La sangre es un líquido creado para dar vida a nuestros cuerpos y su circulación sirve para calentarlos, refrescarlos, nutrirlos, protegerlos y depurarlos de sustancias tóxicas. Es casi el único responsable de la comunicación entre las distintas partes del cuerpo, además de reparar de inmediato cualquier rotura en las paredes de las venas para mantener la funcionalidad del sistema.
Nosotros os creamos.
¿Por qué, pues, no aceptáis (este mensaje como verdadero)?
(Corán, 56:57)
En el cuerpo de una persona que pesa 60 kilos hay, término medio, cinco litros de sangre, que el corazón puede hacerla circular con facilidad. Cuando se corre o se hace ejercicio la velocidad de circulación puede aumentar hasta cinco veces. La sangre fluye por todas partes: desde la raíz de los cabellos hasta la punta del pie y en venas de distintos tamaños. Estas últimas fueron creadas muy perfectas, motivo por el cual, en condiciones normales, no se forma allí ningún coágulo o sedimento. El sistema complejo que integran transporta una variedad de nutrientes y calor.
El aire que respiramos es la sustancia más decisiva para nuestra supervivencia pues el oxígeno que contiene resulta imprescindible para que las células quemen los azúcares y produzcan energía, de la misma manera que lo hacen los leños que se queman en una caldera. El sistema de circulación sanguíneo, parecido a una complicada red de tuberías, sirve al propósito de llevar ese oxígeno desde los pulmones a las células.
A. Arteria
B. Vena
C. Vaso capilar
1. Capa exterior
2. Capa intermedia
2a. Músculo liso grueso
2b. Músculo liso delgado
3. Tejido fibroso blanco elástico
4. Revestimiento interno (células endoteliales)
5. Válvula
6. Núcleos
7. Capa simple de células endoteliales
Las arterias más largas han sido creadas con la estructura más fuerte dado que son las responsables de la distribución de la sangre rica en oxígeno y nutrientes a todos los rincones del cuerpo. Las venas están encargadas de su transporte desde los órganos al corazón. Los capilares, por otra parte, poseen un diseño perfecto para cumplir la función de distribuirla hasta los lugares más remotos del organismo.
Las moléculas de hemoglobina dentro de los glóbulos rojos son las que lo transportan. Cada glóbulo rojo acarrea unos trescientos millones de moléculas de hemoglobina que exhiben un orden perfecto en su desempeño. Pero no sólo conducen el oxígeno sino que también cumplen otras funciones, como la de distribuirlo donde sea necesario —por ejemplo, en una célula muscular— y retornar luego a los pulmones con el material de desecho producto de la combustión de los azúcares. En otras palabras, lleva oxígeno a las células y vuelve a los pulmones con dióxido de carbono, donde elimina a éste y se liga nuevamente al oxígeno del aire para repetir el ciclo.
Si no fuese por el corazón, la sangre sería un fluído rojo denso y rancio (foto superior). Sin embargo, el corazón envía sangre a las partes más remotas del cuerpo (foto izquierda).
Las moléculas de hemoglobina transportan también gas de monóxido de nitrógeno (NO). Si este gas no estuviese presente en la sangre, la presión cambiaría constantemente. La hemoglobina regula asimismo, por medio del NO, la cantidad de oxígeno que debe entregar a los tejidos. Es asombroso que el “regulador” sea una molécula, es decir, un simple conjunto de átomos que no posee cerebro, ojos ni conciencia. Por supuesto, la regulación de una función importantísima en nuestros cuerpos por un conjunto de átomos, es un signo de la sabiduría infinita de Dios, Quien nos crea.
Un estrato de tejido muscular especial envuelve los vasos sanguíneos. Cuando el músculo se contrae, los vasos se estrechan y se incrementa la presión sanguínea. La imagen a la derecha es la sección de un vaso estrechado. Por eso su interior está arrugado (foto superior). Alrededor del vaso hay fibras musculares (rojo) y un nervio (azul).
Una persona adulta posee alrededor de 30 billones de glóbulos rojos en su sangre, los cuales son el principal componente celular de la misma y son suficientes para cubrir la mitad de la superficie de un campo de fútbol. La hemoglobina es la que da a la sangre, y por lo tanto a los tejidos, su color característico.
Los glóbulos rojos son discos bicóncavos que pueden comprimirse y pasar por capilares minúsculos y por los huecos más diminutos debido a su increíble flexibilidad. Si no poseyesen esta característica seguramente se atascarían en distintas áreas del cuerpo. Un capilar tiene normalmente un diámetro de cuatro a cinco micrones, mientras que el volumen de un glóbulo rojo es de unos 87 micrones cúbicos (un micrón es una milésima de milímetro).
¿Qué pasaría si los glóbulos rojos no hubiesen sido creados con esa flexibilidad? Los investigadores nos responden: los delicados tejidos de los ojos presentan con frecuencia, en pacientes diabéticos, amontonamientos de glóbulos rojos que perdieron su flexibilidad, lo cual puede llevar a la ceguera.
El período de vida de un glóbulo rojo es de alrededor de 120 días. Después es descartado por el bazo. Esa pérdida se compensa con la producción de células nuevas. Bajo circunstancias normales se generan dos millones y medio de glóbulos rojos por segundo, cantidad que puede ser incrementada si hay necesidad, como cuando se produce una pérdida de sangre imprevista. Una hormona llamada “eritropoyetina” controla esa producción y equilibra la situación. Además, si el contenido de oxígeno del aire desciende, hay un aumento proporcional en la generación de glóbulos rojos. Por ejemplo, al escalar alturas elevadas y debido a la disminución continua del oxígeno, el cuerpo produce ese aumento de manera automática para usar lo más eficientemente posible el disponible.
1. Arteria carótida
El sistema circulatorio alimenta cada una de las cien billones de células que constituyen el cuerpo humano. En la imagen los vasos rojos representan la sangre oxigenada y los azules la sangre sin oxígeno. |
La parte fluída de la sangre se llama plasma, es de color amarillento, representa el 5% del peso de un cuerpo normal, transporta una gran cantidad de sustancias además de los glóbulos rojos y el 90% está constituido por agua, sales, minerales, carbohidratos, grasas y cientos de tipos de proteínas en suspensión. Algunas de éstas son de transporte: toman lípidos y los llevan a los tejidos. Si no fuese así, los lípidos flotarían caóticamente y provocarían problemas de salud fatales.
Las hormonas en el plasma cumplen el papel de correos especiales. Facilitan la comunicación entre los órganos y las células a través de mensajes químicos.
La albúmina es la proteína más abundante y es también una transportadora. Se une a lípidos como el colesterol, a otras hormonas, a la bilirrubina (un pigmento amarillo y tóxico de la bilis) o a medicinas como la penicilina. Deja las sustancias tóxicas en el hígado y transporta los nutrientes y demás hormonas adonde sea necesario.
Al considerar todo esto nos queda en claro que el cuerpo humano fue creado de una forma extremadamente minuciosa. Las capacidades de una proteína en la distinción entre hormonas, lípidos y medicinas y en la determinación no sólo de los lugares que los necesitan sino también de las cantidades a ser enviadas, resultan indicios de una delineación perfecta. Los ejemplos que damos aquí no son más que unos pocos de los miles de procesos bioquímicos que ocurren en el organismo. Las billones de moléculas que operan allí funcionan con una armonía maravillosa. Además, todas provienen de la división de una sola célula en el vientre de una mujer. Está claro que el funcionamiento milagroso del cuerpo es parte de la espectacular habilidad artística de Dios, Quien creó al ser humano a partir de una sola gota de un líquido singular.
Los nutrientes deben pasar de un lado al otro de las paredes de las arterias para penetrar en los tejidos del caso. Aunque la pared arterial posee poros minúsculos, no hay sustancia que por sí sola pueda atravesarla. Lo que permite que ese proceso tenga efecto es la presión sanguínea. Sin embargo, si los nutrientes pasasen a los tejidos en grandes cantidades, necesariamente se producirían inflamaciones. En consecuencia, existe un mecanismo especial instituido para equilibrar la presión sanguínea y así regresar fluídos a la sangre. La responsable de esa tarea es la albúmina, más grande que los poros de la pared de la arteria y suficientemente numerosa en la sangre como para succionar el agua como una esponja. Si no fuese por la albúmina, nos inflaríamos como un poroto seco puesto en el agua.
Por otra parte, las sustancias existentes en la sangre no deberían ingresar en los tejidos del cerebro incontroladamente porque dañarían de modo severo las neuronas. Por consiguiente, ese órgano cuenta con una protección frente a todos los escenarios perjudiciales posibles que pudiesen acontecer. Densas capas de células cierran completamente los poros. Cada sustancia que pretende pasar a través ellas, lo hace como si se tratase de un puesto de control. Eso facilita un fluir equilibrado de nutrientes en la parte más sensible del cuerpo humano.
