Los placeres que los incrédulos se pierden en esta vida 3/3 - Los placeres espirituales perdidos

El amor es una enorme bendición que los incrédulos rechazan

El amor es una de las emociones más profundas e intensas que una persona puede experimentar. También es una de las bendiciones más maravillosas que Dios ha creado en este mundo para los seres humanos. Éstos disfrutan de los regalos materiales y espirituales que Dios ha creado para ellos: bellas vistas, casas confortables, buena música y delicadas comidas. Pero nada de esto se puede comparar a la felicidad que el amor proporciona.

Se requieren ciertas condiciones para disfrutar del amor al máximo. En primer lugar, un individuo debe ser capaz de ver y apreciar las buenas cualidades de los demás. Cuanto más abierta sea la mente y la conciencia de un individuo, más fuerte será su capacidad de amar. Pero el único factor capaz de dotarle de esta capacidad es su fe y temor de Dios. Por tanto, una persona puede experimentar amor dependiendo de la fe y el temor de Dios que tenga; y puede disfrutar de él hasta ese punto.

De igual modo, para querer a otro, esa persona debe poseer cualidades que se puedan amar (y, de nuevo, estas cualidades provienen de la fe y el temor a Dios). Cuanto más profunda sea la fe en Dios de un individuo, y cuanto más le tema, más adorables serán sus cualidades. Esto ocurre porque quien Le teme cuenta con una buena moral y, junto con el temor que Le profesa, desarrolla sentimientos como la misericordia, tolerancia, formalidad, coraje, abnegación, inteligencia y buena conciencia. Todas estas cualidades crean, de manera natural, un profundo y fuerte sentido del amor en el corazón de quien mira con los ojos de la fe. Pero si no se dan estas condiciones (la fe y el temor de Dios), nadie puede experimentar el verdadero amor puesto que carece de la base para sentirlo.

El origen fundamental del amor que los creyentes sienten por los demás está en su amor a Dios. Saber que Él crea el gozo que emana del amor que llena sus corazones hacia los demás (como una manifestación de Sí mismo), es lo que proporciona al amor su profundidad. Sin embargo, como los incrédulos basan su amor en sus ansias de lucro, en realidad no pueden experimentarlo. Sólo quieren a quienes les son útiles, les hacen sentirse a gusto y les hacen favores. Pero dicho cariño descansa en cimientos que se desmoronan y nunca puede llegar a convertirse en el amor sincero que proviene del corazón. En realidad, se aman a ellos mismos más que a los demás y, al creerse mejores que otros, quieren que estos últimos les hagan favores, les protejan y se interesen por ellos.

En tanto en cuanto logren esta clase de atenciones, sienten una especie de amor. Pero con frecuencia este tipo de amor no hace que los demás se sientan felices o queridos, puesto que se trata de algo falso y con el único fin de obtener un beneficio. Al no ser otra cosa que una cortés pretensión en aras de los sentimientos de otros, acaba cuando se logra el propósito que se tenía en mente. Por supuesto, no pueden mostrar un cariño sincero, a pesar de la frecuencia con que expresen su amor. Lo único que saben hacer es articular las estereotipadas palabras y frases acuñadas con tal fin y que se utilizan en determinadas fechas reservadas para celebrar la ocasión. Por el contrario, los creyentes pueden expresar su verdadero amor hacia los demás usando palabras sinceras, emotivas y admirables puesto que la alegría que proporciona el amor está viva en sus corazones. Es más, los creyentes que estiman y honran sinceramente a su amado/a, serán incapaces de decir o hacer algo que haga daño a esa persona. Sobre todo, esta clase de amor no depende de las circunstancias o de esperar alguna recompensa de alguien. El verdadero amor sólo espera la recompensa proveniente de Dios, puesto que su único propósito es lograr Su aprobación.

Los incrédulos piensan que el amor se debilita con el tiempo debido al aburrimiento mutuo y a la pérdida de entusiasmo. Está claro que muchas relaciones acaban así para ellos, puesto que su amor se basa en la falsedad y nunca fue cierto. Para el verdadero amor, el tiempo siempre juega un papel positivo, puesto que hace que cada persona aprecie mejor la compasión, misericordia, generosidad, consideración, abnegación, etc. del otro. Su amor se fortalece con el tiempo, a la vez que su personalidad, juicio moral y actitud caminan hacia la perfección. Para el verdadero amor, no existen ni el aburrimiento ni la frustración, y las buenas apariencias, medios materiales y prestigio son irrelevantes. Lo único importante es la moral de la persona amada. Pero los incrédulos, que todo lo juzgan en términos materiales, sufren una pérdida material cuando esa base se viene abajo.

Los incrédulos no sienten la fe en sus corazones. Por este motivo, viven en un mundo carente de amor y no obtienen placer de las cosas que más alegran al alma humana. Más importante aún, puesto que estas personas no conocen el verdadero amor o cómo amar y ser amados, no experimentarán esta bendición en el paraíso, que es un lugar repleto del amor de Dios. Allí, la gente sabrá cómo amar y experimentará el gozo eterno de ser amado. En el Corán, Dios nos relata las bendiciones que esperan a los creyentes en el Paraíso como recompensa por su buena moral. Una de ellas será un amor apasionado compartido por la persona amada. En las aleyas siguientes, Dios describe cómo es el paraíso:

(15) Estarán sobre lechos de felicidad incrustados de oro,(16) reclinados sobre ellos, unos enfrente de otros.

(17) Serán servidos por jóvenes inmortales (18) con copas, jarras y vasos llenos de un agua de manantiales puros (19)que no nublará sus mentes ni les embriagará; (20)y con fruta de la que elijan, (21)y con la carne de ave que les apetezca.

(22)Y [con ellos estarán] compañeras puras, de hermosísimos ojos, (23)como perlas ocultas.

(24) [Esta será la] recompensa por lo que hicieron [en vida]. (25)No oirán allí conversaciones vanas, ni incitación al pecado, (26)sino nuevas de paz y firmeza espiritual.

(27)Y los que han alcanzado la rectitud --¿qué será de los que han alcanzado la rectitud?

(28)[Se hallarán, también,] entre azufaifos cargados de fruta, (29)y acacias en flor, (30)y una extensa umbría, y aguas que brotan, (32)y fruta en abundancia, (33)que no se agotará ni será difícil de alcanzar.

(34) Y [con ellos estarán sus] esposas, elevadas [en dignidad]: (35)pues, ciertamente, las habremos creado perfectas, (36) resucitándolas como vírgenes; (37)afectuosas, afines en todo (38) a los que han alcanzado la rectitud:
(Corán, 56:15-38)

La pérdida de la lealtad y la fidelidad

Como hemos dicho desde el principio de este libro, los ignorantes basan su comportamiento en sacar todo el provecho que pueden de la vida y de los que les rodean. Este superficial objetivo les lleva a evaluarlo todo según el lucro que obtengan de ello (y por el mismo están dispuestos a sacrificarlo prácticamente todo, incluyendo muchas de las cosas que más quieren y a aquellos que dicen que aman). Por tanto, resulta imposible que esta gente experimente la verdadera lealtad y fidelidad.

