Mucha gente cree que es posible llevar una vida perfecta en este mundo y que la misma se puede alcanzar por medio de la prosperidad material, la buena vida hogareña y la excelente posición social. Es decir, consideran que las condiciones mencionadas son los fundamentos de una vida perfecta.
Pero, según el Corán, la “vida perfecta”, es decir, sin problemas, nunca es posible aquí, porque nuestro transcurrir en este mundo está marcado deliberadamente por la imperfección.
El origen de la palabra árabe dunia (mundo) tiene un sentido significativo. Etimológicamente se deriva de la raíz daniy, que quiere decir “simple”, “inferior”, “bajo” y “sin valor”. Esas son sus características inherentes.
En este libro ya se ha enfatizado muchas veces lo insignificante del mundo. En realidad, todos los factores que nos hacen creer que es maravilloso ―riqueza, éxito empresarial y personal, matrimonio, hijos, etc.― no son sino, en cierto sentido, cuestiones engañosas. Dicen algunos versículos al respecto:
¡Sabed que la vida de acá es juego, distracción y ornato, rivalidad en jactancia, afán de más hacienda, de más hijos! Es como un chaparrón: la vegetación resultante alegra a los sembradores, pero luego se marchita y ves que amarillea; luego se convierte en paja seca. En la otra vida habrá castigo severo o perdón y satisfacción de Dios, mientras que la vida de acá no es más que falaz disfrute. (Corán, 57:20)
En otro versículo Dios da cuenta de cómo el ser humano se siente más atrapado por este mundo que por el otro:
Pero preferís (dirigido a los infieles) la vida de acá, siendo así que la otra es mejor y más duradera. (Corán, 87:16-17)
Los problemas se presentan porque la gente valora mucho más esta vida que la del Más Allá. Está contenta con lo que consigue en este mundo, lo cual indica que desconoce la promesa de Dios y en consecuencia Su potestad. El advierte sobre el terrible final que espera a quienes piensan así:
Quienes no cuentan con encontrarnos y prefieren la vida de acá, hallando en ella quietud, así como quienes se despreocupan de Nuestros signos, tendrán el Fuego como morada por lo que han cometido.(Corán, 10:7-8)
Por supuesto, la imperfección de esta vida no contradice el hecho de que en ella hay cosas buenas y bellas. Pero lo que aquí es considerado, bueno, bello, agradable, encantador, placentero y atractivo, está en estrecha relación con lo imperfecto, aberrante y feo. En este mundo lo bueno y lo malo van apareados y sirven de recordatorio del Paraíso y del Infierno. Para Dios, la vida que realmente es considerada buena y beneficiosa es la del Más Allá.
Dios ordena a Sus siervos fieles que se esfuercen seriamente para obtener el Paraíso:
¡Y apresuraos a obtener el perdón de vuestro Señor y un Jardín tan vasto como los cielos y la tierra, que ha sido preparado para los temerosos de Dios, (Corán, 3:133)
En el Corán, a los creyentes se les da la buena nueva de una felicidad y premio eternos. Pero en general no se tiene en cuenta que dicha felicidad y contento eternos comienzan cuando aún estamos en esta vida, porque también entonces los seguidores de Dios cuentan con Sus favores y benevolencia.
Dios dice en el Corán que los verdaderos creyentes que realizan el bien en esta vida, encontrarán una excelente morada en el Más Allá:
Al creyente, varón o hembra, que obre bien, le haremos, ciertamente, que viva una vida buena y le retribuiremos, sí, con arreglo a sus mejores obras. (Corán, 16:97)
Dios derrama muchos favores y oportunidades sin precedentes en este mundo, como premio y fuente de bendiciones para sus verdaderos siervos creyentes. Esta es la inmutable ley de Dios. Y como reflejo de las riquezas, el esplendor y la belleza, características fundamentales del Paraíso, El otorga algo de eso a Sus creyentes sinceros, en la Tierra. Por cierto, se trata del comienzo de una vida confortable y honorable que nunca finalizará.
Los lugares y ornamentos hermosos de este mundo no son sino reverberaciones imperfectas de esas cosas reales en el otro mundo. Los creyentes siempre las tienen presentes al anhelar el Paraíso. Y aunque en esta vida sufran problemas y aflicciones, ponen su confianza en Dios y soportan pacientemente cualquier pesar que les aflija. Por otra parte, siendo conscientes de que es una manera de obtener el deleite de Dios, dicha actitud proporciona una satisfacción especial a sus corazones.
Creyente es quien en todo momento tiene presente a su Creador, cumple Sus órdenes, es cuidadoso para llevar el tipo de vida descrito en el Corán y posee esperanzas y expectativas realistas sobre la otra vida. A él, Dios le aligera su corazón de todo tipo de aflicciones y sufrimientos.
Más importante aún es que el creyente siente en todo momento la guía y el sostén de su Creador, con lo que obtiene un estado de paz mental y espiritual pues sabe que el Todopoderoso está con él cada vez que reza y realiza buenas obras ―grandes o pequeñas― con el sólo objetivo de lograr Su complacencia.
Se trata por cierto de un sentimiento de seguridad que inspira el corazón de quien comprende que tiene por delante y por detrás, (ángeles) pegados a él, que le custodian por orden de Dios… (Corán, 13:11), que triunfará en su lucha en el nombre de Dios y que recibirá la buena nueva de un premio eterno, es decir, el Paraíso. Es por eso que el creyente auténtico nunca teme o se aflige, en consonancia con la inspiración de Dios a los ángeles: “Yo estoy con vosotros. ¡Confirmad, pues, a los que creen!... (Corán, 8:12).
