El siglo XX, que recién dejamos atrás, fue un siglo de guerras y conflictos que condujeron a sufrimientos, desastres, violaciones, pobreza y enormes destrucciones. Millones de personas fueron asesinadas, masacradas, abandonadas al hambre y a la muerte, desprovistas de viviendas, refugios, protección o apoyo. Y todo ello para nada, pues fue hecho en el nombre de ideologías descarriadas. Millones de personas quedaron expuestas a un trato inhumano que ni siquiera es admisible en los animales. Prácticamente, en todas las ocasiones esos sufrimientos y desastres llevaron las firmas de los déspotas y asesinos involucrados: Stalin, Lenin, Trotsky, Mao, Pol Pot, Hitler, Mussolini, Franco… En tanto que algunos de estos hombres tenían en común una ideología, otros eran enemigos mortales. Por la sola razón de que profesaban ideologías opuestas, llevaron a un conjunto de sociedades a conflictos que enfrentaron a hermanos entre sí, lo que dio lugar a guerras, actos de terrorismo, combates y destrucción de vehículos, casas y negocios, así como a sediciones. Al tener armas en sus manos, las usaron impiadosamente contra jóvenes, ancianos, mujeres y niños, baleándolos cuando atacaban o fusilándolos… Fueron lo suficientemente brutales como para apoyar el arma en la cabeza de una persona y dispararle mientras le miraban a los ojos o aplastarle la cabeza con los pies, solamente porque se trataba de alguien que sostenía ideas distintas. Por otra parte, ancianos, mujeres y niños se veían expulsados de sus viviendas…
Este es un brevísimo resumen de las pesadillas soportadas en el siglo XX: personas que sostenían ideas conflictivas arrojaron a la humanidad al sufrimiento y al derramamiento de sangre en nombre de las ideologías a las que adherían.
El fascismo y el comunismo estuvieron a la cabeza de las ideologías que provocaron a la humanidad el sufrimiento de esos días oscuros. Se consideraba que eran enemigos entre ellos pues se intentaban destruir uno al otro. Pero, en realidad, ambas ideologías se nutrieron de la misma fuente, lo cual les permitió, en su momento, fortalecerse y ganar gente para las respectivas posiciones. A primera vista esa fuente ha pasado siempre desapercibida, entre bastidores, y siempre ha exhibido el rostro de »inocente«. Esa fuente es la filosofía materialista y el DARWINISMO, expresión de dicha filosofía en el campo de la naturaleza.
El darwinismo apareció en el siglo XIX como el relanzamiento, por parte del biólogo aficionado Charles Darwin, de un mito que se remonta a los Sumerios y a la Grecia Antigua. Desde entonces constituyó la idea fundamental que sirvió de base a las ideologías perniciosas para la humanidad. Y el uso de una máscara supuestamente científica posibilitó a esas ideologías y a sus sostenedores la implementación de medidas prácticas para ganarse una falsa legitimidad, la cual le permitió a la teoría de la evolución pasar rápidamente del campo de la biología y de la paleontología al de las relaciones humanas e influenciar la vida social y política. Algunas corrientes de pensamiento que empezaron a movilizarse y tomar forma en el siglo XIX, dieron un gran apoyo al darwinismo puesto que ciertos supuestos de éste justificaban sus posiciones. En particular, se intentó aplicar a la conducta y comportamiento humano la idea de que entre las criaturas vivas en la naturaleza hay una »lucha por la supervivencia«, motivo por el cual »los fuertes sobreviven y los débiles desaparecen«. Cuando el supuesto darwiniano de que la naturaleza era un lugar de lucha y conflicto empezó a ser aplicado a los seres humanos y a las sociedades, encontraron distintos tipos de justificaciones la desviación de Hitler en su intento por conseguir una »raza pura«, la suposición de Marx de que »la historia de la humanidad es la historia de las luchas de clases«, la estipulación del capitalismo de que »el fuerte aumenta su fortaleza a expensas del débil«, la colonización del Tercer Mundo y el trato inhumano y tortuoso de sus habitantes por parte de naciones imperialistas como Gran Bretaña y los ataques y discriminaciones racistas que aún enfrenta la gente de color.
Si bien Robert Wright, el autor de La Moral Animal, es evolucionista, resume los desastres históricos a los que llevó la teoría de la evolución:
»La teoría evolucionista, después de todo, posee una historia larga y sórdida aplicada a los asuntos humanos. Después de mezclarse con la filosofía política a la vuelta del siglo para dar lugar a una ideología incierta conocida como ‘darwinismo social’, ayudó a los racistas, a los fascistas y a la mayoría de los desalmados capitalistas«1.
Como se verá en las evidencias que presenta este libro, el darwinismo no es una teoría que intenta explicar el origen de la vida circunscribiéndose al campo de las ciencias exactas. El darwinismo es un dogma defendido aún obstinadamente por los sostenedores de ciertas ideologías, a pesar de que se demostró totalmente inválido desde el punto de vista científico. Actualmente muchos investigadores, políticos e ideólogos, conscientes o no del feo rostro del darwinismo, siguen prestando su apoyo a este dogma.
Si todos fuesen conscientes de que la teoría de la evolución —la cual actúa como inspiradora de dictadores crueles, inhumanos y egocéntricos, así como de distintas corrientes de pensamiento— es absolutamente inválida, eso significaría el fin de todas las ideologías dañinas. Quienes sistematizan la maldad y la practican, serían entonces incapaces de defenderse diciendo »pero esta es una ley de la naturaleza«: su visión del mundo, sórdida, inmisericorde y egocéntrica, perdería todo respaldo científico.
Finalmente, cuando el darwinismo, raíz de las ideologías perniciosas, sea derrumbado, sólo quedará la verdad: todos los seres humanos y el mismo universo fueron creados por Dios. La gente que comprenda esto se dará cuenta que la única realidad está en el Libro Santo que El nos envió. Cuando una gran mayoría de la gente llegue a comprender esta verdad, los sufrimientos, disturbios, masacres, desastres, injusticias y pobreza del mundo serán reemplazados por el discernimiento, la claridad, la riqueza, la abundancia de bienes y la salud. Es por eso que las ideas falsas y dañinas para la humanidad deben ser derrotadas y sacadas de raíz por medio de la idea santa que embellecerá al género humano. Responder con piedras a quienes nos las arrojan, devolver golpe por golpe, contestar la agresión con una agresión mayor, no es la solución. La solución es destruir las ideas de quienes abrigan las maldades mencionadas y explicar, con paciencia y amablemente, la verdad con la que se debe reemplazar lo erróneo.
El objetivo que persigue este libro es hacer ver a aquellos que sostienen el darwinismo qué es lo que están defendiendo realmente —independientemente que conozcan o no su rostro tétrico— y explicarles la responsabilidad que deben enfrentar. También busca advertir del peligro que encierra a los que no lo aceptan pero no lo ven como una amenaza para la humanidad.