La fuerza explosiva del universo es así igualada, con una exactitud casi increíble, a su fuerza gravitatoria. El big bang no fue, evidentemente, una explosión antigua cualquiera, sino una explosión de una magnitud perfectamente dispuesta, preparada.
Paul Davis. Profesor de Física Especulativa17
En el primer capítulo examinamos la creación del universo a partir de la nada como resultado de una gran explosión. Consideremos ahora algunas implicancias de ello.
Los científicos estiman que en el universo existen más de 300 mil millones de galaxias de formas distintas (espiraladas, elípticas, etc.) y que cada una contiene aproximadamente tantas estrellas como el número de galaxias que hay en el universo.
Una de esas estrellas, el Sol, tiene nueve planetas mayores que rotan alrededor suyo con una gran armonía. Todos nosotros vivimos en el tercero de esos planetas, contados a partir del sol.
Observe alrededor suyo. Lo que ve, ¿se le presenta como una desordenada mezcolanza de materia esparcida al azar por aquí y por allá? Por supuesto, no. Pero, ¿cómo pudo la materia haberse constituido en galaxias organizadas si había sido dispersada sin orden ni concierto?
¿Por qué la materia se acumuló en ciertos puntos y formó estrellas? ¿Cómo pudo haber emergido el delicado equilibrio de nuestro sistema solar a partir de una explosión violenta? Muchas preguntas importantes como estas, nos conducen al real interrogante de cómo fue estructurado el universo después del Big Bang.
Si el Big Bang fue realmente una explosión catastrófica, entonces es razonable sostener que la materia fue diseminada de manera fortuita por todas partes. Sin embargo, no fue así.
Por el contrario, se organizó en planetas, estrellas, galaxias, grupos de galaxias y supergrupos de galaxias. Se asemeja al hecho de una bomba que al explotar en un granero provoca que todo el trigo se deposite embolsado en la cubierta de un camión listo para ser despachado a un lugar determinado, en vez de producirse una lluvia de granos por todas partes.
Fred Hoyle, firme opositor durante años a la teoría del Big Bang, expresó su sorpresa frente a esta estructura del universo:
»La teoría del Big Bang sostiene que el universo comenzó con una explosión singular.No obstante, una simple explosión rompe la materia y la arroja por todos lados, en tanto que el Big Bang, misteriosamente, ha producido el efecto opuesto, es decir, aglutinó la materia en forma de galaxias«18.
Que la materia producida por el Big Bang fuese a formar estructuras tan organizadas, resulta, en realidad, algo extraordinario. El hecho de una armonía así nos conduce a la comprobación de que el universo fue el resultado de su creación perfecta por Dios.
En este capítulo examinaremos y consideraremos dicha perfección y excelencia extraordinarias.
La gente que oye hablar del Big Bang no considera el tema en profundidad, no piensa acerca del plan extraordinario que debe yacer detrás de esta explosión.
Eso se debe a que la idea de explosión no sugiere armonía, planificación u organización para la mayoría de las personas. En realidad, hay una serie de aspectos muy enigmáticos en el intrincado orden del Big Bang.
Una de esas cosas confusas tiene que ver con la aceleración provocada por la explosión. Cuando ésta tuvo lugar, la materia tuvo que haber empezado a moverse, seguramente, a cierta velocidad en todas las direcciones.
Pero hay otro punto al que tenemos que prestar atención: también debe haber existido una gran fuerza de atracción en el primer momento de la explosión, es decir, la gran fuerza de atracción o gravitatoria existente como consecuencia de tener a toda la materia del universo reunida en un punto.
Aquí operan dos fuerzas distintas y opuestas. La energía de la explosión, sometiendo a la materia a la fuerza centrífuga, y la fuerza de atracción, intentando resistir a la anterior y presionando por juntar todo de nuevo.
El universo pasó a existir porque esas dos fuerzas estaban equilibradas. Si la fuerza de atracción hubiese sido mayor que la centrífuga, el universo hubiera colapsado, se habría juntado en un punto.
Si hubiese sido cierto lo opuesto, la materia se habría esparcido en todas direcciones, de una manera que nunca se uniría nuevamente.
Paul Davies: "La evidencia es suficientemente contundente como para reconocer la existencia de un designio cósmico consciente".
Entonces, ¿cuán sensible es este equilibrio? ¿Cuánta »separación« o »diferencia« podía haber existido entre esas dos fuerzas?
