Creyente es el purificado de la idolatría y de otras formas de ignorancia que llevan a depositar las esperanzas en deidades imaginarias, a buscar su aprobación y a supeditarse a ellas. El creyente sirve a Dios y sólo busca Su contento.Y como ya dijimos, se esfuerza por lograrlo.
La clave de ese esfuerzo en el camino de Dios es aspirar a lo que más Le complace. Ante diversas opciones legítimas, se elegirá la más elevada. Esto que decimos se puede reseñar resumidamente:
― El creyente debe hacer siempre lo que es lícito y reprimirse de lo ilícito. El Corán aclara cuáles son las cosas ilícitas. Estas son pocas y fáciles de evitar. Además, hay que tener en cuenta que cualquier cosa que no sea ilícita es lícita, aunque no se lo mencione explícitamente.
― El creyente debe ocuparse de los actos y pensamientos que más complacen a Dios. En este empeño es guiado por su sentido común y su perspicacia.
El ejemplo de gastar en el camino de Dios (infaq) sirve para aclarar lo dicho. Creyente es quien vende “su propiedad y su persona” a Dios. En consecuencia todo lo que tiene ha de usarlo del modo que más satisfaga a El. Pero seguramente encontrará con frecuencia varias opciones. Supongamos que posee una considerable cantidad de dinero con la que se puede comprar un traje nuevo. Se trata de algo legítimo y lícito puesto que lucir bien o ser cuidadoso en el vestir está bien visto por Dios. De todos modos, puede haber otras cosas en que gastar ese dinero que complazca más a El, como ser, ayudando a un necesitado. En cualquier caso la prioridad la establecerá, quien vaya a hacer el gasto, consultando a su conciencia y teniendo en cuenta su condición y su entorno.
Valgámonos de otro ejemplo. El creyente es responsable de “ordenar el bien y prohibir el mal”, transmitir la religión de Dios y llevar a cabo una lucha en el terreno intelectual contra los tiranos del mundo. Cargar con dicha importantísima responsabilidad implica que ciertos deberes tienen preferencia y conllevan a obtener el favor de Dios. Puesto que esos deberes entrañan muchas obligaciones, no se debería dar prioridad a otra cosa aunque sea legítima y lícita. Para graficar mejor digamos que si bien el hombre es responsable de proporcionar seguridad y sustento a su familia, sería indecoroso para el creyente usarlo como excusa para esquivar la responsabilidad de “ordenar el bien y prohibir el mal”.
Después de reflexionar podemos ver que el “alma” (an-nafs) tiene que ver en la preferencia de lo menos valioso a los ojos de Dios. En ese caso se hace la elección de algo reservando “una parte” de la decisión al alma.Es decir, lo que se necesita es ser guiado no por el alma sino por el beneplácito de Dios. Incluso, tampoco será aceptado por Dios empeñarse mucho en la elección dejando un mínimo de la decisión al alma. Es decir, la persona debe poner toda su alma bajo el control de Dios.Un simple uno por ciento de idolatría hace nulo todo lo demás. Así se describe la situación de los que atribuyen socios a Dios:
Reservan a Dios una parte de la cosecha y de los rebaños que El ha hecho crecer.Y dicen: “Esto es para Dios” ―eso pretenden― “y esto es para nuestros asociados (es decir, para aquello que se asocia a Dios)”. Pero lo que es para quienes ellos asocian no llega a Dios y lo que es para Dios llega a quienes ellos asocian. ¡Qué mal juzgan! (Corán, 6:136)
Podemos decir que si una persona arriesga su vida para proteger a su familia pero sigue ocupada en sus negocios y no le importa que se calumnie u oprima a los creyentes, no busca el beneplácito de Dios. Indica la tendencia del ser humano a someterse a su alma (nafs), cosa que va en contra del objetivo islámico de servir sólo a Dios. Además, el Corán dice que actuar según los deseos del alma es como atribuir socios a Dios.
¿Qué te parece de quien ha divinizado su pasión? ¿Vas a ser tú su protector? (Corán, 25:43)
El creyente en cambio dedica todas sus posesiones y su vida a Dios.
Di: “Mi rezo, mis prácticas de piedad, mi vida y mi muerte pertenecen a Dios, Señor de los Mundos. (Corán, 6:162)
En el Corán se relata cómo buscaban los creyentes el mayor contento de Dios durante los tiempos de guerra en la época del Profeta (PB). Anteriormente, frente a dos grupos enemigos luchaban contra el más débil. Sin embargo, Dios determinó que debían luchar contra el más fuerte.
Y cuando Dios os prometió que uno de los dos grupos caería en vuestro poder y deseasteis que fuera el inerme, cuando lo que Dios quería era hacer triunfar la Verdad con Sus palabras y extirpar a los infieles, para hacer triunfar la Verdad y aniquilar lo falso, a despecho de los pecadores. (Corán, 8:7-8)
Dios hizo que los creyentes confronten al grupo más fuerte y les condujo a lo que sería más de Su agrado. En definitiva, triunfaron con la ayuda de Dios.
