Al principio de este libro, mencionamos la instilación que la sociedad hace en nosotros de ciertas ideas preconcebidas. Hicimos énfasis en que, por tal condicionamiento, aceptamos sin reserva muchas afirmaciones, que, de hecho, necesitan un escrutinio meticuloso. También hicimos constar que, para tomar una decisión correcta, necesitamos revisar nuestros prejuicios, independientemente del tema que nos ocupe.
Aquí, en este capítulo, cuestionaremos una de las ideas preconcebidas más importantes del sistema actual. Pondremos en nuestra agenda un tema en el que apenas se ha pensado hasta ahora en un intento por entender la verdadera naturaleza del “mundo exterior “. ¿Qué es en realidad el “mundo exterior” que nos rodea?
La fuente de toda la información que tenemos acerca del “mundo exterior” son nuestros cinco sentidos. Puesto que hemos estado bajo su dependencia desde nuestro nacimiento hasta ahora, no pensamos que el “mundo exterior” pueda ser diferente al cuadro construido para nosotros por nuestros sentidos. Estamos tan condicionados a creer que el universo es como lo percibimos, que nos resulta innecesario discutir este tema.
Sin embargo, recientes investigaciones llevadas a cabo por los científicos han conducido a plantear serias dudas acerca de nuestras percepciones y la naturaleza del mundo tal y como lo percibimos a través de nuestros sentidos. Estas investigaciones han echado por tierra las explicaciones clásicas del universo y la materia, y han ocasionado una magnitud y una aproximación muy diferentes al mundo científico, que llamamos “una nueva dimensión”.Todo cuanto percibimos como el “mundo exterior” es, de hecho, una serie de señales eléctricas. Tomemos la “vista” como ejemplo. La respuesta a la pregunta “¿Cómo vemos?” es por lo general “Con nuestros ojos, por supuesto”. Sin embargo, la cuestión no es tan simple.
Los fotones que pasan a través de nuestros ojos sufren una serie de procesos. Se convierten en señales eléctricas y de este modo se transmiten al cerebro.
Es decir, lo que se transmite al cerebro no son fotones provenientes de un objeto percibido sino señales eléctricas producidas como reacción al impacto de los fotones en un estrato de los órganos de la vista llamados ojos. En otras palabras, el centro de la visión localizado en el cerebro no procesa los rayos de luz originales sino sus copias eléctricas. Cuando decimos: “Veo este objeto”, en realidad no lo estamos viendo. Lo que vemos son las señales eléctricas que lo representan en nuestro cerebro. Vemos todo, incluido el universo entero, en nuestro centro de visión que sólo mide un par de pulgadas cuadradas.
Si necesitamos interpretar el conocimiento que tenemos hasta ahora, entonces podemos decir que la percepción final no tiene lugar en los ojos sino en el centro de la visión. Es decir, contrariamente a la creencia popular, no vemos con nuestros ojos sino con el centro de la visión. Puesto que ninguna luz entra al cerebro, éste siempre está oscuro. Si colocásemos una fotocélula (un dispositivo que mide la luz) marcaría cero en todo momento, incluso aunque estuviésemos mirando al sol directamente. En suma, el cerebro nunca ve el objeto sino las señales eléctricas que éste emite. Bertrand Russell pone el siguiente ejemplo:
“El sentido común imagina que cuando ve una mesa, ve una mesa. Ésta es una burda y falsa ilusión. Cuando el sentido común ve una mesa, ciertas ondas luminosas alcanzan sus ojos, y son de un tipo que, en su experiencia previa, ha asociado con ciertas sensaciones táctiles, así como con el testimonio de otras personas que también la vieron. Pero nada de esto nos trajo la mesa misma. Las ondas luminosas provocaron unos ciertos sucesos en nuestros ojos, y éstos causaron otros en el cerebro. Cualesquiera de ellos, que hubiesen ocurrido sin los preliminares habituales, habría provocado en nosotros las sensaciones que denominamos 'ver la mesa', aunque no hubiese habido ninguna.” (Bertrand Russell, The ABC of Relativity, George Allen and Unwin Ltd., 1958, p. 129)
Este hecho relacionado con la vista es aplicable a todos los demás sentidos. Olemos señales eléctricas, oímos señales eléctricas y, una vez más, no saboreamos las cosas que comemos, sino las señales eléctricas que las representan.
Lo mismo se puede decir del sentido del tacto. “Incluso cuando golpeas tu cabeza contra una pared de piedra, realmente no la tocas. Cuando piensas que tocas una cosa, hay ciertos electrones y ciertos protones, que forman parte de tu cuerpo, que son atraídos y repelidos por ciertos electrones y ciertos protones de la cosa que piensas que estás tocando, pero no hay contacto real. Los electrones y los protones de tu cuerpo, al agitarse por la cercanía a los otros electrones y otros protones, se desestabilizan, y transmiten una perturbación desde los nervios hasta el cerebro; el efecto en éste último es lo que se necesita para tener una sensación de contacto.” (Bertrand Russell, In Praise of Idleness and Other Essays, George Allen and Unwin Ltd., 1958, p. 228)
La audición no es diferente. Las ondas acústicas que alcanzan los oídos se convierten gracias al sistema nervioso en señales eléctricas y se envían al centro de audición. Como en el caso del mecanismo de la vista, son copias eléctricas de las ondas acústicas las que alcanzan el cerebro.
Hasta ahora, hemos puesto claramente de manifiesto que los objetos que vemos, tocamos y oímos son simples señales eléctricas que nuestros cerebros producen e interpretan. Cuando una persona come una manzana, por ejemplo, su cerebro produce e interpreta varios impulsos eléctricos. Lo que se percibe como una manzana, no es una manzana propiamente dicha sino algunas señales eléctricas que representan en nuestro cerebro su forma, olor, sabor y solidez. A este respecto, el mundo exterior que se nos presenta a través de nuestros órganos sensoriales es una suma de copias eléctricas. Nuestros cerebros, durante toda nuestra vida, procesan y evalúan estas copias. Creemos que estamos vinculados con objetos “reales”, sin embargo, sólo tratamos con copias de imágenes.
No podemos llegar a los objetos “reales” a través de los sentidos. Así que nunca podemos estar seguros de si el mundo formado en nuestras mentes es un reflejo exacto del mundo real. Las imágenes creadas en nuestro cerebro puede que no sean similares a los objetos reales del mundo exterior. El cerebro convierte los mensajes entrantes en otro lenguaje dentro de su sistema y forma un universo aparte. Como hemos dependido de este sistema desde nuestro nacimiento, no hemos tenido oportunidad de asegurarnos de si el cerebro refleja el mundo real y nos da la información correcta acerca de él. Decimos “Sí, estoy convencido de que lo hace, porque cuando percibo una cosa, otros me dicen que también perciben lo mismo”. Aquí, sin embargo, nos olvidamos del hecho de que esas otras personas son también una parte del mundo exterior y por consiguiente un producto de nuestra percepción. Esta situación es similar a la de una persona que ha permanecido toda su vida en una habitación y se comunica con el mundo exterior a través de una pantalla. Es imposible que esta persona evalúe si las imágenes que observa como el “mundo exterior” realmente reflejan el mundo real o no.