En su apasionada lucha por conseguir dinero, posesiones y propiedades, los incrédulos olvidan la importancia de sentir amor, respeto y lealtad. Creen, erróneamente, que las cosas materiales les harán más felices. Sin embargo, como dijimos anteriormente, ninguna de esas cosas le proporcionará la satisfacción que buscan. No importa el respeto, fama y renombre que tengan en la sociedad, y no importa las propiedades ni posesiones de que dispongan, nada de esto puede comprarles la verdadera amistad ni lealtad. Al carecer de estos valores, no pueden tener amigos verdaderos porque siempre se están preguntando cómo deben elegirlos. En vez de hacer amistades que teman y respeten a Dios y sigan la moral del Corán, buscan a quienes puedan beneficiarles y hagan que sean respetados ante sus colegas.

Los que viven en un buen barrio de la ciudad necesitan amigos que vivan en un barrio similar. Deben ser ricos, atractivos y bien parecidos, tener un coche nuevo, provenir de una buena familia, o tener un nombre respetado. Para los que viven en un barrio más modesto, el amigo que buscan debe, al menos, ser respetado allí: debe haberse graduado en una buena escuela, tener una profesión respetable, ser notablemente atractivo y bien parecido, y lo suficientemente fuerte como para asegurarse un tratamiento correcto. Pero ninguna de estas características implica que florezca un sentimiento mutuo de lealtad y fidelidad. Con tales amistades, lo que impera a menudo son las habladurías, la traición y el “sacrificar” a un amigo por obtener un provecho en particular. De igual modo, si un amigo tiene problemas materiales o emocionales y necesita ayuda, esto puede hacer que termine su amistad, dado que nadie quiere echarle una mano puesto que no sacarán partido de ello. Así, lo mejor es dejar de ser amigos y buscar a otro que llene el hueco y que les pueda ser de utilidad.

Podemos observar esta falta de fe en los matrimonios de los incrédulos. A menudo hablan de lo injustamente que han sido tratados a este respecto. Hay tanta infidelidad en las parejas que ya no resulta un hecho sorprendente. Cuando se casan, se prometen ser fieles en lo bueno y en lo malo, que no se dejarán y que se cuidarán y protegerán mutuamente. Pero estas promesas se rompen pronto, y deben buscarse otros modos de asegurarse la fidelidad. Algunos lo hacen a través de contratos prenupciales con el fin de proteger sus posesiones. Para evitar posibles dificultades materiales o emocionales, firman contratos para determinar quién se quedará con qué si deciden divorciarse. Esto pone de manifiesto lo que se estiman uno al otro. Resulta evidente que su amor, respeto y amistad no se basan en la fidelidad ni lealtad, pues desde el principio asumen la posibilidad de que no siempre serán marido y mujer. Una relación tan tambaleante siempre está en peligro de romperse.

A menudo, en su trabajo, tienen ocasión de ser infieles. Para conseguir más dinero, se engañan uno al otro o incluso roban a los demás. Muchos incrédulos se quejan de que han roto una relación de amistad por este motivo y evitan también hacer negocios con la familia. La deslealtad también se observa en el conjunto de la sociedad. Con frecuencia, la sociedad trata a ciertas personas con respeto y aprecio, y éstas tienen el elogio y la adulación de los demás. Pero cuando pierden su utilidad, pierden también su amor y respeto. Podemos encontrar ejemplos de lo dicho prácticamente en cualquier sitio. Se refleja claramente en lugares como orfanatos, residencias de ancianos y clínicas de rehabilitación de adicciones. Cuando los que una vez fueron útiles a los demás, amados y respetados pierden lo que les ha hecho merecedores de ello, incluso sus hijos, nietos y familiares les abandonan. Puede que los padres hayan dedicado mucho tiempo y esfuerzo a criar a sus hijos pero, como no siguen la moral del Corán, estos últimos abandonan a sus progenitores cuando son mayores.

Con el paso del tiempo, la sociedad olvida a los que la han servido bien en campos tales como la política, la cultura o la educación. Durante el periodo escolar, las familias y los estudiantes muestran respeto a los profesores, les obedecen e intentan congraciarse con ellos. Pero tan pronto como acaba la escuela, los alumnos olvidan a sus profesores porque ya no les son de utilidad. Lo que debemos recordar es que la deslealtad e infidelidad que hallamos en los incrédulos es, de hecho, un reflejo de su “moral”.Al conducirse en sus vidas según su propia guía y moral, obtienen la recompensa de no querer a nadie leal y fielmente.

Sin embargo, una sociedad formada por creyentes que siguen la moral del Corán no tiene ninguna de estas preocupaciones. Los creyentes se aman unos a otros sin importar el provecho que obtengan, ni la juventud o salud que se tenga. La única forma de medir su amor es el que los demás sienten por Dios y la moral que siguen. Si cuentan con ambas características, no importa que una persona se vuelva vieja, esté necesitada o no pueda ganar dinero. Los creyentes seguirán tratándola con verdadero amor y respeto. De hecho, la lealtad y fidelidad verdaderas sólo se encuentran si se siguen las enseñanzas morales del Corán. Quienes se quieren por amor a Dios tienen amistades firmes e su amor y respeto permanecen invariables. Sólo ellos pueden comprender el placer que deriva del sentido de lealtad y fidelidad.

La pérdida de la admiración y el respeto por los demás

El respeto indica el amor que las personas sienten unas por otras y el valor que le conceden. Las buenas cualidades que se observan en otros implica que se sienta un mayor respeto hacia los mismos. Pero estas características sólo provienen de seguir la moral del Corán, y sólo se puede conseguir un carácter maduro, fiable y estable bajo cualquier circunstancia si se teme a Dios.

Por supuesto, las sociedades ignorantes tienen un concepto del respeto, pero lo entienden basándolo en algo falso. Los que viven siguiendo criterios de ignorantes muestran respeto y amor hacia los que creen que son superiores a ellos. Si alguien es más rico, respetado, se habla más de él, se deja ver más y tiene un puesto envidiable, ésta es la base del respeto para una sociedad ignorante. Para ella, la moral de una persona, el que realice buenas obras o no y su actitud hacia los demás son cosas sin importancia. Incluso aunque hayan obtenido su riqueza y renombre por medios cuestionables o ilícitos, algunos sectores de la sociedad los tratan con admiración y respeto. Pero no se trata de un respeto y admiración verdaderos, puesto que se basa en cómo creen los demás que pueden obtener un beneficio de ellos.

Desde el comienzo de este libro, hemos enfatizado el hecho de que, como estos individuos rechazan a Dios, no puede apreciar ni la moral, ni el refinado intelecto, ni ninguna otra cualidad admirable de los demás. Por esta misma razón, son incapaces de abrigar ningún sentimiento de amor o admiración natural en sus corazones. Al contrario, les molesta el que, únicamente por obtener un beneficio, deban aparentar respeto por alguien que no les agrada. De hecho, los que no practican una moral religiosa siempre quieren sentirse superiores, respetados y admirados. Quieren tener siempre la última palabra y decirles a los demás lo que tienen que hacer. Y les duele en su orgullo si deben comprometer su ego, aunque sea temporalmente, en aras de algún otro.

Lo importante estriba en que la persona que es falsamente respetada lo sabe. Sabe que el otro, en realidad, no le respeta; pero usa el poder material del que dispone, pretendiendo no darse cuenta, para poder sacar provecho de ese falso respeto.

En cambio, los creyentes, a quienes no les domina la hipocresía, se aman sinceramente por las cualidades morales que observan unos en otros. Por ello, el respeto permanece invariable. El Corán dice a los creyentes que se respeten entre ellos, así que hacen lo que pueden para ponerlo en práctica y obtener la aprobación de Dios. Actúan sabiendo que un falso respeto es inaceptable para Dios y que Él les recompensará según lo que alberguen sus corazones.