Si bien lo relatado como ejemplo tuvo lugar en las condiciones de los inicios del Islam, tiene la importancia de indicar que los musulmanes son sometidos a pruebas a través de distintos sucesos. Actualmente deben emprender una lucha a nivel intelectual contra quienes niegan el Corán, los hechos de la creación y se esfuerzan por sembrar la inmoralidad en el planeta. Los musulmanes deben determinar el mejor curso a seguir y luego llevar adelante seriamente lo decidido. Si alguien conciente de ello se dedica a otra cosa menor que considere urgente, sólo para satisfacer sus propios deseos, no hace más que incurrir en el desagrado de Dios.
El musulmán correcto es alguien a quien Dios eligió para concederle la fe y por lo tanto es responsable de extirpar las malas acciones de la sociedad, reemplazarlas por buenas y establecer un entorno en el que todos vivan según la religión de Dios. Tiene la responsabilidad de luchar por los hombres, mujeres y niños oprimidos que dicen:
…“¡Señor! ¡Sácanos de esta ciudad, de impíos habitantes! ¡Danos un amigo designado por Ti! ¡Danos un auxiliar designado por Ti!... (Corán, 4:75)
Este concepto no se restringe a la lucha intelectual. El musulmán debe mantener en sus actos de adoración y en todos los acontecimientos que le sobrevengan a lo largo de su vida, este punto de vista.
Debemos tener presente que se usa la expresión “hacer lo que más place a Dios”, y otras parecidas, para hacer más comprensible el concepto. Apartarse de lo que más Le complace para dedicarse a tareas de importancia secundaria es algo que desagrada a Dios. Por consiguiente, lo que más beneplácito Le produce en cualquier circunstancia, es lo que concuerda con Su voluntad.
El carecer de una perspectiva correcta de lo que es el otro mundo y creer que uno se merece el Paraíso de modo ineludible, conlleva a no buscar lo que más Le place y contentarse con menos.Nadie puede estar seguro que va a alcanzar el Jardín. Dios advierte incluso al Profeta (PB): …Dios sellará, si quiere, tu corazón… (Corán, 42:24). En consecuencia, es obvio que a nadie se le garantiza el Paraíso.
En todo caso, el creyente sincero nunca supone o se deja llevar por el sentimiento de que merece ineludiblemente el Paraíso sino que reza permanentemente a Dios con temor y anhelo (Corán, 7:56).
También los que carecen de una fe auténtica creen merecer el Paraíso puesto que no consideran a Dios como corresponde y suponen que sus obras son buenas. En base a su lógica adulterada dicen: “Ya se nos perdonará”. Se trata de una actitud peculiar de quienes no reverencian a Dios como El se merece.
Sus sucesores, habiendo heredado la Escritura, se apoderaron de los bienes de este mundo, diciendo: “Ya se nos perdonará”. Y si les ofrecen otros bienes, semejantes a los primeros, se apoderan también de ellos.¿No se concertó con ellos el pacto de la Escritura, según el cual no dirían nada contra Dios sino la verdad? Y eso que han estudiado cuanto en ella hay… Pero la Morada Postrera es mejor para quienes temen a Dios, ―¿es que no razonáis?―, (Corán, 7:169)
También nos encontramos con quienes debido a la riqueza material recibida en este mundo llegan a la conclusión errónea de que Dios les ama y, de ese modo, creen que serán bienvenidos en el Paraíso aunque alberguen dudas sobre su existencia.
Propónles la parábola de dos hombres, a uno de los cuales dimos dos viñedos, que cercamos de palmeras y separamos con sembrados. Ambos viñedos dieron su cosecha, no fallaron nada, e hicimos brotar entre ellos un arroyo. Uno (de los dos hombres) tuvo frutos y dijo a su compañero, con quien dialogaba: “Soy más que tú en hacienda y más fuerte en gente”.Y entró en su viñedo, injusto consigo mismo. Dijo: “No creo que éste (es decir, su viñedo) perezca nunca. Ni creo que ocurra la Hora. Pero, aun si soy llevado ante mi Señor, he de encontrar, a cambio, algo mejor que él (es decir, que su viñedo). (Corán, 18:32-36)
El musulmán, por el contrario, teme desviarse después de haber sido guiado al camino recto. La oración de los creyentes en el Corán es así:
¡Señor! ¡No hagas que nuestros corazones se desvíen, después de habernos Tú dirigido! ¡Regálanos, de Ti, misericordia! Tú eres el Munífico. (Corán, 3:8)
No obstante, vale la pena mencionar que el temor al que se hace referencia, no es del tipo que infunde terror o inquietud en el corazón. Este temor o respeto reverencial a Dios lleva al creyente a aumentar su celo en el esfuerzo por ser uno de los siervos merecedores de entrar al Paraíso y asegurarse un transcurrir correcto en este mundo.
El musulmán, a la vez que aspira a ganar la aprobación de Dios en esta vida ―temporal y corta―, concentra sus pensamientos en un único y gran acontecimiento que pronto acaecerá: la muerte y la rendición de cuentas de todas sus acciones ante Dios. La resultante será la terrible ruina eterna o la salvación eterna. Por cierto, sería poco sensato seguir otro camino o hacer caso omiso del gran evento que se avecina.