Para resumir, la forma en que percibimos el “mundo exterior” se basa solamente en nuestra percepción y la decodificación única de nuestro cerebro.
“En realidad, en el universo no existe la luz como la vemos y definimos, ningún sonido como lo oímos, ni ningún calor como lo percibimos. En otras palabras, nuestros órganos sensoriales nos engañan al establecer la relación entre el mundo exterior y el cerebro.” (Prof. Dr. Ali Demirsoy, Evrenin Çocuklari Children of the Universe, p.3-4)
Bertrand Russell explica en su libro "Philosophical Matters" la diferencia entre el “mundo exterior” y el que se forma en nuestros cerebros con el ejemplo de un ciego. Siempre se puede decir a un ciego que la luz es un movimiento ondulado, algo que él puede imaginar, puesto que las personas impedidas visualmente se orientan por el tacto. No obstante, lo que el ciego entiende por luz según esta definición es completamente diferente a lo que realmente es.Nunca se puede definir o explicar lo que es la luz a una persona ciega. La luz, descrita como un movimiento ondulado, es completamente diferente a la luz que percibimos. Por consiguiente, es imposible decir que la fuente de la imagen que se crea en el cerebro es luz. Lo que tratamos de decir es que lo que vemos, no nos da a conocer necesariamente la materia que vemos en el “mundo exterior”. El mismo fenómeno ocurre con los otros sentidos. Pongamos otro ejemplo:
“Incluso la sinfonía más bella es una composición de ondas acústicas que vibran en nuestro oído interno. Se supone que el mundo exterior desencadena todas las sensaciones. Pero no emanan de allí sino que existen como percepciones propias a nosotros” (Bilim ve Teknik (Science and Technique), agosto, 1988)
De hecho, es nuestro cerebro el que convierte estas ondas acústicas del “mundo exterior” en una sinfonía. Esto quiere decir que la música realmente no ocurre en el mundo exterior sino que es nuestro cerebro el que hace que la sintamos.
Podemos llegar a la misma conclusión en lo que se refiere a la percepción del color; al observar colores diferentes, realmente lo que ocurre es que diferentes longitudes de onda luminosas alcanzan nuestros ojos. Es otra vez nuestro cerebro el que convierte estas longitudes de onda en colores. Por ejemplo, la razón de que veamos una manzana de color rojo es la percepción de la longitud de onda luminosa que la manzana refleja en el cerebro. Esto quiere decir que la manzana no es de hecho roja, el cielo no es azul y el árbol no es verde; los vemos de ese modo a causa de nuestra percepción.
La famosa revista de ciencia, “La Recherche” opina lo siguiente sobre este tema: “No hay nada en la luz que podamos llamar rojo o azul. Físicamente, no podemos hablar de la existencia del color. Ésta es sólo una percepción psicológica.” (Enero 1981)
Además, se sabe que los animales ven los objetos según patrones y colores diferentes. Éste es otro ejemplo que prueba que lo que se ve depende del perceptor.
Para los caballos, el cielo no es azul, sino gris. Las abejas, a diferencia de los seres humanos, pueden percibir colores ultravioleta, de manera que ven muchos matices adicionales. Para los cocodrilos y los ratones, todo es blanco y negro. Las vacas y los toros viven en un mundo donde el color rojo no existe. Se sabe también que los animales observan las formas de los objetos de modo distinto.
En este caso, la pregunta: “¿Quién está en lo cierto?” nos viene a la mente. Resulta obvio que no tenemos base para decir que sólo las personas ven las cosas en la forma correcta.
Lo que nos hace decir que un objeto existe es que lo vemos, tocamos u oímos. A pesar de todo, estas sensaciones no forman parte del objeto mismo, porque éstas son características que nuestros cerebros, mejor dicho, nuestras mentes atribuyen al objeto. Esto quiere decir que esas sensaciones provenientes de uno de los cinco sentidos como el sentimiento de calor o el dolor, no forman parte del “mundo exterior”, sino que todo ocurre dentro de nuestras mentes, donde se crean.
Entonces, puesto que el “mundo exterior” del que hablamos es sólo una compilación de estos sentidos, este mundo exterior no puede existir sin una mente. Si suprimimos todas las propiedades de una fruta, como su vista, olor o sabor, entonces la fruta ya no tendrá un significado para nosotros. Una fruta sin sabor, olor, solidez o color ya no será una fruta.
El mundo que conocemos es de hecho un mundo dentro de nuestras mentes donde se diseña, se le da expresión y color o incluso se crea. El único mundo del que estamos seguros es éste.
Para resumir, vivimos en este mundo dentro de nuestras cabezas donde no podemos dar un solo paso más allá y estamos equivocados al pensar que éste es el “mundo exterior” auténtico. Ésta no es una interpretación diferente de una filosofía; ésta es la evidencia clara de la ciencia.
La incertidumbre que se origina en el auge de ciencia no se centra solamente en las características del “mundo exterior”. Mientras que los nuevos descubrimientos científicos nos hacen dudar de nuestra creencia en lo que sentimos, también hace que nos formulemos una pregunta dramática: “¿Existe realmente un “mundo exterior”?
¿Has pensado alguna vez en qué es lo que hace que creamos en este “mundo exterior”? El que veamos, oigamos o toquemos un objeto es por lo general suficiente para que creamos en su existencia. Sin embargo, ésta es sólo una creencia que hemos adquirido por costumbre, lo cual es contrario a la ciencia y a la lógica.
“En lo que se refiere al sentido del tacto, cuando presionamos la mesa con nuestros dedos tiene lugar una perturbación eléctrica en los electrones y protones de las puntas de los mismos, producidas, según la física moderna, por la proximidad de dichos electrones y protones a la mesa. Si la misma perturbación que ocurre en nuestros dedos surgiera de cualquier otra forma, deberíamos tener sensaciones, a pesar de no existir ninguna mesa.” (Bertrand Russell, The ABC of Relativity, George Allen and Unwin Ltd., 1958, p. 129-130)
Lo que queremos explicar aquí es que una persona puede tener las sensaciones de vista, tacto o sonido, incluso cuando un objeto no existe. Nuestros cerebros pueden forjar un mundo tan real y vital como el verdadero con el estímulo artificial que recibe.
Imaginemos una sofisticada grabadora en la cual se codifican muchas señales eléctricas diferentes. Primero, registremos en esta grabadora todos los pormenores de un ambiente, como su vista, su olor, su sonido y también nuestros cuerpos. Luego reenviemos estas señales eléctricas a las partes pertinentes del cerebro. Debido a que las señales eléctricas que provoca el "mundo exterior" activan en el cerebro todos los sentidos, como son la vista, el tacto, etc., seríamos unos ilusos si pensásemos que realmente nos encontrábamos en este entorno después de iniciar el sistema de vídeo.
En la cirugía cerebral, los pacientes tienen visiones diferentes de sus amigos o de escenas cuando se toca el centro de memoria de la vista. Experimentan sabores diferentes y empiezan a reír a carcajadas cuando se tocan otras partes del cerebro. Por consiguiente, no necesitamos que exista un mundo real ahí fuera para crear un mundo en nuestros cerebros; sólo necesitamos estímulos reales o artificiales.
