que nadie les obligue: se les presentará intensamente por sí misma. Pero ya no les servirá de nada sino que les producirá una gran aflicción. Dios nos informa en el Corán sobre ese momento:
A quienes suponen que pueden escapar de sus responsabilidades evitando reflexionar, el versículo les emplaza a que mediten sobre lo que finalmente se les hará patente. Por lo tanto, hay una invitación a retornar a la religión de Dios, lo cual es un acto de adoración para el creyente. No obstante, como dice nuestro Señor en el Corán: