El Profesor Adam Sedgwick
Un amigo cercano de Darwin, el profesor Adam Sedgwick, fue una de las personas que advirtió sobre los peligros a los que daría lugar la teoría de la evolución. Hizo notar, después de leer y digerir »El Origen de las Especies«, que »si este libro llegase a encontrar la aceptación generalizada de la gente, ello iría acompañado de una bestialización de la raza humana como nunca se había visto antes«7. Ciertamente, el paso del tiempo demostró que Sedgwick tenía razón. El siglo XX pasó por la historia como una época siniestra puesto que las personas sufrieron masacres por el simple hecho de su origen étnico o el color de la piel.
Por supuesto, mucho antes que Darwin ya se habían producido discriminaciones y atrocidades por los mismos motivos. Pero el darwinismo concedió a esa discriminación una falsa respetabilidad y legitimidad científicas.
La mayoría de los darwinistas de nuestros días reivindican que Darwin nunca fue racista sino que los racistas comentaron sus ideas de modo tendencioso con el propósito de encontrar con que sustentar sus propios puntos de vista. Los darwinistas conjeturan que la expresión »Por Medio de la Preservación de las Razas Favorecidas« en el título del libro conocido en general como »El Origen de las Especies«, vale solamente para los animales. De todos modos, quienes dicen eso parecen ignorar lo que dijo Darwin en su libro acerca de la raza humana.
Según lo allí mencionado, el desarrollo y progreso de ciertas razas respecto al resto, representa los distintos estadios de la evolución de las mismas. A las más atrasadas se las llegó a considerar en un nivel muy próximo al de los monos.
Darwin supuso que »la lucha por la supervivencia« se aplicaba también a las razas humanas. Las »favorecidas«, que según Darwin eran las blancas europeas, emergieron victoriosas. En cuanto a las africanas y asiáticas, se habrían quedado rezagadas en la lucha por la supervivencia. Incluso Darwin aventuró su futuro al decir que desaparecerían completamente en esa lucha de carácter mundial:
»En algún momento de un futuro no muy distante como para medirlo en siglos, casi con toda certeza las razas humanas civilizadas exterminarán y reemplazarán a las salvajes en todo el mundo. Al mismo tiempo, los monos antropomorfos… sin duda, serán exterminados. La diferencia entre el hombre y sus allegados más cercanos se presentará entonces más amplia, porque será la que corresponderá entre el ser humano con una civilización incluso mayor —como es de esperar— que la de los caucásicos y la de algunos monos tan inferiores como el mandril, en vez de como se presenta ahora entre el negro africano o el australiano y el gorila«8.
En otra parte de »El Origen de las Especies« Darwin también aventuró que era necesario que las razas inferiores desaparezcan y que para nada era conveniente que los pueblos desarrollados intentasen protegerlas para que sigan viviendo. Comparó esta situación con la actitud de los que se dedicaban a la cría de animales:
»Entre los salvajes, el débil, físicamente o de entendimiento, es rápidamente eliminado, y los que sobreviven exhiben normalmente un estado de salud vigoroso. En cambio nosotros, las personas civilizadas, hacemos los mayores esfuerzos por controlar ese proceso de eliminación. Construimos asilos para los imbéciles, tullidos y enfermos. Instituimos leyes protectoras del pobre y nuestros médicos se exigen al máximo en sus capacidades para salvar la vida de cada uno hasta el último momento. Hay razones para creer que la vacunación ha preservado a muchas individuos de constitución física débil, que de otro modo habrían sucumbido ante enfermedades comunes (viruela, etc.). De ese modo los miembros débiles de las sociedades civilizadas propagaron su linaje. Nadie que haya prestado atención a la cría de animales domésticos dudaría que esto (el cuidado de los débiles) tiene que ser muy nocivo para la raza humana«9.
Como hemos visto, en »El Origen de las Especies« Darwin consideró a los nativos de Australia y a los negros, prácticamente, en un pie de igualdad con los monos y sostuvo que debían desaparecer. En cuanto a esas otras razas que consideraba »inferiores«, opinaba que era esencial impedir su multiplicación, de modo que terminen extinguiéndose. Vemos así que el racismo y la discriminación con los que nos encontramos aún hoy día, fueron aprobados y justificados por Darwin en su momento.
En cuanto a la tarea que le tocaba a las »personas civilizadas«, según las ideas racistas de Darwin, era la de acelerar un poco ese período evolutivo, como veremos a continuación, por lo que no habría ninguna objeción, desde el punto de vista »científico«, en hacer desaparecer lo más pronto posible a aquellos que de todos modos van en ese camino.
El aspecto racista de Darwin se exhibe en muchos de sus escritos y observaciones. Por ejemplo, lo manifiesta al describir a los nativos de Tierra del Fuego, observados en su largo viaje iniciado en 1831. Los describió como criaturas »totalmente desnudas, bañadas en tinturas, comiendo lo que encontraban al igual que los animales, descontroladas, crueles con todos aquellos ajenos a su tribu, sintiendo placer al torturar a sus enemigos, ofreciendo sacrificios sangrientos, asesinando a sus hijos, maltratando a sus esposas, llenos de supersticiones escabrosas«. Pero el investigador W. P. Snow, que había viajado a la misma región diez años antes, presenta un cuadro muy distinto. Dice que los nativos fueguinos eran »sujetos muy bien parecidos, enamorados de sus hijos, en posesión de algunos implementos muy ingeniosos. Reconocían algún tipo de derecho sobre la propiedad y aceptaban la autoridad de varias de las mujeres más ancianas«10.
Es este profundo racismo de Darwin lo que hace constar Benjamin Farrington en »Qué Dijo Darwin Realmente« al expresar que habló mucho de »las grandes diferencias entre los seres humanos de razas distintas« en »El Origen del Hombre y la Selección Sexual«11.
Por otra parte, la teoría de Darwin, que niega la existencia de Dios, ha sido la causa principal de que mucha gente no perciba que el ser humano es producto de Su creación y que todas las personas fueron, son y serán creadas en un pie de igualdad. Este fue uno de los factores que hizo que el racismo ganara fuerza y se lo aceptara aceleradamente de manera generalizada. El científico norteamericano James Ferguson pone de relieve el estricto vínculo entre la negación de la creación y la aceptación del racismo:
»La nueva antropología se convirtió rápidamente en el respaldo teórico de una de las dos escuelas de pensamiento opuestas respecto al origen del ser humano. La más antigua y establecida es la que sostiene la ‘monogénesis’, es decir, la creencia en que toda la humanidad, independientemente del color de la piel y otras características, desciende directamente de Adán y del acto de creación singular y original de Dios. La monogénesis fue promulgada por la Iglesia y aceptada universalmente hasta el siglo XVIII, momento en que la oposición a la autoridad teológica empezó a fomentar la teoría rival denominada ‘poligénesis’ (es decir, la teoría de la evolución), la cual sostiene que las distintas comunidades raciales tienen desarrollos diferentes«12.
La antropóloga hindú Lalita Vidyarthi explica cómo la teoría de la evolución de Darwin condujo a que el racismo sea aceptado por las ciencias sociales:
»La teoría (de Darwin) de supervivencia del más apto fue recibida con entusiasmo por los científicos sociales de la época. Creían que la humanidad había atravesado varias etapas de evolución, culminando en la civilización del ser humano blanco. A mediado del siglo XIX el racismo era aceptado como una realidad por la vasta mayoría de los científicos occidentales«13.
