Hameed era un chico muy alegre e inteligente. Le interesaban mucho las aves y quería saberlo todo de ellas. A veces, cuidaba de algunos pájaros en casa, pero luego los dejaba ir. Le gustaba mucho su estilo de vida libre. Una mañana de primavera, Hameed se fijó en un grupo de aves de largas patas que volaban juntas y, rápidamente, subió a la terraza de su casa para verlas más de cerca. Cuando llegó, observó que dos de ellas se habían posado en la chimenea y se puso muy contento. Las saludó y les dijo:
“Hola. Soy Hameed. ¿Quiénes sois vosotras?”
“Hola, Hameed. Espero que no te causemos ningún problema por habernos posado aquí. Nos gustaría mucho hablar contigo y conocerte”, dijo una de ellas.
“De ningún modo”, dijo Hameed. “Me encantan las aves. ¿Me podéis contar algo de vosotras, por favor?”
“Desde luego”, dijo la primera. “Somos cigüeñas. Somos aves migratorias de grandes alas blancas como la nieve (que miden de metro a metro y medio) y largas colas negras. Lo que nos da una apariencia atractiva es el color rojo de nuestros picos y nuestras largas patas.”
Hameed asintió: “¡Sois hermosas de veras!”
“En lo que más se fija la gente es en nuestra forma de volar”, continuó la cigüeña. “Volamos con los picos extendidos hacia delante y las patas hacia atrás. Esto hace que vayamos mucho más rápido.”
Hameed sentía curiosidad: “¿Y hacia adónde os dirigís ahora?”
“Cada año emigramos en grandes grupos, porque no podemos vivir en lugares fríos. Con ello también llevamos la buena noticia a la gente de que el buen tiempo está al llegar. Durante el verano, vivimos en una extensa área que se extiende desde Europa al norte de África y desde Turquía a Japón. Cuando empieza a hacer frío, emigramos hacia el hemisferio sur, a las zonas tropicales de África y la India.”
Hameed estaba asombrado: “Pero, ¿cómo sabéis cuándo va a hacer frío?”
La cigüeña sonrió: “Es una buena pregunta. Por supuesto, la respuesta es que Dios nos ha enseñado. Todas, al unísono, sentimos la necesidad de ir hacia países más cálidos. Dios hace que sintamos esta necesidad. Es Él quien nos enseña a volar y, cuando vuelve el otoño, se asegura de que podamos regresar recorriendo una distancia de miles de kilómetros y de que encontremos de nuevo nuestros hogares. Es Dios, con su inspiración quien nos enseña todas estas cosas.”
“Resulta muy interesante que podáis viajar distancias tan largas y volver a encontrar vuestros viejos nidos sin equivocaros, como si utilizaseis una brújula”, dijo Hameed impresionado.
La cigüeña siguió diciendo: “Desde luego, esta prodigiosa memoria y sentido de la orientación son el resultado de la suprema creación de Dios, que nos dotó de ambos.”
Hameed tenía otra pregunta para su nueva amiga: “Vivís cerca de los seres humanos, ¿verdad?”
“Sí”, contestó su amiga. “Hacemos nuestros nidos en las partes elevadas de los edificios, árboles y chimeneas.”
La otra cigüeña se levantó y dijo: “Loo siento, Hameed, pero tenemos que retomar nuestro camino.”
Hameed observó cómo sus nuevas amigas se hacían más y más pequeñas conforme se alejaban volando.
"aunque no hay animal que camine sobre la tierra ni ave que vuele con sus dos alas, que no forme comunidades como vosotros: ningún detalle hemos descuidado en Nuestro decreto. Y una vez más: Ante su Sustentador serán [todos] congregados." (Sura 6:38 El ganado)