Resulta extraño encontrar tal respeto y admiración entre los incrédulos. Algunos individuos son irrespetuosos con sus padres, que les criaron a pesar de las dificultades. Otros muestran una enorme falta de respeto hacia los ancianos con quienes se encuentran por la calle, bien molestándoles o bien riéndose de la debilidad causada por su edad o enfermedades. Sin embargo, Dios aconseja a los creyentes que sean compasivos, dadivosos y respetuosos con los sin techo, los pobres, los presos, los padres y los huérfanos. Así, los verdaderos creyentes hacen todo lo posible por respetar a los mayores y ser pacientes cuando sus padres se ven necesitados y se encuentran débiles a causa de la edad. En el Corán, Dios revela estos mandatos a los creyentes:

pues tu Sustentador ha ordenado que no adoréis a nada excepto a Él.

Y haced el bien a [vuestros] padres. Si a uno de ellos, o a ambos, les llega la vejez estando contigo, jamás les digas "¡Uf!"] ni les riñas, sino háblales [siempre] con respeto,
(Corán, 17:23)

Y adorad [sólo] a Dios y no atribuyáis divinidad, en modo alguno, a nada junto con Él.

Y haced el bien a vuestros padres, a los parientes, a los huérfanos, a los pobres, al vecino que es de vuestra gente y al vecino que es un extraño, al compañero que tenéis al lado, al viajero y a aquellos que vuestras diestras poseen.

En verdad, Dios no ama a quienes, llenos de engreimiento, actúan de forma jactanciosa;
(Corán, 4:36)

No pueden disfrutar del goce de la amistad

Todos buscamos un buen amigo, alguien con quien compartir la felicidad, que nos apoye en los momentos de dificultad y nos ayude a encontrar respuestas a los problemas difíciles. Todos queremos encontrar a alguien que nos ofrezca un amor, lealtad, consideración, comprensión y apoyo incondicionales cuando estemos enfermos o lleguemos a la vejez. Pero como una persona así es difícil de hallar, la mayoría se contenta con tener simplemente un buen amigo.

Por supuesto, encontrar un verdadero amigo es una auténtica bendición.Estos amigos te acompañan en los buenos y malos momentos, quieren para ti lo mismo que para ellos, desean que seas feliz y que tengas lo mejor tanto como lo desean para ellos mismos. En otras palabras, amigos así nunca sienten celos unos de otros. Entre sus cualidades está el deseo de que sus amigos sean felices en ambos mundos. Son francos y honestos unos con otros en lo que se refiere a sus fallos y se muestran como sobreponerse a ellos. La gente a menudo cree que ésta es una actitud hostil; sin embargo, sólo un verdadero amigo es capaz de adoptarla. Quienes sienten rivalidad o envidia hacia otros no les harán ver sus errores a no ser que se vean obligados a ello porque no quieren que los demás sean mejores que ellos. Les elogian diciendo: “Eres muy bueno”, “No cambies” y “Sé siempre así”. Ser un buen amigo implica ser capaz de querer a tus amigos por sus buenas cualidades: su temor y respeto a Dios, sinceridad y buena moral. Únicamente la amistad que cuenta con esta base es duradera. Por esta razón, aunque su deseo sea enorme, los de moral ignorante con frecuencia son incapaces de encontrar buenos amigos. Seguro que has escuchado quejas parecidas a éstas: “Me siento muy solo”, “No tengo ni un solo amigo” y “Todos se han ido y me han dejado en la estacada. Creo que sólo eran mis amigos por interés.”

Las amistades que se basan en la riqueza, belleza, respeto, posición o nivel social nunca son duraderas, puesto que las condiciones varían. Tan pronto como cambia aquello en lo que basaron su amistad, ésta termina. Por ejemplo, los incrédulos se hacen amigos de alguien porque es guapo. Pero si esa persona cambia porque tiene un accidente y necesita que le cuiden, aquí se acabó la amistad. Sin embargo, si su amistad estuviese fundada en el mutuo temor y respeto a Dios, en la fe y en una buena moral, ningún cambio en su aspecto físico podría alterarla. Al contrario, un verdadero amigo sería incluso más compasivo.

Los incrédulos también sufren esta deslealtad en sus propias carnes. Por ejemplo, si pierden su belleza, juventud, salud, riqueza y posesiones, pronto observarán cómo les abandonan los que pensaban que eran buenos amigos. En los buenos tiempos, estaban muy unidos, eran íntimos y prometían ser leales hasta la muerte; pero ahora, los ignoran como si no los conocieran. Por tanto, no tienen a nadie con quien compartir sus problemas, nadie en quien confiar ni pedir consejo ni ayuda. Descubren que sus amigos lo eran sólo por el beneficio que obtenían de serlo.

Sin embargo, los creyentes viven en un ambiente impregnado de fe y del temor a Dios, lo cual hace surgir sentimientos de amor y respeto. Los que no siguen la moral del Corán y, a su vez, son conscientes de la indecorosa moral que les alienta no pueden fiarse ni sentir verdadero amor ni respeto unos por otros. ¿Cómo puedes querer a alguien que sabes que es un mentiroso y un hipócrita y que utiliza a los demás en su propio beneficio? Aunque los trates como amigos íntimos, sabes que su amistad no es sincera porque sus mentes abrigan motivos ocultos. Su modo de vida (producto de su incredulidad) es un verdadero callejón sin salida. Lo saben, y siempre se quejan de lo bueno que han perdido, aunque siguen sin querer buscar la felicidad en la fe o siguiendo la moral del Corán. Nunca solucionarán sus problemas porque buscan soluciones basadas en la incredulidad.

No disfrutan de los placeres que conlleva ser sincero.

Las personas sinceras lo son siempre, aunque los demás no se den cuenta, porque lo que sienten y experimentan en su interior se refleja en el exterior. Son honestos, abiertos y directos, no esconden sus verdaderos pensamientos ni intenciones, muestran su verdadero carácter sin ser calculadores, y se presentan a sí mismos como en realidad son. La sinceridad da paso a la confianza y une a la gente por medio del amor y el respeto. Dios ha creado a los seres humanos para que, si ponen en práctica la moral del Corán, vivan satisfechos, felices y tranquilos. Por tanto, quienes no son sinceros pierden el respeto de los demás y, como resultado, son incapaces de querer o respetar a sus supuestos amigos y allegados. Llevar una vida pública opuesta a lo que es su vida privada, y basar la primera en el engaño, falta de honradez y presunción, genera ansiedad y falsedad incluso a aquellos que consideran amigos íntimos.

Los incrédulos llevan este tipo de vida atormentada por la ansiedad, carente del placer de la intimidad. Al no experimentar sus corazones amor, respeto ni compasión, lo único que pueden hacer es tratar de imitar estos sentimientos. Pero su pretensión resulta obvia, puesto que lo que alguien siente en su interior se refleja en su actitud. El verdadero amor no se puede ocultar porque se refleja en la cara, aspecto, conducta y actitud. De igual modo, la ira y el descontento se refleja en la expresión del rostro, la elección de las palabras y el énfasis de las frases. Los ignorantes sólo se perjudican a ellos mismos con este tipo de comportamiento. Se acercan a los demás con dobleces, bajo falsas apariencias, y aquellos a los que se dirigen les dedican la misma falsedad. Como ya dijimos, toda su vida han querido tener un amigo honesto y sincero, pero han sido incapaces de lograr esta bendición a causa de la retorcida moral que domina la sociedad. No pueden ser auténticos amigos de nadie, ni experimentar ninguna relación cálida y cercana. Tratan a sus amigos íntimos, cónyuges e incluso progenitores con la misma falsedad.