Los darwinistas posteriores a Darwin batallaron con mucho tesón con el objeto de demostrar sus ideas racistas, en nombre de las cuales no tuvieron ningún escrúpulo en elaborar incoherencias y falsedades científicas. Pensaban que cuando »las demostrasen« habrían probado »científicamente« la superioridad y »derechos« del caso, para oprimir, colonizar y, si fuese necesario, exterminar a otras razas.
Stephen Jay Gould señala en el capítulo tercero de su libro »La Medición Incorrecta del Ser Humano« que algunos antropólogos no tuvieron problema en recurrir a la falsificación de sus datos para demostrar la superioridad de la raza blanca. Según Gould, el método que más utilizaron fue el de falsificar las medidas que habrían tenido los cerebros en los cráneos fosilizados encontrados. En su libro menciona que muchos antropólogos que suponían que el tamaño del cerebro tenía algo que ver con la inteligencia, exageraron intencionalmente las dimensiones de los cráneos caucásicos y redujeron de la misma manera las de los negros e indios14.
Gould explica en »Después de Darwin« los increíbles supuestos que acometieron los darwinistas para demostrar que algunas razas eran inferiores:
«Haeckel y sus colegas también invocaron la recapitulación (es decir, la repetición de un proceso evolutivo durante el desarrollo o crecimiento) para afirmar la superioridad racial de los europeos blancos del norte. Se valieron de las evidencias de la anatomía y comportamiento humanos, usando todo lo que pudieran encontrar desde el cerebro hasta el ombligo. Herbert Spencer escribió que »los rasgos intelectuales de los incivilizados… son rasgos recurrentes en los párvulos de las personas civilizadas«. Carl Vogt lo dijo de modo más contundente en 1864: »El desarrollo que tiene lugar en el negro en lo que hace a sus facultades mentales, es (del nivel) de un niño… Algunas tribus han fundado estados con una organización peculiar. Pero en lo que hace al resto, podemos afirmar, con toda tranquilidad, que la raza (negra) en su conjunto, ni en el pasado ni en el presente realizaron nada tendiente al progreso de la humanidad o que valga la pena preservar« »15.
Y el médico anatomista francés Etienne Serres sostuvo que los machos negros eran primitivos porque sus ombligos se ubicaban en un nivel más bajo.
El evolucionista Havelock Ellis, contemporáneo de Darwin, respaldó la distinción entre razas inferiores y superiores en base a algo que se pretendía »científico«:
»Los niños de muchas razas africanas son poco o nada menos inteligentes que los niños europeos. Pero al desarrollarse se vuelven estúpidos y obtusos y en el conjunto de su vida social permanecen dentro de una rutina de poco vuelo, en tanto que los europeos mantienen mucho de su vivacidad de la infancia«16.
El antropólogo darwinista francés Vacher de Lapouge sugirió en su obra »Race et … Essais d’Anthroposociologie« (París 1909) que las clases no blancas eran descendientes de otras salvajes que no habían sido civilizadas, o también podían ser las representantes bastardeadas de clases que mezclaron su sangre. A esa conclusión se llegó midiendo los cráneos de las clases altas y bajas en los cementerios de París, ya que esas medidas determinarían si la gente tenía la propensión a ser rica, segura de sí misma y libre, o si, por el contrario, la propensión era la de ser atrasada, contentarse con poco y la de tener las cualidades de un buen sirviente. Al ser las clases el producto de la selección social, las clases altas corresponderían a las razas superiores y el grado de riqueza estaría en proporción al índice o medida del cráneo. Más adelante Lapouge hizo una profecía: »Opino que en un futuro próximo las personas se asesinarán entre sí porque sus cabezas son redondeadas o puntiagudas«17, ¡la cual se cumplió, como veremos en detalle en las próximas páginas, y el siglo XX fue testigo de las masacres llevadas a cabo por razones racistas…!
Pero el racismo no estuvo presente solamente entre los antropólogos. En esa corriente que el darwinismo había puesto en movimiento también se ubicaron los entomólogos, sosteniendo supuestos increíbles. Por ejemplo, en 1861 un entomólogo inglés llegó a la conclusión, después de recoger piojos de los cuerpos de personas que residían en distintos lugares del mundo, que los que habitaban en determinada raza humana no podían vivir en los de otra raza. Al contemplar dicho supuesto desde el nivel de la ciencia actual, no resulta más que una total ridiculez18. Si gente con el nivel de »científica« hacía esos anuncios, para nada era sorprendente que los racistas dogmáticos usasen aseveraciones completamente sin sentido, ilógicas y obtusas como la de »hasta los piojos de los negros son negros«.
En resumen, el aspecto racista de la teoría de Darwin encontró campo fértil en la segunda mitad del siglo XIX porque el »hombre blanco« europeo estaba a la espera de una teoría así para justificar sus crímenes.
El país que más se benefició de las ideas racistas de Darwin fue la tierra que lo vio nacer, es decir, Gran Bretaña. Cuando presentó su teoría, ésta se había convertido en el imperio colonialista número uno del mundo. Todos los recursos naturales de un área que se extendía desde la India hasta América Latina, eran explotados por el Imperio Británico. El »hombre blanco« saqueaba el mundo para su propio beneficio. Pero, por supuesto, ni Gran Bretaña ni ningún otro país colonialista quería ser visto como »saqueador« y pasar a la historia como tal. Entonces buscaron una explicación para demostrar que hacían lo correcto. El argumento a usar podía ser presentar a los pueblos colonizados como »primitivos« o considerar a sus habitantes como »criaturas parecidas a los animales«. Con eso pretendían que la gente que masacraban y sometían a tratos bestiales no sean vistas como »seres humanos«, sino como semihumanos-semianimales, motivo por el cual lo realizado no debía considerase un crimen.
Esto no era algo nuevo: el primer colonialismo de amplia escala en el mundo se remonta a los siglos XV y XVI. El supuesto de que algunas razas tenían características semianimales fue expuesto por primera vez por Cristóbal Colón luego de su viaje a América. Según dicha presunción, los nativos en las Américas no eran seres humanos sino una especie de animales evolucionados. En consecuencia, podían ser puestos al servicio de los colonialistas españoles.
Independientemente de que a Cristóbal Colón se lo presente como una persona humana y cariñosa con los habitantes de América, el hecho es que a los nativos no los consideraba »seres humanos«19.
Cristóbal Colón fue la primera persona que inició una gran masacre en base al supuesto antedicho. A la vez que establecía colonias españolas en los lugares que descubría y sometía a servidumbre a los nativos, fue el responsable del inicio del comercio de esclavos en las tierras a las que recién arribaba. Los »conquistadores« españoles estuvieron de acuerdo con la política de opresión y explotación implementada por Colón y la continuaron: las masacres llevadas a cabo alcanzaron proporciones increíbles. Y Cortés, el más conocido de los conquistadores españoles fue la máxima expresión de esa política.
La razón para que esas masacres alcanzaran semejantes proporciones estribaba en que los indígenas no eran vistos como humanos sino como animales.