El físico matemático Paul Davies, profesor en la Universidad Adelaide de Australia, realizó prolongados cálculos de las condiciones que deben haber existido al producirse el Bing Bang y concluyó con un resultado que sólo se puede describir como pasmoso.
Según Davies, si la velocidad de expansión hubiese diferido en más de 10-18 segundos (un quintillonésimo de segundo) no habría existido el universo.
Davies describe su conclusión: »Medidas cuidadosas ponen la velocidad de expansión muy cercana al valor crítico en el cual el universo escapa a su fuerza de gravedad y se expande para siempre.
Si esa velocidad de expansión hubiese sido un poco más lenta, el cosmos hubiera colapsado; y si hubiese sido un poco mayor el material cósmico se habría dispersado completamente hace tiempo.
Es interesante preguntar específicamente cuán delicadamente ha sido »ajustada« la velocidad de expansión para ubicarse en esa estrecha línea divisoria entre dos catástrofes.
Si en un tiempo de 1 seg (por medio del cual el tiempo patrón de expansión ya fue firmemente establecido) la velocidad de expansión hubiese diferido de su valor real en más de 10-18, habría sido suficiente para eliminar el equilibrio.
La fuerza explosiva del universo es así igualada, con una exactitud casi increíble, a su fuerza gravitatoria. El big bang no fue, evidentemente, una explosión antigua cualquiera, sino una explosión de una magnitud perfectamente dispuesta, preparada«19.
Bilim Teknik (»Ciencia Técnica«, periódico científico turco) cita un artículo que apareció en »Science«, donde se habla del fenomenal equilibrio obtenido en la fase inicial del universo:
»Si la densidad del universo hubiese sido un poco mayor, no se habría expandido debido a la fuerza de atracción de las partículas atómicas, sino que se hubiese contraído hasta quedar éstas sumidas en un punto, según la teoría de la relatividad de Einstein. Si la densidad hubiese sido un poco menor, entonces el universo se hubiera expandido rápidamente, por lo que las partículas atómicas no se hubiesen atraído entre sí y nunca se hubieran formado las estrellas y las galaxias. En consecuencia, ¡el ser humano no hubiese existido nunca! Según los cálculos, la diferencia entre la densidad real del universo y su densidad crítica —que es improbable que ocurra— es menor a un cuatrillonésimo de un uno por ciento. Esto es similar a colocar un lápiz en una posición tal que pueda permanecer parado sobre su punta más de mil millones de años… Por otra parte, como el universo se expande, ese equilibrio se vuelve más delicado«20.
Incluso Stephen Hawking, quien se esfuerza por justificar la creación del universo como producto de una serie de coincidencias en Historia del Tiempo, reconoce el extraordinario equilibrio en la velocidad de expansión:
»Si la velocidad de expansión un segundo después del Big Bang hubiese sido menor, incluso en una parte en cien mil billones (uno dividido cien mil billones, es decir, 1/1017), el universo habría colapsado de nuevo antes de que hubiese alcanzado nunca su tamaño natural«21.
¿Qué indica entonces un equilibrio tan notable como este? La única respuesta racional a la pregunta es que prueba la existencia de un proyecto o designio consciente que, por lo tanto, no podría ser accidental.
Y el cielo, lo construimoscon fuerza. Y, ciertamente, asignamos un vasto espacio. |
A pesar de su tendencia materialista, el Dr. Davies admite eso:
»Es difícil rechazar que la actual estructura del universo, evidentemente tan sensible a las menores alteraciones según los cálculos, haya sido, más bien, algo cuidadosamente considerado… La aparente concurrencia milagrosa de valores numéricos que la naturaleza ha asignado a sus constantes fundamentales, debe permanecer como la evidencia más precisa de un componente de designio cósmico«22.
La aceleración de la explosión del Big Bang es sólo uno de los notables equilibrios en el momento incial de la creación. Inmediatamente después del Big Bang, las fuerzas que apuntalaron y organizaron el universo en el que vivimos, tenían que ser numéricamente »correctas«, pues de otro modo no habría existido.
Las »fuerzas fundamentales« reconocidas por la física moderna son cuatro. Toda estructura y movimiento en el universo es gobernado por esas cuatro fuerzas, conocidas como de gravedad, electromagnética, nuclear fuerte y nuclear débil.
Estas dos últimas operan únicamente a escala atómica. Las otras dos gobiernan la asociación o reunión de los átomos, en otra palabras, la »materia«.
Estas cuatro fuerzas fundamentales entraron en acción inmediatamente como consecuencia del Big Bang y condujeron a la creación de los átomos y de la materia.