Si se forma un coágulo en las arterias coronarias y después se agranda, conduce a un ataque de corazón (infarto de miocardio). En algunas situaciones, debido a la presión sanguínea, el tejido cardíaco se desgarra. La sangre sale entones del corazón como si fuese el chorro de una manguera rociadora.
Además de las toxinas, nutrientes, glóbulos rojos, vitaminas y otras sustancias, la sangre también transporta calor, un subproducto de la generación de energía en las células. Es de una importancia vital repartir y equilibrar la temperatura corporal, en consonancia con la temperatura exterior. Si no existiese ningún sistema que lo hiciera —papel que cumple la circulación sanguínea—, al usarse los músculos de los brazos, por ejemplo, éstos se recalentarían y el resto del cuerpo permanecería frío, lo cual dañaría en gran medida el metabolismo. La transpiración y la expansión de los vasos sanguíneos permite que el exceso de calor sea expulsado al exterior a través de la piel. A eso se debe que se nos enrojezca el rostro al correr o realizar actividades con mucho vigor. Cuando las temperaturas son bajas, los capilares se contraen para reducir la cantidad de sangre en las áreas en donde es más probable la fuga de calor. De esa manera se reduce al mínimo el enfriamiento del cuerpo. El rostro pálido en esa situación se debe a la precaución mencionada que el organismo la toma automáticamente 42.
Todo lo que sucede en la sangre es extremadamente complejo e interdependiente y ha sido creado a la perfección hasta en los menores detalles. Existe un equilibrio maravillosamente intrincado en la corriente sanguínea, al punto que el más pequeño trastorno podría causar serias complicaciones. Ha sido creada con todas las propiedades necesarias por el Creador Uno, de manera instantánea. Y ese Creador es Dios, poseedor del conocimiento y capacidad superiores:
Sólo Dios es vuestro dios, aparte del Cual no hay otro dios. Lo abarca todo en Su ciencia (Corán, 20:98)
1. Plaquetas
2. Glóbulo rojo
3. Plasma
4. Epidermis
5. Piel
6. Glóbulos blancos
7. Vasos sanguíneos
8. Dermis
9. Filamentos de fibrina
10. Estrato endurecido (cáscara)
Mecanismo de la Coagulación de la Sangre
Cuando una herida comienza a sangrar, una lipoproteína llamada tromboplastina que se desprende de los tejidos dañados se combina con el calcio, con ciertas enzimas y con la protrombina, presentes en la sangre. El resultado de una reacción química en cascada es una malla de fibras que forma una capa protectora que eventualmente se solidifica. Las células de la parte superior eventualmente mueren, se endurecen y forman la cáscara o estrato protector. Cuando las células dañadas son reemplazadas por completo por las células nuevas que se van formando debajo de la piel, la cáscara se desprende.
Todos sabemos que el sangrado que se produce debido a un corte o por una herida que se estaba sanando y que se reabre, en algún momento se detendrá, porque se forma un coágulo que se endurece y obtura la zona. En general la gente piensa que ese es un proceso simple y normal. Pero los bioquímicos nos han hecho saber, gracias a sus investigaciones, que en realidad es la resultante de un mecanismo muy complejo: la falta de un solo componente dañaría seriamente todo el sistema.
La sangre debe coagular en un lapso de tiempo y lugar adecuados. Después el coágulo debe desaparecer. En condiciones normales ese mecanismo funciona a la perfección hasta en el más mínimo detalle.
El coágulo debe cubrir toda la herida y, lo que es más importante, formarse solamente en el exterior de la piel, por encima de la lesión. La vida es incompatible tanto con la coagulación de la sangre en cualquier otra parte como con la falta total de coagulación.
Para dicho proceso son decisivos los más pequeños elementos producidos en la médula ósea, es decir, las plaquetas sanguíneas o trombocitos. Estas células son los elementos principales de la coagulación. Una proteína llamada factor de Von Willebrand, que “patrulla” continuamente la corriente sanguínea, asegura que las plaquetas permanezcan adheridas a la herida. Estas se concentran en el lugar de la lesión y liberan una sustancia que reúne a otras plaquetas en una inmensa cantidad para obturarla. Las plaquetas mueren en ese lugar como parte del proceso de la coagulación sanguínea.
