El Colapso Moral Producido Por El Darwinismo

La mayor catástrofe producida por el darwinismo en el género humano fue, sin duda, el alejamiento de la gente de la religión. Rápidamente se produjo un violento colapso moral y espiritual en las sociedades que se apartaban de la religión, ejemplo de lo cual se puede ver hoy día en distintas partes.

Alguien puede decir que muchos de los que rechazan la religión nunca escucharon hablar de la teoría evolucionista, por lo que no cabe hacer responsable de ello al darwinismo. La primera parte de la objeción es correcta. Es muy poca la gente que hoy día defiende a conciencia el darwinismo. Pero esa minoría restringida que sí lo hace está constituida por personas que controlan y dirigen la forma de pensar de la gente en la mayoría de los campos. Debido a los medios con que cuentan, han pasado a influenciar de manera impresionante sobre una muy grande cantidad de personas. Por ejemplo, los profesores universitarios más conocidos y gran parte de los directores de cine, de casas editoras, de periódicos, de revistas y de radios más renombrados, son evolucionistas y, por lo tanto, naturalmente ateos. Por dicha razón, la parte de la población que queda bajo la influencia de esos medios se ve afectada por los conceptos evolucionistas y antirreligiosos, e incluso algunas sociedades en su casi totalidad aceptan plenamente tales ideas perversas.

Ernst Mayr, biólogo de la Universidad de Harvard y uno de los más destacados evolucionistas, describe el lugar que ocupa la teoría de la evolución en la vida social:

»A partir de Darwin toda persona de conocimiento está de acuerdo en que los seres humanos descienden de los monos... El evolucionismo tiene un impacto sobre todos los conceptos humanos: la filosofía, la metafísica, las normas morales...«131.

El dominio en amplia escala que ejercen los darwinistas sobre la sociedad, actúa como una especie de »hipnosis« poderosa sobre la gente. En particular, gran parte de las generaciones más jóvenes, sin una experiencia de la vida como para formarse una visión del mundo, aunque sea superficial, puede caer fácilmente bajo el influjo de propuestas o sugerencias de ese tipo. Es muy fácil influenciar a los jóvenes para que desarrollen un proceso de pensamiento en esa línea por medio de las revistas que leen, las canciones que oyen y, lo más importante, la educación escolar que reciben. A pesar de su naturaleza falaz y anticientífica, la teoría de la evolución se impuso como algo cierto durante 150 años gracias a la influencia ejercida por todos esos medios.

Si se presta atención se verá que hoy día es muy raro que la propaganda antirreligiosa se lleve a cabo de manera directa; se verá que nadie sugiere abiertamente que no hay que tener ninguna religión. Más bien se emplean métodos que aparentemente no se dirigen a ese objetivo o que no hacen perceptible la intención a primera vista. Uno de esos métodos es hacer bromas con la religión, los temas religiosos o los nombres de gente conocida por su fe religiosa. También se valen para ese objetivo del uso de términos que significan el rechazo de Dios, del destino final y de la religión, los que se utilizan generalmente en letras de canciones, en novelas, en diálogos de las películas, en titulares de los periódicos y en chistes.

Por otra parte, los tópicos darwinistas son las herramientas más comunes de la propaganda antirreligiosa. Incluso al tratar asuntos que poco y nada tienen que ver con el tema, se enfatiza la mentira de que nuestros ancestros fueron los monos. También se introducen entre líneas los supuestos de la teoría de la evolución en el análisis psicológico. Es así como se induce a las sociedades que traten la religión, la vida en el más allá y las responsabilidades morales, de manera liviana, superficial, como algo sin valor. Eso lleva a que sean cosas a las que no se da importancia, en las que prácticamente no se piensa, y por ende, a no venerar a Dios, a no creer en El, aún cuando muchos de los que proceden así dicen formalmente que creen en Dios y en la revelación. Y la gente que no tiene fe en Dios ni lo venera, desconoce todo límite en sus actitudes y empieza a vivir como los animales que supuestamente tuvieron por ancestros.