El creyente para salvarse debe buscar lo que más complace a Dios. No hacerlo significa ser inconsciente del peligro que le aguarda en el Más Allá. No cabe duda que es esencial buscar el beneplácito de Dios si se tiene en cuenta el Infierno y lo que representa.
Para comprender mejor porqué debemos hacer todo lo posible por complacer a Dios, veamos nuestra actitud ante los peligros con los que nos podemos encontrar en este mundo y los esfuerzos que hacemos para lidiar con ellos.
― Supongamos que una persona se halla frente a un gran torrente y que el nivel de agua asciende con rapidez. En dicha situación y si está en un edificio de diez pisos, ¿no subirá corriendo hasta la terraza para salvarse? ¿O se quedará en el quinto piso pensando que el mismo ya es suficientemente elevado para estar seguro?
― Supongamos que hay un ascensor que puede llevarle hasta el último piso pero no es gratis y hará sólo un viaje. Si tiene el dinero para pagarlo, ¿lo gastará para llegar hasta el último piso o se quedará más abajo, donde el agua le puede afectar?
― Supongamos también que en el sexto piso hay una fiesta y llega hasta allí. ¿Se quedará en el festejo o se esforzará por buscar la forma de llegar al piso más alto?
Tomemos otro tipo de ejemplo.
― Supongamos que uno de sus amigos sufrió un ataque al corazón y debería ser llevado de inmediato a una sala de urgencias médicas. ¿Conducirá su automóvil lo más rápido que pueda o sólo dirá: “Ya voy a bastante velocidad y debe resignarse”?
Está claro en los ejemplos dados que ante el peligro la persona en cuestión seguramente hará todo lo posible para salvarse o salvar a su amigo. Y como para el creyente el mayor peligro es el Infierno, uno de sus principales objetivos será evitarlo.
Admitamos por un momento que la persona está al borde del Infierno y observa sus imágenes increíbles. Después de eso, ¿no elegirá hacer antes que nada lo que más complace a Dios?
Si la persona es enviada al Infierno ya no tendrá ninguna posibilidad de elección y deberá rendir cuentas de sus actos. Por lo tanto, debería hacer todo lo posible para evitar esa situación. Eso es lo que hace el creyente pues siempre actúa a la luz de la idea del peligro del Infierno y la posibilidad de irse al otro mundo en cualquier momento. El Corán advierte muchas veces que el arrepentimiento en la otra vida no sirve para nada.
Gritarán (los réprobos) allí: “¡Señor! ¡Sácanos y obraremos bien, no como solíamos hacer!”. “¿Es que no os dimos una vida suficientemente larga como para que se dejara amonestar quien quisiera? El monitor vino a vosotros… ¡Gustad, pues! Los impíos no tendrán quien les auxilie”. (Corán, 35:37)
Además, así como nos esforzamos para alejarnos del peligro, debemos aplicar el mismo empeño o más para lograr bendiciones. Sin duda, es poco sensato sentirse satisfecho en el Paraíso con menos de lo que se puede obtener. ¿Usted no se llevaría todo el oro posible al abandonar una isla con un gran depósito del preciado metal? Al llegar el momento de abandonar este mundo el musulmán no debe lamentarse y decir: “me gustaría haber hecho esto y lo otro” o “me gustaría haber podido obtener la recompensa por haber realizado tal acto piadoso”. Para evitar una situación semejante hay que ser prudente y preferir lo que más complace a Dios.
Los incrédulos se abocan con todas sus fuerzas a “sacarle el máximo provecho a sus vidas”, lo que no es más que mezquino disfrute (Corán, 3:197). Pero ese breve disfrute está condenado a un final amargo, pues Dios promete que dará su aprobación, misericordia y Paraíso a los creyentes. El hombre de fe que desea sacar el máximo provecho a dicha promesa, deberá esforzarse mucho por hacer lo que más Le complace.
Ante varias opciones el creyente debe elegir lo que más agrade a Dios. Es la conciencia la que juega el papel más importante como guía para esa elección. Muhammad, el Profeta y Mensajero de Dios (PB), señaló la importancia de la conciencia:
Una persona preguntó al Mensajero de Dios (la paz sea con él): “¿Qué es la fe?”. Respondió: “Cuando una buena acción se te convierte en una fuente de placer y una mala acción en una fuente de disgusto, entonces eres un creyente”.La persona volvió a preguntar al Mensajero de Dios: “¿Qué es un pecado?”. Respondió: “Cuando algo te remuerda la conciencia, déjalo”. (Tirmidhi)
Una de las diferencias más importantes entre el creyente y el infiel es que el primero seguirá a su conciencia mientras que el segundo se ceñirá a su alma que le inspira malas acciones. Por consiguiente, el creyente despliega su estado más natural cuando hace caso a su conciencia.
Pero no es para nada cierto que el creyente sea inmune a las tentaciones de su ego. Como dijo el profeta José (P), …El alma exige el mal… (Corán, 12:53).
