Herbert Spencer
La única manera de evitar que esos desastres perjudiquen nuevamente a la humanidad es que la gente viva con fe en Dios y en la otra vida, sin olvidar que tendrán que rendir cuentas de todo lo que hacen. De ese modo, a la luz del Corán —enviado por Dios a todos los pueblos—, poseerán las buenas cualidades morales ordenadas en el mismo, como el amor, la compasión, la misericordia y la piedad.
El término capitalismo significa la soberanía del capital, un sistema económico libre y sin restricciones basado totalmente en el beneficio y donde la gente compite en el marco de esos criterios. En el capitalismo hay tres elementos importantes: el individualismo, la competencia y la realización de un beneficio. Al capitalismo le resulta importante el individualismo porque la gente se ve a sí misma no como parte de una sociedad sino como »individuos« que están solos, parados sobre sus dos pies, y deben obtener lo necesario por su propio esfuerzo. La »sociedad capitalista« es el terreno, como lo describió Darwin, donde cada uno compite con los demás bajo condiciones muy duras y brutales, donde solamente sobreviven los más fuertes, donde los débiles y desprotegidos son eliminados y aplastados y donde domina la competencia despiadada.
De acuerdo a la lógica en la que se basa el capitalismo, cada elemento individual —una persona, una empresa o una nación— debe combatir solamente por el logro de su propio desarrollo y ventajas. El criterio más importante en esta guerra es la producción. Los mejores productores sobreviven, los débiles e incompetentes son eliminados y desaparecen. En este modelo no se tiene en cuenta que los eliminados en esa lucha tan amarga, los que son aplastados y se sumergen en la pobreza son, precisamente »seres humanos«. En este modelo a lo que se presta una atención especial es al desarrollo económico, a las mercancías, no a los seres humanos. A eso se debe que las personas con mentalidad capitalista no sientan ninguna obligación ética o problema de conciencia respecto a la falta de protección de los que viven en grandes dificultades, a quienes pisotean al usar sus cabezas como peldaños en la trepada hacia ambiciones siempre crecientes. Este es el darwinismo llevado a la práctica en la sociedad, en el plano económico, en toda su plenitud.
Los principales teóricos del darwinismo social estructuran un soporte »filosófico« y »científico« para el capitalismo al proponer que es necesario impulsar la competencia en todas las áreas de la sociedad y no proveer ningún tipo de oportunidades o apoyo a los débiles, en cualquier plano, desde el de la salud al económico. Por ejemplo, según Tille, uno de los primeros representantes de la mentalidad capitalista-darwinista, es un gran error intentar prevenir la pobreza por medio de ayudar a »las clases derrotadas«, puesto que ello significa interferir con la selección natural producida por la evolución119.
En la visión de Herbert Spencer —el principal teórico del darwinismo social y quien introdujo los principios darwinistas en el análisis de la vida social—, si alguien cae en la pobreza se debe a sus propios errores y nadie debe ayudarle a reponerse. Si alguien es rico se debe a sus propias condiciones, aunque la riqueza haya sido adquirida por medios inmorales. En consecuencia, el rico sobrevive y el pobre desaparece: este es el criterio que prevalece casi totalmente en nuestros días, criterio que es un resumen de la »moralidad« capitalista-darwinista.
Spencer, quien defendía esa »moralidad«, en su obra »Estadística Social« (1850) se opone a todos los sistemas de ayudas estatales, a la medicina preventiva, a las escuelas públicas y a la vacunación obligatoria, porque según el darwinismo social el orden social surge del principio de supervivencia del más fuerte. Apoyar al débil y permitirle sobrevivir resulta en el quebrantamiento de dicho principio. El rico es rico porque está mejor conformado o preparado. Algunas naciones sobreviven a otras porque son superiores. Algunas razas caen bajo el yugo de otras porque éstas son más inteligentes. Spencer aplicó esa doctrina a las sociedades humanas de modo radical: »Si (las sociedades) son suficientemente aptas para vivir, vivirán, y está bien que sea así. Si no son lo suficientemente aptas, morirán, y es mejor que mueran«120.
Graham Summer, profesor de Política y Ciencias Sociales en la universidad de Yale, era un vocero del darwinismo social en los EEUU. En uno de sus escritos resumió lo que pensaba sobre las sociedades humanas:
»...para elevar algo debemos apoyarnos en algún lugar (en el que se ejercerá una presión hacia abajo) y realizar una fuerza hacia arriba. En lo social eso significa que para elevar a una persona empujamos a otra hacia abajo«121.
