El Corán recalca con frecuencia el concepto de sabiduría. Esta cualidad es exclusiva y distintiva de los creyentes. Sin embargo, la gente utiliza los términos sabiduría e inteligencia como si fueran intercambiables y por tanto confunden a menudo la diferencia que existe entre ellos al asumir, erróneamente, que las personas inteligentes son sabias. Pero la sabiduría es algo que Dios únicamente garantiza a los creyentes. Capacita a las personas a analizar y comprender un tema determinado acertadamente, de modo que puedan identificar la verdadera naturaleza del problema y deducir la solución más viable y apropiada. Al contrario que el sentido común, la sabiduría no está ligada a la inteligencia; más bien, es el resultado de la firmeza de nuestra fe. En muchas aleyas, Dios se refiere a los incrédulos como “gente carente de sabiduría”.
La inteligencia de una persona se pone de manifiesto cuando reacciona ante sucesos inesperados y situaciones complicadas. Al comparar las reacciones de quienes no cuentan con una comprensión profunda de la existencia de Dios, y por tanto carecen de sabiduría, con las reacciones de quienes tienen una fe firme observamos la diferencia que existe. Cuando se enfrentan a acontecimientos repentinos, los creyentes permanecen comedidos y utilizan su sabiduría para sugerir soluciones rápidas y viables, independientemente de la complejidad de la situación. Una postura tan prudente es el resultado de conocer el Corán (que Dios reveló como un “criterio de discernimiento entre el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto”) y de vivir según sus mandatos.
Todo el mundo puede dar soluciones cuando se enfrenta a situaciones que demandan un estado de alerta y sabiduría, y por tanto prevenir un posible daño. Sin embargo, ninguna solución resulta tan certera y duradera como las que proporciona el Corán, puesto que fue revelado por Dios, el Omnisciente. Los creyentes que observan el Corán se han aferrado a "el manual más seguro, que nunca se romperá”, y que logra los resultados deseados en todos sus asuntos.
En el siguiente capítulo, haremos hincapié en las sabias medidas del Corán, que están destinadas a guiar a los creyentes.
Ser capaz de pensar en un sentido amplio antes de iniciar una tarea, evaluando por adelantado sus posibles fases y estimando las situaciones probables y los resultados que puedan surgir, es un indicio de sabiduría. Las personas que carecen de ella no llegan a considerar unos temas tan sutiles y no sopesan los pros y los contras antes de tomar una decisión o de poner en marcha una iniciativa. A menudo tales descuidos ocasionan resultados indeseados e inesperados.
El modo en que el profeta Abraham (sa) difundía el mensaje a su pueblo es un ejemplo típico del talento único y admirable de los creyentes a la hora de pensar. Su pueblo, que adoraba a ídolos tallados en piedra, insistía en seguir con sus creencias idólatras incluso aunque no estaban plenamente convencidos de que fuesen verdad. Por tanto, el profeta Abraham (sa) decidió emplear otro método y puso en práctica un plan que constaba de varias etapas.
Con el fin de probar a su pueblo que esos ídolos no eran más que trozos de piedra, decidió romperlos en pedazos. Pero antes de hacerlo, siguió un método bien pensado y se aseguró de que nadie lo viese cuando llevase a cabo su plan. Su método se relata como sigue:
(89) Y dijo: “Estoy enfermo”. (90) Y dieron media vuelta, apartándose de él. (Corán, As-Saffat (Los Alineados en Filas)37:89-90)
Tal y como revela la aleya, tan pronto como anunció que se encontraba enfermo, la gente que le rodeaba se apartó de él inmediatamente y le dejó solo con los ídolos. El resto de la historia sigue así:
(57) Y [añadió para sí:] "¡Por Dios, que he de ingeniármelas para destruir vuestros ídolos tan pronto como os deis media vuelta y os marchéis!" (58) Y luego rompió en pedazos aquellos [ídolos, todos] excepto el más grande que tenían, para que [pudieran] volverse a él. (Corán, Al-Anbiya’ (Los Profetas) 21:57-58)
El profeta Abraham (sa) rompió todos los ídolos de piedra excepto uno, al cual su pueblo atribuía un gran poder y adoraba. Al rato, se le acercó una multitud furiosa:
(62) [Y cuando vino, le] preguntaron: "¿Has hecho tú esto con nuestros dioses, Oh Abraham?" (63) Respondió: "¡Qué va; lo hizo éste, el más grande de ellos: pero preguntadles [vosotros mismos] –si es que pueden hablar!" (64) Y se volvieron unos contra otros, diciendo: "Ciertamente, sois vosotros quienes estáis siendo injustos." (Corán, Al-Anbiya’ (Los Profetas) 21:62-64)
Considerando en conjunto las aleyas mencionadas se observa que el profeta Abraham (sa) llevó a cabo un plan que constaba de varias etapas de modo muy sabio y juicioso. Como resultado, logró el objetivo que deseaba. De hecho, su pueblo idólatra llegó a entender que el único ídolo que les quedaba no tenía poder para ayudarles. Este ídolo, como todos los demás que estaban rotos, era simplemente un trozo de piedra que no podía ver, oír ni hablar. Y, lo más importante, no podían protegerse a sí mismos. En realidad, éste era el mensaje del profeta Abraham (sa) a su pueblo: Abandonad el culto a las piedras y volved a Dios, el Creador del universo.