El creyente evita las trampas de su alma por medio de su conciencia. Ante una elección, casi siempre elige lo primero que se le ocurre, lo cual coincide por lo general con lo que más complace a Dios. Después interviene el ego: intenta que las otras alternativas parezcan más atractivas por medio de distintos pretextos. El creyente debe hacer caso omiso a éstos y afirmarse en la elección inicial a la que le condujo su conciencia, normalmente correcta.
Estas son las buenas nuevas que Dios anuncia a Sus siervos, que creen y obran bien. Di: “Yo no os pido salario a cambio, fuera de que améis a los parientes”. A quien obre el bien, le aumentaremos el valor de su obra. Dios es indulgente, muy agradecido. (Corán, 42:23)
El creyente dedica su vida entera a Dios. Vive, trabaja y ama por amor a Dios.
“Amar por amor a Dios” puede ser un concepto incomprensible para alguien que no conoce bien el Islam verdadero. El que permanece alejado de Dios durante toda su vida y por lo tanto no Le ha conocido, ignorará cómo amarlo intuitivamente.
Sin embargo, el creyente que conoce a Dios y es testigo de Su bondad, que reconoce que todo lo que ama es Su bendición y que debe su existencia a Su misericordia, le ama y obtiene el noble espíritu de amar por el amor de Dios. El Corán habla de la gran diferencia en la materia entre los creyentes y las demás personas.
Hay hombres que, fuera de Dios, toman a otros que equiparan a El y les aman como se ama a Dios. Pero los creyentes aman a Dios con un amor más fuerte… (Corán, 2:165)
Como se expresa en este versículo, los que asignan socios a Dios confieren todos Sus atributos a otros seres o cosas y los aman como se debería amar a El. Este tipo de amor es idólatra.
Los creyentes, conscientes de que todo pertenece a Dios y de que cuanto existe es el resultado de Su creación, Le aman más que a nada. Esta singularísima característica, consecuencia natural de reconocer a Dios como Uno y Unica Existencia Suprema, hace al creyente diferente del resto de la gente. A dicha cualidad se refiere el Profeta (PB):
El que logre estas tres cosas descubre la dulzura de la fe: ama a Dios y a Su Mensajero más que a cualquiera; ama a otros sólo por el amor de Dios, el Más Elevado; aborrece el volver a la infidelidad tanto como aborrecería que se le arroje al fuego. (Muslim y Bujari)
En cambio, los que atribuyen socios a Dios no pueden soportar Su recuerdo.
…Cuando invocas en el Corán a tu Señor Solo, vuelven la espalda en repulsa. (Corán, 17:46)
Es interesante tener presente que a los idólatras no les molesta que se recuerde a Dios junto a sus ídolos. El fundamento de ese pensamiento es la idea de que “somos musulmanes pero la podemos pasar bien”.
El creyente, en cambio, tiene en cuenta algunas cosas o hechos:
― Nada (seres, cosas o sucesos) tiene belleza por sí mismo. Es Dios quien crea todo y lo dota de belleza. Puesto que una persona, por ejemplo, no diseña ni compone ella misma su rostro, las características que tiene pertenecen a Dios.
― Dios creó al ser humano de la nada y le da belleza por un breve espacio de tiempo puesto que envejece y muere relativamente rápido. Sólo El posee el poder para recrear esa belleza en la otra vida, incluso perfeccionada.
― Al igual que el ser humano, todo lo que merece amor o aprecio es creado por Dios. Y para que todos sepan que El es el único Creador luego lo hace desaparecer (con la muerte o destrucción). Después, en el otro mundo, El recreará todo.
En consecuencia, el creyente ama todo lo que encuentra en este mundo, consciente de que pertenece a Dios y que en el Más Allá encontrará la forma “original” de lo mismo.
Por consiguiente ama por Dios Uno, el Proveedor, real Propietario de todo, incluida la belleza.
En cambio, los incrédulos e idólatras no aman por el amor de Dios, como podemos ver en el Corán en palabras del profeta Abraham (P).
Dijo (Abraham): “Habéis tomado ídolos en lugar de tomar a Dios, sólo por el afecto mutuo que os tenéis (vosotros y los ídolos) en la vida de acá. Luego, el Día de la Resurrección, renegaréis unos de otros y os maldeciréis mutuamente. Vuestra morada será el Fuego y no tendréis quien os auxilie”. (Corán, 29:25)
Said Nursi, conocido también como Bediuzzaman (la Maravilla de la Epoca) y uno de los más grandes sabios islámicos del siglo veinte, compara esta forma de amor con una persona que mira al sol por medio de un espejo que sostiene en la mano. Si el espejo se le cae, se hace añicos y en consecuencia cesa su reflejo, la persona se aflige porque pierde esa fuente de luz. La luz viene del sol. El espejo sólo la refleja.
El creyente ama sólo a Dios. Pero ama lo que El crea conciente de que lo creado refleja Sus atributos y Le pertenece.