Pero ese antojo interesado de los colonialistas no tenía muchos sostenedores. En esa época en Europa se aceptaba ampliamente que todas las personas eran creadas en un pie de igualdad por Dios y que todos descendían de un ancestro, es decir, de Adán. Es por eso que la Iglesia Católica tenía una clara posición en contra de esas invasiones de pillaje y saqueo. Uno de los casos más conocido es el del obispo de Chiapas, Bartolomé de las Casas, quien llegó junto con Colón al Nuevo Mundo y dijo que cada nativo »era plenamente un ser humano«, en respuesta a la pretensión de los colonialistas de que era »una especie de animal«. El Papa Pablo III maldijo en una bula de 1537 el comportamiento salvaje con los nativos y declaró que se trataba de seres humanos en todos los sentidos, capacitados para aceptar la fe20.
Pero la situación cambió en el siglo XIX. En paralelo a la expansión de la filosofía materialista y al desarrollo de las sociedades alejadas de la religión, comenzó a ser negada la verdad de que los seres humanos eran creaciones de Dios. Como lo mostramos en páginas anteriores, esa posición se relaciona con la renovada manifestación del racismo.
Con la aparición de la filosofía materialista-darwinista en el siglo XIX, el racismo se desarrolló con más fuerza y brindó un gran apoyo al imperialismo europeo.
James Joll, quien durante largos años fue profesor de historia en las universidades de Oxford, Stanford y Harvard, describe en »Europa desde 1870« —su obra principal que aún es usada como libro de texto en las casas de estudio superior— la relación ideológica entre el darwinismo, el imperialismo y el racismo:
»El grupo de ideas más intensas que inspiró el concepto de imperialismo fue el que puede ser clasificado de un modo general como ‘darwinismo social’, ya que considera que las relaciones entre los estados es una lucha perpetua por la supervivencia y que algunas razas son ‘superiores’ a otras en el proceso evolutivo, proceso en el que el más fuerte tiene que defenderse por sí mismo constantemente.
En sus libros »El Origen de las Especies« publicado en 1859 y »El Origen del Hombre y la Selección Sexual« publicado en 1871, el naturalista inglés Charles Darwin promovió polémicas que afectaron a muchas ramas del pensamiento europeo… Las ideas de Darwin y de algunos de sus contemporáneos como el filósofo inglés Herbert Spencer,… fueron rápidamente aplicadas a proposiciones muy alejadas de un encuadramiento científico… El elemento del darwinismo que aparecía más aplicable al desarrollo social era la creencia de que el exceso de población respecto a los medios de provisión requería una lucha continua por la supervivencia, lucha en la que se impondría el más fuerte o el más ‘apto’. A partir de ese criterio resultaba fácil que algunos pensadores sociales le den un contenido moral al concepto de ‘el más apto’, en el sentido de que las especies o razas que sobrevivían eran las habilitadas moralmente al efecto.
Por lo tanto la doctrina de la selección natural podía asociarse muy fácilmente con otra serie de ideas desarrolladas por el escritor francés Count Joseph-Arthur Gobineau, quien publicó en 1853 ‘Ensayo sobre la Desigualdad de las Razas Humanas’. Gobineau insistía en que el factor más importante del desarrollo era el racial y que las razas que permanecieron preponderantes fueron aquellas que mantuvieron su pureza racial intacta. En consecuencia, según Gobineau, la raza aria fue la que había sobrevivido en mejores condiciones… Fue… Houston Stewart Chamberlain quien contribuyó a llevar algunas de estas ideas a un estadio más avanzado… Hitler admiraba tanto al mencionado (Chamberlain), al punto que lo visitó en su lecho de muerte en 1927«21.
Como se ha evidenciado, hay un encadenamiento ideológico que vincula a Darwin con los pensadores racistas y con los imperialistas, hasta llegar a Hitler. El darwinismo es el fundamento ideológico de ambos imperialismos: el europeo-norteamericano de los siglos XIX y XX y el nazi del siglo XX, los cuales sumergieron al mundo en un baño de sangre.
Gran Bretaña obtuvo grandes beneficios del colonialismo y no veía ninguna razón que le obligue a reconocer los desastres que provocaba en aquellos que vivían bajo su férula. Un ejemplo de las sucias políticas del imperialismo británico lo encontramos en »La Guerra del Opio«, de agresión contra China. Gran Bretaña empezó a contrabandear a China el opio que crecía en la India, a partir del primer cuarto del siglo XIX. Ese contrabando se aceleró al punto que sus cuentas de comercio exterior pasaron del rojo a buenas ganancias. Por otra parte, el flujo de la droga dentro de China cumplía el efecto de debilitar la autoridad gubernamental sobre todo el territorio, lo cual llevó a esa sociedad asiática a un colapso de dimensiones tremendas. La prohibición del opio, que el gobierno chino tuvo que implementar después de un largo período de dudas, condujo a la primera Guerra del Opio (1828 - 1842). No hay ninguna duda de que esa guerra arrastró al país a la quiebra. China fue obligada a doblar la cerviz debido a la incapacidad de su ejército en cada confrontación con las fuerzas extranjeras, así como a aceptar sus demandas siempre crecientes. Lentamente los occidentales constituyeron asentamientos al interior del territorio chino a partir del año 1842. Compelieron a los chinos a entregarles grandes zonas portuarias (llamadas »concesiones«), les tomaron en alquiler los campos y les obligaron a abrir el país al mundo exterior de tal modo que ellos (los ingleses) obtendrían los mayores beneficios. Como una resultante de la pobreza en el país, la debilidad del gobierno y la lenta pérdida del territorio, los chinos se lanzaron a sucesivas rebeliones.
Lo sucedido en China fue solamente parte de los resultados a los que llevaba la política británica. Como producto del imperialismo británico, a lo largo del siglo XIX en regiones tan distintas como Sudáfrica, la India y Australia, se experimentaron brutales aflicciones y opresiones.
LA FABULA DEL HOMBRE DE PILTDOWN
no de los indicios más interesantes de cómo la teoría de la evolución inspiró al imperialismo británico, fue el escándalo del Hombre de Piltodown.
En 1912 se encontró en Piltodown, Inglaterra, un cráneo extraño. Charles Dawson, quien realizó el hallazgo con su equipo, declaró que pertenecía a una criatura semimonosemihumana. El conocido anatomista evolucionista Arthur Keith examinó el fósil y confirmó dicha declaración.
Dawson y Keith pusieron énfasis en un aspecto importante: la cavidad cerebral del fósil era tan grande como la del ser humano moderno, pero la mandíbula se parecía a la de un mono.
Ello llevó a que el volumen cerebral del Hombre de Piltodown se convirtiese en motivo de orgullo para los británicos, pues indicaba que habían evolucionado más que otras razas y por lo tanto eran superiores a los demás. Ese fue el motivo por el que el descubrimiento de Piltodown produjo tanto alboroto en Inglaterra. Los periódicos lo resaltaban en grandes titulares y las multitudes celebraban el descubrimiento. Por otra parte, el gobierno británico concedió a Arthur Keith la orden de caballero por su descubrimiento.
El conocido paleontólogo evolucionista Don Johanson describe la relación entre el fósil de Piltdown y el imperialismo británico: "El descubrimiento de Piltdown fue muy eurocéntrico. No solamente tenía preeminencia el volumen cerebral sino que lo tenía también el inglés" ].