Otro ejemplo llamativo del ficticio mundo creado por el cerebro es nuestros sueños.
La vida que vivimos en nuestros sueños resulta a menudo extremadamente real. Una persona que sueña que un desconocido le sigue suda a medida que corre a través de las calles. Se pone tan tenso que puede que hasta sufra un ataque al corazón. Mientras todos estos procesos tienen lugar, no existe tal desconocido, ni siquiera su cuerpo.
En resumen, un sueño es un claro ejemplo de realidad virtual donde uno asume existir en un ambiente real.
¿Qué pasa si ahora mismo estás soñando? Puede parecer una pregunta extraña, pero asumamos por un momento que alguien te dice que lo que estás experimentando en estos momentos sólo es un sueño y que las cosas que están pasando a tu alrededor están ocurriendo únicamente en tu cerebro. ¿Cuál sería tu respuesta? No tienes ninguna evidencia que te indique que estás soñando. Todo parece nítido, lógico y real. No hay nada que te haga pensar otra cosa. Por tanto, no estás soñando. Sin embargo, ¿se basa en estos criterios el modo en que diferencias entre la realidad y el sueño? ¿O es sólo que las imágenes son tan reales que parecen formar parte de una serie de acontecimientos?
¡Ten cuidado! El método que utilizas para diferenciar los sueños de la realidad no parece muy científico. Cuando sueñas, no puedes distinguir si se trata de un sueño o no. Por tanto, no hay razón para mirar los sueños con desdén. Hablas con alguien que en realidad no existe y quieres tener un coche virtual. Cuando te despiertas, ambos sueños y la “vida” que crees que es real tienen las mismas características, puesto que ambos los experimentas a través de tu cerebro.
Cuando sueñas, los acontecimientos escapan a tu control. No tienes capacidad para controlar el lugar, el tiempo o el escenario donde ocurren tus sueños. De repente, te encuentras teniendo una aventura mientras duermes. Lo que es más, no crees que lo que sucede a tu alrededor es extraño, aunque no se ajuste al sentido común y va contra las leyes de la naturaleza.
Muy probablemente, para ti, la realidad la representan las cosas que puedes ver y tocar. También sujetas algo con tu mano y la ves en tu sueño, aunque ni tienes mano ni ojos, ni un objeto que poder ver. ¡Esta situación es esencialmente engañosa! Un filósofo que trata de descifrar este conflicto declara lo siguiente:
“Pues mientras soñamos, no sabemos que estamos soñando; es sólo más tarde, después de despertarnos, que reconocemos nuestro sueño como un sueño.
¿Cómo podemos afirmar que nuestras experiencias presentes son de más fidedignas que las de un sueño? El hecho de asociarlas a una sensación de realidad no las hace más de fiar, porque experimentamos el mismo sentimiento en un sueño. No podemos excluir por completo la posibilidad de que experiencias posteriores prueben que, incluso ahora, estemos soñando.” (Hans Reichenbach, The Rise of Scientific Philosophy, University of California Press, 1973, p.29)
Descartes también hizo la misma proposición: “En mis sueños me veo yendo a lugares; cuando me despierto me doy cuenta de que no he estado en ninguna parte y me encuentro simplemente tumbado en mi cama. ¿Quién me puede asegurar que no estoy soñando ahora mismo, o que mi vida entera no es un sueño? Por estas razones, la realidad de mundo en que vivo se convierte en un concepto completamente dudoso.” (Macit Gökberk, Felsefe Tarihi (History of Philosophy), p.263)
Entonces, ¿cuál es la diferencia entre los sueños y la vida real? ¿Es el hecho de que la vida real tenga una naturaleza ininterrumpida y continua, o es porque en los sueños prevalece una clase diferente de mecanismo razonador? Éstas no son diferencias importantes en principio, puesto que ambas vivencias ocurren en el cerebro.
Si podemos vivir en una vida virtual cuando soñando, ¿por qué no podríamos estar viviendo en una vida virtual cuando no estamos soñando? No hay razón lógica que nos impida pensar que, cuando nos despertamos de un sueño, comenzamos a vivir en un sueño más largo que llamamos “vida real”. Son nuestros prejuicios y nuestra forma tradicional de pensar los que nos hacen no tener dudas acerca de este tema, aunque no disponemos de ninguna evidencia sólida acerca del mismo.
Bajo hipnosis, el paciente, aunque esté en un sueño profundo, oye, ve y siente aleccionado por otra persona. El hipnotizador puede simular de palabra cualquier ambiente y el paciente creería que está dentro de ese ambiente y éste es real. En la revista General Hospital Psychiatry (enero de 1987), un experimento realizado a un niño de diez años cuya pierna se había fracturado en un accidente de coche se relata como sigue:
“El paciente recibió instrucciones de cerrar los ojos y sentir como si estuviera en el cine. Durante la operación, el niño permaneció serenamente tumbado y moviendo su mano derecha regularmente entre su boca y su rodilla. Mientras tanto, el doctor se encargó de la fractura. ¿Qué significado tenían los movimientos rítmicos de la mano? Después de despertarse, el niño dijo que había estado comiendo palomitas de maíz en el cine.”
Bajo hipnosis, puedes hacer que alguien oiga las voces que tú quieras. Si le convencemos de que nuestra voz sale de una pared, entonces pensará que la pared habla. Si vamos más allá y decimos que la voz proviene de nuestras manos o nuestros oídos, entonces dará por supuesto que estos órganos hablan.
Además, el concepto de tiempo en hipnosis es bastante diferente. Vale la pena mencionar un experimento llevado a cabo en el Departamento de psicología de la Universidad de Virginia. Se hipnotizó a una estudiante universitaria que recibió instrucciones de regresar a sus años de secundaria y entrar en cada aula de su escuela. Había unas 20 aulas en su escuela y se le pidió que dijese lo que estaba ocurriendo en cada una de ellas. Pero sólo disponía de media hora para hacerlo, mientras un metrónomo regulaba el tiempo. Se informó a la chica de que un metrónomo marcaría cada minuto, a fin de que supiera cuánto tiempo le quedaba para terminar.
La chica hipnotizada controló bien el tiempo y logró lo que se esperaba de ella dentro del tiempo que se le fió. Pero el metrónomo no marcaba cada minuto, sino cada segundo. En otras palabras, el metrónomo funcionó durante un total de 30 segundos, no media hora.
Al cabo de 30 segundos se detuvo el metrónomo y el profesor despertó a la chica. Luego le preguntó qué recordaba de la experiencia. Su subconsciente había reaccionado como se le había pedido que hiciera, así es que pudo relatar en detalle lo que vio en cada aula. Cuando se enteró de que el experimento entero había durado 30 segundos y no media hora, se quedó atónita.
Este ejemplo muestra cómo se puede crear un mundo ficticio a través de la hipnosis. De tal manera que incluso aunque conservemos sólo el cerebro de un ser humano vivo, le podríamos dar un cuerpo y una cara a voluntad a través de la hipnosis, y le podríamos hacer vivir una vida igual que la que estamos viviendo en estos momentos.