Por consiguiente, el creyente exhibe su amor por Dios amando a los creyentes que “manifiestan” los atributos de Dios en su modo de conducta y exteriorizan los valores morales considerados correctos por El. Esta forma de amor no se basa en el parentesco, la raza o algún otro tipo de interés. Debido al amor que se siente por Dios sólo se ama a quienes aman a Dios. De esto habla el Corán.
Los ya establecidos en la Casa y en la fe desde antes de su llegada, aman a los que han emigrado a ellos, no codician lo que se les ha dado y les prefieren a sí mismos, aún si están en la penuria. Los que se guarden de su propia codicia, ésos son quienes prosperarán. (Corán, 59:9)
El Corán deja en claro que el amor sentido por los creyentes les ha sido concedido especialmente por Dios.
A quienes hayan creído y obrado bien, el Compasivo les dará amor. (Corán, 19:96)
“¡Juan! ¡Agarra la Escritura con mano firme!”. Y le otorgamos el juicio cuando aún era niño, así como ternura de Nosotros y pureza. Y fue temeroso de Dios (Corán, 19:12-13)
Los creyentes sólo aman a Dios y a quienes creen en El. No aman a nadie que se rebele contra Dios. El Corán pone énfasis en ello.
¡Creyentes! ¡No toméis como amigos a los enemigos Míos y vuestros, dándoles muestras de afecto, siendo así que no creen en la Verdad venida a vosotros! Expulsan al Enviado y os expulsan a vosotros porque creéis en Dios vuestro Señor. Si salís a luchar por Mi causa y por deseo de agradarme, ¿les tendréis un afecto secreto? Yo sé bien lo que ocultáis y lo que manifestáis. Quien de vosotros obra así, se extravía del camino recto. (Corán, 60:1)
Tenéis un bello modelo en Abraham y en los que con él estaban. Cuando dijeron a su pueblo: “No somos responsables de vosotros ni de lo que servís en lugar de servir a Dios. ¡Renegamos de vosotros! ¡Ha aparecido, entre nosotros y vosotros, hostilidad y odio para siempre mientras no creáis en Dios Solo!”… (Corán, 60:4)
¡Creyentes! No toméis como amigos a vuestros padres y a vuestros hermanos si prefieren la incredulidad a la fe. Quienes de vosotros les consideran amigos, ésos son los impíos. (Corán, 9:23)
No encontrarás a gente que crea en Dios y en el Ultimo Día y que tenga cariño a quienes se oponen a Dios y Su Enviado, aunque éstos sean sus padres, sus hijos varones, sus hermanos o miembros de su misma tribu… (Corán, 58:22)
Como dejan en claro los versículos, el amor del creyente se produce sólo por el “amor que siente por Dios”. Al quedar de lado el resto de los factores, como el parentesco o la riqueza material, dicho amor se enraíza profundamente en la fe y los nobles valores. El creyente ama a quienes poseen una fe cierta y no a los famosos, adinerados o con prestigio social, importantes sólo en apariencia.
El creyente, después de haber purificado sus sentimientos de todo lo que no sea el “amor que siente por Dios”, ama a quien más teme a Dios y a quien está más abocado en obtener Su complacencia.
Cuantos más atributos posee el creyente, más es apreciado por sus iguales. En el Corán comprobamos, asimismo, que los creyentes son los más cercanos al Profeta (PB), quien a su vez es el más próximo a El y quien más Le teme.
El Profeta está más cerca de los creyentes que ellos lo están de sí mismos… (Corán, 33:6)
Puesto que el creyente entiende que el amor se basa en la fe, ese será el criterio al contraer matrimonio. Aquí se presenta una diferencia importante entre los creyentes y los incrédulos: a menudo éstos consideran sus matrimonios en función de los beneficios materiales, como se ve en el caso de las mujeres que buscan un “hombre próspero” que les permita tener un nivel de vida elevado. En función de eso, una joven puede estar de acuerdo, sin ningún problema, en ser la esposa de alguien por el que no siente el más mínimo afecto. Se trata de un matrimonio similar a un acuerdo comercial, pues ambas partes obtienen un beneficio. La única diferencia es que, supuestamente, este acuerdo es para toda la vida.
Hay muchísimos ejemplos de matrimonios así.
Gente joven se casa con gente rica o mayor, conocida por su inmoralidad, sólo porque son ricas o famosas.
También es cierto que los matrimonios de los incrédulos no siempre se basan en beneficios materiales, pues hay chicas que buscan sólo la “belleza” o el atractivo físico del hombre con el que se quieren casar. De lograrlo, pretenden que sus esposos sean “caballeros sobre blancos corceles”.
La lógica que subyace bajo dicho punto de vista descuida un hecho crucial: todos esos rasgos físicos se deteriorarán algún día. Todos los seres humanos envejecerán eventualmente. Por otra parte, Dios puede arrebatar en un instante la belleza, la fortuna o la salud de cualquiera. O las personas pueden tener un accidente y en segundos quedar paralíticas, postradas o perder la hermosura. En esos casos, ¿en qué se convertirán dichos matrimonios?