La inspiración que los ingleses derivaron del Hombre de Piltdown les duró solamente hasta 1953, cuando Kenneth Oakley, el científico que reexaminó el fósil de manera detallada, reveló que era el mayor fraude del siglo XX: el fósil había sido ensamblado por medio de fijar una mandíbula de orangután a un cráneo humano.
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* ] Don Johanson, En Búsqueda del Origen Humano, 1994, WGBH Educational Foundation
La tarea de justificar ese sistema opresor de los británicos y el intento de mostrarlo como correcto, correspondió a distintos sociólogos y científicos británicos. Y Charles Darwin fue el más importante y efectivo de ellos. Fue Darwin quien conjeturó que en el proceso de la evolución han existido »razas superiores«, que éstas fueron (siempre) »blancas« y que la opresión de los »blancos« a otros era una »ley natural«.
Debido a la justificación que Darwin proveyó al colonialismo racista, el conocido científico Kenneth J. Hsü, descendiente de chinos y jefe del Departamento de Geografía del Instituto Federal Suizo de Tecnología, lo describe como »un decente científico de la Era Victoriana y miembro del establishment de una sociedad que envió embarcaciones artilladas para forzar a China por medio de la violencia a importar opio, todo lo cual se hacía en nombre de la »competencia« (es decir, el »comercio libre« y »la supervivencia del más apto«)22.
El objetivo más importante al que apuntó el colonialismo británico a fines del siglo XIX por propia determinación, fue el Imperio Otomano.
En esa época el estado otomano gobernaba una gran área que iba desde Yemen a Bosnia-Herzegovina. Pero ya le resultaba difícil controlar esa extensión territorial que había administrado hasta entonces de manera pacífica, estable y serena. Las minorías cristianas empezaron a presentarse con ideas independentistas y potencias militares como Rusia comenzaron a intimidar a los otomanos.
En el último cuarto de siglo, Gran Bretaña y Francia reunieron a las fuerzas desafiantes. Los británicos pusieron los ojos en particular en las provincias otomanas del sur. El Acuerdo de Berlín, firmado en 1878, es una expresión de la decisión de los colonialistas europeos de desmembrar los territorios otomanos. Egipto, parte de ese territorio, fue ocupado por Gran Bretaña en 1882. El colonialismo británico dio inicio a sus planes para, posteriormente, tomar posesión de los territorios otomanos en Medio Oriente.
Como siempre, los británicos basaron sus políticas colonialistas en el racismo. El gobierno inglés trató deliberadamente de presentar al pueblo turco —el componente básico de los otomanos— y en particular al estado otomano, como »retrógrados«.
El primer ministro británico William Ewart Gladstone dijo abiertamente que los turcos eran un ejemplo de no humanos en medio del género humano, y que, en consideración de su civilización, debían hacerlos retroceder hasta las estepas asiáticas y eliminarlos de Anatolia23.
Expresiones de ese tipo y otras parecidas fueron usadas durante decenios como herramienta propagandística contra los otomanos por parte del gobierno británico, quien siempre intentó retratar al pueblo turco como atrasado. En consecuencia éste tenía que inclinar la cabeza ante las razas europeas más avanzadas.
El llamado »fundamento científico« de dicha propaganda fue Charles Darwin.
Los comentarios de Darwin sobre el pueblo turco aparecieron en el libro »Vida y Correspondencia de Charles Darwin«, publicado en 1888. Darwin propuso que eliminando las »razas retrógradas« la selección natural jugaría el papel correspondiente en el desarrollo de la civilización. Luego dijo acerca del turco exactamente lo siguiente:
»Yo podría demostrar que el combate en el proceso de selección natural ha hecho y hace más por el progreso de la civilización de lo que aparentemente ustedes están dispuestos a admitir. ¡Recuerden el riesgo que corrieron los pueblos europeos de ser dominados por los turcos hace pocos siglos, y lo ridículo que vemos esa posibilidad hoy día! Las razas llamadas caucásicas y más civilizadas han batido al turco despreciable en la lucha por la existencia. En un futuro no muy distante una innumerable cantidad de razas inferiores habrán sido eliminadas por otras superiores civilizadas en todo el mundo«24.
Este desatino de Darwin fue usado como propaganda para apoyar la política británica de destrucción del Imperio Otomano. Y en verdad, fue efectiva. Lo expresado por Darwin en el sentido de que »el pueblo turco desaparecerá rápidamente pues es parte de la ley de la evolución«, facilitó el pretendido soporte científico a la propaganda británica dirigida a impulsar la enemistad hacia ellos.
El deseo de los británicos dio lugar a que, en lo fundamental, en la Primera Guerra Mundial tomase vida la »profecía« de Darwin. Esa guerra gigante, que se inició en 1914, tuvo su origen en los conflictos de intereses entre Alemania y Austria-Hungría por un lado y la alianza británica, francesa y rusa por otra parte. Pero uno de los objetivos más importantes de esta contienda era dividir y destruir el Imperio Otomano.
Los británicos lo atacaron desde dos frentes. El primero incluía el Canal (de Suez), Palestina e Irak, abierto con la intención de apoderarse de los territorios otomanos en el Medio Oriente. El segundo fue el de Gallípoli (Turquía), escena de una de las batallas más sangrientas de la Primera Guerra Mundial. El ejército turco combatió heroicamente en Çanakkale y perdió 250 mil hombres en la resistencia a las fuerzas enemigas reunidas por Gran Bretaña. A ese frente también enviaron tropas hindúes y unidades Anzac, las cuales pertenecían a soldados de los cuerpos militares coloniales de Australia y Nueva Zelanda, considerados »superiores« a los turcos.
Los ecos de la hostilidad de Darwin hacia los turcos continuaron resonando después de la Primera Guerra Mundial. Los grupos neonazis que atacan arteramente a los turcos en Europa, aún se inspiran en el estúpido absurdo darwinista mencionado. En Internet también se encuentran páginas de los racistas enemigos de los turcos. (Ver el capítulo »La Terrible Alianza entre Darwin y el Fascismo«).
El Darwinismo Social proveyó apoyo no solamente a Gran Bretaña sino también a otros países imperialistas y racistas. Por esa razón se expandió rápidamente por todo el mundo. A la cabeza de quienes suscribieron dicha teoría estaba el presidente de los EEUU Theodore Roosevelt, principal propiciador e implementador del programa de limpieza étnica aplicada contra los nativos del territorio de América del Norte, lo que se hizo bajo el nombre de »reubicación obligatoria«. Roosevelt expuso los fundamentos de la ideología que respaldaba la masacre en el libro »El Vencedor del Oeste«, sosteniendo que era inevitable una guerra racial para terminar con los indios25. El mayor sustento para ello lo obtuvo del darwinismo, pues éste le dio la posibilidad de definirlos como una especie atrasada.
Como ya lo tenía previsto Roosevelt, no se respetó ninguno de los tratados firmados con ellos, justificándose también ese comportamiento con la teoría de »raza atrasada«. El Congreso estadounidense desestimó en 1871 todos los tratados hechos y decidió exiliarlos a tierras yermas donde podrían esperar la muerte. Si la otra parte con la que se hicieron los tratados, es decir, los nativos, no eran percibidos como seres humanos, ¿cómo podían tener validez?