Una comparación de esas fuerzas es ilustrativa, porque sus valores son sorprendentemente distintos entre sí. A continuación se dan unidades normales internacionales:
Fuerza nuclear fuerte 15
Fuerza nuclear débil 7.03 x 10-3
Fuerza electromagnética 3.05 x 10-12
Fuerza gravitatoria 5.90 x 10-39
Advirtamos cuán grandes son las diferencias en las intensidades de las cuatro fuerzas fundamentales. ¡La razón entre la más potente (fuerza nuclear fuerte) y la más débil (fuerza gravitatoria) es aproximadamente igual a una cifra constituida por el número 25 seguido de treinta y ocho ceros! ¿A qué se debería esto?
A esta cuestión se refiere el biólogo molecular Michael Denton en su libro El Destino de la Naturaleza:
»Si, por ejemplo, la fuerza gravitatoria fuese un billón de veces más potente, entonces el universo sería mucho más pequeño y su vida histórica mucho más corta. Una estrella promedio tendría una masa un billón de veces menor a la del sol y un período de vida de cerca de un año. Por otra parte, si la gravedad hubiese sido menos intensa, nunca se hubiese formado ninguna estrella o galaxia. Las otras relaciones o valores no son menos críticos. Si la fuerza fuerte hubiese sido levemente más débil, el único elemento estable sería el hidrógeno. No podría existir ningún otro átomo. Si hubiese sido levemente más potente en relación al electromagnetismo, entonces un rasgo estable del universo solo sería un núcleo atómico consistente en dos protones, lo que significaría que no habría nada de hidrógeno. Y si se hubiese desarrollado alguna estrella o galaxia, serían muy distintas de como son hoy. Claramente, si estas distintas fuerzas y constantes no tuvieran los valores precisos que tienen, no habría ninguna estrella, supernova, planeta, átomo o vida.«23.
Paul Davies comenta cómo las leyes de la física estipulan las condiciones ideales para que la gente viva:
»Si la naturaleza hubiese optado por una leve diferencia en ciertos guarismos, el mundo sería un lugar muy distinto. Probablemente no estaríamos aquí… Recientes descubrimientos acerca del cosmos primitivo nos obliga a aceptar que el universo en expansión ha sido puesto en movimiento con la cooperación de una precisión asombrosa«24.
Arno Penzias, quien fue el primero, junto con Robert Wilson, en detectar la radiación cósmica de fondo (descubrimiento por el que recibieron el Premio Nobel en 1965), hace un comentario sobre la maravillosa concepción del universo:
»La astronomía nos conduce a un evento único, a un universo que fue creado de la nada, con equilibrios muy delicados y necesarios para proveer las condiciones exactas requeridas que permitan la vida, a un universo que tiene un plan fundamental (podríamos decir un ‘plan más allá de lo mundano’)«25.
Todos los científicos que hemos citado extrajeron una conclusión importante de sus observaciones.El examinar y pensar en el equilibrio increíble y el orden hermoso en el diseño del universo, conduce a una verdad: en este universo existe un propósito superior y una armonía perfecta. Incuestionablemente, el que concibe ese propósito es Dios, Quien ha creado todas las cosas sin tacha.En uno de sus versículos Dios llama nuestra atención sobre ese orden en la creación del universo, planeado y calculado en cada detalle:
Quien posee el dominio de los cielos y de la tierra, … lo ha creado todo y lo ha determinado por completo. (Corán, 25:2)
Lo dicho hasta ahora exhibe el extraordinario equilibrio entre las fuerzas que hacen posible la vida humana en este universo.
La aceleración de la explosión del Big Bang, los valores de las cuatro fuerzas fundamentales y todas las otras variables que examinaremos en los capítulos que siguen, variables que son vitales para la existencia, han sido dispuestas con una precisión extraordinaria.
Hagamos una breve digresión y consideremos la teoría de la casualidad sostenida por el materialismo. La coincidencia es un término matemático y la posibilidad de que algo suceda se puede calcular valiéndonos del cálculo de probabilidad.
Echemos mano del mismo.
Tomando en cuenta las variables físicas, ¿cuál es la posibilidad de que un universo que pasó a existir por casualidad produzca organismos vivientes? ¿Una en billones de billones? ¿Una en trillones en trillones? ¿O una en una cifra aún mayor?