Aparte de la capacidad del cerebro humano para inventar lugares virtuales, la tecnología moderna nos proporciona las herramientas necesarias para establecer “mundos virtuales” tridimensionales. La técnica tridimensional de fotografía, cuyo resultado final es el “holograma”, se genera con la ayuda de rayos láser.
Las imágenes producidas por un holograma se asientan en el espacio y es posible verlas desde todos los ángulos. Hoy en día, el holograma se usa en actividades de la vida diaria, como en la exhibición de joyería o representaciones teatrales. Mientras no se toque, es imposible diferenciar un holograma de su original.
Todos estos ejemplos indican un hecho cierto: “El cerebro no puede distinguir si el estímulo proviene de una fuente real o falsa.”
En otras palabras, el hecho de que veamos, toquemos u olamos una sustancia no quiere decir que realmente exista. Al soñar, bajo la hipnosis, o cuando los nervios se estimulan artificialmente, no tenemos dudas acerca de la realidad del escenario en el que estamos. Sin embargo, el escenario que creemos que es real, sólo ocurre en el cerebro.
En resumen, nuestro cerebro o, en términos más precisos, nuestra mente nos presenta un mundo creado para nosotros. Es imposible que tengamos idea acerca de la verdadera naturaleza de la existencia de este mundo.
Entonces, ¿cómo podemos tener certeza de la existencia de este mundo en el que vivimos y asumir que es real? Aunque no hay soporte científico ni lógico para la existencia de un mundo real, la razón por la que creemos en él se fundamenta en el modo tradicional de pensar y en la manera en que hemos formado nuestro conocimiento y nuestras percepciones sobre el mundo desde que nacimos. Podemos observar claramente este hecho cuando liberamos nuestra mente y pensamos sin las limitaciones de nuestros prejuicios.Desde la medicina hasta la física y en muchas otras ramas de la ciencia, recientes avances han revelado serias dudas acerca de la realidad del “mundo exterior”. Los científicos y los astrónomos manifiestan que la verdadera naturaleza del universo no es la materia, pero también añaden que prevalece un orden perfecto. Por ejemplo, Einstein asevera: “Me asombro cuando veo el orden del universo”. El astrónomo Arthur Eddington, por otra parte, manifiesta la creencia de que el cimiento básico del universo es el pensamiento. James Jeans, otro astrónomo, también está de acuerdo con los puntos de vista citados anteriormente y afirma que el universo es como un gran pensamiento en vez de una gran máquina.
Los recientes avances que han tenido lugar en la ciencia durante el último siglo han hecho que ciertas teorías referentes a la naturaleza del mundo y a la existencia real de la materia se derrumben y las han reemplazado por un concepto enteramente nuevo.
Uno de los estudios más importantes relacionado con la verdadera naturaleza de la materia es la teoría de la relatividad de Einstein. Einstein, con su famosa fórmula E = mc2, aseguró que la materia es una forma de energía. En otras palabras, la unidad básica de la materia es la energía, la cual no ocupa ningún espacio y no tiene ni volumen ni masa. En ese caso, es imposible afirmar que la materia tiene volumen o masa, y que tiene una existencia en el sentido en el cual la percibimos.
“Antes de la teoría de la relatividad, los científicos aceptaban la existencia de dos conceptos separados en el universo: materia y energía. Se pensaba que la materia tenía volumen y masa y se definió la energía como un concepto ondulante e invisible que carecía de masa. Albert Einstein descubrió que estos dos conceptos son lo mismo y probó que lo que se percibe como materia es, en esencia, energía. En otras palabras, la materia es energía y la energía es materia.” (Ali Demirsoy, Evren ve Çocuklari (Universe and Its Children), p.18)
Otro avance que ha dejado sin valor las definiciones clásicas de la materia es la física cuántica. Durante la investigación atómica, se ha observado que un análisis más profundo de los átomos indicaba que éstos eran de una naturaleza diferente. Esto es porque los quarks, la parte básica del átomo, no son materia sino energía. Estas partículas no se pueden definir como materia puesto que carecen de volumen o masa y no ocupan espacio. Por ejemplo, los fotones son también quarks. En este caso el átomo que está hecho de estas partículas no se puede definir como materia. En conclusión, dado que el elemento básico del “mundo exterior” es el átomo, no es posible hablar de la verdadera existencia del universo. Para decirlo de otro modo, el universo está hecho de átomos, que no se pueden llamar materia.
“Toda clase de materia en el universo, ya sea en forma de gas o líquido, está formada por ondas diversas. Vivimos en un océano de ondas y percibimos niveles diferentes de energía en forma de sentidos diferentes.” (Ali Demirsoy, Evren ve Çocuklari (Universe and Its Children), p.6)
Aydin Aritan, escritor de la revista Bilim ve Teknik (Ciencia y Técnica) afirma lo siguiente:
“El universo también está hecho de ondas, de vibraciones diversas que tienen frecuencias diferentes. La física cuántica nos dice que estas vibraciones constituyen las dimensiones y la materia que percibimos. Pero no percibimos el “mundo exterior” como ondas sino como imágenes y formas de materias. En este caso, el mundo exterior y todas sus percepciones son simplemente una mala percepción, tal como Berkeley dijo una vez.”
“Según la teoría de relatividad de Einstein, el mundo no aparece como una estructura erigida sobre entidades de existencia independiente e inanalizables, sino más bien como una trama de relaciones entre elementos cuyos significados provienen enteramente de su relación con el todo. De modo semejante, la mecánica cuántica puede inducir a pensar que la realidad física es esencialmente poco sustancial (que únicamente los campos o las relaciones son reales). Los místicos del este lo sabían. Llamaron "maya" a la separación de los objetos, una ilusión que proviene de nuestro intelecto que clasifica en categorías.” (Newsweek, 13 de agosto de 1979, p. 46)
Como hemos visto, el “mundo exterior” como se llama comúnmente, no es sino un océano de ondas que no tiene ni masa, ni volumen, ni posición. Entonces ¿por qué lo percibimos como imágenes normales? La respuesta es que vivimos en un mundo generado por la mente. El color, la voz, la masa, la fuerza, la forma y otras características son todos conceptos generados por la mente y no tienen existencia real en el “mundo exterior”.
Aydin Aritan esboza este concepto como sigue: “Percibimos el mundo exterior como formas de materia e imágenes, porque nuestro cerebro y sentidos están organizados de este modo. No obstante, esto no quiere decir que el mundo exterior tenga en realidad estas características.”
“Si tratamos de conocer el universo a través de nuestros sentidos, no podemos encontrar la verdad. Si tratamos de aproximarnos a él por medio de un método distinto a nuestros sentidos, entonces llegamos al alma que carece de fórmulas matemáticas.” (Ali Demirsoy, Evren ve Çocuklari (Universe and Its Children), p.7)
El neurólogo Karl Pilgram, quien es conocido por su investigación sobre la existencia real del “mundo exterior”, manifiesta que dicho “mundo exterior” es simplemente un holograma compuesto de ondas que el cerebro descifra:
“En un simposio celebrado en Minnesota, Pilgram declaró que la respuesta podría estar en el gestaltismo. En otras palabras, la sustancia percibida adquiere una realidad según el tipo de percepción que el perceptor tiene. Tal vez el mundo entero no es sino un holograma. ¿Es la audiencia que está en frente de él un holograma? ¿Son frecuencias decodificadas por sus propios cerebros y los cerebros de los demás? Si la naturaleza de la realidad es materia holográfica, entonces el mundo, como lo representan las filosofías de Extremo Oriente, es simplemente una mala percepción.” (Günes (The Sun), 9 de septiembre de 1990)
Finalmente, cuando liberamos nuestras mentes de prejuicios, podemos llegar a comprender que no hay evidencias sólidas que prueben la existencia de un mundo real.