Roosevelt estimó también que la mencionada guerra racial representaba el logro culminante de la expansión de los angloparlantes (anglosajones) en el mundo26.
Uno de los principales proponentes del racismo anglosajón, el clérigo protestante y evolucionista Josiah Strong, empleó la misma lógica. Escribió en una oportunidad:
»Entonces el mundo entrará en una nueva etapa de su historia, es decir, a la competencia final de las razas, para lo cual están siendo aleccionados los anglosajones. Si no estoy equivocado, esta raza poderosa llegará hasta México, hasta América Central, hasta Sudamérica, a las islas, a los mares, al Africa y más allá. ¿Puede alguien dudar que el resultado de esta competencia será la supervivencia del más apto?«27.
Los principales racistas que usaron el Darwinismo Social para autojustificarse fueron los enemigos de los negros. Sus teóricos abrazaron con entusiasmo el concepto evolucionista, pues dividían a las razas en niveles, definiendo a la blanca como la superior y a la negra como la más primitiva28.
Henry Fairfield Osborn, figura principal entre esos teóricos racistas evolucionistas, escribió en un artículo titulado »La Evolución de las Razas Humanas«, que »El patrón de inteligencia del adulto negro promedio es similar al de un niño de once años de la especie Homo Sapiens«29.
Según esa lógica, los negros no tenían, en la práctica, nada de seres humanos. Carleton Coon, otro de los más conocidos proponentes del pensamiento evolucionista racista, plantea en su libro »Los Orígenes de la Raza« publicado en 1962, que las razas blanca y negra eran dos especies distintas que se separaron una de otra en el período del Homo Erectus. Según Coon, la blanca evolucionó más después de esa separación. Los sostenedores de la discriminación de los negros emplearon esa explicación supuestamente científica durante mucho tiempo.
Con la existencia de una teoría »científica« y el apoyo que le brindaba, el racismo aumentó rápidamente en los EEUU. W. E. Dubois, conocido por su oposición a la discriminación racial, dijo que »el problema del siglo XX era el de la distinción política y social entre la raza blanca y la negra«. En su opinión no era la menos importante de las paradojas que el problema del racismo hubiera emergido de un modo muy expandido en un país que quería convertirse en la democracia más grande del mundo, cosa que desde cierto punto de vista ha logrado. Pero la abolición de la esclavitud no estaba encaminada a alcanzar la fraternidad entre el negro y el blanco. Dubois cree que la discriminación oficial, establecida rápidamente, se convirtió en una situación legal de hecho, a lo que aún se le busca una salida30.
La aparición de las primeras leyes de discriminación racial, conocidas como »Leyes de Jim Crow« (uno de los nombres infamantes usados por los blancos para mencionar a los negros), también acaecieron en esa época. Definidamente, los negros no eran considerados seres humanos sino tratados con desdén en todas partes y despreciados. Además, esa no fue solamente la actitud de unos pocos racistas, sino que fue la actitud del estado norteamericano a través de sus leyes. Inmediatamente después de que se aprobó la primera ley de segregación racial en Tennessee en 1874, respecto al uso de ferrocarriles y tranvías, todos los estados sureños implementaron también la misma política en sus ferrocarriles. Por todas partes se veía la leyenda »Blancos Solamente«, así como los letreros que rezaban »Negros«. En verdad, todo ello no fue más que oficializar algo que ya existía. Estaba prohibido el matrimonio entre hombres y mujeres de razas distintas. Bajo la ley, la segregación era obligatoria en los hospitales, las prisiones y los cementerios. En la práctica quedaban bajo esa condición los hoteles, los teatros, las bibliotecas e incluso las iglesias y el transporte en todo tipo de vehículos. El lugar donde la segregación se sintió más agudamente fue la escuela. Esto fue lo más grave para los negros y el mayor obstáculo en su desarrollo cultural.
La práctica de la segregación racial fue acompañada por una ola de violencia. Hubo una rápida elevación del número de linchamientos de negros. Entre 1890 y 1901 fueron linchados 1300, lo que a su vez llevó a la sublevación de los mismos en varios estados.
En ese período eran de uso común las teorías y conceptos racistas. Poco después el racismo biológico norteamericano se expresaría por medio del método de medición craneal de R. B. Bean, bajo el pretexto de proteger a la gente de una nueva ola migratoria incontrolada al continente. Esto dio lugar a la manifestación de un tipo de racismo peculiar. Madison Grant, autor de »La Muerte de la Gran Raza« (1916), escribió que con la mezcla de dos razas se abría el camino a la aparición de otra más primitiva que la de tipo inferior en el cruzamiento, por lo que quería se prohibieran los matrimonios interraciales31.
Con anterioridad a Darwin ya existía el racismo en todo el mundo, incluido los EEUU. Pero como vimos, el darwinismo brindó puntos de vista y políticas racistas manifiestas en la segunda mitad del siglo XIX. Por ejemplo, como explicamos en este capítulo, los racistas, al expresar sus opiniones, usaban como lemas las conjeturas de Darwin. Ideas que antes eran consideradas crueles, comenzaron a ser aceptadas a partir de Darwin como parte de la »ley natural«.
Los nativos de Australia son conocidos como aborígenes. Esa gente que había vivido allí durante miles de años, sufrió uno de los exterminios más grande en la historia de la expansión en dicho territorio de los colonos europeos. El fundamento ideológico de ese exterminio fue el darwinismo. Los ideólogos darwinistas habían llegado a la conclusión de que esos aborígenes eran salvajes. En consecuencia, éstos debieron soportar los tormentos y sufrimientos del caso.
En 1870, un antropólogo evolucionista del London Anthropological Review llamado Max Muller, había dividido a las razas humanas en siete categorías. Los aborígenes aparecían en la posición inferior y la raza aria, es decir, la de los europeos blancos, en la superior. H. K. Rusden, conocido Darwinista social, decía lo siguiente acerca de los aborígenes en 1876:
»La supervivencia del más apto significa que la aplicación de la fuerza o poder es lo conveniente o correcto. Por lo tanto acogemos y cumplimentamos sin remordimientos la ley inexorable de la selección cultural al exterminar a sangre fría las razas inferiores Maorí y australiana… apropiándonos de sus patrimonios«32.
Y en 1890 el vicepresidente de la Sociedad Real de Tasmania (Australia), James Barnard, escribió: »el proceso de exterminio es un axioma de la ley de la evolución y de la supervivencia del más apto«. Por lo tanto, concluyó, no había ninguna razón para suponer que »hubo alguna negligencia culposa« en el asesinato y desahucio de los aborígenes australianos33.
Como resultado de esos puntos de vista racistas despiadados y bárbaros alimentados por Darwin, se dio inicio a una terrible masacre con el objetivo de exterminar a los aborígenes. Las cabezas de éstos eran clavadas en las entradas de los establecimientos de campo. A las familias nativas se les daba alimento envenenado. En muchas partes de Australia los poblados aborígenes desaparecieron de manera brutal en el transcurso de 50 años34.
Los objetivos políticos respecto a los aborígenes no se daban por cumplidos con las masacres. Muchos de ellos fueron tratados como animales de laboratorio. El Instituto Smithsoniano en Washington DC tenía los restos de 15 mil personas de distintas razas. Al Museo Británico fueron enviados por barco 10 mil aborígenes australianos con el objeto de ver si se trataban o no del »eslabón perdido« en la transición animal a humana.