Con todo, ser honesto, sincero y tener un alma transparente y franca conlleva una gran alegría, puesto que los seres humanos han sido creados para vivir de este modo. Por este motivo, quienes se comportan según su naturaleza innata sienten un gran placer que proviene de la tranquilidad de sus conciencias. Incluso aunque sepan que sufrirán algunos contratiempos, el goce que se deriva de su conciencia en paz nunca flaqueará. Pero los incrédulos que no se esfuerzan por ser honestos se ahogan en su propia moral negativa, temerosos de que otros conozcan su verdadero yo. Por este motivo esconden sus verdaderos pensamientos y sentimientos tanto como pueden. Los creyentes, por el contrario, no dudan en mostrar lo bueno de sus corazones. Si piensan algo bueno de alguien, se lo dirán abiertamente; si piensan algo malo, expondrán sus sentimientos de modo que beneficie a la otra persona, puesto que Dios dice a los creyentes que atraigan a los demás a lo bueno y los alejen de lo malo:

[El triunfo de] aquellos que se vuelven [a Dios] arrepentidos [cada vez que han pecado] y que [Le] adoran y alaban, y persisten [en buscar Su complacencia], y se inclinan [ante Él] y se postran en adoración, y ordenan la conducta recta y prohíben la conducta inmoral, y guardan los límites prescritos por Dios. Y da [Oh Profeta] la buena nueva [de la promesa de Dios] a todos los creyentes.
(Corán, 9:112)

Los incrédulos piensan que sufrirán si muestran algún signo de honestidad. Sin embargo, para los que viven la honestidad y sinceridad, esto supone una importante fuente de amor. Ningún elogio ni atenciones es capaz de hacerles sentir el amor, cercanía y confianza que la sinceridad les hace sentir. Los incrédulos malgastan los bienes que estas buenas cualidades reportan al alma, puesto que sus propias y retorcidas ideas hacen que para ellos sean más atractivas la hipocresía y las falsas pretensiones. Una vez más, son ellos los que más sufren a causa de lo que creen; e incluso aunque los que tienen a su alrededor se pasen toda la vida defraudándoles, no renuncian a sus ideas. En el Corán, Dios nos informa de que quienes Le niegan son conscientes de que no existe otra solución sino la moral religiosa. No obstante, los negadores están decididos a vivir dentro de su propio y distorsionado sistema y, como recompensa, sufrirán:

que oye los mensajes de Dios que le son transmitidos, y sin embargo, persiste en su desdeñosa altivez, como si no los hubiera oído!

¡Anúnciale, pues, un castigo doloroso –
(Corán, 45:8)

y persistieron en el enorme pecado,
(Corán, 56:46)

Han perdido la satisfacción que da comportarse siguiendo una moral

A todos nos gusta observar actitudes maduras que siguen la moral que nos enseña el Corán, nos gusta que nos traten bien, que se toleren nuestros fallos, que nos traten con justicia si surge algún problema y que se acerquen a nosotros con cálida humildad independientemente de lo arrogante que alguien sea. No importa lo inaceptable que sea el comportamiento de alguien, esa persona quiere que los demás sean pacientes con ella, que le ofrezcan ayuda cuando la necesite, que le perdonen sus errores aunque los repita una y otra vez y que le traten con respeto. Cuando no es así, este tipo de personas se irrita bastante y no deja de quejarse diciendo que la humanidad ha muerto, que la gente ya no es como era, que cada uno piensa en sí mismo y que nadie alberga ningún sentimiento humano en este mundo materialista. A pesar de estas acusaciones, no se esfuerzan por tratar mejor a los demás. Quieren que los otros les traten con amabilidad, aunque sólo piensan en ellos mismos. Quieren que las adversidades recaigan en otros en vez de en ellos y, debido a sus ignorantes creencias, evitan seguir una conducta moral. En la raíz de esta lógica al revés, subyace una falta de temor de Dios; como consecuencia, estas personas actúan sólo por interés, en vez de escuchar la voz de sus conciencias.

Únicamente la fe, el temor y respeto a Dios puede dar lugar a una buena moral. De otro modo, ésta es siempre calculada e intermitente. Por ejemplo, cuando alguien piensa que puede obtener beneficios de una transacción, parece dejar a un lado su moral de ignorante; de repente es generoso y tolerante, pero lo es porque espera sacar un provecho. Esta distorsionada forma de pensar es muy dañina. No importa lo poco que a este tipo de gente parezca importarle el beneficio material y renuncie a tener un comportamiento egoísta, intolerante o injusto; su indecorosa moral perjudica gravemente a sus almas. Cada vez que hacen algo en contra de sus conciencias, aumenta su confusión y vacío, y se encuentran espiritualmente perdidos. Todos los días tienen oportunidades para actuar de manera positiva, pero siempre las desaprovechan. Sus conciencias están insensibilizadas. Nada les conmueve, y son capaces de cometer las peores acciones sin el más mínimo remordimiento de conciencia.

Desean llevar una buena vida en un bello mundo sin tener que trabajar por ello: El hombre jamás se cansa de pedir lo bueno [de esta vida] (Corán, 41:49)

Pero sin esfuerzo no puede lograrse nada bueno. Cuando aparece la cuestión de trabajar por una buena moral, dicen: “Yo soy así” o “Soy demasiado viejo para cambiar”. Pero la personalidad de este individuo no tiene que ver con la edad o con cómo fue educado. Lo único que busca es hacer lo que quiere sin tener que esforzarse. Una persona logra tener un buen carácter sólo cuando trabaja para ello y es perseverante en hacer lo correcto. Pero los ignorantes no encuentran ninguna razón para educar a sus egos o utilizar su determinación. No creen en la otra vida o en que en el Día del Juicio se les llamará para que rindan cuentas de si actuaron conforme a sus conciencias. Así que no comprenden por qué deben someterse a un trabajo tan pesado o dejar de actuar como lo hacen. Sin embargo, están equivocados y rendirán cuentas por todo lo que han hecho sin consultar a sus conciencias.

Además, una buena moral permite que disfrutemos de esta vida, puesto que origina un gozo y deleite en el alma que no se puede comparar en intensidad a ningún beneficio material. Nadie puede comprender esto si no lo experimenta. Este gozo es justo lo opuesto al vacío que se produce en el alma por la falta de fe. Puesto que la alegría y satisfacción que se derivan de escuchar a la conciencia no se hallan en la codicia de los bienes terrenales, el egoísmo de los incrédulos hace que vivan en un mundo de oscuridad, un mundo en el que no hay cabida para las personas generosas y tolerantes, amables y propensas a perdonar, compasivas y afectuosas. Así que están condenados a vivir en un mundo caótico y convulsionado, en el que no existe la paz, ni la amistad, ni la tranquilidad. Como son incapaces de sentirse a gusto siendo generosos, viven atormentados por los remordimientos de conciencia que les acarrea su egoísmo. Como no han aprendido a ser cariñosos ni a hablar con amabilidad, sufren por vivir en un ambiente conflictivo y belicoso. Conocen el sufrimiento físico y emocional de la frustración, y su respuesta son los gritos y la violencia física.