El profeta Abraham (sa) analizó las posibilidades que podrían surgir y así logró el resultado deseado. Este ejemplo, junto con muchos otros parecidos que hay en el Corán, pone de manifiesto que considerar las situaciones que rodean a una persona y la psicología de la gente resulta bastante eficiente para lograr el fin deseado. Los creyentes que cuentan con sabiduría tienen en cuenta las fases subsiguientes de una tarea y consideran minuciosamente los factores que les pueden conseguir un éxito a largo plazo. Entretanto, las medidas que adoptan, basadas en el Corán, así como cualquier iniciativa que pongan en práctica por un buen motivo, no les causarán ningún daño en una etapa posterior.
Antes de que el profeta Moisés (sa) fuese a comunicar el mensaje a Faraón, le pidió a Dios que permitiera que su hermano Aarón (sa) le acompañase, como leemos en:
(29) y nombra, de entre mi gente, a uno que me ayude a llevar mi carga: (30) Aarón, mi hermano. (31) ¡Refuérzame con él, (32) y hazle partícipe de mi misión, (33) para que [juntos] alabemos mucho Tu infinita gloria (34) y Te recordemos sin cesar! (35) ¡Ciertamente, Tú ves dentro de Nosotros!" (Corán, Ta Ha (Oh Hombre) 20:29-35)
Como deja claro la aleya, encontrar un compañero digno de confianza es una decisión acertada cuando uno se enfrenta a una tarea importante. De hecho, Dios atendió a su súplica. La aleya siguiente hace énfasis en los beneficios físicos y espirituales de contar con la compañía de un acompañante:
(35) Dijo Él: "Fortaleceremos tu brazo con tu hermano, y os dotaremos a ambos de poder, de forma que no podrán tocaros: ¡gracias a Nuestros mensajes, vosotros dos y quienes os sigan seréis los vencedores!" (Corán, Al-Qasas (La Historia) 28:35)
Si los creyentes adoptan este método, se pueden ayudar uno a otro si alguno de ellos fracasa o comete un error. Además, es un hecho probado que resulta más fácil que dos creyentes mantengan sus mentes ocupadas recordando a Dios, puesto que pueden recordarse esta obligación mutuamente cuando la mente de uno de los dos empieza a vagar. Éste es otro secreto revelado por la aleya.
Por supuesto, existen muchos más beneficios asociados al hecho de contar con un compañero fiable. La compañía de otro creyente garantiza la seguridad de ambos, puesto que si uno no prevé un peligro, puede ser rescatado por el otro, que intenta prevenir posibles riesgos.
En el Corán, Dios jura por algunos temas con el fin de indicar su importancia. Uno de ellos es repartirse el trabajo.
Al jurar por "¡los que distribuyen un mandato [divino]!" (Corán, Ad-Dariyat (Los Vientos Que Arrastran) 51:4), Dios señala los beneficios que conlleva la cooperación. Seguir este consejo y distribuir el trabajo entre los creyentes ahorra tiempo y les capacita para acabar sus tareas más rápido de lo que lo harían si trabajasen solos. De hecho, una tarea que a una persona le pueda llevar unas diez horas, la pueden terminar diez personas en sólo una hora.