El interés de los museos no era precisamente el material óseo: tenían cerebros de esos nativos que los vendían a precios muy buenos. También existen pruebas de que eran asesinados para usarlos como »muestras«. Lo que sigue abajo testimonia toda esa crueldad.
»Korah Wills, que se había convertido en alcalde de Bowen, en el estado de Queensland (Australia) en 1866, describió gráficamente en su lecho mortuorio cómo asesinó y descuartizó a un hombre de una tribu local el año anterior para proveerse de muestras científicas.
Edward Ramsay, encargado del Museo Australiano de Sidney durante 20 años a partir de 1874, estuvo particularmente involucrado. El Museo publicó un folleto en el que a los aborígenes se los designaba como »animales australianos«. Además de instruir sobre cómo saquear sus tumbas, explicaba cómo obturar las heridas de balas en las »muestras« recién asesinadas.
Una evolucionista alemana, Amalie Dietrich (apodada ‘Angel de la Muerte Negra’), llegó a Australia y pidió a los propietarios de las grandes granjas que le permitan matar con armas de fuego a los aborígenes para conseguir ‘productos típicos’, en especial para relleno y para las monturas de los empleados de su museo. Aunque fue expulsada por lo menos de una propiedad, al poco tiempo volvió a su país con esos ‘productos’.
Horrorizado, un misionero de Nueva Gales del Sur fue testigo del asesinato de varias docenas de hombres, mujeres y niños aborígenes por parte de la policía montada y de la reducción por cocción de las cabezas de las víctimas. Luego vio como se seleccionaban los diez mejores cráneos, se los empaquetaba y se los enviaba allende los mares«35.
El exterminio de los aborígenes continuó en el siglo XX. Entre los métodos empleados al efecto estuvo el alejamiento forzoso de los niños de al lado de sus familias. Un relato de Alan Thornhill, que apareció en el Philadelphia Daily News en la edición del 28/4/1997, se refiere al método usado contra los aborígenes:
Associated Press - Aborígenes que viven en los remotos desiertos noroccidentales de Australia tenían la costumbre de tiznar a sus hijos de piel clara con carbón vegetal con la esperanza de que los agentes de Bienestar Social del estado no los separen de ellos. ‘Los agentes te agarraban cuando te encontraban’ dijo uno de los niños arrebatados, muchos años después. ‘Nuestras familias nos querían ocultar pintándonos con carbón’.
‘Yo fui apresado en Moola Bulla’ dijo un vaquero, quien fue robado cuando era niño. ‘Teníamos 5 ó 6 años’. Su relato fue uno de los miles escuchados por la Comisión de Igualdad de Oportunidades y Derechos Humanos de Australia durante su desgarradora averiguación entre los miembros de la ‘generación robada’. Desde 1910 hasta el decenio de 1970, fueron arrebatados de sus padres unos 100 mil niños aborígenes. Los niños de piel clara eran capturados y entregados en adopción a familias blancas. Los chicos de piel obscura eran metidos en orfanatos«36.
Incluso hoy día es tan grande el dolor que produjo todo eso, que la mayoría de las historias fueron impresas en la parte final del informe de la Comisión –titulado “Conducidos a Casa”— sin dar el nombre de sus relatores. La Comisión dijo que el accionar de las autoridades de esa época significaba un genocidio, de acuerdo a como definen las Naciones Unidas dicho término. El gobierno ha rechazado la recomendación de la Comisión Investigadora en cuanto a que se establezca un tribunal para determinar el pago compensatorio por los niños robados.
Como hemos visto, el trato inhumano, las masacres, la crueldad, la ferocidad y el exterminio aplicados, estaban todos justificados por las tesis darwinistas de »selección natural«, »lucha por la supervivencia« y »supervivencia del más apto«.
Todos esos terribles procedimientos que sufrieron los nativos australianos son solamente una pequeña parte de las catástrofes que el darwinismo trajo al mundo.
Después de que Darwin conjeturó en »El Origen de las Especies« que los seres humanos se habían desarrollado a partir de un ancestro común compartido con los monos, empezó la búsqueda de fósiles que hagan creíbles ese escenario. Pero algunos evolucionistas creían que criaturas »semimonos-semihumanas« se podrían encontrar no solamente en los registros fósiles sino también entre los seres vivientes en diversas partes del mundo. La búsqueda del »eslabón perdido« a principios del siglo XX fue causa de muchos actos de brutalidad. Uno de ellos es el que involucró al pigmeo Ota Benga, quien fue capturado en el Congo en 1904 por el investigador evolucionista Samuel Verner.
Dicho nativo, cuyo nombre significa »amigo« en su idioma materno, era casado y padre de dos niños. Pero fue encadenado como un animal, metido en una jaula y enviado a EEUU. Allí los evolucionistas lo pusieron en otra jaula, con distintas especies de monos, para llevarlo a la Feria Mundial de San Luis y exhibirlo como »el vínculo más cercano con el ser humano«. Dos años más tarde lo llevaron al zoológico del Bronx en New York, donde fue expuesto como »el más antiguo ancestro del ser humano« junto a algunos chimpancés, un gorila llamado Dinah y un orangután llamado Dohung. El director del zoológico, el doctor evolucionista William T. Hornaday, dio largas charlas acerca del orgullo que sentía al tener allí el »eslabón perdido«, en tanto que los visitantes al predio trataban a Ota Benga como si fuese realmente un animal enjaulado. Un ejemplar del New York Times de aquella época describe la actitud de los concurrentes al zoológico:
»El domingo en el parque había 40.000 visitantes. Casi todos, hombres, mujeres y niños, se dirigieron al albergue de los monos para ver a la principal atracción, el hombre salvaje de Africa. Lo molestaron todo el día con aullidos, burlas y alaridos. Algunos le presionaban las costillas, otros lo hacían caer y se reían de él«37.
La edición del New York Journal del 17/09/1906 decía que si bien con el prisionero se quería demostrar la teoría de la evolución, consideraba que el trato dado era una gran injusticia y crueldad:
»Esas personas nada inteligentes o consideradas, han estado exhibiendo en una jaula de monos a un ser humano, un pigmeo africano. Posiblemente la intención era inculcar una profunda enseñanza respecto al evolucionismo.
Pero en la práctica, el único resultado obtenido ha sido exponer al escarnio a la raza africana, la cual merece al menos la benevolencia y bondad de los blancos de este país después de toda la brutalidad que ha sufrido este pigmeo aquí…
Es vergonzoso y repugnante que la desgracia o la deficiencia física de un ser humano, creado por la misma Fuerza que nos puso a todos aquí y nos dotó con los mismos sentimientos y con almas similares, lo lleve a estar encerrado en una jaula con los monos, exponiéndolo a la burla del público«38.