Por ejemplo, no se puede esperar que gente desaprensiva, que no considera a Dios para nada, sea recatada, puesto que piensa que no hay ningún límite a tener en cuenta. Hasta es posible que sienta el deseo de cometer todo tipo de inmoralidad en tanto no sea vista por otros. Un resultado de ello, como producto de las sugerencias darwinistas, se ve actualmente entre los jóvenes y determinados sectores de la sociedad que se apartan de la religión cuando se extralimitan en todos sus procederes y no dan ningún valor a las órdenes de Dios y sus preceptos morales.

Quienes sienten que no tienen ninguna restricción y que no tienen que rendir cuentas a nadie, exhiben un libertinaje que aumenta día a día. Jóvenes de ambos sexos describen sus vidas sexuales a través de los medios de comunicación hasta en los más mínimos detalles, cosa que a muchos les parece algo »normal«. Incluso el adulterio, que los medios de comunicación describen minuciosamente, llegando a promoverlo, se ha convertido en una acción que nadie encuentra como algo fuera de lo común. Si se hace un examen atento, se verá que detrás del crimen, la prostitución, el fraude, los engaños de todo tipo, el dar y recibir sobornos, la mentira, etc., yace en definitiva, como fundamento del comportamiento inmoral, la no creencia religiosa. Y el modo más efectivo de expandir esa carencia es a través de la brutal influencia de la mentira de Darwin en cuanto a que »el ser humano apareció como resultado de la pura casualidad«.

Ken Ham, autor del libro »La Mentira: El Evolucionismo«, se ocupa de la falta de religión a la que da lugar el darwinismo:

»Si rechaza a Dios y pasa a creer en la casualidad y los procesos azarosos, desaparece todo fundamento para establecer qué es correcto y qué es incorrecto. Las normas pueden ser las que se les ocurra a cualquiera. Se carece de todo principio absoluto al que adherir. Cada persona redactará sus propias normas«132.

El conocido evolucionista Theodious Dobzhansky está de acuerdo en que la idea de »selección natural«, fundamento del darwinismo, da lugar a una sociedad moralmente degenerada:

»La selección natural puede favorecer el egotismo, el hedonismo, el fraude, la explotación y la cobardía en vez de la valentía. En cambio, quienes se valen de normas morales, tienden a oponerse o prohibir el comportamiento “natural” prácticamente en todas las sociedades y a glorificar lo contrario a ello: la amabilidad, la generosidad e incluso el autosacrificio por el bien de la nación, la tribu o los congéneres de su sociedad y, en definitiva, de la humanidad«133.

Si hoy día miramos a nuestro alrededor, podemos ver de inmediato las huellas de la importantísima y profunda devastación producida por la »moralidad« darwinista. Sobre las sociedades se impone la idea de que el progreso, el desarrollo y la civilización son el resultado de gente que vive alejada una de otra, sin asistencia, dedicación y afecto mutuos. Frecuentemente se sugiere que eso debe aceptarse para lograr una mayor producción y desarrollo. Pero ese es el resultado de llevar a los seres humanos a la condición de animales, no del desarrollo y la civilización.

La verdad es que el ser humano no es una especie de animal y no pasó a existir a partir de algún animal. El ser humano, a quien Dios creó en posesión de razón, inteligencia, conciencia y alma, es una criatura totalmente distinta a otros seres vivientes en virtud de dichas cualidades. Pero bajo el hechizo de la »moralidad« darwinista-materialista los seres humanos olvidan esas cualidades y se someten y rebajan hasta el desprecio, la inmoralidad y la pérdida de conciencia o falta de sentido que ni siquiera se ve en los animales. Después dicen: »Como de todos modos descendemos de los animales, también tenemos una herencia genética de ellos«, instalando así el supuesto fundamento científico para una conducta equivocada.