Los creyentes son quienes dicen “¡Nuestro Señor es Dios!” y se hayan portado correctamente… (Corán, 41:30), aquellos sobre los que descienden los ángeles para decirles “¡No temáis ni estéis tristes!”. ¡Regocijaos, más bien, por el Jardín que se os había prometido! (Corán, 41:30), quienes son concientes de que su Creador no pide a nadie sino según sus posibilidades… (Corán, 7:42), quienes saben que Dios a creado todo con medida.(Corán, 54:49), los que dicen “Sólo podrá ocurrirnos lo que Dios nos haya predestinado. El es nuestro Dueño… (Corán, 9:51) y ponen su confianza en Dios, seguros de que no sufren ningún mal (Corán, 3:174) puesto que expresan Dios es el Dueño del favor inmenso (Corán, 3:174).
De todos modos, al ser el mundo un lugar de prueba para todas las personas, necesariamente los creyentes enfrentarán dificultades. También les puede afectar el hambre, la sed, la pérdida de bienes y muchos otros tipos de problemas o aflicciones. El Corán describe el tipo de prueba por el que puede pasar el creyente:
¿O creéis que vais a entrar en el Jardín antes de pasar por lo mismo que pasaron quienes os precedieron? Sufrieron el infortunio y la tribulación y una conmoción tal que el Enviado y los que con él creían dijeron: “¿Cuándo vendrá el auxilio de Dios?”. Sí, el auxilio de Dios está cerca. (Corán, 2:214)
Por supuesto, frente a las adversidades el Profeta (BPD) y sus Compañeros no disminuyeron el temor reverencial por Dios y nunca cambiaron de parecer al enfrentar los problemas. Dios anuncia a los creyentes que tendrán Su apoyo pues Su ayuda siempre está cerca. En consecuencia, Dios salvará a quienes Le hayan temido, librándoles del castigo: no sufrirán mal ni estarán tristes. (Corán, 39:61).
Los creyentes son concientes de que las épocas difíciles son creadas especialmente por Dios y que deben ser pacientes y constantes. Se trata de grandes oportunidades para exhibir el compromiso con Dios, ser perseverantes en el mismo y obtener la madurez personal. En estas circunstancias se sienten más felices, animados y confiados en Dios.
Por otra parte, la actitud del incrédulo es totalmente distinta. Le desesperan las dificultades y sufre tanto física como mentalmente.
El temor, la desesperanza, el pesimismo, la aflicción, la ansiedad, el descontento y la conmoción que padece en este mundo, no son sino pálidas versiones del dolor real que sufrirá en el Más Allá. Dios estrecha y oprime el pecho de aquél a quien El quiere extraviar, como si se elevara en el aire. Así muestra Dios la indignación contra quienes no creen. (Corán, 6:125).
En cambio, los creyentes auténticos, que buscan el perdón de Dios y se arrepienten, son receptores de la benevolencia y favor de El en este mundo:
Y ¡que pidáis perdón a vuestro Señor y, luego, os volváis a El! Os permitirá, entonces, disfrutar bien por un tiempo determinado y concederá Su favor a todo favorecido. Pero, si volvéis la espalda, temo por vosotros el castigo de un día terrible. (Corán, 11:3)
La vida del creyente se describe también en otro versículo:
A los que temieron a Dios se les dirá: “¿Qué ha revelado vuestro Señor?”. Dirán: “Un bien”. Quienes obren bien tendrán en la vida de aquí una bella recompensa, pero la Morada de la otra vida será mejor aún. ¡Qué agradable será la Morada de los que hayan temido a Dios! (Corán, 16:30)
Con toda seguridad, el otro mundo es superior a éste. Si se los compara, el que ahora hollamos es inferior, prácticamente despreciable. Por ende, es el Paraíso en el Más Allá lo que cualquiera se debería fijar como meta. También hay que recordar que quienes buscan el Paraíso logran la benevolencia de su Creador en la vida de acá. Pero quienes por amor a este mundo se rebelan contra Dios, por lo general, no consiguen nada apreciable y su morada en la próxima vida será el Infierno.
La gente de fe firme sabe que Dios mantiene y cumple siempre Su promesa y El promete el Paraíso a los creyentes sinceros:
En los Jardines del Edén prometidos por el Compasivo a Sus siervos en lo oculto. Su promesa se cumplirá (Corán, 19:61)
El momento de entrar en el Paraíso será el más importante para quien cree y realiza buenas acciones. Puesto que este lugar está preparado especialmente para el creyente y allí se hallará en presencia de Dios, vale la pena esforzarse, rezar y proceder con la corrección necesaria para conseguirlo. Dios describe este momento único:
Los jardines del edén, en que entrarán, junto con aquéllos de sus padres, esposa y descendientes que fueron buenos. Los ángeles entrarán en donde ellos estén, por todas partes: “¡Paz sobre vosotros, por haber tenido paciencia!”. ¡Qué agradable será la Morada Postrera! (Corán, 13:23-24)
Imagen del Jardín prometido a quienes temen a Dios: fluyen arroyos por sus bajos, tiene frutos y sombra perpetuos. Ese será el fin de los que temieron a Dios. El fin de los infieles, empero, será el Fuego. (Corán, 13:35)
La persona común se imagina el Paraíso como una excelente vista de lagos, ríos y follaje exuberante. Pero, en realidad, no refleja correctamente el punto de vista coránico. Su belleza espectacular ―a parte de la cual se refiere el Corán cuando menciona sus mansiones espléndidas, jardines umbrosos y ríos torrentosos― sólo manifiesta el aspecto estético y atrayente. Sin embargo, limitarlo a esa magnificencia, resulta definidamente inadecuado. La belleza y la gloria del Paraíso están más allá de lo que nos podemos imaginar. Seguramente las palabras coránicas esos jardines, conteniendo todo tipo de adornos (Corán, 55:48), ilustran vívidamente la real naturaleza del mismo. Por “adornos” se entiende cosas especialmente creadas por Dios, el Omnisciente. Se puede tratar de premios sorprendentes o cosas de un agrado increíble, nunca imaginado por nosotros. La promesa de Dios, ...y tendrán junto a su Señor lo que deseen. ¡Ese es el gran favor! (Corán, 42:22), explicita que, como un favor de Dios, la imaginación del creyente moldeará el Paraíso según sus propios gustos y deseos.