El New York Daily Tribune también dio espacio al tema de la exhibición de Ota Benga en el zoológico con el propósito de demostrar la teoría de la evolución. La justificación del director darwinista del zoológico fue de una total falta de escrúpulos:
»La exhibición de un pigmeo africano junto a un orangután en la misma jaula en el Parque Zoológico de Nueva York la semana pasada, suscitó una crítica considerable. Algunas personas declararon que era un intento del director Hornaday de demostrar una estrecha relación entre los negros y los monos. El doctor Hornaday lo negó: ‘Si el pequeño sujeto está en la jaula’, dijo, ‘es porque allí está más cómodo y porque estamos indecisos respecto a qué hacer con él. En ningún sentido es un prisionero, excepto que nadie estaría de acuerdo en permitirle que se pasee por la ciudad sin que alguien lo vigile’ »39.
La exhibición de Ota Benga en el zoológico junto a los gorilas, como si se tratase de un animal, condujo al disgusto en distintos círculos sociales. Una serie de éstos pidieron a las autoridades que impidan la continuación de esa situación, ya que opinaban que Ota Benga era un ser humano al que se le estaba dando un trato muy cruel. Una de esas peticiones apareció en el New York Globe del 12/09/1906:
»Editor del Globe
Señor. Yo viví en el sur varios años y en consecuencia no estoy tan encariñado con los negros, pero los considero seres humanos. Pienso que es una vergüenza que las autoridades de esta gran ciudad permitiesen ver algo como lo del Parque del Bronx, es decir, un muchacho negro exhibido en una jaula de mono…
Todo este asunto del pigmeo debe ser investigado…
A. E. R. New York, 12 de Setiembre«40.
Otra petición donde se pide que Ota Benga sea tratado como un ser humano es la siguiente:
»La Exhibición de un Ser Humano y un Mono es Censurada por Clérigo El Rev. Mac Arthur Opina que la Exhibición es Degradante.
‘La persona responsable de esta exhibición se degrada a sí misma a la vez que degrada al africano’, dijo el Dr. Mac Arthur. ‘En vez de hacer de este hombre pequeño una bestia, debería llevarlo a la escuela para que desarrolle las facultades que Dios le dio’.
El Dr. Gilbert dijo que ya había determinado que la exhibición era un ultraje y que junto con otros pastores se unían al Dr. Mac Arthur para que ese habitante del bosque sea liberado de la jaula de los monos y sea llevado a otro lado«41.
La resultante final de todo ese trato inhumano fue el suicidio de Ota Benga. Pero aquí el problema es mayor al de un ser humano que perdió la vida. Este suceso era un claro ejemplo de la crueldad y salvajismo al que podía conducir en la práctica el racismo darwinista.
LOS ESQUIMALES Y LA IMPLEMENTACION DEL RACISMO
El conocido investigador del Artico Robert Peary llevó un grupo de esquimales a Nueva York en 1897. El más joven de ellos era un chico llamado Minik. En ese grupo se encontraban tanto el chico como el padre y fueron exhibidos durante mucho tiempo en el Museo Americano de Historia Natural. En ese período el padre de Minik murió debido a una enfermedad. El niño quedó solo y desamparado. Un día vio que en el Museo se exhibía el esqueleto del padre como "un ejemplo de especies distintas". Aunque solicitó que se le entreguen los restos de su progenitor, el petitorio fue denegado.
Es importante tener en cuenta que Robert Peary, el investigador que llevó a los esquimales a Nueva York, sostenía puntos de vista racistas. Aunque vivió entre los esquimales, sostenía abiertamente que esa gente no era igual a él. Peary argumentaba que los esquimales y los negros eran miembros de razas inferiores. Si bien eran fuertes, inteligentes, confiables y cuidaban a sus familias, no eran tan buenos como los seres humanos blancos.... Una vez escribió con gran descaro lo siguiente: "Se me ha preguntado con frecuencia: ‘¿Para qué sirven los esquimales en el mundo? Están demasiado alejados para ser de algún valor en empresas comerciales. Además, no tienen ambiciones. Aprecian la vida como lo hace un zorro o un oso, es decir, valiéndose solamente del instinto’."1. El propósito que abrigaba Peary al llevar a los esquimales a Nueva York fue explicado por otro investigador: "¿Cuál era la razón que motivó a Peary para llevar esos esquimales a Nueva York?... Posiblemente esos seis esquimales eran para él ejemplares vivos, semejantes a los esqueletos y cráneos que había reunido antes, pero de mayor interés porque por sus venas aún corría sangre... También había sentido una mórbida afinidad por los cuerpos de otros esquimales, muertos y enterrados hacía muy poco, a los que conoció personalmente y que había exhumado de sus tumbas el año anterior para trasladarlos intempestivamente y adornar con ellos los pasillos del museo"2.
Minik, Ota Benga y muchos otros cuyos nombres son desconocidos, sufrieron un trato inhumano del modo visto y de otras maneras a manos de los llamados "científicos" que consideraban a algunas razas como "inferiores".
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1.- Ken Harper, “Devuélvanme el Cuerpo de mi Padre”, Steerforth Press, South Royalton, Vermont, p. 8.
2.- Ken Harper, “Devuélvanme el Cuerpo de mi Padre”, Steerforth Press, South Royalton, Vermont, p. 22.
LA MENTALIDAD RACISTA AUN EXISTE Y OBTIENE SU FORTALEZA DEL DARWINISMO...
Muslim News / November / 2000
En la historia humana resultó extremadamente peligroso y destructivo que Darwin retratara a los seres humanos como una especie de animales desarrollados y presentara a algunas razas con un desarrollo aún incompleto y más cercana a los animales. Quienes tomaron como una guía esas suposiciones de Darwin, oprimieron de modo inmisericorde a algunas de ellas, las forzaron a vivir bajo las condiciones más rigurosas e incluso las exterminaron.
Bryan Appleyard, autor del libro »Brave New Worlds - Genetics and Human Experience«, explica la mentalidad tiránica que subyace en el racismo y cuál es la resultante que produce:
»La cuestión es que una vez que la gente decide que eres una criatura inferior, por la razón que sea, científica o no, la crueldad que se te puede infligir no tiene límites. Y probablemente encuentren totalmente justificado llevar a la práctica ese sentimiento de crueldad, porque entre creer que alguien es un ser humano inferior y creer que es malo, hay sólo un paso. En realidad, algunos pueden generalizar este punto y llegar a insistir en que todos los seres ‘inferiores’ son peligrosos porque amenazan la vida o salud de toda la raza humana. Entonces pueden defender la esterilización, las restricciones en las uniones matrimoniales e incluso el asesinato para evitar la amenaza de la pérdida de la integridad de la especie«42.
Sin embargo, todos los seres humanos son creados iguales. Cada uno de ellos fue y es creado por Dios. El Corán expone así la creación de los seres humanos:
Que ha hecho bien todo cuanto ha creado y ha comenzado la creación del hombre de arcilla —luego se ha establecido su descendencia de una gota de líquido víl (el líquido seminal)—; luego le ha dado forma armoniosa e infundido en él de Su Espíritu. Os ha dado el oído, la vista y el intelecto. ¡Qué poco agradecido sois! (Corán 32:7-9)
Como revelan los versículos mencionados, los seres humanos llevan el alma que Dios les inspiró. Todo ser humano, sin ningún tipo de diferencia, piensa, siente, ama, sufre, experimenta y percibe el cariño, el afecto y la compasión. También todo ser humano percibe la tiranía, el desprecio y lo inconveniente. Por estas razones, quienes debido a esas historias crean que las personas de otras razas son personas semidesarrolladas y entonces las maltratan, ofendiéndolas, oprimiéndolas o explotándolas, aunque más no sea a una sola de ellas, al igual que quienes defienden esas prácticas mediante las falsas teorías y evidencias que presentan, cometen, en su ignorancia, un gran pecado.