Otro beneficio es la mayor calidad del resultado final. En realidad, cooperar permite que cada uno de los que participan se beneficie de la sabiduría, conocimiento, destreza y experiencia de los demás.
Además, cuando varias personas acometen una misma tarea, se minimizan los errores potenciales y el daño que pudiesen surgir si se va deprisa.
Sin embargo, en las sociedades ignorantes, las personas normalmente tienden a acometer una tarea por sí solos, para que no tengan que compartir el mérito con otros, puesto que su objetivo global es monopolizar el aprecio de los demás. Ciertamente, la división del trabajo dificulta este tipo de avaricia y elimina el deseo inherente que tenemos de atribuirnos nosotros solos el mérito del éxito de un proyecto. Después de todo, puesto que este éxito es el resultado de la sabiduría, conocimiento y experiencia de varias personas, ninguno de sus contribuyentes tiene el derecho de alardear o enorgullecerse de él individualmente. En verdad, los creyentes no intentan ser superiores, puesto que sólo están interesados en lograr el favor de Dios.
Repartirse el trabajo tiene otro beneficio: servir a un propósito común y trabajar conjuntamente refuerza la amistad, fraternidad y lealtad entre todos los participantes. Más aún, hace que una persona reconozca lo bueno y las habilidades de otros y abandone la codicia de su propia alma y, a la postre, se vuelva más modesto.
Trabajar conjuntamente para lograr el agrado de Dios hace que los participantes sientan respeto, amor y devoción unos por otros debido a la noble naturaleza que subyace tras dicho trabajo. Cada esfuerzo que hacen para completar una determinada tarea indica su amor y devoción a Dios. Ser conscientes de esto es otro factor que alimenta la fraternidad entre los creyentes.
El Corán afirma que el día es el momento adecuado para el trabajo, mientras que la noche es mejor para el descanso. Dice la aleya siguiente:
Él es quien ha hecho para vosotros la noche para que descanséis en ella, y el día para haceros ver: ciertamente, en esto hay en verdad mensajes para una gente que [está dispuesta a] escuchar. (Corán, Iunus (Jonás) 10:67)
Ciertamente, examinar el cuerpo humano pone de manifiesto que su metabolismo está configurado para descansar por la noche y trabajar durante el día. Cuando se pone el sol, la glándula pineal, que se encuentra en la base del cerebro, empieza a segregar melatonina. Esto hace que estemos menos alerta. Las funciones del cerebro van más lentas, y baja la temperatura del cuerpo. Todas estas reacciones de nuestro cuerpo a la oscuridad al final hacen que disminuya nuestra productividad.
Al amanecer, baja el nivel de melatonina y se activan varias hormonas. La temperatura del cuerpo aumenta y las funciones del cerebro alcanzan su nivel máximo. Estos factores contribuyen a que estemos alerta, atentos y seamos productivos. Estos hechos revelan la sabiduría que se transmite en: "Él es quien ha hecho para vosotros la noche para que descanséis en ella."
El Corán enfatiza la importancia de no compartir información importante con gente malintencionada, a quienes les gusta utilizarla para desviar cualquier bien que vaya dirigido a los creyentes. Por tanto, si esa clase de gente sabe que le va a ocurrir algo bueno a quienes no quieren que le ocurra, sus celos harán que intenten que no les alcance ningún bien.
El Corán nos informa sobre los hermanos del profeta José (sa), que eran de este tipo de personas. Debido a los celos que tenían de él, porque su padre (el profeta Jacob (sa)) lo quería mucho, albergaban un profundo odio hacia su hermano. El profeta Jacob (sa), que estaba al tanto de estos malos sentimientos, aconsejó a José que no compartiera su sueño con ellos, puesto que comprendió que este sueño, que le informaba de que José era un siervo elegido de Dios y bendecido con muchos favores, les enfurecería aún más. Las aleyas dicen así:
(4) He ahí que José habló así a su padre: "¡Oh padre mío! ¡En verdad, he visto [en un sueño] once estrellas, y también al sol y a la luna: los he visto postrados ante mí!" (5) [Jacob] respondió: "¡Oh hijo mío! No cuentes tu sueño a tus hermanos no sea que [por envidia] tramen una intriga contra ti; ¡en verdad, Satán es enemigo declarado del hombre! (6) Pues, [tal como se te ha mostrado en tu sueño,] tu Sustentador te escogerá, y te impartirá cierta comprensión del significado profundo de los acontecimientos, y concederá la medida completa de Su bendición, a ti y a la Casa de Jacob --tal como ya antes la concediera en su medida completa a Abraham y a Isaac. ¡En verdad, tu Sustentador es omnisciente, sabio!" (Corán, Iusuf (José) 12:4-6)
Dios nos aconseja que meditemos sobre este incidente: “Ciertamente, en [la historia de] José y sus hermanos hay mensajes para todos los que buscan [la verdad].”(Corán, Iusuf (José) 12:7).Efectivamente, tener cuidado si estamos rodeados de gente malintencionada y ocultarles información importante es una gran lección que debemos aprender de estas aleyas.