Dios ha prometido a los creyentes y a las creyentes jardines por cuyos bajos fluyen arroyos, en los que estarán eternamente, y viviendas agradables en los jardines del edén. Pero la satisfacción de Dios será mejor aún. ¡Ese es el éxito grandioso! (Corán, 9:72)
En este mundo los creyentes viven en casas que Dios ha permitido erigir (para) que se mencione en ellas Su nombre. En ellas Le glorifican, mañana y tarde, (Corán, 24:36). Por orden de Dios dichas residencias están siempre limpias y son especialmente cuidadas.
Las moradas del Paraíso serán similares. Se trata de lugares donde Dios será glorificado y Su nombre constantemente recordado.
Al igual que las grandes mansiones en bellos lugares, las residencias de los creyentes pueden ser obras de arquitectura y diseño ultramodernos construidas en ciudades hermosas.
Las moradas en el Paraíso, descritas en el Corán, también se ubicarán en sitios admirables:
Pero los que temieron a su Señor estarán (en el Paraíso) en cámaras altas sobre las que hay construidas otras cámaras altas, a cuyos pies fluyen arroyos. ¡Promesa de Dios! Dios no falta a Su promesa. (Corán, 39:20)
Las mansiones mencionadas en el versículo, a cuyos pies fluyen arroyos, podrán tener ventanas amplias o salas con paredes de cristal que posibilitarán vistas magníficas. Se tratará de casas decoradas espléndidamente con tronos especialmente diseñados para el confort de los creyentes, donde descansarán y gozarán de la abundancia de frutos sabrosos y de distintos tipos de bebidas. Los materiales que se usarán en la decoración serán de la mejor calidad. En muchos versículos se enfatiza la existencia de lechos alineados, cómodos y con brocados de seda:
(La gente del Paraíso estará) En lechos entretejidos de oro y piedras preciosas, reclinados en ellos, unos enfrente de otros. (Corán, 56:15-16)
Reclinados en lechos alineados. Y les daremos por esposas a huríes de grandes ojos. (Corán, 52:20)
Como también sugiere el versículo, los tronos son los símbolos de la dignidad, de lo valioso y de lo brillante. Dios quiere que Sus siervos residan en el Paraíso en esos lugares gloriosos. En un entorno tan magnífico, los creyentes recordarán constantemente a Dios y repetirán Su palabra:
Y dirán: “¡Alabado sea Dios, Que ha retirado de nosotros la tristeza! En verdad, nuestro Señor es indulgente, muy agradecido. Nos ha instalado, por favor Suyo, en la Morada de la Estabilidad. No sufriremos en ella pena, no sufriremos cansancio. (Corán, 35:34-35)
El “material” básico del paraíso será “las obras de gran delicadeza” y “las bellezas notables”. Se trata de los reflejos esenciales del arte y conocimiento de Dios. Por ejemplo, los tronos tendrán incrustados oro y piedras preciosas. No se tratará de tronos comunes sino especiales, exaltados. Las ropas serán de sedas y telas primorosas. Por otra parte, las joyas de oro y plata complementarán esa vestimenta exquisita. Dios da muchos detalles del Paraíso en el Corán, pero de todos ellos queda en claro que los creyentes gozarán de un jardín diseñado según su propia imaginación. Sin duda, Dios derramará muchos otros dones sorprendentes sobre Su siervos amados.
Se harán circular entre ellos platos de oro y copas, que contendrán todo lo que cada uno desee, deleite de los ojos. “Estaréis allí eternamente. (Corán, 43:71)
De las descripciones e ilustraciones coránicas podemos tener una comprensión general de lo agradable que será el Paraíso. En el versículo ...Siempre que se les dé como sustento algún fruto de ellos (es decir, de los jardines), dirán: “Esto es igual que lo que se nos ha dado antes”... (Corán, 2:25), Dios dice que los favores en el Paraíso serán, en lo esencial, similares a los de este mundo. Según la descripción del versículo y les introducirá en el Jardín, que El les habrá dado ya a conocer. (Corán, 47:6), podemos concluir que Dios permitirá que los creyentes residan en un Paraíso con el que ya estaban relativamente familiarizados.
De todos modos, la información que podamos obtener del Paraíso, necesariamente será insuficiente, parcial. Lo más que podemos lograr es indicios para una visión muy general. Imagen del Jardín prometido a quienes temen a Dios: habrá en él arroyos de agua incorruptible, arroyos de leche de gusto inalterable, arroyos de vino (espiritual), delicia de los bebedores, arroyos de depurada miel…(Corán, 47:15). Este versículo deja en claro que el Paraíso es un lugar que escapa a lo que podamos imaginar. Además, evoca en el alma humana el sentimiento de que es un lugar de perspectivas o escenas inesperadas.