¿Qué hará la mujer que se casó por los bonitos ojos del cónyuge, si éste queda ciego en un accidente? Lo más probable es que se dé cuenta del fundamento irracional sobre el que basó una decisión tan importante.
El creyente tiene como meta el Paraíso eterno en el próximo mundo. Vive para lograr el contento de Dios y conseguir “la salvación y la felicidad”. Quien dedica todas sus oraciones y su vida a Dios, sin duda alguna también dedicará su matrimonio a El.
Indiscutiblemente, el matrimonio contraído para conseguir el contento de Dios es completamente diferente a otro basado en la “idolatría”. El primero no puede tener como fundamento el dinero o la belleza sino, exclusivamente, obtener el beneplácito de Dios. El verdadero creyente deseará casarse con alguien que juegue un papel decisivo en esa tarea. Por lo tanto, varón o mujer, se casará con quien muestre una profunda lealtad a Dios y tenga una fe y piedad (taqwa) elevadas.
Es por eso que algunas mujeres que vivieron en la época del Profeta Muhammad (PB), manifestaron su deseo de contraer matrimonio con él. Las que apuntaban a otra cosa son descritas en el Corán como las que deseaban “la vida de acá y su ornato”.
¡Profeta! Di a tus esposas: “Si deseáis la vida de acá y su ornato, ¡venid que os proveeré y os dejaré en libertad decorosamente! Pero, si buscáis a Dios, a Su Enviado y a la Morada Postrera, entonces, Dios ha preparado una recompensa magnífica para aquéllas de vosotras que hagan el bien”. (Corán, 33:28-29)
El que vive según el Corán ama a los que siguen los mismos principios, es decir, a los creyentes. A éstos, por su fe en Dios, El les ha concedido ciertos atributos que les hacen dignos de honor. Y el encontrar esos atributos en otra persona motiva que el creyente la ame.
El Corán expone los atributos destacados de los creyentes.
Sólo sirven a Dios y no idolatran a nadie ni siquiera mentalmente. (Corán, 1:1-7; Corán, 4:36).
Temen a Dios. Se abstienen de cualquier cosa que Dios haya prohibido o que sea contraria a Su voluntad. (Corán, 3:102; Corán, 36:11; Corán, 64:16; Corán, 39:23).
Confían en Dios solo. (Corán, 2:249; Corán, 9:25-26).
Sólo temen a Dios. (Corán, 33:39)
Siempre agradecen todo a Dios. La prosperidad o la indigencia no les hacen jactanciosos o sentir lástima de sí mismos. (Corán, 2:172; Corán, 17:3; Corán, 14:7).
Tienen certeza en su fe. Jamás piensan en dejar de buscar la aprobación de Dios. Sus servicios los brindan con fervor y entusiasmo redoblado. (Corán, 49:15; Corán, 2:4).
Viven sólo según el Corán. Repudian aquello que se dan cuenta no se conforma a las enseñanzas coránicas. (Corán, 7:170; Corán, 5:49; Corán, 2:121)
Recuerdan a Dios constantemente. Saben que El todo lo oye, todo lo ve y siempre tienen presente Su poder eterno. (Corán, 3:191; Corán, 13:28; Corán, 24:37; Corán, 7:205; Corán, 29:45).
Reconocen ante Dios que son débiles y demuestran humildad. Pero ante la gente se muestran firmes. (Corán, 2:286; Corán, 7:188).
Saben que todo lo que les ocurre es porque Dios lo ha decretado. Nada los excita, mantienen la calma y ponen su confianza en Dios. (Corán, 9:51; Corán, 64:11; Corán, 10:49; Corán, 57:22).
Lo que más les interesa es la próxima vida pero no dejan de beneficiarse de las bendiciones en este mundo y aspiran a tener aquí un entorno lo más parecido al Paraíso. (Corán, 7:31-32; Corán, 4:74; Corán, 38:46).
Sólo toman como amigos íntimos a Dios y a los creyentes. (Corán, 5:55-56; Corán, 58:22).
Son personas dotadas de comprensión. Nunca dejan de ser conscientes de lo que significa adorarlo a El. Se mantienen cautos y vigilantes en todo momento. Todo lo que hacen es en interés de los creyentes y de la religión. (Corán, 40:54; Corán, 39:18).
Invierten todos sus esfuerzos en el camino de Dios. Luchan en contra de los incrédulos a nivel intelectual, en especial contra sus líderes. Nunca se sienten frustrados o apocados en esta lucha. (Corán, 8:39; Corán, 22:78; Corán, 49:15; Corán, 9:12).
No dudan en decir la verdad ni lo dejan de hacer por miedo a otros. No les importa que les ridiculicen y combatan y no temen la censura humana. (Corán, 5:54, 67; Corán, 7:2).
Recurren a diversos métodos para transmitir el mensaje de Dios y para llamar a la gente a Su religión. (Corán, 71:5-9).
No son opresores sino misericordiosos y de buen corazón. (Corán, 16:125; Corán, 9:128; Corán, 11:75).
No se dejan llevar por la ira y son tolerantes e indulgentes. (Corán, 3:134; Corán, 7:199; Corán, 26:40-43).