Richard Milner, jefe editor de »Natural History Magazine«, revista del Museo Norteamericano de Historia Natural de Nueva York, escribe:
»Uno de los principales voceros del darwinismo social, William Graham Summer de Princenton, pensaba que los millonarios más importantes eran los individuos más aptos en la sociedad y que merecían los privilegios que poseían. Resultaban naturalmente seleccionados en el crisol de la competencia«122.
De lo expresado se puede ver que el darwinismo social usó la teoría de la evolución de Darwin para explicar y defender »científicamente« las sociedades capitalistas. Como consecuencia de ello los seres humanos empezaron a perder esos conceptos introducidos por la religión, como los de filantropía, asistencia solidaria y cooperación, virtudes que fueron reemplazadas por el egoísmo, la bellaquería y el oportunismo. Según uno de los distinguidos teóricos del darwinismo social, el profesor norteamericano E. A. Ross, »La devoción cristiana por la caridad, considerada una gracia, ha formado un escudo protector bajo el cual los idiotas y cretinos se han colocado y procrean«. También dice Ross: »El estado reúne a los sordomudos bajo su protección, motivo por el cual está en proceso de formación una raza de los mismos«. Ross rechaza todas esas actitudes de protección a los disminuidos físicos y mentales argumentando que evitan el proceso de evolución natural y dice que »El camino más corto para hacer de este mundo un paraíso es permitir que esa gente apresure su marcha al infierno«123.
Como seguimos viendo, el darwinismo constituye el fundamento filosófico de todos los sistemas económicos capitalistas, en base a los cuales se modelan todos los sistemas políticos afines.
Esa es la razón por la que los principales sostenedores del darwinismo social fueron y son los dueños del capital. La aparición de los »poderosos« por medio de pisotear al débil y la ejecución de políticas económicas absolutamente alejadas de sentimientos de piedad, solidaridad y compasión, son cosas que dejaron de ser condenables puesto que ese tipo de comportamiento pasó a ser aceptado en función de la »explicación científica« y de »las leyes de la naturaleza«.
Según Richard Hofstader, autor de »El Darwinismo Social en el Pensamiento Norteamericano«, el magnate de los ferrocarriles del siglo XIX, Chauncey Depew, aseguró que quienes obtenían fama, fortuna y poder en la ciudad de Nueva York representaban la supervivencia del más apto a través de la »mayor capacidad, previsión y adaptabilidad«124. Otro barón de los ferrocarriles, James J. Hill, sostuvo que »la riqueza de las compañías ferroviarias está determinada por la ley de la supervivencia del más apto«125.
Andrew Carnegie, otro propietario de un capital inmenso en los EEUU, expresa en su biografía la creencia en la evolución: »He descubierto la verdad de la evolución«126. También dijo:
»La (ley de la competencia) está presente. No podemos evadirla. No se ha encontrado nada que la sustituya. Y aunque a veces pueda ser dura para los individuos, es lo mejor para la raza porque asegura la supervivencia del más apto en cada lugar«127.
El científico evolucionista norteamericano Kenneth J. Hsü revela la forma de pensar de los principales capitalistas norteamericanos en su artículo los »Tres Errores de Darwin«:
«El darwinismo también fue usado, en Inglaterra y los EEUU, en defensa del individualismo competitivo y su corolario económico, el capitalismo de mercado libre sin ningún tipo de interferencia del estado. Andrew Carnegie escribió que “la ley de la competencia, afable o no, está presente, no podemos evadirla”. Rockefeller fue un paso más allá cuando afirmó que “el desarrollo de las grandes empresas se trata simplemente de la supervivencia del más apto; se trata simplemente del cumplimiento de una ley de la naturaleza”.« »128.
Resulta sumamente interesante que organizaciones como Rockefeller Foundation y Carnegie Institution —creadas por esas grandes dinastías capitalistas— hayan dado importantes apoyos financieros para la investigación del evolucionismo.
De lo explicado hasta ahora se puede extraer que el capitalismo arrastró a los seres humanos a adorar solamente el dinero y el poder que deviene de él. Dado que las sociedades influenciadas por las sugerencias evolucionistas consideran absolutamente nulos todos los tipos de valores éticos y religiosos, dan importancia al poder material y se apartan de sentimientos como los de compasión, misericordia y sacrificio.