En nuestra época existen culturas de sociedades relativamente poco desarrolladas. Se trata de gente que tiene todas las características humanas pero carecen de esos criterios que, desde el ángulo técnico y cultural, gobiernan generalmente el mundo. Por razones climáticas viven en las condiciones ambientales naturales. O viven en comunidades aisladas de la sociedad mundial en general y desarrollaron culturas muy distintas. Pero en cada una de esas personas están presentes todos los rasgos, costumbres y hábitos comunes al género humano. Quienes tienen planes ocultos o ven una ventaja en el racismo, abrazan con entusiasmo la teoría de Darwin y aceptan que algunos seres humanos son distintos y miembros de una raza inferior e incluso animales. Y esa visión llega hasta nuestros días a través de gente que oprime y desprecia como »retrógradas« a otras personas y comunidades, sobre la base de que »no han evolucionado suficientemente«.
Sin embargo, Dios prohibe absolutamente el racismo. Dios creó a todos los seres humanos y les dio colores de piel e idiomas distintos. Esto es un indicio de la destreza y la variedad en la creación de Dios:
Y entre Sus signos está la creación de los cielos y de la tierra, la diversidad de vuestras lenguas y de vuestros colores. Ciertamente, hay en ello signos para los que saben. (Corán 30:22)
A los ojos de Dios la única superioridad reside en la condición de la persona, es decir, de si se abstiene o no de todo tipo de pecado, rebelión, degeneración y desviación, con lo que la superioridad moral la deriva de su piedad. Si no es por la piedad, ningún ser humano puede ser superior a otro, cualesquiera sean las características de sus otros aspectos. Dios revela eso en el siguiente versículo:
¡Hombres! Os hemos creado de un varón y de una hembra y hemos hecho de vosotros pueblos y tribus, para que os conozcáis unos a otros. Para Dios, el más noble de entre vosotros es el que más Le teme. Dios es omnisciente, está bien informado. (Corán 49:13)
7.- A. E. Wilder-Smith, Man's Origin Man's Destiny, The Word for Today Publishing, 1993, p. 166.
8.- Charles Darwin, The Descent of Man, 2nd edition, New York, A. L. Burt Co., 1874, p. 178.
9.- Charles Darwin, The Descent of Man, 2nd edition, New York, A. L. Burt Co., 1874, p. 171.
10.- Godfrey Lienhardt, Social Anthropology, Oxford University Press, p. 11.
11.- Benjamin Farrington, What Darwin Really Said, London: Sphere Books, 1971, pp. 54-56.
12.- James Ferguson, "The Laboratory of Racism", New Scientist, vol. 103, (September 1984, p. 18).
13.- Lalita Prasad Vidyarthi, Racism, Science and Pseudo Science, Unesco, France, Vendme, 1983, p. 54.
14.- David N. Menton, Ph. D. The Religion of Nature: Social Darwinism, St. Louis Metro Voice, September 1994, Vol. 4, N 9.
15.- Stephen Jay Gould, Ever Since Darwin, W. W. Norton and Company, New York, 1992, p. 217.
16.- Stephen Jay Gould, Ever Since Darwin, W. W. Norton and Company, New York, 1992, p. 220.
17.- Alaeddin Senel, Irk ve Irkilik Dsncesi (La Idea de Raza y Racismo), Ankara: Bilim ve Sanat Yayinlari, 1993, pp. 67-68.
18.- Thomas Gossett, Race: The History of an Idea in America, Dallas: Southern Methodist University Press, 1963, p. 81 citado en Alaeddin Senel, Irk ve Irkilik Dsncesi (La Idea de Raza y Racismo), Ankara: Bilim ve Sanat Yayinlari, 1993, p. 68.
19.- Jacques Attali, 1492, Libraire Arthme Fayard, 1991, p. 197.
20.- Franois de Fontette, Le Racism, 6th ed. Press-es Universitaires de France, 1988, pp. 40-41.
21.- James Joll, Europe Since 1870: An International History, Penguin Book, Middlesesx, 1990, pp. 102-103.
22.- Kenneth J. Hs, respuesta a un comentario sobre "Darwin's Three Mistakes", Geology, vol. 15, April 1987, p. 377.
23.- Sleyman Kocabas, Hindistan Yolu ve Petrol Ugruna Yapilanlar: Trkiyeve Ingiltere (El Camino a la India y lo Que se Ha Hecho en Consideracin del Petrleo: Turqua y Gran Bretaa), 1.baski, Istanbul, Vatan Yayinlari, 1985, p. 231.
24.- Francis Darwin, The Life and Letters of Charles Darwin, Vol. I, 1888. New York D. Appleton and Co., 1896, pp. 285-286.
25.- Henry M. Morris, The Long War Against God, Baker Book House, 1989, p. 70.
26.- Henry M. Morris, The Long War Against God, Baker Book House, 1989, p. 71.
27.- Thomas Gossett, Race: The History of an Idea in America, Dallas: Southern Methodist University Press, 1963, p. 188.
28.- Alaeddin Senel, Irk ve Irkilik Dsncesi (La Idea de Raza y Racismo), Ankara: Bilim ve Sanat Yayinlari, 1993, pp. 85-90.
29.- Henry Fairfield Osborn, "The Evolution of Human Races", Natural History, April 1980, p. 129 - reimpreso del nmero de January/February 1926.
30.- Franois de Fontette, Le Racism, 6th ed. Press-es Universitaires de France, 1988, p. 101.
31.- Franois de Fontette, Le Racism, 6th ed. Press-es Universitaires de France, 1988, p. 105.
32.- Jani Roberts, How New-Darwinism Justified Taking Land From Aborigines and Murdering Them in Australia, http://www.gn.apc.org/inquirer/ausrace.html
33.- Jani Roberts, How New-Darwinism Justified Taking Land From Aborigines and Murdering Them in Australia, http://www.gn.apc.org/inquirer/ausrace.html
34.- Jani Roberts, How New-Darwinism Justified Taking Land From Aborigines and Murdering Them in Australia, http://www.gn.apc.org/inquirer/ausrace.html
35.- Creation ex Nihilo, Vol. 14, N 2, March-May 1992, p. 17.
36.- Philadelphia Daily News, 28 Aprol 1997.
37.- Philips Verner Bradford, Harvery Blume, Ota Benga, The Pygmy in the Zoo, Canada, October 1993, p. 267.
38.- Philips Verner Bradford, Harvery Blume, Ota Benga, The Pygmy in the Zoo, Canada, October 1993, p. 267.
39.- Philips Verner Bradford, Harvery Blume, Ota Benga, The Pygmy in the Zoo, Canada, October 1993, p. 266.
40.- Philips Verner Bradford, Harvery Blume, Ota Benga, The Pygmy in the Zoo, Canada, October 1993, p. 264.
41.- Philips Verner Bradford, Harvery Blume, Ota Benga, The Pygmy in the Zoo, Canada, October 1993, p. 259.
42.- Bryan Appleayard, Brave New Worlds - Genetics and Human Experience, Harper Collins Publishers, London 1999, pp. 49-50.