Muchos científicos darwinistas toman esa lógica como un punto de partida y suponen que la exhibición por parte de los seres humanos de una tendencia criminal es algo heredado de su ancestros animales. El conocido evolucionista Stephen Jay Gould trata en su libro »Después de Darwin« esa suposición, sugerida en principio por el médico, criminalista y antropólogo Lombroso:

»Las teorías biológicas de la criminalidad apenas ocupaban espacio entre las ideas modernas, pero Lombroso les dio un giro evolucionista, novedoso: los criminales no son simplemente enfermos o trastornados mentales, sino que, literalmente, han vuelto a un estadio de evolución anterior, primitivo. Los caracteres heredados de nuestros ancestros simiescos permanecen en nuestro repertorio genético. Algunas personas desgraciadas nacen con un número inusualmente grande de esas características heredadas. Su comportamiento puede haber sido adquirido en las sociedades salvajes del pasado. Hoy día las etiquetamos como criminales. Podemos compadecernos del que ha nacido criminal porque no se puede ayudar a sí mismo. Pero no podemos tolerar sus acciones«134.

En otras palabras, según las conjeturas darwinistas, hacer sufrir a otro, robarle, atacarlo y matarlo, son todas cosas transferidas genéticamente a través de la herencia desde nuestros ancestros simiescos. Según esa forma de razonar, los crímenes que cometen esas personas no son culpa de ellas y por lo tanto se los considera excusables.

Como se puede entender, dichas suposiciones darwinistas consideran que la conciencia, la fuerza de voluntad y otras capacidades de ese tipo no juegan ningún papel y aceptan que el ser humano es una criatura limitada, carente de todo entendimiento o capacidad de juicio, que se comporta instintivamente como los animales. Según ese punto de vista, los seres humanos actúan igual que un león salvaje que no puede evitar la actitud agresiva —que le es connatural— o perdonar y ser paciente. Es evidente que una sociedad con individuos así carecerá de paz y seguridad y siempre padecerá el desorden, los conflictos y la lucha violenta.

El Modelo de Vida Inhumano y Pesimista Propuesto a la Humanidad por Darwin

Según los darwinistas y materialistas, todo el universo, incluidos los seres humanos, es la obra del caos y de la casualidad. En tanto en la sociedad crece la influencia de esa visión, aparece gente irresponsable que cree que no tiene límites de ningún tipo.

Una persona que carece de todo propósito en el que pensar, no puede proyectar su desarrollo, es descuidada, insensible, burlona, no se siente afectada por nada, nunca sufre un cargo de conciencia y no reconoce normas ni límites. Es imposible que posea alguna virtud o una cualidad hermosa. Es perversa en su propia visión, pues se considera un animal desarrollado que debe buscar obtener alimento y reproducirse, igual que otras criaturas vivientes, y que después de cubrir ciertas necesidades debe conseguir todo el entretenimiento y goce que pueda hasta que se muera.

Podemos ver entonces que mucha gente que conoce poco y nada las características del darwinismo lleva el estilo de vida previsto por éste para la humanidad.

Puesto que esa gente lleva una vida inhumana que eventualmente finaliza, es presa de una gran depresión, del pesimismo y de la desesperanza. Al pensar que todo termina con la muerte, que todo finaliza en la nada, vive desdichada y se recluye en sí misma. Una de las razones que está detrás de los suicidios, de los problemas psicológicos y de las depresiones, es la negatividad del hechizo darwinista sobre la psicología humana.

Richard Dawkins, uno de los más vehementes defensores del evolucionismo de nuestra época, nos revela un ejemplo de eso. Dawkins supone que los seres humanos son máquinas genéticas y que la única razón de su existencia es traspasar esos genes a las generaciones subsiguientes. En la visión de Dawkins no hay ningún otro propósito en la existencia del universo o del ser humano. Todo el universo y todos los seres humanos son producto del caos y de la casualidad. La gente que cae en ese engaño es fácilmente presa de la depresión y de la desesperanza. Quien cree que el único objetivo en la vida es traspasar sus genes, que todo termina con la muerte y que no tiene sentido nada de lo que haga en este mundo; quien piensa que la amistad, el amor, la bondad y la belleza no tienen ningún valor, también pensará que la vida es cruel e innecesaria y no será capaz de sentir placer por nada. En el prefacio de su libro »Deshaciendo el Arco Iris«, Dawkins admite el efecto pesimista y negativo sobre la gente de lo que él supone que es la vida humana:

«Un editor extranjero de mi primer libro confesó que no pudo dormir durante tres meses después de leerlo, turbado por lo que consideró su mensaje frío y yermo. Otros me preguntaron cómo es que puedo levantarme todos los días a la mañana. Un maestro de un país distante me escribió reprochándome que una alumna llegó hasta él envuelta en lágrimas después de leer ese libro, porque le había persuadido que la vida no tenía ningún propósito, era algo vacío. Le aconsejó a su alumna que no muestre el libro a ninguna de sus amigas, pues temía que las contamine con el mismo pesimismo nihilista. Acusaciones similares de desolación sin sentido, de promover un mensaje estéril y triste, son frecuentemente lanzadas contra la ciencia en general, aunque para los científicos es fácil adular a quienes lo hacen. Mi colega Peter Atkins comienza su libro “La Segunda Ley” (1984) de la siguiente manera:

“Nosotros somos los hijos del caos, y la estructura profunda de la transformación está en descomposición. En la raíz existe solamente corrupción y el fluir desordenado del caos. La no existencia es el propósito. Todo lo que queda es el rumbo. Esta es la desolación que tenemos que aceptar mientras escudriñamos profunda y desapasionadamente dentro del corazón del Universo” »135.

Otro darwinista que propuso que la vida no significa nada y que llevó a que la vida se vea de modo pesimista, fue el filósofo alemán Nietzsche, cuya tesis de la superioridad racial proveyó a Hitler un fundamento filosófico. El pensamiento de Nietzsche, conocido como »nihilismo« o »nadería«, es básicamente el siguiente: el ser humano debe tener una razón para vivir. Pero según Nietzsche —que negaba la existencia de Dios— este propósito no tiene nada que ver con que Dios haya creado al ser humano. Por ese motivo, en la filosofía de Nietzsche el ser humano busca constantemente un propósito pero no lo puede encontrar y como producto de ello experimenta el pesimismo y la desesperanza. Lo correcto es buscar el propósito que está por detrás, que justifica la existencia del ser humano. Pero si una persona, como Nietzsche, rechaza absolutamente el propósito fundamental y empieza a buscar otro fuera del campo de la verdad antedicha, por supuesto, no va a ser capaz de encontrarlo. Y agreguemos aquí que Nietzsche murió loco.

Las sociedades que olvidan que Dios las creó con un propósito, están condenadas a sufrir, inevitablemente, el colapso moral y espiritual. La riqueza, el bienestar y el desarrollo económico no dan a esa gente, de ninguna manera, paz y seguridad. Son muchas las cosas que empujan a las personas a no obrar de acuerdo con lo que ordenan la razón y la conciencia y a verse a sí mismas como criaturas sin un propósito, sin ningún tipo de límites, infelices, desesperanzadas y pesimistas. Lo más importante y grave es la tristeza, pesimismo y desgracia que sentirá esa gente en la vida que ciertamente tendrá después de la muerte, aunque crea que no existe.

En cambio, las personas que creen en Dios y en el más allá, son conscientes de la meta por la que viven. Siempre albergan el gozo y la esperanza de obtener la misericordia de Dios y el paraíso. Agradecen a Dios todo lo que les sucede, motivo por el cual nunca caen presa de la desesperanza y el pesimismo.

NOTAS

131.- Ernst Mayr, "Interview", Omni, March/April 1988, p. 46; citado en Henry M. Morris, John D. Morris, The Modern Creation Triology, vol. 3, p. 12.

132.- Kenneth A. Ham, The Lie Evolution, Master Books, April 1997, p. 84.

133.- Theodiosus Dobzhansky, "Ethics and Values in Biological and Cultural Evolution", Zygon, the Journal of Religion and Science, como se relata en "Los Angeles Times", part. IV (June 16, 1974), p. 6.

134.- Stephen Jay Gould, Ever Since Darwin, W. W. Norton and Company, New York, 1992, p. 223.

135.- Richard Dawkins, Unweaving The Rainbow, Houghton Mifflin Company, New York, 1998, p. ix.

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