Otra medida sobre la que Dios llama nuestra atención es la necesidad de actuar con prontitud cuando nos enfrentamos a cualquier situación que debamos tratar. En el Corán, Dios nos pone como ejemplo una práctica de nuestro Profeta (saw):
Y [recuerda, Oh Profeta, el día] en que saliste de tu hogar de madrugada para situar a los creyentes en sus puestos de combate. Y Dios fue oyente y omnisciente. (Corán, Al Imran (La Casa de Imrán) 3:121)
Como asegura la aleya, en tiempo de guerra, el Profeta Muhammad (saw) dejó su casa pronto para asignar las tareas a los creyentes y prepararles para lo que les esperaba. Durante 1.400 años, esta práctica de nuestro Profeta (saw) ha guiado y animado a los creyentes.
Alguien que actúa con prontitud gana tiempo para organizarse. Además, una situación inesperada o un retraso no le añade más presión, puesto que tendrá tiempo suficiente para trabajar en ese problema.
No tener prisa proporciona un grado de alivio psicológico al alma, mientras que tener una limitada cantidad de tiempo ocasiona pánico y ansiedad, dos estados mentales que limitan nuestra capacidad de concentrarnos, razonar e idear soluciones apropiadas. Bajo tales circunstancias, resulta inevitable cometer errores y que ocurran accidentes. Por otra parte, tener tiempo suficiente permite que trabajemos con tranquilidad de espíritu y sin presión, dedicando nuestra atención y sabiduría a resolver el problema y, por tanto, nos capacita para tomar la decisión más acertada.
Aunque Dios ha fijado la noche como el momento de la calma, el Corán nos alerta con las palabras de la siguiente aleya:
(1) Di: "Me refugio en el Sustentador del amanecer, (2) "del mal de lo que Él ha creado, (3) "del mal de la oscuridad cuando desciende, (Corán, Al-Falaq (El Amanecer) 113:1-3)
La noche, especialmente cuando está completamente oscuro, limita ciertas capacidades humanas y por ello hace más difícil tomar ciertas precauciones. Por la noche, es más complicado ver los peligros que nos acechan, lo que significa que somos más propensos a ser imprudentes. El factor principal que hay tras este elevado nivel de riesgo es el deseo de los incrédulos cometer maldades al amparo de la oscuridad, que les hace invisibles ante los demás. De hecho, las estadísticas de criminalidad por asesinato, robo y muchas otras actividades ilegales y lesivas revelan que aquellos que las perpetran son más propensos a estar activos desde la medianoche hasta el amanecer.
El Corán también afirma que los incrédulos prefieren dañar a los creyentes durante la noche. Así leemos:
Quieren esconder sus actos de la gente; pero no pueden esconderlos de Dios -porque Él está con ellos cuando conciben en la noche toda clase de opiniones que Él no aprueba. Y en verdad Dios abarca [con Su conocimiento] todo lo que hacen. (Corán, An-Nisa’ (Las Mujeres) 4:108)
En otra aleya, Dios nos informa de una trama urdida por la noche contra el profeta Salih (sa) por los incrédulos que sentían un intenso odio hacia él, y nos recuerda que debemos cuidarnos de tales complots:
[y] que, habiéndose ligado mediante un juramento en el nombre de Dios, dijeron: "¡En verdad, habremos de caer sobre él y la gente de su casa por la noche [y los mataremos a todos]; y luego diremos con aplomo a su familiar más próximo: 'No hemos sido testigos de la matanza de su familia --y, ciertamente, decimos la verdad!'" (Corán, An-Naml (Las Hormigas) 27:49)
Como los creyentes son quienes toman en serio los consejos de Dios y adoptan una actitud racional ante cualquier evento, toman todas las precauciones posibles para asegurarse de que se encuentran a salvo durante la noche. Especialmente cuando viajan, trabajan, o incluso cuando duermen, siguen vigilantes ante cualquier posible peligro. Pero debemos recordar que dicha atención no equivale a angustiarse, puesto que los creyentes tomamos todas las precauciones necesarias y luego confiamos plenamente en Dios.