Esa »moralidad« capitalista es la que actualmente domina en casi todas las sociedades. Es por eso que se niega la caridad al pobre, desprotegido y tullido, no se los cuida o ampara; y si se enferman seriamente, no encuentran ninguna persona u organización que los ayude a recuperarse o los asista mientras vivan. Simplemente, se los deja morir. En muchos países esa práctica inhumana se aplica frecuentemente de manera brutal a los niños explotados laboralmente, pues no cuentan con ningún derecho en la materia que los proteja.
El motivo por el que hoy día países como Etiopía caen víctimas de la sequía y el hambre es precisamente esa »moralidad« capitalista. Son abandonados a la pobreza y a la inanición, a pesar de que pueden ser ayudados por distintos estados.
Otro rasgo de la sociedad capitalista es la forma en que apaña la desigualdad en su seno. En las sociedades capitalistas cada vez se amplía más la brecha entre pobres y ricos: los pobres se hacen más pobres y los ricos más ricos. La existencia de millones de personas sin vivienda o en las condiciones más inhumanas, incluso en los EEUU, el país más desarrollado del mundo, es el resultado de la »moralidad« capitalista. Por supuesto, la sociedad norteamericana es suficientemente rica como para proteger, si quisiese, a toda su población y darle trabajo. Pero debido a que la mentalidad prevaleciente no es ayudar a los pobres sino abusar de ellos, pisotearlos, para la obtención de mayores ganancias, no pueden salir de esa condición y no se les ofrece ninguna solución. Ese es el resultado de la puesta en práctica de los supuestos del darwinismo social, los cuales expresan, entre otras cosas, que »con el objeto de elevarse en la escala social tiene que haber escalones por donde subir«. (Es decir, las cabezas de los pisoteados de modo inmisericorde).
En esta coyuntura hay que prestar atención a algo importante: a lo largo de toda la historia siempre hubo sociedades donde los pobres y débiles fueron pisoteados, donde solamente fueron importantes las cosas materiales y donde el egoísmo y el fraude fueron vistos como la única vía para volverse ricos. En el pasado también hubo gente que pensaba que la posesión de cosas materiales y el interés por ellas era lo único que valía la pena. Lógicamente, esa idea estaba totalmente alejada de cualquier moral satisfactoria. Pero a partir de la segunda mitad del siglo XIX las personas con esos criterios entraron en un período muy distinto. Durante los últimos 150 años las personas y sociedades que pensaban así dejaron de ser condenadas o criticadas como antes. Ese comportamiento insensible e inhumano empezó a ser aceptado finalmente como una ley de la naturaleza. Es decir, el darwinismo se había vuelto una religión falsa que justificaba la inmoralidad y la impiedad.
Robert E. D. Clark explica esto:
»El evolucionismo, en resumen, dio tregua a la conciencia de los hacedores del mal. Ya no se podía criticar el comportamiento más inescrupuloso hacia el competidor; lo malo podía ser llamado bueno«129.
En »Evolución o Creación« escribió H. Enoch:
«El profesor J. Holmes dice que “el darwinismo aplicaría consecuentemente el criterio de favorable a todo lo que ayuda a la supervivencia...”. Eso es la ley de la jungla, donde “lo correcto es el uso de la fuerza” y donde el más apto sobrevive. Se trate del fraude o la crueldad, de la cobardía o el engaño, todo lo que capacite para sobrevivir es bueno y correcto tanto para al individuo como para la sociedad»130.
Como seguimos viendo, la ausencia de religión, y el darwinismo que inspiró esa situación, es lo que se halla como fundamento de todas las personas, sistemas e ideologías que han traído al mundo dolores, penurias, dificultades y desesperanza, especialmente en los últimos 150 años. Quienes pensaban y piensan que es posible proteger los intereses particulares en un entorno de egoísmo y brutalidad producidos por la carencia de religión, vieron y ven al darwinismo como una concepción salvadora. Adoptaron y adoptan como filosofía para sus vidas la tesis darwinista que dice que »el débil desaparece, el fuerte vive«.