Son dignos de confianza. Causan buena impresión en la gente debido a la personalidad que exhiben. (Corán, 44:17-18; Corán, 81:19-21; Corán, 5:12; Corán, 16:120).
Se los acusa de locos o hechiceros. (Corán, 7:132; Corán, 10:2; Corán, 38:4; Corán, 15:6; Corán, 54:9).
Se los oprime. (Corán, 26:49, 167; Corán, 29:24; Corán, 36:18; Corán, 14:6; Corán, 27:49, 56; Corán, 11:91).
Persisten en su camino cuando la suerte les es adversa. (Corán, 29:2-3; Corán, 2:156, 214; Corán, 3:142, 146, 195; Corán, 33:48; Corán, 47:31; Corán, 6:34).
No temen a la opresión o a la muerte. (Corán, 9:111; Corán, 3:156-158, 169-171, 173; Corán, 26:49-50; Corán, 37:97-99; Corán, 4:74).
Los incrédulos conspiran en contra de ellos, les burlan y los atacan. (Corán, 2:14, 212).
Están bajo la protección de Dios. Todo lo que se trama contra ellos resulta vano. Dios les ampara de las calumnias y las conjurasylesenaltece. (Corán, 3:110-111, 120; Corán, 14:46; Corán, 8:30; Corán, 16:26; Corán, 12:34; Corán, 22:38; Corán, 5:42, 105; Corán, 4:141).
Se mantienen atentos frente a los incrédulos. (Corán, 4:71, 102; Corán, 12:67).
Consideran enemigos a Satanás y a sus seguidores. (Corán, 35:6; Corán, 43:62; Corán, 60:1; Corán, 4:101; Corán, 5:82).
Luchan contra los hipócritas y no acompañan a nadie que muestre sus rasgos. (Corán, 9:83, 95, 123).
Impiden la tiranía de los enfermos de corazón. (Corán, 33:60-62; Corán, 59:6; Corán, 9:14-15, 52).
Se consultan mutuamente. (Corán, 42:38).
No anhelan la ostentación de los incrédulos. (Corán, 18:28; Corán, 9:55; Corán, 20:131).
No les impresiona la riqueza o el buen nivel social. (Corán, 22:41; Corán, 28:79-80; Corán, 16:123).
Los actos de adoración los realizan de la mejor manera. (Corán, 2:238; Corán, 8:3; Corán, 23:1-2).
No siguen los criterios de la mayoría sino los estipulados por Dios. (Corán, 6:116).
Se esfuerzan por lograr la cercanía a Dios y en servir de ejemplo a los que creen. (Corán, 5:35; Corán, 35:32; Corán, 56:10-14; Corán, 25:74).
Satanás no les influencia. (Corán, 7:201; Corán, 15:39-42; Corán, 16:98-99).
No siguen a sus padres ciegamente sino que se comportan según las enseñanzas coránicas. (Corán, 14:10; Corán, 11:62, 109).
No permiten el maltrato de las mujeres. (Corán, 24:4; Corán, 65:6; Corán, 2:231, 241; Corán, 4:19).
Evitan la extravagancia. (Corán, 6:141; Corán, 25:67).
Protegen su castidad, se casan y conducen sus vidas matrimoniales del modo deseado por Dios. (Corán, 23:5-6; Corán, 24:3, 26, 30; Corán, 2:221; Corán, 5:5; Corán, 60:10).
Son moderados en sus prácticas de adoración. (Corán, 2:143; Corán, 4:171). Son abnegados. (Corán, 76:8; Corán, 3:92, 134; Corán, 9:92).
Se esmeran en ser pulcros. (Corán, 2:125, 168; Corán, 74:1-5).
Le dan importancia a la estética y al arte. (Corán, 34:13; Corán, 27:44).
No espían a los creyentes ni murmuran en su contra. (Corán, 49:12).
Evitan la envidia. (Corán, 4:128).
Piden perdón a Dios. (Corán, 2:286; Corán, 3:16-17, 147, 193; Corán, 59:10; Corán, 71:28).
Los atributos de los creyentes antes mencionados son de dos tipos.
Primero: Los que se exhiben libre y voluntariamente. Por ejemplo, la servidumbre a Dios, la abnegación y la humildad.
Segundo: Los que se exhiben a pesar de las presiones o situaciones apremiantes externas para que no se exterioricen. Por ejemplo, la difusión del Islam a pesar de las conspiraciones de los incrédulos para acallarlos, o las burlas o ataques que les realizan. Circunstancias como éstas son muy importantes para identificar a los creyentes sinceros, porque un hipócrita puede practicar un acto de adoración o hacer sacrificios siempre y cuando gane algo a cambio. Pero cuando no hay nada que ganar y sólo se deben soportar aflicciones o cosas peores, el único que lo tolera es el creyente. Un caso de esos es el verse sometido a la opresión por las creencias que se sostienen.
En consecuencia, atributos de este tipo son muy relevantes en la evaluación de la persona de fe. Para saber si una comunidad es de creyentes sinceros, se han de tomar en consideración las leyes inmutables de Dios, según el Corán.