A estas alturas, la siguiente pregunta es la primera que se nos ocurre: “Si no hay un mundo exterior, ¿cuál es el origen de las imágenes que vemos a nuestro alrededor? ¿Cómo sentimos que vivimos en un mundo real y verdadero?”
Antes de contestar a estas preguntas, echemos un vistazo a los recientes avances tecnológicos que nos ayudarán a comprender mejor el tema.
La técnica llamaba “simulación” genera un mundo virtual artificial con la ayuda de un ordenador. Un casco con una pantalla proporciona una imagen tridimensional y, a través de la estimulación de los cinco sentidos ligados al cerebro, le hace creer que lo que experimenta es el mundo real. Un ordenador equipado con las últimas técnicas de simulación y modelado que puede manipular casi por completo nuestros cinco sentidos provee al cerebro de la excitación necesaria. ¿Cómo se puede lograr algo así? ¿Y cuáles son sus implicaciones?
Se logra, esencialmente, aplicando formas avanzadas de imagimática con las cuales estamos ya familiarizados gracias a los juegos de realidad virtual en 3D. Para entrenar a pilotos de F16, se han diseñado máscaras o cascos de pantalla de cristal líquido (LCD) que muestran al piloto una imagen tridimensional de la aeronave de manera que, cuando mueve la cabeza de arriba abajo, siente como si realmente estuviese en el avión. Si añadimos un sistema de sonido perfecto y un asiento que se mueve de según lo que se muestra a través del casco de la pantalla de cristal líquido (LCD), el aprendiz de piloto puede "experimentar" todas las emociones y las sensaciones de volar.
Este ejemplo muestra el hecho de que los efectos sensoriales pueden producir fácilmente un mundo virtual.
“¿Está “el mundo exterior” realmente allí o lo creamos en nuestro cerebro? Es un hecho establecido que tenemos cinco sentidos. Es también obvio que los sentidos llegan al cerebro a través del sistema nervioso y el cerebro almacena esta información procesada. A pesar de todo, ¿qué o quién lleva realmente los datos y organiza el estímulo sensorial y lo convierte en un mecanismo consciente al cual nos referimos como la percepción del “mundo exterior”?” (Gelisim Bilim ve Teknik Ansiklopedisi (Encyclopedia Gelisim of Science and Technique), p.1216)
No hay duda de que el mundo en que vivimos se forma en el cerebro. Sin embargo, la pregunta principal surge en este punto. Si todas las cosas que vemos y experimentamos no tienen una existencia material, como es el caso de los sueños, ¿cómo se generan estas imágenes?
Se dice algunas veces que estas imágenes son una “ función del cerebro que aún no se ha descubierto". En este caso, el sueño lo produce la memoria de un modo desconocido. De hecho, cuando se formula la pregunta: ¿Quién muestra estas imágenes en el cerebro?” se dice, aunque sin ningún tipo de evidencia, que es "el propio cerebro" quien las genera.
En este punto, debemos hacernos cargo de otro aspecto del asunto del que hemos hecho caso omiso hasta ahora. Bertrand Russell afirma:
“Por supuesto, si la materia en general se interpreta como un grupo de sucesos, esto también se debe aplicar al ojo, al nervio óptico y al cerebro” (Bertrand Russell, The ABC of Relativity, George Allen and Unwin Ltd., 1958, p. 129)
En otras palabras, el cerebro es también una parte del “mundo exterior” que se aprecia ahora como una colección de imágenes sin posición, masa o volumen. Un ejemplo acerca de un sueño clarificará nuestro planteamiento. Ahora, demos por supuesto que estamos teniendo un sueño en nuestro cerebro. En nuestro sueño, tendremos un cuerpo virtual y, por tanto, cerebro y ojos virtuales. Si alguien pregunta en nuestro sueño: "¿Dónde vemos el mundo?”, nuestra respuesta sería "en mi cerebro”. Si la misma persona va más allá y pregunta dónde está nuestro cerebro y cómo es, entonces agarraríamos nuestra cabeza virtual y diríamos “mi cerebro está en mi calavera y pesa un kilo aproximadamente”.
Es obvio que no hay cerebro sino una cabeza y un cerebro virtuales en nuestro sueño. El que ve las imágenes no es el cerebro virtual del sueño sino una existencia “más allá” del mismo.
Realmente, no existe una diferencia apreciable entre el trasfondo del sueño y el del “mundo real” como lo llamamos. Por consiguiente, cuando nos planteamos la misma pregunta en nuestra vida diaria, dar el mismo tipo de respuesta no tendría mucho sentido. El que ve está “más allá” del cerebro, y es una existencia marcada por características completamente diferentes.
Esta “existencia” es algo que siente, toca, ve, oye, ama, tiene miedo y se refiere a sí mismo como “yo”. Esta “existencia” es un organismo viviente, pero no es ni materia ni una imagen. Es también absurdo llamarla una parte del cuerpo que pesa 1 kilo y 300 gramos. Esto es así porque resulta imposible que los átomos que forman las células creen un mundo tridimensional perfecto. Cuando se hace un análisis profundo del cerebro nos encontramos estructuras naturales como los aminoácidos, moléculas que son comunes en cada parte del universo. En otras palabras, en el cerebro no existe posición o estructura que genere las imágenes o cree conciencia.
Obviamente la “existencia” que siente, ve, piensa y se llama a sí mismo “yo”, está en algún lado más allá del cerebro. La religión se refiere a esta existencia como el “espíritu”. El “mundo exterior”, por otra parte, tal como en nuestro sueño, se plasma en las imágenes que Dios presenta a nuestro espíritu. En otras palabras, el ser humano no está en el universo sino que el universo está en el ser humano.
La razón por la que el “mundo exterior” parece ser tan real es la perfección de los sentidos y las imágenes. Nuestro Creador crea a un mundo perfecto para nosotros. Lo que nos confunde es la excelencia de la creación de estas imágenes. Brevemente, podemos definir el universo como una imagen lo suficientemente perfecta como para llamarlo casi “real”.
Lo que hemos dicho hasta ahora facilita la comprensión de ciertos hechos importantes; la verdadera naturaleza del universo se manifiesta en las explicaciones dadas anteriormente y pone fin a la soberanía del enfoque materialista, que fue válido en el pasado para explicar la existencia de Dios y de los seres humanos.
El enfoque materialista se basa en la suposición de que la materia tiene una existencia incuestionable. Ahora que sabemos que no es así, sino que se trata de una entidad hecha de percepciones e imágenes, el poder equivocadamente adscrito a la materia debería ser tenido como algo perteneciente a Dios, Que crea todas estas imágenes. Puesto que la materia es la compilación de percepciones, los conceptos de espacio y posición también se vuelven absurdos.