De las historias que se narran en el Corán sobre profetas que hubo en el pasado, y que continúan sirviendo de modelo de moralidad para todos los creyentes debido a que obedecían los mandatos de Dios, aprendemos que cada profeta iba acompañado de un compañero, especialmente cuando llevaban a cabo una misión importante. Un ejemplo típico es el del profeta Moisés (sa), acompañado de su hermano Aarón (sa). Antes de ir a ver a Faraón, quien sentía un intenso odio hacia él, el profeta Moisés (sa) le pidió a Dios que permitiera que Aarón (sa) le acompañase:
Y mi hermano Aarón --él es de lengua más elocuente que yo. Envíale conmigo, como ayudante, para que dé [elocuente] testimonio de que digo la verdad: pues, temo en verdad que me desmientan." (Corán, Al-Qasas (La Historia) 28:34)
Además, contar con la compañía de otra persona disuade y desalienta a quienes tienen malas intenciones, mientras que estar solo les alienta a permitirse sus malos propósitos.
El viaje del profeta Moisés (sa) y su criado es otro ejemplo:
(60) Y, he ahí, que Moisés [en el curso de sus viajes,] dijo a su criado: "¡No cejaré hasta alcanzar la confluencia de los dos mares, aunque tenga que pasar largos años [en mi búsqueda]!" (61) Pero cuando llegaron a la confluencia entre los dos [mares], se olvidaron por completo de su pez, y este se abrió camino hasta el mar y desapareció de la vista.(Corán, Al-kahf (La Cueva) 18:60-61)
Como afirma la aleya, el profeta Moisés (sa) se beneficia de la compañía de su criado durante su largo trayecto. Ciertamente, esta práctica es una sabia precaución a tener en cuenta, puesto que viajar solo a un lugar remoto con alguien que desconoce la región es, en el mejor de los casos, una dudosa aventura. En este sentido, la guía y el apoyo de otra persona en ambos sentidos, el espiritual y el material, es de gran ayuda cuando uno tiene que hacer frente a las dificultades que es probable surjan durante y después del recorrido.
El Corán relata el viaje del Profeta Muhammad (saw) desde Meca a Medina a modo de ejemplo:
Si no ayudáis al Enviado, entonces [sabed que Dios lo hará --como] Dios le ayudó cuando los que insistían en negar la verdad le expulsaron, [y era tan sólo] uno de dos: y estando esos dos [ocultos] en la cueva, el Enviado le dijo a su compañero: "No te aflijas, pues en verdad Dios está con nosotros." Y entonces Dios hizo descender sobre él Su [don de] paz interior, le asistió con fuerzas que no podéis ver, y echó por tierra la causa de aquellos que insistían en negar la verdad, mientras que la causa de Dios siguió siendo suprema: pues Dios es todopoderoso, sabio. (Corán, At-Tauba (El Arrepentimiento) 9:40)
Aquellos que eran enemigos del Profeta (saw) querían apresarlo y asesinarlo y, en consecuencia, eliminar su influencia sobre sus seguidores. Si el Profeta (saw) hubiese estado solo en condiciones tan arriesgadas y peligrosas, sin duda los idólatras no habrían dudado en aprovechar la oportunidad perfecta para poner en práctica sus malvadas intenciones. Éste es el porqué nuestro Profeta (saw) siempre estaba en compañía de al menos otro creyente. Esta práctica continúa guiando a todos los musulmanes en la actualidad.
Las condiciones a las que se enfrentaron a todos los profetas y sus seguidores durante su lucha con los incrédulos les llevaron a desarrollar un gran sentido de la alerta. Su determinación de vivir según los principios del Islam y de propagar el mensaje de Dios chocó con una enorme hostilidad por parte de las comunidades en que vivían. En algunos casos, esta hostilidad llegó hasta el punto de intentar asesinar a muchos profetas.