La trombina es otra de las proteínas que facilita la coagulación de la sangre. Se produce por la acción de más de veinte enzimas sólo en el lugar de la herida, en la dosis necesaria y durante un tiempo determinado. Las enzimas pueden iniciar su producción y detenerla. Se trata de un proceso tan controlado que la trombina sólo se forma cuando los tejidos realmente resultan dañados. Tan pronto como las enzimas de la coagulación alcanzan un nivel satisfactorio, se forman fragmentos de fibrinógeno, los cuales son proteínas. En un lapso de tiempo muy corto una malla de fibras (la fibrina) forma una red en el lugar de escape de la sangre. Mientras tanto las plaquetas “patrulleras” continúan implicándose y se acumulan en el mismo lugar. Lo que se llama coágulo es el tapón que se forma en la herida debido a dicha acumulación.
El diagrama44 ilustra el mecanismo de la coagulación de la sangre. El coágulo se forma como resultado de reacciones químicas de una serie de sustancias en un cierto orden. Para su disolución se activa un proceso complejo similar.
A. Proteínas involucradas en la promoción de la formación de coágulos de sangre.
B. Proteínas involucradas en la prevención, localización o remoción de coágulos de sangre.
1. Superficie herida
2. Kallikrein
3. Prekallikrein
4. Hageman
5. Hageman*
6. HMK
7. PTA
8. PTA*
9. Convertina
10. Proconvertina
11. Factor Christmas
12. Factor Christmas*
13. Factor antihemofílico
14. Factor antihemofílico*
15. Tissue factor
16. Stuart
17. Stuart*
18. Antitrombina
19. Proacelerina
20. Accelerin
21. Prothrombin
22. Thrombin
23. Thrombomodulin
24. FSF
25. FSF*
26. Fibrinogen
27. Fibrin (Soft Clot)
28. Protein C*
29. Protein C
30. Fibrin (Hard Clot)
31. t-PA
32. Plasmin
33. a2-Antiplasmin
34. Plasminogen
El proceso que posibilita la formación del coágulo y determina su extensión, fortaleza o disolución, posee indudablemente una complejidad irreductible absoluta 43.
¿Qué sucedería si en ese mecanismo surgiesen pequeños problemas? Por ejemplo, ¿qué sucedería si la coagulación se activase sin que existiera una herida?; ¿qué sucedería si el coágulo se separase fácilmente de la zona lesionada?
En el primer caso los coágulos bloquearían la corriente sanguínea en los órganos importantes y éstos morirían. En el segundo caso la lesión permanecería indefinidamente y sucederían sangrados permanentes, infecciones, etc.
Esto nos muestra, una vez más, que el cuerpo humano está diseñado de la mejor manera. Es imposible explicar el proceso de la coagulación por medio de las “casualidades” o el “desarrollo gradual”, como lo supone la teoría de la evolución. Un proceso como éste, diseñado y calculado tan cuidadosamente, resulta una evidencia indiscutible de la perfección en la creación. Dios, Quien nos creó y colocó sobre esta tierra, ha creado nuestros cuerpos con ese proceso, el cual nos protege en muchos casos de los distintos tipos de heridas que podemos sufrir.
La coagulación no es sólo muy importante para protegernos de heridas externas sino también de la ruptura de los capilares internos, cosa que sucede a cada rato. Aunque es algo que pasa desapercibido, continuamente sufrimos pequeños sangrados internos. Un simple golpe del brazo contra una puerta o el sentarse muy bruscamente, puede provocar la ruptura de cientos de capilares que son inmediatamente controlados y reconstruidos, en condiciones normales, por medio de la coagulación. Si el impacto es más serio, el sangrado es mayor y comienza el proceso que denominamos “hematoma”. Una persona con el sistema de coagulación dañado, debería evitar hasta los golpes más pequeños. Los pacientes hemofílicos deben vivir con ese cuidado porque su proceso de coagulación es defectuoso. Desafortunadamente, quienes tienen una hemofilia avanzada no pueden vivir mucho. Hasta el más pequeño sangrado interno producido por un simple resbalón o caída, puede ser suficiente para terminar con sus vidas.
Debido a esta realidad, cada individuo debería considerar el milagro de la creación en su propio cuerpo y ser agradecido con Dios, Quien lo creó de la mejor manera. Nuestro organismo, del cual no podemos reproducir ni una sola célula, es una bendición de Dios, Quien dice a la humanidad:
Nosotros os creamos. ¿Por qué, pues, no aceptáis (este mensaje como verdadero)? (Corán, 56:57).