En este caso, la respuesta a la clásica pregunta: “¿Dónde está Dios?” se aclara. Según aquellos que no observan la forma de vida y la manera de pensar del Corán, Dios está arriba “en el cielo” observándolos desde lejos y raramente interfiere en los asuntos mundanos. Esta mentalidad separa el universo que está hecho de materia de Dios. La comprensión de Dios en algunas religiones se basa en esta mentalidad. La misma mentalidad también prevalece en las sociedades ignorantes cuyos miembros afirman ser musulmanes.
A pesar de todo, como se ha enfatizado hasta ahora, la materia es simplemente una percepción. No es una alternativa para que Dios exista fuera esta colección de materia. Dios está en todos sitios. Nada puede existir fuera de Dios.
Un número de aleyas del Corán lo explica con mayor precisión.
(60) Y, he ahí, que te dijimos [Oh Profeta:] "Ciertamente, tu Sustentador circunda a toda la humanidad [con Su conocimiento y poder."
Sura 17: 60 (El Viaje Nocturno)
(126) De Dios es cuanto hay en los cielos y cuanto hay en la tierra; y, ciertamente, Dios abarca todas las cosas.
Sura 4: 126 (Las Mujeres)
(54) ¡Si, en verdad, dudan del encuentro con su Sustentador [en el Día del Juicio]!
¡Si, en verdad, Él abarca todas las cosas!
Sura 41: 54 (Expuestos con Claridad)
(115) De Dios son el este y el oeste: y allí donde os volváis hallaréis la faz de Dios. Ciertamente, Dios es infinito, omnisciente.
Sura 2: 115 (La Vaca)
(3) cuando Él es Dios en los cielos y en la tierra.
Sura 6: 3 (El Ganado)
(2) Aquel de quien es el dominio sobre los cielos y la tierra, y que no engendra descendencia, y que no tiene asociado en Su dominio: porque es Él quien crea cada cosa y determina su naturaleza conforme a [Su] designio.
Sura 25: 2 (El Criterio de la Verdad)
… pues estamos más cerca de él que su vena yugular.
Sura 50: 16(Qaf)
(22) Él es Dios, aparte del cual no existe deidad: Aquel que conoce cuanto está fuera del alcance de la percepción de los seres creados y también cuanto pueden percibir: Él es el Más Misericordioso, el Dispensador de Gracia.
(23) Él es Dios, aparte del cual no existe deidad: ¡el Supremo Soberano, el Santo, Aquel de quien depende por entero la salvación, el Dador de Fe, Aquel que determina qué es verdadero o falso, el Todopoderoso, Aquel que sojuzga el mal y restaura el bien, Aquel a quien pertenece toda grandeza!
¡Absolutamente distante esta Él, en Su infinita gloria, de todo a lo que los hombres atribuyen parte en Su divinidad!
(24) ¡Él es Dios, el Creador, el Hacedor que modela todas las formas y apariencias!
¡Suyos [en exclusiva] son los atributos de perfección. Todo cuanto hay en los cielos y en la tierra proclama Su infinita gloria: pues sólo Él es todopoderoso, realmente sabio!
Sura 59: 22-24 (La Concentración)
Los intelectuales islámicos, que adoptaron el punto de vista coránico en su interpretación del universo, se dieron cuenta hace siglos que el universo no es de una naturaleza material, e hicieron declaraciones muy explícitas acerca de la auténtica naturaleza de las cosas creadas por Dios. Uno de los pensadores más prominentes de la historia islámica, Imam Rabbani, enunció sus puntos de vista como sigue:
“Dios escogió objetos diversos para revelar cada uno de Sus epítetos (el Justo, el Lleno de Gracia, el Proveedor de Sustento) y reflejó Sus atributos en estos objetos. La sustancia de estos seres en los cuales reflejó Sus epítetos es la nada. Dios el Glorioso escogió objetos diversos para cada uno de Sus epítetos en el área de la nada y los creó en la esfera de los sentidos y las ilusiones. Y lo hizo cada vez que quiso y como quiso.
La existencia del universo está en la esfera de los sentidos y las ilusiones, y no es externa. En esta circunstancia, una constancia emerge en la nada en la esfera de los sentidos y las ilusiones y adquiere tenacidad y fuerza por la creación de Dios, el Altísimo. Así se convierte en algo que vive, sabe, actúa, desea, ve, oye y habla. A través del reflejo y la sombra están su nombre y signo presentes en el mundo exterior. En realidad, no hay nada en el exterior excepto los epítetos y atributos de Dios.
Todos estos han aparecido en el espejo de la presencia evidente de Dios, el Supremo. No hay nada afuera sino estas apariencias. Así han adquirido una imagen en el mundo exterior. Parecía como si realmente existiesen. En el sentido real, no hay nada afuera sino Dios, el Glorioso.” (Imam Rabbani, Mektubati Rabbani (Letter of Rabbani), p. 517-519)
La interpretación de otro pensador islámico muy importante, Said Nursi también transmite el mismo mensaje:
“El mundo material tiene una naturaleza virtual, siendo un reflejo de la existencia de Dios. Llega a ser a un mundo real por mandato de Dios. Se vuelve coherente y constante por la voluntad de Dios. El mundo de la materia no es ni un mundo real ni una pasajera sombra de ensueño. Existe sólo por la creación de Dios.” (Mektubat (The Letters), p.503)
En conclusión, el “mundo exterior”, incluyendo nuestro cuerpo, es una imagen que Dios proyecta a nuestro espíritu. Por consiguiente, no tiene una existencia propia. El universo está dentro del hombre y lo que rodea al hombre no es materia, sino Dios. Este hecho se hace así explícito: “Conocemos el recordatorio de su alma, y estamos más cercanos a él que su vena yugular”.
Muchas aleyas del Corán describen los diferentes aspectos de la estructura de la creación:
(191) ¿Se atreven, pues, a atribuir divinidad junto con Dios a seres que nada pueden crear porque ellos mismos son creados?
Sura 7: 191 (La Facultad del Discernimiento)
(20) Y esos seres a los que algunos invocan aparte de Dios nada pueden crear porque ellos mismos son meras criaturas.
Sura 16: 20 (La Abeja)
La siguiente aleya pertenece a la creación continua de Dios y explica claramente cómo Él crea cada imagen a la perfección:
(64) ¿O quién, si no, es el que crea [toda la vida] en un principio, y luego la suscita de nuevo? ¿Y quién es el que os provee de sustento del cielo y de la tierra?
Sura 27: 64 (Las Hormigas)
La existencia continua del universo depende solamente de la voluntad de Dios de continuar Su creación. Es lo mismo que un programa de televisión que únicamente se puede ver cuando lo emiten.
Dado que Dios crea las imágenes, también crea cada acción. Esto quiere decir que cuando caminamos, corremos o nos reímos, todas las imágenes relacionadas con estas acciones están presentes sólo porque Dios así lo quiere. Algunas aleyas del Corán vienen a nuestra mente por su relevancia notable en este debate:
(17) Y no obstante, [Oh creyentes,] no fuisteis vosotros quienes matasteis al enemigo, sino que fue Dios quien les mató; y no fuiste tú quien arrojó [el terror dentro de ellos, Oh Profeta], cuando lo arrojaste, sino que fue Dios quien lo arrojó: y [Él hizo todo esto] para probar a los creyentes con una prueba saludable ordenada por Él. ¡En verdad, Dios todo lo oye, es omnisciente!