Los creyentes saben que todo ocurre porque Dios así lo quiere. Si son atacados, comprenden que hay algo de bueno en ello, puesto que el Corán establece que todo acontecimiento es para bien. Así los creyentes, que no temen a nadie más que a Dios, toman precauciones razonables y estudiadas para hacer fracasar cualquier plan dirigido en su contra.
Una de estas precauciones consiste en hacer de sus casas y pueblos lugares seguros. El Corán nos informa sobre dos litigantes que fueron hasta donde se encontraba el profeta David (sa).
Y aun así, ¿ha llegado a conocimiento tuyo la historia de los litigantes – [la historia de aquellos dos] que saltaron los muros del santuario [donde David estaba rezando]? (Corán, (Sad)38:21)
Esta aleya, que relata cómo buscaban ver al profeta David (sa), también nos proporciona las características de su residencia (la del profeta): debía ser un lugar seguro y protegido rodeado de altos muros y, por tanto, invulnerable a los ataques.
Otra precaución que se menciona en el Corán es colocar a los perros a la entrada de nuestras casas para aumentar nuestra seguridad. Tal y como podemos leer:
Y pensarías que estaban despiertos, aunque dormían. Y les hacíamos volverse a menudo hacia la derecha y hacia la izquierda; y su perro [yacía] en el umbral con las patas delanteras extendidas. Si te hubieras topado con ellos [desprevenido], habrías salido huyendo de ellos, presa del terror que te infundían. (Corán, Al-kahf (La Cueva) 18:18)
Estos jóvenes, que el Corán llama los “jóvenes (o compañeros) de la cueva”, buscaron refugio en una cueva para protegerse del tiránico dictador de su época, quien sentía un profundo odio por la religión. Tal y como nos informan las aleyas, Dios quiso que permanecieran en un sueño profundo durante muchos años. De estas aleyas, deducimos que durante esos largos años colocaron un perro a la entrada de la cueva para garantizar su seguridad.
(94) Dijeron: "¡Oh Bicorne! En verdad, Gog y Magog están corrompiendo esta tierra. ¿Podemos, pues, pagarte un tributo a condición de que levantes una barrera entre ellos y nosotros?" (95) Respondió: "¡Aquello en lo que mi Sustentador me ha establecido es mejor [que lo que vosotros me pudierais dar]; así pues, ayudadme con vuestra fuerza [de trabajo, y] levantaré una muralla entre vosotros y ellos! (96) ¡Traedme piezas de hierro!" Luego, una vez que hubo [armado el hierro y] tapiado el espacio entre las dos laderas, dijo: "¡[Encended un fuego y] aplicad vuestros fuelles!" Luego, cuando consiguió ponerlo [incandescente] como un fuego, [les] ordenó: "¡Traedme bronce fundido para echarlo encima!" (97) Y así [quedó erigida la muralla, y] sus enemigos no pudieron escalarla, ni tampoco perforarla. (Corán, Al-kahf (La Cueva) 18:94-97)
La lección que aprendemos de aquí se explica por sí sola: en vez de tomar precauciones débiles y poco sólidas, Bicorne (Dhu'l-Qarnayn) empleó la más alta tecnología de su época, desde los materiales a los métodos de construcción, para construir una barrera infranqueable para restaurar la seguridad de la comunidad. Como precaución adicional, reforzó la barrera vertiendo bronce fundido sobre ella.
Éste es el nivel de precaución que el Corán proporciona a los creyentes. A la luz de estas recomendaciones, se previene cualquier situación indeseada o adversidad, ya sea grande o pequeña, gracias a la habilidad de los creyentes para idear soluciones y proyectos factibles, sólidos e irreversibles.
Las personas que albergan odio hacia los creyentes o tienen celos de ellos aprovechan cualquier oportunidad para satisfacer dichos sentimientos. Por ello, los creyentes deben frustrar sus ataques.