Al evaluar la opresión verbal y las calumnias en contra de los musulmanes, nuestro punto de referencia debería ser lo que le sucedió a nuestros hermanos en el pasado, de lo cual nos habla el Corán.
¿O creéis que vais a entrar en el Jardín antes de pasar por lo mismo que pasaron quienes os precedieron?... (Corán, 2:214)
En los versículos que relatan lo “que pasaron quienes os precedieron”, nos encontramos con un punto de especial interés. Los enemigos de los profetas y de los creyentes no decían: “Esta gente cree en Dios y busca Su aprobación” o “Esta gente no es inmoral como nosotros, sino que tiene méritos”. Por el contrario, siempre que podían calumniaban a los creyentes y los acusaban de cosas muy indignas.
Por cierto, no se atrevían a decir: “Nos rebelamos en contra de Dios y no respetamos los límites morales. Queremos oprimir a quienes no nos benefician”. No eran tan tontos como para decir: “Estos son los que cumplen las órdenes de Dios mientras que nosotros somos transgresores”. Por el contrario, se esforzaban por legitimar sus calumnias difamando a los creyentes y presentándose ellos como “decentes y honestos”.Eso es lo que vemos en las historias relatadas en el Corán.
Por ejemplo, el profeta Noé (P) ―al igual que los demás profetas― llamó a su gente a servir únicamente a Dios. Seguramente un sistema establecido sobre esa base dificultaría las apetencias de los líderes de regímenes incrédulos, ricos y acomodados, quienes no se atreverían a decir que no era importante lo que manifestaba Noé (P) sino que le acusarían de perseguir sus propios intereses mezquinos (“posición social y prestigio”).
Enviamos Noé a su pueblo y dijo: “¡Pueblo! ¡Servid a Dios! No tenéis a otro Dios que a El. ¿Y no le temeréis?”. Los dignatarios del pueblo, que no creían, dijeron: “Este no es sino un mortal como vosotros, que quiere imponerse a vosotros…. (Corán, 23:23-24)
El profeta Moisés (P) y el profeta Aarón (P) fueron acusados de lo mismo. Faraón y su círculo íntimo les dijeron: … “¿Has venido a nosotros con el objeto de apartarnos de lo que nuestros padres seguían, para que la dominación de la tierra pase a vosotros dos? ¡No tenemos fe en vosotros!”. (Corán, 10:78).
Las calumnias contra los creyentes pueden alcanzar una envergadura inimaginable. Los mensajeros de Dios han sido acusados a lo largo de la historia de “embrujar y engañar” a quienes les rodeaban.
Dijeron (los magos a la gente): “En verdad, estos dos (Moisés y Aarón) son unos magos que, con su magia, quieren sacaros de vuestra tierra y acabar con vuestra eminente doctrina. (Corán, 20:63)
… Y dicen los infieles: “¡Este es un magno mentiroso! (Corán, 38:4)
La ambición principal de los que calumnian a los musulmanes es presentarlos con sus mismos vicios, al extremo de decir del noble profeta Noé (P): … ¡No, sino que es un mentiroso, un insolente!”. (Corán, 54:25)
Otra calumnia a la que están expuestos a menudo los creyentes es la acusación de “locos”. Surge de la incapacidad de los incrédulos para entender una de las motivaciones importantes de los creyentes, es decir, el buscar el contento de Dios. Les resulta inentendible que los creyentes dediquen toda su vida a acciones desinteresadas que apuntan a esa meta. Para los incrédulos eso se trata más que de una actitud idealista de una “locura”, calumnia que han empleado con frecuencia. Dijo Faraón refiriéndose al profeta Moisés (P): Dijo (Faraón): “¡El enviado que se os ha mandado es, ciertamente, un poseso!”. (Corán, 26:27). Asimismo, dijo el pueblo de profeta Noé (P) al renegar del mismo: … “¡Un poseso!”, y fue rechazado. (Corán, 54:9).
Los creyentes de aquella época también fueron acusados de adulterio. Personas dignas como María (P) y el profeta José (P) ―modelos a seguir por todos los hombres y mujeres creyentes― fueron sometidos a esa calumnia. Además, los incrédulos acusaron a los profetas de estar evidentemente extraviado(s). (Corán, 7:60).
Debemos tener en cuenta que todo lo dicho no es algo que sólo corresponde al pasado, pues como nos informa el Corán, otros creyentes pueden sufrir las mismas experiencias en cualquier momento. Es decir, quien defienda la religión auténtica y por lo tanto incomode a los alejados de sus valores, puede padecer situaciones semejantes.
Los incrédulos se valen también de la difusión de calumnias generalizadas en contra de los musulmanes. Por eso, antes de realizar cualquier investigación debemos desconocer las noticias difundidas por los “desviadores”. De ello nos advierte Dios.
¡Creyentes! Si un malvado os trae una noticia, examinadla bien, no sea que lastiméis a gente por ignorancia y tengáis que arrepentiros de lo que habéis hecho. (Corán, 49:6)