Viven en un ambiente difícil, en el que la gente habla con sarcasmo e irritación y están deseosos de satisfacer sus deseos de venganza. Incapaces de mostrar humildad, se endurecen a causa del orgullo y la sombría arrogancia. Siempre quieren más, porque no conocen la tranquilidad de espíritu que proviene de ser agradecido y de buen talante, y deben soportar las dificultades que conlleva ser avaricioso. Se sienten continuamente angustiados porque actúan en contra de sus conciencias. Y el hecho de que las personas que les rodean tengan su misma moral les frustra y entristece. Por supuesto, quienes tratan de llevar una buena vida y aprovechan al máximo la generosidad de este mundo se sienten enormemente decepcionados por llevar una vida tan sumida en la oscuridad. Pero no hay que olvidar que han sido ellos, libremente, los que han elegido esa vida. Aunque podrían creer en Dios y disfrutar de los abundantes placeres de ambas vidas, están satisfechos con los pocos y efímeros placeres materiales de este mundo. Aunque podrían llevar una buena vida regida por la moral si eligiesen seguir a sus conciencias en vez de a sus deseos egoístas, prefieren estos últimos. Al desear un ambiente caótico, destruyen a sabiendas los placeres que podrían obtener. Dios nos informa de lo que les espera en el Más Allá:

Ciertamente, aquellos que no creen que habrán de encontrarse con Nosotros, se contentan con la vida de este mundo y no miran más allá, y aquellos que se desentienden de Nuestros mensajes --(7)

esos tendrán por morada el fuego en pago a todo [el mal] que solían hacer. (8)
(Corán, 10:7-8)

No conocen las recompensas que emanan de la compasión y la misericordia

La compasión y la misericordia son partes importantes de una buena moral. Los que las poseen, muestran estas cualidades, lo cual les produce una honda satisfacción y les permite ganar el amor, respeto y admiración de los que les rodean. La misericordia origina un excelente carácter en las personas y, así, muestran más amor, respeto, tolerancia, madurez, sinceridad y servicialidad. Quien es misericordioso piensa primero en las necesidades de los demás; el que no lo es y tiene el corazón endurecido piensa primero en sí mismo. Su principal preocupación consiste en tener una vida lo mejor posible. Pero su carácter corrompido lo priva de muchos placeres. De hecho, algunas de estas personas ni siquiera se dan cuenta de la privación espiritual a la que se han sometido.

Sólo los creyentes ayudan a los que pasan hambre y frío en la calle, o son generosos y humanitarios con los que están enfermos. El placer que se deriva de seguir la moral del Corán no se parece a ningún placer material que el mundo nos ofrece. Ni millones de dólares, ni propiedades, ni riquezas se pueden comparar con el gozo de tener una buena moral. Es por Dios y por confiar en la recompensa que proviene de Su aprobación que poseen esta moral, y disfrutan del gozo, contento y entusiasmo que proviene de seguir el Corán y los dichos del Profeta (la paz y las bendiciones sean con él), que están por encima de cualquier otro placer. Pero los incrédulos no pueden disfrutar de ninguno de estos placeres porque sus endurecidos corazones no sienten ni misericordia ni compasión. Es cierto que algunos de ellos parece que actúan compasivamente, pero esperan que se lo agradezcan o que les devuelvan el favor. En el Corán, Dios nos habla de la improcedente moral de estas personas:

¿Has considerado al [tipo de hombre] que desmiente toda ley moral?(1)

Pues es el mismo que rechaza bruscamente al huérfano,(2)

y no siente el impulso de alimentar al necesitado.(3)
(Corán, 107:1-3)

--esos que sólo quieren ser vistos y elogiados,(6)

y que, además, niegan toda asistencia [a los demás]!
(7) (Corán, 107:6-7)

¡Oh vosotros que habéis llegado a creer! No malogréis vuestras limosnas echándolas en cara o hiriendo [los sentimientos de los necesitados], como aquel que gasta su riqueza sólo para ser visto y elogiado por la gente, pero que no cree en Dios ni en el Último Día: su parábola es la de una roca lisa, con [un poco de] tierra encima, sobre la que cae un aguacero dejándola limpia. Esos no obtendrán ganancia alguna por todas sus [buenas] obras: pues Dios no guía a gentes que se niegan a reconocer la verdad.
(264) (Corán, 2:264)

Los incrédulos tratan así incluso a sus amigos íntimos, con la misma vil esperanza de obtener algún provecho. Por ejemplo, conforme las personas se ven material y emocionalmente más necesitadas con el paso del tiempo, necesitan a alguien que les cuide y se preocupe por ellas. Así, los incrédulos muestran interés, amor y compasión hacia sus parientes pensando lo que les puede suceder en el futuro.

Pero los que no tienen una buena moral serán “recompensados” por su comportamiento. Sólo se les muestra una compasión fingida, y nadie mantendrá una relación sincera ni cercana con ellos. La gente les mostrará su compasión únicamente por lo que esperan recibir a cambio. Por tanto, se ven abocados a vivir en un mundo carente de valores espirituales, en donde la compasión y el amor están ausentes y donde las posesiones materiales son lo único a tener en cuenta. De este modo, reciben recompensas palpables por su desviada moral. Pero en el Corán Dios describe como una difícil vida “de estrechas miras” la de quienes le niegan:

Pero quien se aparte de Mi recuerdo –tendrá una vida de estrechas miras; y en el Día de la Resurrección le haremos comparecer ciego."(124)

[Y, en el Día de la Resurrección, el pecador] preguntará: "¡Oh Sustentador mío! ¿Por qué me has hecho comparecer ciego, si [en la tierra] estaba dotado de vista?"(125)

[Dios] responderá: "¡Así es: te llegaron Nuestros mensajes, pero te olvidaste de ellos; y así hoy serás tú relegado al olvido!"(126)

Pues, así recompensaremos a quien se dilapida a sí mismo y no cree en los mensajes de su Sustentador: y, ¡en verdad, el castigo [de tales pecadores] en la Otra Vida será más severo y más duradero! (127)
(Corán, 20:124-127)

Han perdido el consuelo de vivir satisfechos y seguros

Los incrédulos viven en un estado de tensión e insatisfacción constante, en un mundo repleto de temor y ansiedad. Van por la calle con una expresión de preocupación en sus rostros, temerosos de que algo malo les ocurra en cualquier momento. Los ancianos temen que alguien les trate mal. Los pobres y necesitados están tristes porque saben que la sociedad les desprecia. La clase acomodada teme que les estafen o que les roben. Éstas son sólo algunas de las preocupaciones que invaden a la sociedad.

Ésta es la situación en la calle, pero en casa se experimentan la misma tensión y miedo, siendo éste un lugar en el que uno debería sentirse cómodo y seguro. Casi cada día, tras las puertas cerradas de las casas, hay peleas familiares y se trata a los niños con impaciencia; éstos son sólo dos de los factores que causan tensión. La situación no es diferente en el trabajo. La rivalidad entre colegas hace que sean intolerantes y que intenten, por celos, socavar al otro; es por ello que reina el descontento. En la oficina, todos temen cometer un error; y el mayor momento de tensión ocurre cuando se intenta esconder el error que se ha cometido. Muchos no pueden confiar en sus amigos íntimos; la posibilidad de que les engañen o traicionen está siempre ahí; y esto da origen a una tensión continua.