Sura 8: 17 (El Botín)
… cuando es Dios quien os ha creado, a vosotros y lo que hacéis.
Sura 37: 96 (Los Alineados en Filas)
(31) … sólo Dios tiene el poder de decidir lo que ha de ser.
Sura 13: 31 (El Trueno)
Para resumir, todo el mundo está bajo el control de Dios y ningún acontecimiento se puede materializar a no ser por Su voluntad y Su control.
(13) Habéis tenido ya un signo en las dos huestes que se enfrentaron en combate, una luchando por la causa de Dios y la otra negándole; con sus propios ojos [los primeros] vieron como los otros les doblaban en número: pero Dios fortalece con Su auxilio a quien Él quiere. En esto, ciertamente, hay una lección para quienes pueden ver.
Sura 3: 13 (La Casa de Imrán)
Lo que se relata en el Corán acerca del sueño tiene significado con relación al tema citado anteriormente. En el Corán, el sueño se describe como sigue:
(42) [Únicamente] Dios [tiene este poder –Él] es quien hace morir a todos los seres humanos en el momento de su muerte [corporal], y [hace que estén como muertos], mientras duermen, a aquellos que aún no han muerto: así retiene Él a aquellos para los que ha decretado la muerte, y remite a los otros hasta un plazo fijado [por Él].
¡Ciertamente, en [todo] esto hay en verdad mensajes para gente que reflexiona!
Sura 39: 42 (Las Multitudes)
(60) Y Él es quien os hace estar [como] muertos por la noche y conoce lo que hacéis durante el día; y os devuelve a la vida cada día para que se cumpla un plazo fijado [por Él]. Al final, a Él habréis de volver; y Él os hará entender todo aquello que hacíais [estando vivos].
Sura 6: 60 (El Ganado)
El Corán se refiere a la condición de dormir como “la muerte”. No se hace ninguna discriminación significativa entre el sueño y la muerte. Ésta es una indicación clara de que lo que se experimenta mientras se duerme es muy similar a por lo que se atraviesa cuando uno muere.
Pues bien, ¿qué es común al sueño y a la muerte, y qué clase de significado tiene? En el sueño, el espíritu deja el cuerpo, mejor dicho, Dios lo toma. Al soñar, por otra parte, el espíritu gana un cuerpo nuevo y comienza a percibir un escenario completamente diferente. A lo que se refiere la aleya como “devuelve a la vida” es el regreso del espíritu al cuerpo real y continuar experimentando lo que se denomina “la vida diaria”.
Esto es, la muerte pone fin a la vida que experimentamos en el mundo, gracias a cuyo proceso el espíritu gana otro cuerpo y con ello marca un nuevo comienzo de una vida enteramente diferente. Éste es de hecho un concepto crucial que aclara algunas nociones acerca de la religión que pueden parecer difíciles de comprender. Por ejemplo, la muerte y la resurrección son simplemente un intercambio de imágenes que Dios presenta a nuestro espíritu. Cada día, cada instante, Dios recrea el mundo para nosotros y regala a nuestro espíritu un despliegue continuo de belleza. Lo mismo también es válido para el sueño. Las delicadas imágenes creadas durante el curso de un día se forman por la noche en nuestros sueños. De modo semejante, la transición de este mundo al próximo puede ser tan fácil como pasar a una fase del sueño; las imágenes relacionadas con este mundo se convierten en las imágenes del más allá y la muerte sirve de punto de transición.
Los sueños son también imágenes que nuestra alma percibe, al igual que las que experimentamos en nuestras vidas diarias. La siguiente aleya primero nos recuerda la cercanía de Dios al hombre y luego explica con qué propósito crea Dios los sueños.
(60) Y, he ahí, que te dijimos [Oh Profeta:] "Ciertamente, tu Sustentador circunda a toda la humanidad [con Su conocimiento y poder]: y, así, hemos dispuesto que la visión que te hemos mostrado no sea sino una prueba para los hombres.
Sura 17: 60 (El Viaje Nocturno)
Puesto que es Dios quien presenta los sueños al espíritu humano, puede haber alguna clase de sueños a través de los cuales las personas reciban noticias de acontecimientos inminentes. Hay muchos ejemplos de tales sueños en el Corán, como en el Sura 48: Al-Fath (La Victoria) los sueños de Profeta José, que experimenta en diferentes fases de su vida. Simplemente el tratar de descifrar los sueños nos hará entender las anteriores aseveraciones. Las personas que afirman que los sueños son una función del cerebro dicen que, durante el sueño, reciben ciertas señales del cerebro y que ésta es la prueba que demuestra que todo ocurre en él. No obstante, no deberíamos olvidarnos de que Dios crea todo según la relación causa-efecto. Esto quiere decir que el cuerpo y el espíritu de los seres humanos están estrechamente relacionados. Que emociones tales como la tristeza, la preocupación, el amor, etc. hagan mella en el cerebro es una consecuencia normal de la relación entre el cuerpo y el espíritu. A pesar de todo, no es el cerebro sino el espíritu el que experimenta las emociones.
El tiempo y el espacio también han sido creados por Dios, que es el Creador de todo. Antes, no hubo espacio ni tiempo. En realidad, ni siquiera había un “antes”, puesto que esto se refiere a un período de tiempo según las reglas físicas actuales que están limitadas por el espacio y el tiempo. Como quiera que lo miremos, ambos conceptos son sólo percepciones. Las diversas aleyas del Corán enfatizan el tiempo como un concepto relativo:
(112) [Y] Él preguntará [a los condenados]: "¿Cuántos años habéis permanecido en la tierra?"
(113) Dirán: "Hemos permanecido allí un día, o parte de un día; pero pregunta a aquellos [capaces] de computar [el tiempo]...."
(114) [Entonces] Él dirá: "Habéis permanecido allí sólo por poco tiempo: ¡si hubierais sabido [cuan breve iba a ser]!
Sura 23: 112-114 (Los Creyentes)
(102) el Día en que se soplará la trompeta: pues ese Día congregaremos a todos los que habían estado hundidos en el pecado, nublados sus ojos [por el terror], (103) susurrándose unos a otros: "No habéis permanecido sino diez [días en la tierra]...."
(104) [Pero] Nosotros sabemos perfectamente lo que dirán cuando el más perspicaz de ellos diga: "¡No habéis permanecido [allí] sino un día!"
Sura 20: 102-104 (Oh Hombre)
Las aleyas indican que en la otra vida nos daremos cuenta de que la vida que vivimos en el mundo, que parece continuar durante años, no ha durado más que un momento, tal como pasa el tiempo en los sueños y bajo hipnosis. Cuando tenemos un sueño mientras dormimos, pensamos que dura horas o días. Sin embargo, los descubrimientos científicos demuestran que son sólo un par de minutos o incluso segundos. De modo semejante, nos percataremos de que el tiempo en este mundo ha sido cortísimo cuando nos despertemos de este sueño que es la vida.
