Rashad y Tawfiq eran amigos. La abuela de Rashad vivía en el mismo barrio que la familia de Tawfiq, así que, como Rashad se quedaba con su abuela todos los años durante las vacaciones, ambos podían pasar mucho tiempo juntos.
El primer trimestre había terminado. Todo el mundo había cogido sus notas y Tawfiq y sus compañeros se disponían a disfrutar de sus vacaciones. Sin embargo, como hacía mucho frío, no pudieron salir mucho durante los primeros días. A pesar de todo, y aunque por poco tiempo, a veces pudieron ir a ver a sus amigos y jugar. También, en ocasiones, se reunían en casa de alguno de ellos y charlaban mientras comían los pasteles y galletas que su madre había preparado.
Había pasado ya una semana, pero Tawfiq todavía no había visto a Rashad. Le preguntó a sus otros amigos si ellos lo habían visto, pero todos dijeron que no. Tawfiq pensó que probablemente no salía porque hacía mucho frío, aunque sabía que lo haría si nevaba, porque le encantaba jugar con la nieve. Decidió llamarle por teléfono.
Tan pronto como llegó a casa, cogió el teléfono y llamó a casa de la abuela de Rashad. Ésta contestó y en seguida reconoció la voz de Tawfiq.
“No he visto a Rashad desde que terminó el colegio”, explicó Tawfiq. “Estaba preocupado. Pensé en pasar a verlo mañana, pero decidí llamar primero.”
La abuela de Rashad le explicó que no estaba en su casa porque estaba enfermo. Tenía la gripe y debía pasar las vacaciones en cama descansando. “Te daré su número de teléfono”, le dijo. “Estará encantado de que le llames.”
Tawfiq anotó el número e, inmediatamente, llamó a Rashad.
Respondió su madre, que dijo: “Rashad, es tu amigo Tawfiq”, y le llevó el teléfono a su habitación.
Rashad cogió el teléfono y le dijo a Tawfiq: “Me alegro mucho de que me hallas llamado. Estoy muy contento de oírte.”
Tawfiq le dijo a Rashad que se había preocupado porque no le había visto durante las vacaciones y, cuando pasaron varios días, llamó a su abuela, que le había dicho que estaba enfermo. Lo sentía mucho.”
Rashad le explicó que había cogido la gripe al inicio de las vacaciones y que había tenido que quedarse en casa porque el médico le había dicho que no saliera, que descansara y que no fuera a ningún sitio hasta que estuviese recuperado del todo; así estaba pasando las vacaciones.
Rashad dijo: “Me alegro mucho de que hayas llamado. Saluda a mis amigos de mi parte, y no olvides volver a llamarme.”
De nuevo, Tawfiq le deseó que se recuperase pronto y colgó. Estaba muy triste porque su amigo estaba enfermo y tenía que pasar las vacaciones en casa.
Cuando su madre se fijó en lo triste que estaba, le preguntó qué le pasaba. Tawfiq le contó el problema de su amigo. “Quien sabe lo aburrido que estará teniendo que pasar así las vacaciones. Me pregunto qué más puedo hacer por él”, comentó.
Su madre pensó un poco: “No viven muy lejos. Podías ir a visitarlo. La madre de Rashad es una vieja amiga y no la he visto desde hace mucho. Podría visitarla al mismo tiempo.”
“Sería estupendo, mamá. ¿Cuándo podemos ir?”, exclamó Tawfiq entusiasmado.
“Llama a Rashad y pregúntale cuándo le parece bien”, le dijo su madre.
A la mañana siguiente, Tawfiq llamó a Rashad temprano. Le dijo que quería ir a visitarlo con su madre y le preguntó cuándo le parecía conveniente.
Rashad se puso muy contento y le dijo que su madre también lo estaría. Le comentó que los esperaban al día siguiente.