En cualquier lugar del mundo encontramos a hijos que roban a sus familias, familias que pegan a sus hijos hasta el punto de causarles la muerte, y gentes que matan a otros en las calles sin pensárselo dos veces sólo por dinero. Todos los días vemos en la televisión escenas de pánico y horror. En muchos países, el terror y la violencia se han vuelto algo común y corriente. Con frecuencia se ponen bombas en centros comerciales llenos de gente o en lugares de trabajo; se roban bancos que, supuestamente, son seguros, o los directores se apropian ilícitamente del dinero de los clientes; la gente es infiel a sus esposos o esposas, colegas de trabajo, o a alguien a quien han protegido y cuidado. Los periódicos están llenos de este tipo de noticias. Pero, ¿por qué motivo ocurre esto? La razón principal es que las personas no siguen la moral del Corán y no creen en Dios. Si la gente temiese a Dios como debe, no tratarían a los demás injustamente. Todo el mundo pensaría bien de los demás, les apoyarían, y se comportarían moralmente. De este modo, no habría ansiedad ni tensión, puesto que su entorno sería dichoso y seguro.

Para escapar del temor y la ansiedad, se debe confiar en Dios. La ansiedad y la tensión surgen al no percatarse de que es Dios quien todo lo controla, y al rehusar confiar y someterse a Él. Los que viven en constante desasosiego no se dan cuenta de que Dios controla todo lo que ocurre, no sólo lo que les sucede a ellos sino que también controla todo lo que les rodea, sin excepción. Este tipo de personas da por sentado que los terremotos, inundaciones, tormentas e incendios ocurren espontáneamente y no tienen relación con ninguna otra cosa. Puesto que carecen de fe en Dios, creen que todos estos desastres ocurren por casualidad o por una imaginaria mala suerte.

Esta manera de pensar les hace estresarse porque otra “sorpresa” similar puede acaecer en cualquier momento. Vivir con este miedo y tensión constante no es la solución. Al contrario, quien experimente tal ansiedad lleva una existencia muy difícil, insatisfecha e infeliz y no puede disfrutar de las cosas buenas de la vida. La solución es confiar en Dios. Todo lo que ocurre en el universo está bajo Su control, y ha creado todo para que sea bueno para Sus siervos. Los que tienen fe saben que cualquier cosa que parezca buena, mala o desagradable ha sido creada por Dios como un examen para las personas y para recompensar a los que hacen buenas obras. Por tanto, no importa lo que acontezca, saben que Dios los protegerá y todo redundará en su propio beneficio. Por esta razón, se sienten dichosos. Dios ayudará a los que conocen esta verdad y se someten a Él con sinceridad enviándoles un sentimiento de serenidad:

Él es quien hizo descender paz interior en los corazones de los creyentes, para que se vieran reforzados en su fe --pues de Dios son todas las fuerzas del cielo y de la tierra, y Dios es omnisciente, realmente sabio;
(Corán, 48:4)

Cualquier suceso y persona está bajo el control de Dios y sólo pueden ocurrir cosas con Su permiso y conocimiento. En el Corán, se nos informa de que nadie puede perjudicar o beneficiar a alguien sin el permiso de Dios:

Y [sabe que] si Dios te aflige con una desgracia, nadie sino Él podrá librarte de ella; y si desea un bien para ti, nadie podrá apartar Su favor: Él lo hace llegar a quien quiere de Sus siervos. Y sólo Él es realmente indulgente y dispensador de gracia.
(Corán, 10:107)

El conocer esta verdad permite que los creyentes lleven una vida dichosa y segura. Los incrédulos que persisten en sus propios engaños sin creer en Dios ni obedecer el Corán no pueden experimentar el placer que proviene de esta seguridad, dicha y felicidad. Ésta es sólo una de las pérdidas que Dios les inflinge en la vida terrenal por haberle negado.

Han perdido la alegría de vivir con esperanza

Los incrédulos consideran que la vida es un “cierto número de acontecimientos básicos” y creen que tener esperanza es una manera de “consolarse”. Desde su punto de vista, los hechos fundamentales de la vida son: que los ricos tienen el poder y los pobres son los oprimidos; que sólo los tontos hacen favores; que la gente se aprovecha de los que dicen la verdad; y que ser guapo, tener dinero y posición abre todas las puertas. Según este distorsionado modo de pensar, la gente debería vivir en este mundo y juzgar a los demás y a lo que sucede de acuerdo con ello, puesto que tales “leyes” determinan el curso de nuestras vidas. Y, como ellos dicen, a menos que el mundo sufra un “cambio radical de actitud”, estas leyes no van a modificarse.

Sin embargo, lo que se llaman hechos de la vida no existen; los únicos hechos son los que Dios ha revelado en el Corán. Y Él les dice a las personas que tengan esperanza, puesto que Su poder es suficiente para todo. Nos dice que escuchará nuestras oraciones y que los que obren bien siempre recibirán una recompensa mejor y más bella:

En verdad, de Dios es cuanto hay en los cielos y cuanto hay en la tierra: y Él recompensará a los que obran mal conforme a lo que hicieron, y recompensará a los que obran bien con el supremo bien.
(Corán, 53:31)

Pero los ignorantes basan sus vidas en perversas ideas que les conducen al pesimismo. Juzgan el mundo, los acontecimientos que ocurren y a los demás desde la desesperanza; como resultado, llevan una vida de infelicidad.

Este negativo y terco modo de pensar domina su vida diaria. Se preocupan constantemente por el futuro, por el qué les pasará mañana y cómo pueden satisfacer sus deseos y aspiraciones. Pasan casi todo el día preocupados por todo ello (mientras pasean, en el autobús, en el trabajo e incluso cuando se acuestan), creando incontables escenarios imaginarios. Por ejemplo, incluso antes de que un estudiante sea aceptado en una universidad, piensa en cómo pasará sus cuatro años allí, y se preocupa por si no encuentra un trabajo después de graduarse. Entonces, antes o después, intenta descartar estos desengaños imaginarios y borrarlos de su mente.

Pero un incrédulo siempre imagina los peores escenarios: cree que no le aceptarán en la universidad que ha elegido; si le aceptan, que no podrá afrontar el gasto; que tendrá que buscar un trabajo y sus estudios se resentirán; que no se graduará y, aunque lo haga, no encontrará un empleo y estará desamparado después de tanto esfuerzo. Esta negatividad espiritual se proyecta hacia el futuro y también hacia el presente. Un incrédulo se preocupa por todo: los atascos, perder el autobús, llegar tarde al trabajo, sufrir una reprimenda de su supervisor y causar una mala impresión. Empieza a crear soluciones imaginarias para problemas imaginarios. Por ejemplo, se inventa una excusa imaginaria para explicarle a su jefe por qué ha llegado tarde. Para demostrar que no es perezoso ni irresponsable crea una serie de escenarios que ultimará durante el resto del día. Pero en el Corán, Dios nos dice que sólo Él conoce lo que aún no ha ocurrido:

Pues Él posee las llaves de todo aquello que está fuera del alcance de la percepción de las criaturas: nadie salvo Él lo conoce.

Y conoce todo lo que hay en la tierra y en el mar; y no cae una hoja sin que Él lo sepa; ni hay semilla en la oscuridad de la tierra, ni nada vivo ni muerto, que no esté anotado en [Su] claro decreto.
(Corán, 6:59)

Él crea cualquier suceso (pasado o futuro). Por tanto, es absurdo que alguien escriba un guión en su imaginación y quede atrapado en una desazón sin fin. Todo ocurrirá como Dios desee.