PROBABILIDAD DE QUE APAREZCA UN UNIVERSO
DONDE SE PUEDA CONSTITUIR LA VIDA
Los cálculos del matemático británico Roger Penrose muestran que la probabilidad de que aparezca un universo que conduzca a la vida por casualidad es de 1010123. La expresión "extremadamente improbable" es inadecuada para describir esa remotísima posibilidad.
10100000000000000000000000000000000000000000
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Roger Penrose, conocido matemático británico y muy amigo de Stephen Hawking, se preguntó acerca de esto e intentó calcular la probabilidad.
Incluyendo lo que consideraba eran todas las variables requeridas por los seres humanos para vivir en un planeta como el nuestro, calculó la probabilidad de que este medio ambiente se dé entre todos los que posiblemente se hubiesen generado a partir del Big Bang.
Según Penrose, la probabilidad de que ello ocurra está en el orden de 1/1010123.
Es difícil imaginar lo que significa este número. En matemáticas, el valor de 10123 se expresa por un 1 seguido de ciento veintitrés ceros. (Dicho sea de paso, es un número mayor al de átomos que se cree existen en todo el universo, el cual está calculado en 1078).
Pero la cifra que nos da Penrose, como vimos, es mucho más grande: un uno seguido de ciento veintitrés ceros.
Veamos: 103 es igual a 1000. 10103 es un número constituido por un uno seguido de mil ceros. Si tiene seis ceros se llama millón; si tiene nueve ceros se llama mil de millón; si tiene doce ceros se llama billón, etc. Pero no tenemos ni siquiera un nombre para un número formado por un uno seguido de 10123 ceros.
Matemáticamente, en términos prácticos, una probabilidad de 1/1050 significa »probabilidad cero«. El número de Penrose es más de un billón de billón de billón de veces menor a 1/1050. Es decir, la probabilidad de que se origine por casualidad un universo como el nuestro a partir del Big Bang es extraordinariamente menor a lo que se considera probabilidad cero.
En resumen, el número de Penrose nos dice que la creación »por accidente« o »casual« de nuestro universo es algo imposible.
Respecto a ese pasmoso número comenta Penrose:
»Esto nos dice ahora lo preciso que debe haber sido el objetivo del Creador, es decir, con una exactitud de 1/1010123. Esta es una cifra extraordinaria. Posiblemente ni siquiera podríamos escribir el número completo en la notación decimal común al tratarse de un uno seguido de 10123 ceros. Incluso si fuésemos a escribir un cero sobre cada protón y sobre cada neutrón de todo el universo —y podríamos hacerlo sobre todas las otras partículas para tratar de usar todos los ceros— no llegaríamos a escribir la cifra indicada«26.
Los números que definen el designio y propósito del equilibrio del universo, juegan un papel crucial y exceden la comprensión. Prueban que de ninguna manera el universo es producto de una casualidad, y nos muestra »cuán preciso debe haber sido el objetivo del Creador«, como dijo Penrose.
En realidad, a fin de reconocer que el universo no es un »producto de las casualidades«, no hacen falta para nada esos cálculos. Mirando simplemente a su alrededor, cualquier persona puede percibir fácilmente el hecho de la creación, incluso en los detalles más diminutos.
¿Cómo un universo como este, perfecto en sus sistemas (el sol, la Tierra, la gente, las viviendas, los autos, los árboles, las flores, los insectos y todo lo demás), pudo haber pasado a existir como resultado de la unión casual de átomos después de una explosión?
Cada detalle que escudriñemos exhibirá la evidencia de la existencia y supremo poder de Dios. Sólo la gente que reflexiona puede captar esos signos.
En la creación de los cielos y de la tierra, en la sucesión de la noche y el día, en las naves que surcan el mar con lo que aprovecha a los hombres, en el agua que Dios hace bajar del cielo, vivificando con ella la tierra después de muerta, diseminando por ella toda clase de bestias, en la variación de los vientos, en las nubes, sujetas entre el cielo y la tierra, hay, ciertamente, signos para los que razonan. (Corán, 2:164)
La ciencia del siglo XX se ha presentado con la evidencia categórica de que el universo fue creado por Dios. El principio antrópico que mencionamos antes revela que cada detalle del universo ha sido diseñado para que el género humano pueda vivir y que no hay ningún lugar para la casualidad.
Lo interesante es que aquellos que descubrieron todo esto y llegaron a la conclusión de que el universo no pudo haber pasado a existir por casualidad, son los mismos que defienden la filosofía materialista.
Científicos como Paul Davies, Arno Penzias, Fred Hoyle y Roger Penrose, no son hombres piadosos y, ciertamente, mientras desarrollaban su trabajo, no abrigaban ninguna intención de probar la existencia de Dios.Está claro que llegaron a esa conclusión de modo prácticamente involuntario.