Por otra parte, Dios describe al Paraíso como un “agasajo” o una “fiesta”:
En cambio, quienes temen a su Señor tendrán jardines por cuyos bajos fluyen arroyos, en los que estarán eternamente, como alojamiento que Dios les brinda. Y lo que hay junto a Dios es mejor (que los bienes terrenales) para los justos. (Corán, 3:198)
En este versículo Dios presenta el Paraíso como un lugar de hospitalidad y regocijo. Seguramente el “fin” de esta vida, el júbilo de pasar la “prueba” y obtener el mejor lugar donde residir eternamente, hace que los creyentes se regocijen. Será algo espléndido: no tendrá ningún parecido con cualquier tipo de disfrute o placer en este mundo. Es cierto que será una celebración superadora de las tradiciones y rituales de todos los festivales, carnavales, fiestas y exhibiciones habituales pasadas y actuales del mundo.
El hecho de que los creyentes se regodeen con diversos tipos de satisfacciones de manera permanente, nos lleva a considerar otra característica significativa de cómo vivirán en el Paraíso: nunca sentirán hastío. Esta condición la manifiesta el Corán en palabras de los creyentes:Nos ha instalado, por favor Suyo, en la Morada de la Estabilidad. No sufriremos en ella pena, no sufriremos cansancio”. (Corán, 35:35).
Sin duda, los creyentes tampoco sufrirán allí de ningún tipo de agotamiento. En contraste con el Paraíso, donde la fatiga no se acercará a ellos… (Corán, 15:48), en este mundo el ser humano siente el agobio porque su cuerpo no fue creado con una gran fortaleza. Al sentirnos cansados, nos resulta difícil concentrarnos y tomar decisiones firmes. Se nos altera la percepción de las cosas debido al cansancio. Pero ese estado de ánimo nunca existirá en el Paraíso. Todos los sentidos permanecerán atentos percibiendo de la mejor manera la creación de Dios. Los creyentes estarán completamente libres de toda sensación de extenuación y, en consecuencia, disfrutarán los dones de Dios sin interrupción. El deleite y goce que sentirán serán ilimitados y eternos.
En un entorno en donde la fatiga y el fastidio no existirán, Dios premiará a los creyentes por medio de crear “lo que deseen”. En verdad, Dios da la buena nueva de que creará más que lo que puedan desear o imaginar los creyentes: Tendrán allí cuanto deseen y aún dispondremos de más. (Corán, 50:35).
Debería tenerse presente que uno de los favores más importantes del Paraíso será que …El les preservará del castigo del fuego del Infierno, (Corán, 44:56) y no oirán el más leve ruido de él (es decir, del Infierno)… (Corán, 21:102).
Por otra parte, los creyentes tendrán la oportunidad de ver a la gente del Infierno y conversar con ella todas las veces que quieran. También se sentirán agradecidos por esta distinción:
Dirán: “Antes vivíamos angustiados (por nuestra suerte futura) en medio de nuestras familias. Dios nos agració y preservó del castigo del viento abrasador (del Infierno). Ya le invocábamos antes. Es el Bueno, el Misericordioso”. (Corán, 52:26-28)
En el Corán se describe el Paraíso: Cuando se mira allá, no se ve sino delicia y suntuosidad (Corán, 76:20). Allí los ojos saborearán y disfrutarán una perspectiva distinta y una fastuosidad diferente. Cada rincón y cada parte estarán decorados preciosamente. Dicho boato será sólo para los creyentes sobre quienes Dios derramará Su misericordia, a quienes El les concederá Su Jardín. Extirparemos el rencor que quede en sus pechos. Serán como hermanos, en lechos, unos enfrente de otros. (Corán, 15:47). (Se alojarán en los jardines del Paraíso) eternamente, y no desearán mudarse. (Corán, 18:108).
Dios ha prometido a los creyentes y a las creyentes jardines por cuyos bajos fluyen arroyos, en los que estarán eternamente, y viviendas agradables en los jardines del edén. Pero la satisfacción de Dios será mejor aún. ¡Ese es el éxito grandioso! (Corán, 9:72)
En las páginas anteriores mencionamos los magníficos favores que Dios derramará sobre los seres humanos en el Paraíso. Es evidente que se trata de un lugar que contendrá todo el solaz que podemos experimentar a través de los cinco sentidos. Sin embargo, la cualidad superior del Paraíso es la complacencia de Dios. Obtenerla se convertirá en la mayor fuente de paz y satisfacción en el Más Allá. Además, a la gente del Paraíso le hará feliz recibir Sus bendiciones y ser agradecida con El por Su benevolencia. El Corán describe a los creyentes en el Paraíso:
...Dios está satisfecho de ellos y ellos lo están de El. ¡Ese es el éxito grandioso! (Corán, 5:119)
Los favores que se recibirán en el Paraíso serán muy preciosos debido a la complacencia de Dios. En este mundo los creyentes también pueden ser receptores de esos beneficios, pero si no obtienen el contento de Dios no gozan de los mismos. Esta es una cuestión muy importante que hay que sopesarla debidamente. Lo que en verdad hace preciosa una gracia divina no es el placer que produce sino que Dios la concede.
El creyente que recibe el beneficio de esa merced y es agradecido con su Creador, deriva su principal placer de la benevolencia de Dios. Los creyentes sólo pueden encontrar la satisfacción en la protección, el amor y la misericordia de El. Por lo tanto, sus corazones sólo hallarán el deleite en el Paraíso. Creados para ser siervos de Dios, sólo encuentran agrado en Su benevolencia. Es por esto que nunca puede existir “el cielo en la tierra”, utopía de los incrédulos. Es decir, carecerá de sentido poner en este mundo todo lo que existe en el Paraíso si no se logra la complacencia de Dios.
