ZAKI Y LA ARAÑA

Zaki estaba tumbado en el jardín leyendo un libro. Desvió la mirada un momento y, al echar un vistazo a su alrededor, se fijó en una tela de araña que había en la rama de un árbol. Se levantó, fue hacia ella y la examinó con interés. La araña, que estaba cerca, le habló.

“¡Hola, amigo!”, dijo una vocecita.

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“Hola”, respondió Zaki, que siempre era muy educado. “La tela que has fabricado es muy interesante. ¿Cómo la haces?”

La araña respiró hondo y comenzó su explicación: “Empiezo por encontrar el lugar idóneo para hacerla. Debe situarse en una esquina o entre dos objetos cercanos. Déjame que te explique cómo tejo una tela entre dos ramas de árbol. Primero, sujeto el hilo firmemente al extremo de una de las ramas. Luego, voy hacia el extremo de la otra mientras sigo extendiendo el hilo. Cuando alcanzo la distancia adecuada, dejo de producir ese hilo. Entonces, empiezo a tirar de él hacia mí hasta que se tensa y lo ato al lugar en el que me encuentro. Después, comienzo a tejer la telaraña dentro del arco que acabo de hacer.”

Zaki meditó un instante: “Nunca he sido capaz de atar una cuerda firmemente entre dos muros. ¿No es difícil tensar el hilo?”

La araña le sonrió “Déjame que te explique cómo resuelvo el problema. A veces fabrico una telaraña entre dos ramas que están muy distantes entre sí. Como estas telarañas son muy grandes, resultan estupendas para atrapar moscas pero, por esta misma razón, con el tiempo, pierden su tirantez, lo cual reduce el porcentaje de éxito a la hora de cazar. Lo que hago entonces para evitar este problema es dirigirme al centro de la telaraña y atar un hilo que llegue hasta el suelo. Anudo una piedrecilla al hilo y luego vuelvo a la tela e intento tirar del hilo hacia arriba. Mientras la piedra se encuentra en el aire, vuelvo a sujetar el hilo firmemente al centro de la tela. Como consecuencia, puesto que la piedra está bajo el centro, tira de ella hacia abajo y la tela se tensa de nuevo. ¡Eso es todo!”

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“¡Qué gran método!”, dijo Zaki, que estaba realmente impresionado.

“¿Dónde aprendiste esta técnica y cómo la usas tan bien? Las arañas deben haber estado haciendo esto durante miles de años…”

“Estás en lo cierto, amigo” asintió la araña. “Sería estúpido pensar que disponemos de la inteligencia suficiente para hacer esto por nosotras mismas. Es Dios, a quien todo pertenece y todo crea, quien nos proporciona la habilidad para utilizar esta técnica.”

“Gracias por lo que me has contado”, dijo Zaki, el niño educado. “Ahora, cada vez que contemple los seres vivos que ha creado y sus perfectos diseños, comprenderé mejor lo poderoso que es Dios y la suprema sabiduría que posee.”

 

 

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