En el Corán, Dios dice a las personas que no permitan que les inunde la desesperación.

… no desesperéis de la vivificante misericordia de Dios: en verdad, sólo las gentes que niegan la verdad pueden desesperar de la vivificante misericordia de Dios."
(Corán, 12:87)

En otra aleya, nos recuerda que quienes Le invocan recibirán respuesta:

Y si Mis siervos te preguntan acerca de Mí --ciertamente, Yo estoy cerca; respondo a la invocación de quien Me invoca, cuando Me invoca: que Me escuchen y crean en Mí, para que puedan seguir el camino recto.
(Corán, 2:186)

Si quiere, Dios responderá sin duda a una invocación proferida con esperanza, y sin ninguna duda ni desazón. No hay motivo para ser pesimista acerca del futuro o pensar negativamente en cosas que han sucedido. Uno sólo debe creer en Dios con un corazón puro, confiar y someterse a Él sabiendo que todo lo que le ocurre es por su propio bien. Los incrédulos, que rehúsan hacerlo, recibirán la “recompensa” de contar con un espíritu pesimista y desesperado. Y, como recompensa por negar insistentemente a Dios, vivirán sin esperanza de salvación en la próxima vida. Dios describe en el Corán el estado en el que se encuentran los que Le niegan:

[Pero,] ciertamente, quienes están hundidos en el pecado permanecerán en el castigo del infierno:(74)

no les será mitigado; y serán allí presa de la desesperación.(75)

Y no seremos Nosotros injustos con ellos, sino que ellos habrán sido injustos consigo mismos. (76)
(Corán, 43:74-76)

No conocen las recompensas de la sabiduría y la reflexión profunda

La sabiduría es una cualidad de lo más necesaria, y sin embargo, rara de encontrar. Algunas personas, enfrentadas a los problemas de cada día y confusas acerca de su futuro, se afanan por planear todos los detalles lo mejor que pueden y tomar las decisiones más inteligentes sobre cómo proceder. Cuando creen que su conocimiento, experiencia y juicio no bastan, buscan a alguien inteligente, docto e intuitivo que les aconseje. Pero no siempre pueden encontrar a alguien con estas características. Y el consejo que reciben de los que les rodean sobre cómo solucionar los problemas es casi siempre lo mismo (principalmente porque los ignorantes viven para agradar a los demás y de acuerdo con sus expectativas). En vez de buscar lo que es cierto, bueno y útil, ajustan sus aspiraciones y objetivos a las expectativas de los que les rodean y viven según estos criterios. Este tipo de personas llevan unas vidas irreflexivas.

Este modo de vida no deja lugar al pensamiento inteligente ni al ejercicio de la sabiduría. Estas personas ya saben lo que harán, cómo lo harán, cómo actuarán, y qué métodos usarán, puesto que su estilo de vida se ha transmitido de generación en generación.No sienten deseos de examinar la manera como viven, ni de reconocer sus errores ni corregirlos. En el Corán, Dios describe cómo piensa una sociedad de ignorantes:

Pero cuando se les dice: "Seguid lo que Dios ha revelado," algunos responden: "¡No!, seguiremos [sólo] lo que hemos hallado que creían y hacían nuestros antepasados." ¡Pero! ¿Aun si sus antepasados no usaban la razón y carecían de toda guía?
(Corán, 2:170)

Mucha gente está tan acostumbrada al estilo de vida que han heredado de sus antepasados que ni se percatan del sinsentido de cada una de sus facetas; por tanto, ni siquiera pueden empezar a considerar cómo podrían mejorar su situación. El origen de dicha necesidad de sabiduría es la fe. Dios revela esta verdad en el Corán:

¡Oh vosotros que habéis llegado a creer! Si os mantenéis conscientes de Dios, Él os dará un criterio por el que discernir lo verdadero de lo falso, borrará vuestras malas acciones y os perdonará: pues Dios posee una generosidad infinita.
(Corán, 8:29)

Los creyentes son capaces de usar su inteligencia para cambiar las cosas a mejor, descubrir soluciones radicales y abandonar comportamientos estereotipados. Ser capaz de entender las verdades de Dios y vivir de acuerdo con ellas nos garantiza la sabiduría. Como los incrédulos son ajenos a estas verdades y como sus vidas se basan en principios tergiversados, la sabiduría está ausente de sus vidas. Para una sociedad ignorante, esta falta de sabiduría les lleva a otra nueva privación. Puesto que estas personas no ejercitan su intelecto, se ven forzados a vivir sin elementos tan importantes como el pensamiento y la reflexión. En muchas partes del Corán, Dios enfatiza la importancia del raciocinio y la meditación. Las personas llegan a la verdad a través del pensamiento; únicamente por medio de la meditación pueden descubrir lo que es correcto y adecuado, y actuar en consecuencia.

En el Corán, Dios nos da este ejemplo de gente que no utiliza sus mentes:

Y así, la parábola de aquellos que se empeñan en negar la verdad es la de una bestia que al oír el grito del pastor no percibe sino el sonido de una voz y una llamada. Son sordos, mudos y ciegos: porque no usan su razón.
(Corán, 2:171)

En verdad, las más despreciables de las criaturas ante Dios son aquellos sordos y mudos, que no usan su razón.
(Corán, 8:22)

El concepto de inteligencia humana incluye la capacidad de pensar, imaginar, hacer juicios y llegar a conclusiones; la habilidad de entender un acontecimiento extraño o repentino y comprender, aprender y analizar; y la habilidad de agudizar los cinco sentidos, prestar atención, profundizar en la capacidad de pensar, y darse cuenta de los detalles. Por lo tanto, quienes se ven privados de sabiduría puede que sean capaces de vivir y satisfacer sus necesidades sin ella, o manejarse hasta cierto punto ejercitándose en trabajar mecánicamente y utilizando el conocimiento y experiencia acumulados. Pero la sabiduría da a las personas una profundidad y concepción intelectual diferentes, puesto que les abre un vasto horizonte. Estas personas pueden guiar y dirigir a otras hacia la verdad, reaccionar correctamente ante sucesos nuevos o inesperados, resolver problemas difíciles y aparentemente insalvables, y ofrecer siempre el mejor diagnóstico para cada problema. Además, ser capaz de vivir el amor y la confianza sólo puede provenir de la sabiduría. Las personas sólo pueden amar y mostrar respeto en la medida en que su sabiduría se lo permite. La sabiduría eleva la calidad espiritual y emocional de todo lo que existe en la vida. Hay riqueza en la conversación, actitud y proceder de una persona sabia. Los horizontes de su pensamiento son amplios, inusuales y ejemplares, puesto que cualquier cosa que hace es relevante y pertinente, y lo que dice es sensato y cierto.

Una sociedad ignorante se ve privada de esta característica vital e importante. La gente que pertenece a dicha sociedad lleva una vida irreflexiva, sin ejercitar la sabiduría; vive en un mundo en el que la psicología de masas determina cómo deben sentirse y actuar. Obviamente, esto impide que se den cuenta de (o incluso de que analicen) sus deficiencias; no pueden desarrollar ninguna solución duradera a sus problemas y siempre buscan la felicidad y satisfacción en los lugares equivocados.