En resumen, el Paraíso es un don que Dios concederá a Sus siervos sinceros y de ahí su importancia para éstos. Puesto que Son, nada más, siervos honrados. (Corán, 21:26), obtendrán la felicidad y el goce eternos. Las palabras de los creyentes en el Paraíso serán ¡Bendito sea el nombre de tu Señor, el Majestuoso y Honorable! (Corán, 55:78).
El lugar en donde permanecerán los incrédulos para siempre fue creado especialmente, para que se sufra en cuerpo y alma. Dios, en Su probidad, les impone el castigo correspondiente.
Ser ingrato y rebelde con el Creador ―Quien da al ser humano el alma― es el agravio más grande que se puede cometer en el universo y ello conduce a atroces castigos en el Más Allá. Para eso está el Infierno. El ser humano, creado para ser siervo de Dios, seguramente recibirá lo que merece si niega el principal propósito de la Creación. Dice Dios: …Los que, llevados de su altivez, no Me sirvan entrarán, humillados, en el Infierno”. (Corán, 40:60).
Puesto que la mayoría de las personas serán enviadas al Infierno, donde sufrirán un castigo eterno, el principal objetivo, la meta básica de la humanidad, debería ser que eso no suceda. La más grande amenaza es que el alma vaya a parar allí y eso es lo que se debe evitar.
No obstante, casi todos viven en estado de inconciencia en la Tierra, ocupados en otros problemas cotidianos. Durante meses, años o decenios se dedican a cuestiones insignificantes, pero no piensan en el peligro más grave. Tienen el Infierno muy cerca pero son demasiado ciegos para verlo:
Se acerca el momento en que los hombres deban rendir cuentas, pero ellos, despreocupados, se desvían. Cuando reciben una nueva amonestación de su Señor, la escuchan sin tomarla en serio, se ríen de ella... (Corán, 21:1-3)
Ese tipo de persona invierte el tiempo en esfuerzos vanos. Pasa la vida persiguiendo quimeras, la defensa de una ideología estéril, la promoción en el trabajo, el matrimonio, la “vida familiar feliz” y la acumulación de dinero. Es inconsciente de la gran amenaza que tiene por delante y considera que el Infierno es una fábula.
En realidad, el Infierno es más real que el mundo en el que estamos, pues éste dejará de existir enseguida y aquél es eterno. Dios, el Creador del universo y de los delicados equilibrios de la naturaleza, también creó el Infierno y el Paraíso. A los incrédulos e hipócritas se les promete un castigo doloroso:
...Les bastará con el Infierno, en el que arderán. ¡Qué mal fin...! (Corán, 58:8)
El Infierno, el peor lugar que podemos imaginar, es una fuente de la más consumada tortura. La mortificación y dolor que se padecen allí no son similares a ninguna aflicción en este mundo y superan por lejos todo lo conocido. Por cierto, ello es obra de Dios, el Exaltado en Sabiduría.
Otra realidad es que la tortura allí es permanente, sin fin. La mayoría de la gente en la sociedad de la ignorancia en que vivimos, tiene una concepción equivocada del Infierno, pues cree que allí “cumplirán sentencia” por cierto tiempo y luego serán perdonadas. Esa forma de pensar, que no es más que un deseo, está bastante extendida entre quienes se suponen creyentes aunque se nieguen a cumplir sus deberes para con Dios. Asumen que se pueden permitir todos los placeres mundanales posibles y que luego de recibir un castigo en el Infierno, por cierto tiempo, obtendrán el Paraíso. Sin embargo, el fin que les espera es más doloroso que el que se imaginan. El Infierno es un lugar de tormento eterno, como lo enfatiza el Corán: permanecerán en él durante generaciones, (Corán, 78:23).
Ser ingrato y rebelde con el Creador, Quien os ha dado el oído, la vista y el intelecto (Corán, 16:78),merece, por cierto, un sufrimiento incesante. Ninguna excusa salvará a esa gente del Infierno. El veredicto para quienes exhiben indiferencia ―o aún peor, animosidad― hacia la religión de su Creador, es firme e invariable. Se trata de personas arrogantes que niegan someterse a Dios Todopoderoso y resultan las enemigas más encarnizadas de los creyentes. El Día del Juicio oirán lo siguiente:
¡Entrad por las puertas del Infierno, por toda la eternidad! ¡Qué mala es la morada de los soberbios! (Corán, 16:29)
La característica más terrible del Infierno es su naturaleza eterna. De allí no habrá retorno. Quienes vayan a parar ahí caerán en una desesperación sin remedio debido a todos los tipos de torturas que encontrarán. Perderán toda expectativa de salvación. Dice el Corán:
Pero los que obren con perversidad tendrán el Fuego como morada. Siempre que quieran salir de él, serán devueltos a él y se les dirá: “¡Gustad el castigo del Fuego que desmentíais!”. (Corán, 32:20)
En cambio, los que no creen en Nuestros signos, ésos son los de la izquierda (es decir, los réprobos). Se cerrará un fuego sobre ellos. (Corán, 90:19-20)
La presencia de miles de millones de personas el Día del Juicio, no será motivo para que los incrédulos puedan escapar del dictamen obligatorio. Después de la sentencia, en presencia de Dios, serán etiquetados “la gente de la izquierda”. Ese es el momento en que serán enviados al Infierno. Entonces comprenderán, con gran amargura, que será su residencia eterna. Los destinados a ese lugar terrible llegarán con un testigo y un conductor:
Se tocará la trompeta. Ese es el día de la Amenaza (es decir, el día con el que se les había amenazado). Cada uno vendrá acompañado de un conductor (es decir, el ángel que conducirá al alma ante Dios el día de la Resurrección) y de un testigo (es decir, el ángel acusador). “Estas cosas te traían sin cuidado. Te hemos quitado el velo y, hoy, tu vista es penetrante”. Su compañero (es decir, el ángel testigo de cargo) dirá: “Esto es lo que te tengo preparado”. (Dios dirá:) “¡Arrojad al Infierno a todo infiel pertinaz, desviado (de la Verdad), adversario del bien, violador de la ley, escéptico, que ponía, junto con Dios, a otro Dios! ¡Arrojadlo al castigo severo!”. (Corán, 50:20-26)
Los incrédulos serán metidos allí “en divisiones”. Y en el trayecto al mismo se inspirará el temor en sus corazones. Los espantosos ruidos y crujidos del fuego, se escucharán desde lejos:
Cuando sean arrojados a él, oirán su fragor, en plena ebullición, a punto de estallar de furor. Siempre que se le arroje (es decir, siempre que se arroje al fuego) una oleada (de réprobos), sus guardianes les preguntarán: “¿Es que no vino a vosotros un monitor?”. (Corán, 67:7-8)
Del versículo se induce fácilmente que los incrédulos al ser recreados comprenderán lo que les sucederá. Estarán solos, sin amigos, parientes o defensores que les ayuden. Perderán la arrogancia y la confianza en sí mismos. Tendrán la mirada extraviada. Dice el Corán:
Les verás expuestos a él (es decir, al Fuego), abatidos de humillación, mirando con disimulo, mientras que quienes hayan creído dirán: “Quienes de verdad pierden son los que el día de la Resurrección se han perdido a sí mismos y han perdido a sus familias”. ¿No tendrán los impíos un castigo permanente? (Corán, 42:45)
En el Infierno se aborrecerá todo. Los incrédulos nunca dejarán de sentir hambre y a pesar de la cantidad de almas que habitarán allí, el Fuego siempre estará pidiendo más:
El día que digamos al Infierno: “¿Estás ya lleno?”, él dirá: “¿Aún hay más?”. (Corán, 50:30)
Otra descripción del Infierno en el Corán:
¡Lo entregaré al ardor del Saqar (es decir, el ardor del Infierno)! Y ¿cómo sabrás qué es el Saqar? No deja residuos, no deja nada. Abrasa al mortal. (Corán, 745:26-29)
Las puertas se cerrarán por detrás de los incrédulos apenas lleguen al Infierno y éstos verán las cosas más horripilantes. De inmediato comprenderán que serán “presentados” como nuevos moradores y que permanecerán allí eternamente. Las puertas cerradas indicarán que no hay ninguna posibilidad de salvación. Dios describe esta situación:
En cambio, los que no creen en Nuestros signos, ésos son los de la izquierda (es decir, los réprobos). Se cerrará un fuego sobre ellos. (Corán, 90:19-20)
El tormento se caracteriza en el Corán como un castigo terrible (Corán, 3:176), un castigo severo (Corán, 3:4) y un castigo doloroso (Corán, 3:21). De todos modos, son representaciones que no dan una comprensión plena del castigo en el Infierno. Si una persona es incapaz de resistir una simple quemadura en este mundo, es imposible que comprenda lo que significa permanecer expuesta al fuego eterno. El dolor que se siente aquí a causa de una quemadura, es incomparable a la severa tortura del Infierno. Ningún sufrimiento será similar a ése:
Ese día nadie castigará como El. Nadie atará como El.(Corán, 89:26-27)
En el Infierno se vivirá, pero bajo la tortura, la zozobra, los tormentos físicos, mentales y psicológicos y distintos tipos de mortificaciones y desgracias. Es imposible comparar cualquiera de esos padecimientos con los que se experimentan en la Tierra. En el Infierno se percibirá el quebranto a través de los cinco sentidos. Se verán imágenes repugnantes y terribles; se oirán aullidos, gritos y rugidos espeluznantes; el olfato percibirá olores acres y pavorosos; se degustarán las sabores más detestables e insoportables. Los condenados sentirán el Infierno con el mayor de los rigores, hasta en el interior de las células. Será un dolor enloquecedor, difícil de imaginar en este mundo. La piel, los órganos internos, todo el cuerpo en suma, se corroerá y retorcerá de dolor.
La gente del Infierno nunca morirá y en consecuencia nunca dejará de padecer la tortura. Ese dolor se describe así en el Corán: Esos son los que han trocado la Dirección por el extravío, el perdón por el castigo. ¿Cómo pueden permanecer imperturbables ante el Fuego? (Corán, 2:175). La piel se renovará mientras se queme y eso continuará así indefinidamente, sin decrecer nunca la intensidad de la congoja. Dice Dios: ¡Arded en él! Debe daros lo mismo que lo aguantéis o no... (Corán, 52:16).
La aflicción mental no será menor que la física en el Infierno, dónde la gente se lamentará intensamente, se desesperará, se sentirá desahuciada y pasará años tras años consternada. Cada rincón, cada lugar del Infierno, estará diseñado para producir un sufrimiento mental eterno. Si aunque más no sea finalizase después de miles de millones de años, se podría tener la esperanza de alcanzar en algún momento la felicidad y el goce de una existencia distinta. (Pero no será así).
Según la descripción coránica, el Infierno es un lugar donde se experimentarán las peores situaciones: olores repugnantes, estrechez, ruidos insoportables, oscuridad tétrica, sentimientos de inseguridad permanente, fuego quemante en el corazón, comida y bebida asquerosas, vestimenta incandescente y alquitrán líquido.