Desde que nacimos, hemos recibido instrucciones de asociar ciertos efectos a ciertas causas. Ésta es de hecho una consecuencia natural del proceso de razonamiento que sigue la mentalidad materialista. Sin embargo, el Corán da información acerca de una clase diferente de regla que prevalece en la tierra.
(45) ¿Es que no ves a tu Sustentador [a través de Sus obras]? --cómo hace que se alargue la sombra [hacia el atardecer] cuando, de haberlo querido, podría en verdad hacer que se quedara quieta: pero hemos hecho del sol su guía.
Sura 25: 45 (El Criterio de la Verdad)
Aquí en esta aleya, se indica que la sombra se crea separadamente del sol, y no aparece como una consecuencia natural del mismo. También se enfatiza que el sol es la “evidencia” de la sombra.
El ejemplo de la sombra del sol en esta aleya señala que ningún incidente ocurre a consecuencia de una causa, sino que ambos, causa y efecto, son en realidad creados por Dios. En otras palabras, la razón para que las cosas ocurran no es lo que parece causarlas. El poder estriba en Dios y es Él quien crea cada imagen en cada momento del tiempo. La vida tiene una existencia sólo porque Dios la crea. La aleya “Dios es el que nos crea a nosotros y a nuestras acciones” expresa claramente este hecho.
Cuando recordamos que no hay diferencia entre la percepción de los sueños y la del mundo exterior, comprendemos mejor la relación existente entre sol y sombra. ¿Es el sol el que proyecta la sombra que vemos en nuestros sueños? ¿Cómo es posible que un sol que no existe haga surgir una sombra? Más aún, algunas veces el brillante sol que vemos en nuestros sueños puede hacer que nos deslumbremos. En ese sueño, puesto que realmente no hay luz del sol, la sensación de deslumbramiento se crea de modo especial y por separado. La misma lógica conserva su validez para percibir el sabor de una fruta que comemos o el dolor que sentimos cuando golpeamos un objeto en nuestro sueño.
La razón por la que percibimos acontecimientos naturales en términos de causa y efecto se debe a que Dios crea la secuencia de estos acontecimientos. Es algo parecido a los fotogramas de una película: nuestra vida está formada por estos fotogramas creados uno a uno. Por ejemplo: en el primero hay un árbol y en el segundo, una fruta. La razón por la que las personas piensan que el árbol es la causa de la fruta es que estos acontecimientos ocurren uno tras otro. Sin embargo, Dios crea ambos, árbol y fruta, separadamente.
A la luz de toda esta información, uno debería considerar cuidadosamente lo que realmente son “las leyes de naturaleza”. En un trasfondo donde todo está formado por imágenes o sentidos, ¿cómo se puede originar una “ley”? ¿Puede tener el agua una”fuerza ascensional"? Asimismo, ¿cómo se puede explicar la fuerza de fricción del aire cuando el aire es, de hecho, imaginario?
Las aleyas del Corán dan explicaciones claras sobre estas leyes de la naturaleza, en contra del punto de vista materialista generalmente aceptado:
(79) ¿Es que esos [que niegan la verdad] no se han parado jamás a considerar a las aves, volando suspendidas [por Dios] en el aire, y que nadie excepto Dios las mantiene en vuelo? ¡Ciertamente, en esto hay en verdad mensajes para una gente dispuesta a creer!
Sura 16: 79 (La Abeja)
(66) Vuestro Sustentador es quien hace que los barcos surquen el mar para vosotros, para que podáis ir en busca de algo de Su favor.
Sura 17: 66 (El Viaje Nocturno)
(95) Ciertamente, Dios es quien hiende la semilla y el hueso de fruta, y hace surgir lo vivo de lo que está muerto, y Él es quien hace surgir lo muerto de lo que está vivo. ¡Ese es Dios: y, sin embargo, que pervertidas están vuestras mentes!
Sura 6: 95 (El Ganado)
Las cosas que llamamos 'las leyes de la naturaleza' surgen de un patrón de creación sucesivo que proviene de Dios. Él crea la imagen de una semilla como una causa antes de crear la imagen de una flor. La imagen de la flor nunca se crea antes de la semilla. Aunque Dios es el Creador de todas las causas y efectos, los resultados creados están siempre relacionados con ciertas causas.
Al fin y al cabo, la 'ley de la naturaleza' es sólo el nombre que se da a este proceso de creación sucesiva. Por ejemplo, como los barcos siempre se crean navegando en el agua, hablamos de la capacidad del agua para mantener cosas a flote. De modo semejante, cuando vemos a las aves volando, decimos que la fuerza aerodinámica es la razón de que esto sea así. Sin embargo, las aleyas del Corán que ponen de manifiesto que es Dios quien sujeta las aves en el cielo y hace que los barcos naveguen explican la realidad de que no existe otra fuerza aparte de la de Dios y que todas las imágenes se crean de este modo. Por tanto, las leyes de la naturaleza, como la fuerza ascensional del agua y la gravitación, que pensamos que existen, son de hecho el modo en que llamamos la creación secuencial y perfecta que contemplamos.
Einstein describe esta realidad como sigue:
“Cuestiones como la gravedad, la fuerza electromagnética, la energía, la electricidad y el impulso son todas estructuras teóricas, similitudes y símbolos forjados por la mente humana para explicar la realidad básica que subyace en todo lo que vemos.” (Bilim ve Teknik (Science and Technique), v.272, p.28)
(65) Ciertamente, todo el poder y la gloria pertenecen sólo a Dios.
Sura 10: 65 (Jonás)
El poder y la honorabilidad pertenecientes a Dios se designan con nombres tales como “gravitación” y “energía”. Después de pensar un poco, podemos ver claramente que estos nombres en realidad no tienen ningún significado.
En resumen, las personas materialistas y los grupos aficionados a inventar deidades imaginarias en quienes creer han acuñado términos sin sentido como “la madre naturaleza” – palabras vacías. Lo dicho por el Profeta José en el Corán refleja claramente este hecho:
(40) "Todo lo que adoráis en vez de Dios no son sino nombres [vacíos] que habéis inventado] --vosotros y vuestros antepasados-- [y] para los cuales Dios no ha hecho descender autorización alguna. El dictamen [de qué es cierto y qué falso] pertenece sólo a Dios --[y] Él ha ordenado que no adoréis a nada excepto a Él; esta es la [única] fe verdadera; pero la mayoría de la gente no lo sabe.
Sura 12: 40 (José)
Lo que nos confunde es tal vez el desconocimiento de la mayoría de la gente de este hecho que enuncia la aleya. Sin embargo, el individuo comprenderá mejor que este mundo es sólo imaginación cuando se encuentre en el más allá. Ahora mismo, deberíamos empezar a pensar y entender la existencia de Dios. Porque la situación de los incrédulos en la otra vida se describe como sigue en el Corán:
(39) Pero aquellos que están empeñados en negar la verdad, sus [buenas] obras son como un espejismo en el desierto, que el sediento cree agua --hasta que al acercarse, descubre que no era nada: en su lugar, descubre [que] Dios [ha estado siempre presente] con él, y [que] Él le saldará íntegra su cuenta --¡pues Dios es rápido en ajustar cuentas!
Sura 24: 39 (La Luz)