Han perdido las recompensas que provienen de ser honesto, digno y honorable

Los incrédulos respetan a los demás en base a unos valores materiales específicos. Pero este respeto es falso y se fundamenta en el deseo de obtener un beneficio de alguien. Las virtudes que dominan el verdadero respeto son inimitables e inmensurables en términos de valores materiales. Entre dichas virtudes se encuentran la honestidad, la dignidad y el honor, las cuales dan valor e importancia a la gente y hacen que despierten en nosotros el verdadero amor y respeto. Ninguna riqueza, belleza ni importancia pueden suscitar el respeto que se siente hacia una persona honesta, digna y honorable. Estas personas se encuentran dignificadas por naturaleza y engrandecidas por su nobleza y profundidad de espíritu.

Sin embargo, los incrédulos son incapaces de experimentar estos placeres o de admirar a quienes poseen estas excelentes cualidades. La degeneración moral de los incrédulos aumenta día a día, y su sociedad hace que olviden la importancia de dichas cualidades. Algunos de ellos consideran que esta degeneración es una especie de modernismo y, en vez de practicar las virtudes mencionadas, se centran en esas cualidades mundanas que les darán prestigio a ojos de los demás. No dan importancia a la dignidad ni a la honestidad, puesto que es más importante dónde viven, qué coche conducen, si siguen la última moda en el vestir o tienen los CDs más recientes. Cuando se trata de hacer amigos, lo último en lo que se fijan es en la moral, dignidad u honor de la persona.

Quienes ignoran la moral del Corán no quieren que sus amistades valoren la honestidad o que actúen con dignidad y honor. Por este motivo, prefieren amigos que sean como ellos. Por supuesto, tales personas no se respetan; más bien se comportan de modo impropio e irritable, lo que revela su degeneración moral. Ésta es sólo una de las frustraciones recurrentes que su indecorosa moral les ocasiona.

Los incrédulos también han perdido el honor. No responden con madurez cuando se enfrentan a actitudes necias, o no dudan en mentir, ser hipócritas, comportarse de modo indecoroso, o cometer un fraude por obtener una pequeña ganancia. Creen que pueden tener honor si poseen más dinero, propiedades y poder, si son arrogantes y condescendientes con los demás, y si utilizan su riqueza para parecer superiores. Por tanto, al haber perdido su honestidad, dignidad y honor, viven en un mundo dominado por los valores materiales. ¿Qué clase de vida llevan en su mundo?

Ante todo, al contrario de lo que piensan, la degeneración moral no les proporciona ni confort ni libertad. Vivir la vida al máximo sin poner freno a los deseos materiales elimina las cualidades que hacen que un individuo sea humano y, lo que es peor, da como resultado un modelo de sociedad que hunde a la gente en el caos y el vacío. Los adolescentes que malgastan su juventud siguiendo perjudiciales modas pasajeras, haciéndose adictos a drogas que arruinan sus vidas y les conducen al borde del suicidio son sólo un ejemplo de la magnitud de este caos. Todo esto lo causa el vacío espiritual de las personas. Creer que se puede vivir sin honestidad, dignidad ni honor, así como sin necesidad de desarrollar una buena moral según el Corán ni practicar las virtudes humanas, hace que las personas se derrumben física y espiritualmente. El vacío de sus almas se refleja en sus caras, gestos, habla y comportamiento. Su fuerza física les abandona y nadie admira sus bellos rostros puesto que no queda nada de su alma y ese vacío espiritual se refleja en sus caras y vacíos ojos. Controlados por este vacío espiritual, no pueden adquirir las cualidades que atraen el amor, respeto y lealtad verdaderos. Así, son incapaces de amar de verdad, tener verdaderos amigos o valorar a los demás. Todo esto ocurre porque la gente ignorante se ha alejado de las enseñanzas morales del Corán. Ésta es la consecuencia natural de no temer a Dios; es lo que acontece cuando las personas no actúan de acuerdo con sus conciencias o no le dan la importancia suficiente a tener una buena moral ni a las cualidades que la misma genera. Las enseñanzas morales del Corán son la única solución para las frustraciones humanas. Únicamente viviendo según la moral que Dios ha revelado el individuo es capaz de amar, ser amado, ser feliz y disfrutar de la belleza de esta vida.

Vivir para obtener la aprobación de Dios: una dicha que los incrédulos nunca experimentarán

Los incrédulos malgastan su vida corriendo en pos de esta vida mundana y, por tanto, pierden el profundo gozo que emana de seguir la moral del Corán y la esperanza de conseguir el amor, amistad y proximidad a Dios. La mayoría de la gente nunca ha experimentado un sentimiento tan profundo. Dios es el mejor amigo de los creyentes, el único que le ayuda y beneficia, y el único bien amado, así que se dedican a intentar ganar Su aprobación. Desde el momento en que un creyente se despierta por la mañana, dedica todo su tiempo a comportarse según la moral que Dios aprueba, con el fin de obtener Su amor. Para una persona que tiene fe, actuar en todo momento para agradar a Dios es causa de alegría y supone un gran placer. Del mismo modo, evitar comportarse de modo que desagrade a Dios, no comprometer nunca su fidelidad o afecto, produce un sentimiento de felicidad en el corazón del creyente. Un creyente leal intenta durante toda su vida ser la persona que Dios más ame, con la que Él esté más complacido y estar lo más próximo a Él.El gozo que emana de estos esfuerzos no se puede comparar al que origina ninguna de las bendiciones terrenales.

En el Corán, Dios revela:

… Dios ensalzó a Abraham con Su amor
(Corán, 4:125)

Los creyentes siguen el ejemplo de los profetas. Para poder ser merecedores de la bendición que supone la amistad que Dios le otorgó al profeta Abraham (la paz sea con él) y estar cercano a Él, los creyentes pasan la vida persiguiendo esta proximidad. En el Corán, Dios revela lo siguiente acerca de quienes conservan su fe:

Y de los precursores: los primeros de aquellos que han abandonado el ámbito del mal y de aquellos que han amparado y ayudado a la Fe; y también aquellos que les han seguido en [el camino de] la rectitud --Dios está complacido con ellos y ellos están complacidos con Él. Y para ellos ha preparado Él jardines por los que corren arroyos, en los que residirán más allá del cómputo del tiempo: ¡este es el triunfo supremo!
(Corán, 9:100)

Alguien que tiene fe hará todo lo posible para ser la clase de persona que Dios describe en el Corán, para agradarle. El gozo que sus esfuerzos sinceros crea en su alma, así como el sentimiento de satisfacción y seguridad que genera en la conciencia, le supone un gran placer.Todos estos placeres los disfrutará el creyente para siempre en el mundo que está por venir. Dios anuncia las buenas nuevas de misericordia, aprobación y el Paraíso para Sus siervos:

Di: "¿Queréis que os diga algo que es mejor que esos [disfrutes terrenales]? Para quienes son conscientes de Dios hay, junto a su Sustentador, jardines por los que corren arroyos, en los que residirán; esposas puras, y la complacencia de Dios." Y Dios ve lo que hay en [los corazones de] Sus siervos -
(Corán, 3:15)

Sin embargo, los ignorantes viven sin ni siquiera percatarse de que estas bendiciones existen. No escuchan a sus conciencias y, en vez de ello, siguen a sus propios deseos y pasiones; como consecuencia, se ven privados de estas cosas buenas ahora y en el futuro. Como sucede con otras bendiciones, su privación durará en el mundo venidero mientras Dios quiera.