Tawfiq y su madre salieron temprano a la mañana siguiente. Al cabo de unas pocas horas de viaje, llegaron a la casa de Rashad. Su madre les recibió sonriente. “Me alegré mucho cuando supe que veníais”, dijo. “Sois muy amables por haber venido a visitarnos.”
Fueron juntos a la habitación de Rashad, que los saludó muy contento desde la cama. Después de preguntarle cómo se encontraba y charlar un rato, las madres dejaron solos a los niños.
Entonces algo llamó la atención de Tawfiq. A pesar de tener que quedarse en cama y pasar las vacaciones tumbado, Rashad estaba muy alegre. No parecía preocuparle en absoluto.
“Creí que estarías muy aburrido y triste”, le comentó. “En tu lugar, si yo pasase así las vacaciones, me pondría muy triste; pero tú estás bastante contento. No pareces nada aburrido.”
“Cierto”, asintió Rashad. “Sin embargo, los primeros días era justo lo que pensaba y estaba muy apenado, tanto que no podía dejar de llorar de vez en cuando. Pero mi primo Alí, que vino a visitarme, me trajo un libro. Me dijo que no había terminado de leerlo, y que me lo daría cuando lo hiciera, pero quería leerme la parte que ya había acabado.”
“Cuando le dije que me gustaría escucharla, me la leyó. El libro explicaba que Dios lo ha creado todo con un propósito específico, y que hay algo bueno incluso en cosas que, a simple vista, parecen malas. Decía que la gente que cree en Dios y tiene confianza en él debería actuar sabiendo que, definitivamente, todo es una bendición.”
“Daba muchos ejemplos. Uno era sobre estar enfermo. Lo que decía me afectó mucho. Como explicaba el libro, incluso la más leve de las enfermedades, como una gripe, pone de manifiesto lo impotentes que son las personas. La gripe la causa un minúsculo virus que no se puede ver a simple vista. Sin embargo, este diminuto virus despoja a una persona de su fuerza y hace que tenga que permanecer en cama. Llega un momento en que no puede andar o incluso hablar. No puede hacer otra cosa más que descansar y esperar a que mejore.”
“Tienes razón”, asintió Tawfiq. “Cuando eso ocurre, todo lo que se puede hacer es tomar las medicinas y esperar a mejorarse.”
Rashad siguió hablando:
“Cuando enfermamos, nos damos cuenta de la bendición que supone estar sano. Cuando alguien tiene buena salud y puede andar, correr y jugar sin dificultad, debe pensar en la enfermedad y estar agradecido a Dios. Al levantarte por la mañana, el que puedas andar, correr y hacer lo que quieras cuando quieras sin ayuda de nadie es un gran regalo de Dios. Como decía el libro, Dios, al crear la enfermedad, hizo que la gente pensara y se fijara en todo esto.”
“Sí, tienes razón en lo que dices”, asintió Tawfiq.
Rashad continuó con su relato: “Cuando empecé a pensar de esa manera, ya no estuve más triste. Al contrario, estoy muy contento porque estoy mejorando poco a poco. Estaré completamente recuperado cuando empiece el colegio. Entonces me alegraré aún más de estar bien y de poder correr y jugar.”
En ese momento, la madre de Tawfiq entró en la habitación y le dijo que era hora de irse.
“Yo también quiero leer ese libro. ¿Me lo enviarás cuando lo termines?”, preguntó Tawfiq.
“Desde luego”, dijo Rashad. “Te lo mandaré tan pronto como haya acabado.”
De regreso a casa, Tawfiq pensó de nuevo en lo que Rashad le había dicho. Estaba contento de verlo feliz y de que Rashad le hubiese contado lo que le contó. Se dijo: “Realmente, estar sano es una gran bendición y, cuando llegue, se lo diré a todos mis amigos.”
"Dijeron: «¡Gloria a Ti! No sabemos más que lo que Tú nos has enseñado. Tú eres, ciertamente, el Omnisciente, el Sabio»."
(Sura 2:32 El Baqarah)