Dios nos pone sobre aviso sobre lo dicho al relatar la historia del profeta José (sa), cuyos hermanos intentaron asesinarle movidos por los celos que sentían al constatar el amor que su padre sentía por él. Creyeron que, si quitaban a su hermano de en medio, su padre les dedicaría a ellos todo su amor y atención. Para conseguir su objetivo, llevaron a cabo su malévolo plan que se narra en la Sura Iusuf (José):
(11) Acordaron esto; y entonces] hablaron [así a su padre]: "¡Oh padre nuestro! ¿Por qué no quieres confiarnos a José, cuando nosotros, ciertamente, le queremos bien? (12) Deja que salga mañana con nosotros, para que se divierta y juegue: y, ¡en verdad que cuidaremos bien de él!" (13) [Jacob] respondió: "¡Me apena en verdad [pensar] que os lo llevéis con vosotros, pues temo que vaya a devorarlo el lobo en un momento en que estéis descuidados de él!" (Corán, Iusuf (José) 12:11-13)
Como deducimos de las aleyas, el profeta Jacob (sa) sabía lo que sentían sus hijos hacia José (sa) y no aceptó su oferta, temiendo que le pudiese devorar un lobo mientras jugaba fuera. Sus hermanos, que al final se llevaron al profeta José (sa) con ellos, lo arrojaron a un pozo y luego llevaron a su padre su camisa manchada de sangre falsa y le dijeron:
(17) [y] dijeron: "¡Oh padre nuestro! ¡En verdad, nos pusimos a echar carreras, y dejamos a José con nuestras cosas; y entonces el lobo lo devoró! Pero [sabemos que] no vas a creernos aunque lo que decimos es la verdad" --(18) y presentaron su túnica manchada de sangre falsa.(Corán, Iusuf (José) 12:17-18)
Como sostienen las aleyas, los hermanos del profeta José (sa) intentaron justificar su villanía haciendo uso de la inquietud que el profeta Jacob (sa) había expresado con anterioridad. Podemos inferir de las aleyas mencionadas que no debemos dar lugar a que gente malintencionada y capciosa conozca nuestras debilidades.
La negligencia es una característica exclusiva de los ignorantes. De hecho, muchos de sus problemas no se resuelven porque la gente permanece indiferente en este tipo de sociedades. Éste es el porqué mucha gente que vive en ellas sufre a menudo de las consecuencias adversas resultado de la negligencia.
En el Corán, Dios enfatiza la errónea naturaleza de esta actitud, y anima a los creyentes a ser meticulosos en lo referente a tomar diversas medidas.
Según la siguiente aleya, entendemos que considerar todas las alternativas es el comportamiento más adecuado:
Y añadió: "¡Oh hijos míos! No entréis [en la ciudad todos] por la misma puerta, sino entrad por puertas distintas. Pero [aun así,] yo no puedo asistiros en absoluto frente a [lo que haya sido dispuesto por] Dios: la decisión [de lo que haya de ocurrir] está sólo en manos de Dios. En Él he puesto mi confianza: pues, todos los que confían [en Su existencia] deben poner su confianza sólo en Él." (Corán, Iusuf (José) 12:67)
El profeta José (sa) aconsejó a sus hijos, cuando decidieron viajar a Egipto, que entraran en la ciudad por puertas diferentes. En realidad ésta es una medida inteligente, puesto que garantiza la seguridad de la vida y de las posesiones. Si hubiesen entrado por una sola puerta, podrían haber sido vulnerables al peligro. Utilizar la inteligencia, que Dios ha regalado a la humanidad para que pudiésemos decidir cuál es el mejor método para utilizar, es el saber que subyace tras este consejo. Por esta razón, al tomar medidas previsoras obedecemos lo que dice el Corán. Además, estas ocasiones revelan claramente la diferencia entre la sabiduría de los creyentes y la imprudencia de la gente ignorante.
Hay que recordar que todas las medidas que producen resultados duraderos son una forma de oración. De hecho, ningún plan o medida, sin importar lo elaborado que sea, puede evitar lo que Dios ha decretado. El consejo del profeta Jacob a sus hijos refiere este importante hecho:
Pero aunque entraron [en la ciudad de José] de la forma en que les había ordenado su padre, esto no les sirvió de nada en absoluto frente a [el plan de] Dios. [Su petición] sirvió sólo para satisfacer el profundo deseo de Jacob [de protegerles]: pues, ciertamente, gracias a lo que le habíamos impartido, estaba en verdad dotado del conocimiento [de que la voluntad de Dios prevalece siempre]; pero la mayoría de la gente no lo sabe. (Corán, Iusuf (José) 12:68)