Esas serán las características básicas del Infierno y en ese entorno se transcurrirá una vida terrible. Quienes lo habiten tendrán los sentidos agudos. Oirán, hablarán, argumentarán e intentarán escapar de ese sufrimiento. Se quemarán una y otra vez, sentirán sed, hambre y remordimiento. Serán atormentados por sentimientos de culpa. Pero lo más importante es que querrán alivio para su dolor.
Los habitantes del Infierno tendrán una vida infinitamente inferior a la de los animales más sucios y nausabundos de este mundo. El único nutriente que tendrán es dari (planta espinosa y amarga) y el árbol de zaqqum. Por otra parte, para beber tendrán sangre y pus. El fuego les envolverá por todas partes. Dios describe la angustia que se sentirá en el Infierno:
A quienes no crean en Nuestros signos les arrojaremos a un Fuego. Siempre que se les consuma la piel, se la repondremos, para que gusten el castigo. Dios es poderoso, sabio. (Corán, 4:56)
Sufrirán cadena y azotes aunque ya tengan la piel desgarrada, la carne quemada y la sangre les chorree por todas partes. Serán arrojados al centro del Infierno con las manos atadas al cuello. Mientras tanto, los ángeles del castigo colocarán a los reos en camas de fuego con mantas de fuego y después en féretros cubiertos de fuego.
Los incrédulos gritarán sin descanso para que se les salve de esos tormentos. Por lo general recibirán como respuesta más humillación y suplicio. Quedarán solos con su angustia. Quienes en este mundo fueron arrogantes, rogarán humildemente por misericordia. Hay que tener en cuenta que los días en el Infierno no serán iguales a los de este mundo. ¿Cómo se puede determinar la magnitud de un minuto, un día, una semana, un mes o un año de un sufrimiento eterno?
Todas esas escenas se comprobarán más ciertas y reales que nuestra vida actual.
Hay entre los hombres quien vacila en servir a Dios (Corán, 22:11); quienes han dicho: “El fuego no nos tocará más que por días contados” (Corán, 3:24); quienes hacen de la ambición de dinero, de la posición social y de la profesión exitosa los principales objetivos de sus vidas, por lo que, en consecuencia, desestiman la complacencia de Dios; quienes alteran los mandamientos de Dios para ajustarlos a sus propios deseos; quienes interpretan el Corán según su conveniencia; quienes se extravían del sendero recto. Esos son, en resumen, los incrédulos e hipócritas que morarán en el Infierno, con la excepción de aquellos a los que Dios, en Su misericordia, perdonará y rescatará. La palabra de Dios es concluyente y, ciertamente, lo anunciado sucederá:
Si hubiéramos querido, habríamos dirigido a cada uno. Pero se ha realizado Mi sentencia: “¡He de llenar el Infierno de genios y hombres, de todos ellos!”.(Corán, 32:13)
Otra realidad es que dichas personas y entidades son creadas especialmente para el Infierno, como lo sugiere el versículo que sigue:
Hemos creado para el Infierno a muchos de los genios y de los hombres. Tienen corazones con los que no comprenden, ojos con los que no ven, oídos con los que no oyen. Son como rebaños. No, aún más extraviados. Esos tales son los que no se preocupan. (Corán, 7:179)
A pesar de todos los sufrimientos que atravesarán, nadie les podrá ayudar o salvarlas de ese destino determinado por Dios. Abandonadas a sí mismas, sufrirán mucho la soledad: Hoy no tiene aquí amigo ferviente, (Corán, 69:35). En su entorno sólo estarán los “Angeles del Infierno”, quienes reciben órdenes de Dios. Se trata de entidades extremadamente severas, inmisericordes, aterradoras, cuya única responsabilidad es torturar duramente a los habitantes del Infierno. Dios ha erradicado por completo la compasión de estos ángeles, que poseen voces, gestos y apariencias horripilantes. Creados para vengarse de quienes se rebelaron contra Dios, ejercerán su responsabilidad con el debido cuidado y atención. Seguramente no aplicarán un “trato preferencial” a nadie.
Este es el peligro real que espera a cada alma que no cumpla en la Tierra con Dios. Por supuesto, quien es rebelde e ingrato con su Creador, y en consecuencia comete las mayores acciones censurables, merece esa retribución. Dios nos advierte de esto:
¡Creyentes! Guardaos, vosotros y vuestras familias, de un Fuego cuyo combustible lo forman hombres y piedras, y sobre el que habrá ángeles gigantescos, poderosos, que no desobedecen a Dios en lo que les ordena, sino que hacen lo que se les ordena. (Corán, 66:6)
¡No! Si no cesa, hemos de arrastrarle (al Infierno) por el copete, copete que miente, que peca. Y ¡que llame a sus secuaces, que Nosotros llamaremos a los que precipitan (los réprobos al Infierno)! (Corán, 96:15-18)
Los habitantes del Infierno estarán desahuciados. Las torturas que sufrirán serán extremadamente crueles, además de permanentes. Gritarán y rogarán por la salvación.Verán a los moradores del Paraíso y les suplicarán agua y alimento. Querrán arrepentirse y que Dios les perdone. Pero todo eso será en vano.