Quienes pensaban que estaban preparando una gran trampa para toda la humanidad, en realidad la estaban preparando para sí mismos, aunque no fuesen conscientes. Porque independientemente de cuanto luchen para sobrevivir y seguir viviendo, en realidad es solamente un Juez, un Amo, un Señor el que decide el destino de ellos, de todo el mundo, de todas las cosas que intentan poseer, así como de los líderes a los que se vinculan o ideologías o »ismos« en los que creen. Dios es el único Juez y Autoridad, aunque algunos se creen con dichas cualidades debido a ciertos atributos temporales concedidos por El a los seres humanos, o debido a lo que obtienen por medio de la brutalidad y oprimiendo a otros. Las riquezas, capacidades y poder que los seres humanos creen que obtienen por medio de su propio esfuerzo, son cosas que en realidad se las da Dios para probarlos. Independientemente de lo que puedan creer ciertas personas que están en el campo de batalla donde se elimina al débil y el fuerte es el conquistador, la verdad es que cada uno de nosotros vive la prueba a la que lo somete Dios, Quien revela esto en un versículo sagrado:
Hemos adornado la tierra con lo que en ella hay para probarles y ver quién de ellos es el que mejor se porta. (Corán 18:7)
Quienes piensen que han ganado lo que poseen como resultado de la »lucha por la supervivencia«, sentirán un dolor desgarrador y un gran pesar que nada podrá aliviar al enfrentarse con la realidad en la otra vida y ver cuan vacíos, inútiles y frívolos eran los conceptos que sostenían:
Los moradores del Jardín llamarán a los moradores del Fuego: “Hemos encontrado que era verdad lo que nuestro Señor nos había prometido. Y vosotros, ¿habéis encontrado si era verdad lo que vuestro Señor os había prometido?” “¡Sí!”, dirán. Entonces, un voceador pregonará entre ellos: “¡Que la maldición de Dios caiga sobre los impíos, que desvían a otros del camino de Dios, deseando que sea tortuoso, y no creen en la otra vida!”... Y los moradores de los lugares elevados llamarán a hombres que reconozcan por sus rasgos distintivos. Dirán: “Lo que habéis acumulado y vuestra altivez no os han servido de nada... (Corán 7:44-5, 48)
En cambio, los que no han sido influenciados por pensamientos darwinistas-capitalistas y no han olvidado la razón por la que están en este mundo ni la existencia de Dios, son los que ven a los demás seres humanos como individuos creados por Dios. Siguiendo las instrucciones de Dios, siempre tratan a los demás bondadosamente, con afecto y comprensión, y se esfuerzan todo lo posible por ayudarlos a eliminar todos sus temores y dificultades. Siempre usan palabras agradables, atienden al huérfano, socorren al enfermo y al incapacitado y cuidan a todos ellos. Quienes se comportan así evitan el pecado, cumplen con Dios según indica el Corán y son los de más méritos a los ojos del Creador: no dan ninguna importancia a la riqueza, a la raza, al color de la piel, a la clase social y a los criterios que son puras invenciones humanas desconectadas de la religión de Dios.
119.- Alaeddin Senel, Irk ve Irkilik Dsncesi (La Idea de Raza y Racismo), Ankara: Bilim ve Sanat Yayinlari, 1993, p. 61.
120.- Herbert Spencer, Social Status, 1850, pp. 414-415.
121.- "The Challenge of Facts and Other Essays", como est citado en Mason Drukman, Community and Purpose in America, Dallas: Southern Methodist University Press, 1963, p. 170.
122.- R. Milner, Encyclopedia of Evolution, 1990, p. 412.
123.- Thomas F. Gosset, Race: The History of and Idea in America, Dallas: Southern Methodist University Press, 1963, p. 170.
124.- Chauncey Depew, My Memories of Eighty Years, New York, 1922, pp. 383-384.
125.- James J. Hill, Higways of Progress, New York, 1910, pp. 126, 127.
126.- Andrew Carnegie, "Autobiography", Boston 1920, p. 327, citado en Richard Hofstadter, Social Darwinism in American Thought, Boston: Beacon Press, 1955, p. 45.
127.- Andrew Carnegie, "Wealth", "North American Review 148", 1889, pp. 655-657, citado en Richard Hofstadter, Social Darwinism in American Thought, Boston: Beacon Press, 1955, pp. 45-46.
128.- Kenneth J Hs, "Darwin's Three Mistakes", Geology, vol. 14, June 1986, p. 534.
129.- Bolton Davidheiser, W. E. Lemmerts (ed.) Scientific Studies in Special Creationism, 1971, pp. 338-339.