El astrónomo norteamericano George Greenstein confiesa esto en su libro El Universo Simbiótico:
»¿Cómo podría admitirse esta posibilidad (que las leyes de la física se ajusten por sí solas a la vida)?… Mientras investigamos todas las evidencias, el pensamiento nos plantea insistentemente que una acción sobrenatural —o más bien una Acción—debe estar involucrada. ¿Es posible que repentinamente, sin tener la intención, nos tropecemos con pruebas científicas de la existencia de un Ser Supremo? ¿Fue Dios quien intervino, y así, providencialmente, moldeó el cosmos para nuestro beneficio?«27.
Como ateo, Greenstein desprecia la verdad manifiesta. Pero de todos modos no puede dejar de sorprenderse. Otros científicos menos prejuiciosos, en cambio, admiten de buena gana que el universo debe haber sido diseñado especialmente para que la humanidad viva en él.
El astrofísico norteamericano Hugg Ross finaliza su artículo El Designio y el Principio Antrópico con estas palabras:
»Un Creador inteligente, trascendente, debe haber hecho existir el universo. Un Creador inteligente, trascendente, debe haber proyectado el universo. Un Creador inteligente, trascendente, debe haber concebido el planeta Tierra. Un Creador inteligente, trascendente, debe haber dispuesto la vida«28.
La ciencia prueba así la realidad de la creación. Ciertamente, Dios existe y El ha creado todo lo que nos rodea, lo visible y lo oculto. El es el único Creador del extraordinario y destacado equilibrio y el diseñador de los cielos y de la Tierra.
Eso ha sucedido de tal manera, que hoy día el materialismo tiene el sabor de un sistema de creencia no científica, supersticiosa.
El genetista norteamericano Robert Griffiths remarcó burlonamente:
»Si necesitamos un ateo para el debate, voy a ir al departamento de filosofía. El departamento de física no sirve de mucho«29.
Para resumir: cada ley física y cada constante física en este universo ha sido proyectada específicamente para que los seres humanos sean capaces de existir y vivir.
En su libro El Modelo Cósmico, Davies dice dicha verdad en el último parágrafo, titulado »La Impresión del Designio es Abrumadora«30.
Indudablemente, la concepción del universo es evidencia de la potestad de Dios para establecerlo. Esos equilibrios precisos, todos los seres humanos y otras criaturas, son la evidencia del poder supremo y acto de creación de Dios.
Este resultado descubierto por la ciencia moderna es la puesta al día de una verdad revelada en el Corán hace catorce siglos.
Vuestro Señor es Dios, Que ha creado los cielos y la tierra en seis días. Luego, se ha instalado en el Trono. Cubre el día con la noche, que le sigue rápidamente. Y el sol, la luna y las estrellas, sujetos por Su orden. ¿No son Suyas la creación y el orden? ¡Bendito sea Dios, Señor del Universo! (Corán, 7:54)
17. Paul Davies, Superforce: The Search for a Grand Unified Theory of Nature, 1984, p. 184.
18. Fred Hoyle, The Intelligent Universe, London, 1984, pp. 184-85.
19. Paul Davies, Superforce: The Search for a Grand Unified Theory of Nature, 1984, p. 184.
20. Bilim ve Teknik (Ciencia y Técnica) 201, p. 16.
21. Stephen Hawking, Historia del Tiempo, Editorial Crítica, Grijalbo SA, Bs. As., Argentina, 1988, p. 163.
22. Paul Davies, God and the New Physics, New York: Simón and Schuster, 1983, p. 189.
23. Michael Denton, Nature’s Destiny: How the Laws of Biology Reveal Purpose in the Universe, The New York: The Free Press, 1998, pp. 12-13.
24. Paul Davies, The Accidental Universe, Cambridge: Cambridge University Press, 1982, Prólogo.
25. Hugh Ross, The Creator and the Cosmos, p. 122-23.
26. Roger Penrose, The Emperor’s New Mind, 1989; Michael Denton, Nature’s Destiny, The New York: The Free Press, 1988, p. 9.
27. George Greenstein, The Symbiotic Universe, p. 27.
28. Hugh Ross, Design and the Anthropic Principle, Reasons To Believe, CA, 1988.
29. Hugh Ross, The Creator and the Cosmos, p. 123.
30. Paul Davies, The Cosmic Blueprint, London: Penguin Books, 1987, p. 203.