R ogarán a los guardianes del Infierno para que sean intermediarios frente a Dios y le pidan que sea misericordioso con ellos. Debido al dolor tan insoportable que sufrirán, se querrán salvar del mismo, aunque más no sea por un día:
Los que estén en el Fuego dirán a los guardianes del Infierno: “¡Rogad a vuestro Señor que nos abrevie un día del castigo!”. Dirán (los guardianes): “¡Cómo! ¿No vinieron a vosotros vuestros enviados con las pruebas claras?”. Dirán: “¡Claro que sí!”. “Entonces, ¡invocad vosotros!”. Pero la invocación de los infieles será inútil. (Corán, 40:49-50)
Los incrédulos buscarán misericordia pero serán puestos boca abajo de manera estricta:
“¡Señor!”, dirán, “nuestra miseria nos pudo y fuimos gente extraviada. ¡Señor! ¡Sácanos de él (es decir, del Infierno)! Si reincidimos, seremos unos impíos”. Dirá (Dios): “¡Quedaos en él y no Me habléis!”. Algunos de Mis siervos decían (cuando estaban en la Tierra): “¡Señor! ¡Creemos! ¡Perdónanos, pues, y ten misericordia de nosotros! ¡Tú eres el Mejor de quienes tienen misericordia!”. Pero os burlasteis tanto de ellos que hicieron que os olvidarais de Mí. Os reíais de ellos. Hoy les retribuyo por la paciencia que tuvieron. Ellos son los que triunfan. (Corán, 23:106-111)
Esta será realmente la última alocución de Dios a la gente del Infierno. Sus palabras “¡Quedaos en él y no Me habléis!”, serán concluyentes. Nunca más tendrá en cuenta a esas personas. Seguramente que a nadie le gustará pensar en esa situación.
Mientras la gente del Infierno se queme allí, los que obtengan “la felicidad y la salvación”, es decir, los creyentes, permanecerán en el Paraíso gozando los beneficios de favores ilimitados. Los que se incineren sufrirán más al observar la vida de los agraciados con el Jardín. Es decir, podrán “observar” los magníficos privilegios del Paraíso, en tanto sufren torturas intolerables.
Los creyentes, de quienes los incrédulos se reían, tendrán una vida plena y feliz, estarán ubicados en lugares gloriosos, en casas majestuosas con bellas compañías y degustarán comidas y bebidas deliciosas. La humillación que sentirán los incrédulos se acrecentará al ver a los creyentes en paz y en un entorno exuberante. Estas escenas agregarán más penas y sufrimientos a sus congojas.
Los moradores del Paraíso agradecerán más a Dios por su bella vida y apariencia. En cambio, el remordimiento de los que no siguieron las órdenes de Dios en este mundo, se profundizará cada vez más. Rogarán a los creyentes ―que los estarán viendo desde el Jardín― ayuda y solidaridad, pero será inútil. La comunicación entre unos y otros será como sigue:
(Los bienaventurados que estarán) en jardines, se preguntarán unos a otros acerca de los pecadores. (Dirán a los réprobos:) “¿Qué es lo que os ha conducido al Saqar (al ardor del Infierno)?”. Dirán (los réprobos): “No éramos de los que oraban, no dábamos de comer al pobre, parloteábamos con los parlones y desmentíamos el Día del Juicio, hasta que vino a nosotros la cierta (la muerte)”. Los intercesores no podrán hacer nada por ellos. (Corán, 74:40-48)
En este capítulo estamos hablando de dos grupos de gente: los que creen en Dios y los que rechazan Su existencia. Hemos proporcionado una representación general del Paraíso y del Infierno, basándonos exclusivamente en lo que dice el Corán. Nuestro propósito no es dar cierta información sobre la religión sino recordar y advertir a los incrédulos sobre el Infierno, un lugar horrible para ellos pues allí padecerán una condena tremenda.
en jardines, se preguntarán unos a otros acerca de los pecadores. (Dirán a los réprobos:) “¿Qué es lo que os ha conducido al Saqar (al ardor del Infierno)?”. Dirán (los réprobos): “No éramos de los que oraban, no dábamos de comer al pobre, parloteábamos con los parlones y desmentíamos el Día del Juicio, hasta que vino a nosotros la cierta (la muerte)”. Los intercesores no podrán hacer nada por ellos. (Corán, 74:40-48)
Después de lo dicho, es necesario enfatizar que el ser humano, sin lugar a dudas, tiene la plena libertad de elegir. Puede conducir su vida como le gste. Nadie tiene el derecho de forzarlo a creer una u otra cosa. Sin embargo, nosotros, como creyentes en Dios y en Su justicia final, tenemos la responsabilidad de advertir a otros sobre lo estremecedor que resultará el Infierno. Seguramente, hay gente inconsciente de la situación en la que está y el tipo de fin que le espera. De ahí nuestra obligación de hacerlo conocer. Dios nos habla de la situación de esa gente:
¿Quién es mejor: quien ha cimentado su edificio en el temor de Dios y en Su satisfacción o quien lo ha cimentado al borde de una escarpa desgastada por la acción del agua y desmoronadiza, que se derrumba arrastrándole al fuego del Infierno? Dios no dirige al pueblo impío. (Corán, 9:109)
Es imposible que se salven en el Más Allá quienes rechazan las órdenes de Dios en este mundo y de un modo u otro niegan la existencia de su Creador. En consecuencia, cada uno debe verificar lo antes posible cuál es su posición frente a Dios y someterse a El. De lo contrario, lo lamentará y enfrentará un ocaso pavoroso:
Puede que los infieles deseen haber sido musulmanes... ¡Déjales que coman y que gocen por breve tiempo! ¡Que se distraigan con la esperanza (es decir, con esperanzas falaces)! ¡Van a ver...! (Corán, 15:2-3)
Resulta manifiesta la manera de evitar el castigo eterno, ganar las bendiciones eternas y alcanzar la complacencia de Dios:
Creer auténticamente en Dios antes de que sea demasiado tarde;
Invertir el tiempo en buenas acciones para obtener el contento de Dios…