El cuento del "dino-pájaro" en los medios de comunicación, carece de todo fundamento valedero.Scientific American, Marzo de 2003.
Durante los últimos diez años uno de los elementos propagandísticos preferido de los medios de comunicación darwinistas ha sido el dinosaurio con plumas de ave. Una serie de titulares acerca de los dino-pájaros, dibujos que los representan y constantes explicaciones de “expertos”, persuadieron a muchos que alguna vez existieron criaturas semiaves, semidinosaurios.
La defensa más exhaustiva de los mismos fue hecha por los conocidos ornitólogos Richard O. Prum y Alan Brush en la edición de Scientific American de marzo de 2003. En el artículo “¿Las Plumas o las Aves? ¿Cuáles Aparecieron Primero?”, se expresan de manera dogmática, con la pretensión de poner fin a los argumentos en boga respecto al origen de las últimas. Afirman que sus descubrimientos los habrían conducido a una conclusión asombrosa: las plumas se desarrollaron en los dinosaurios antes de la aparición de las aves. Plantean que, en principio, no tenían por objeto el vuelo sino el aislamiento térmico, la impermeabilidad frente al agua, la exhibición para atraer al sexo opuesto, el camuflaje y la defensa. Sólo más tarde fueron usadas para volar.
Pero dicha tesis es pura especulación desprovista de todo tipo de comprobación científica. Lo expuesto no se trata más que de una versión nueva pero antojadiza de la suposición que “las aves son dinosaurios”, algo que fue defendido en los últimos decenios con una vehemencia inusitada y un fanatismo delirante. En verdad, al igual que el resto de los íconos evolucionistas, este también quedó absolutamente demolido.
Alguien a quien se lo puede consultar sobre esto es una de las principales autoridades del mundo sobre el origen de las aves. Me refiero al doctor Alan Feduccia del Departamento de Biología de la Universidad de Carolina del Norte (EE. UU.). Acepta que las aves aparecen como resultado de un proceso evolutivo pero difiere de Prum y Brush, al igual que de otros proponentes de los “dino-pájaros”, pues considera que la teoría de la evolución no es clara al respecto. Rechaza dar credibilidad a esa extravagante publicidad presentada como una realidad, sin nada que la respalde.
Feduccia escribió un artículo en la edición de Octubre de 2002 del periódico The Auk, publicado por la Unión de Ornitólogos Norteamericanos y que sirve de foro para serias discusiones técnicas en la materia. Su nota “Aves y Dinosaurios: Respuesta Simple a Un Problema Complejo”, aclara que la teoría respecto a que las aves son el producto de la evolución a partir de los dinosaurios, sostenida con fuerza desde que John Ostrom la propuso por primera vez en el decenio de 1970, no se apoya en ninguna evidencia científica. En su relato expone detalladamente la imposibilidad de la misma y explica algo muy importante respecto a los presuntos dino-pájaros encontrados en China: no está claro que las estructuras encontradas sobre los reptiles fósiles, presentadas como plumas de dinosaurios, sean tales. Por el contrario, hay abundantes evidencias de que la “pelusa en la superficie de estos” no tiene ninguna relación con las plumas. Escribe Feduccia:
“Luego de estudiar la mayoría de los especímenes que se alardea tuvieron protoplumas, un gran grupo de estudiosos y yo coincidimos en que esto no era creíble. Muchos fósiles de China tienen la inaudita fama de lo que se ha dado en llamar dinosaurios con pelambre. A pesar de que éste ha sido ‘homologado’ con las plumas de las aves, la argumentación, al efecto, está lejos de ser convincente”151.
Después de lo expresado, dijo que Prum se mostraba prejuicioso:
“El punto de vista de Prum es compartido por muchos paleontólogos: las aves son dinosaurios. Por lo tanto, cualquier material filamentoso preservado en los dinosaurios, debe representar protoplumas”152.
Según Feduccia, una de las razones por las que este prejuicio resultó refutado, fue que esos vestigios también se encontraban en fósiles que no tenían ninguna relación comprobable con las aves. Agrega en el mismo artículo:
"Lo más importante es que ahora están siendo descubiertos dinosaurios peludos en una serie de taxones, aunque no se haya divulgado. En particular un pterodaustro chino (reptil volador) y un therizinosaurio (dinosaurio carnívoro)… La mayor sorpresa es que se han descubierto fibras de piel extremadamente semejantes a la de los dinosaurios peludos en un ictiosauro (reptil marino extinto) del Jurásico, descrito en detalle. Algunas de esas fibras poseen una morfología espectacularmente cercana a la de las llamadas protoplumas ('Protoplumas de Prum'), descritas por (el paleontólogo chino) Xu… Que las llamadas protoplumas se encuentren ampliamente entre los arcosaurios (reptil del Mesozoico), evidencia únicamente que no tienen nada que ver con las plumas"153.
Feduccia dice que anteriormente se habían encontrado residuos en las áreas de dichos fósiles, pero que se demostró que se trataba de materia orgánica sin ninguna relación con los mismos:
“Uno recuerda a las célebres marcas parecidas a helecho sobre los fósiles de Solnhofen, conocidas como dendritas. A pesar de que se asemejan a una huella de algo vegetal, ahora se sabe que se trata de rastros inorgánicos productos de una solución de manganeso que se volvió a precipitar como óxido sobre esos huesos”154.
Otro punto interesante es que todos los fósiles de “dinosaurios emplumados” fueron encontrados en China. ¿Cómo es posible que sólo hayan salido a luz allí y no en otros lugares del mundo? Además, ¿por qué en esas formaciones chinas que pudieron guardar tan bien los dinosaurios con pelambre no se encontraron plumas o raquis de éstas en aquéllos que los evolucionistas aseguran estaban emplumados? La respuesta es sencilla: carecían absolutamente de las mismas. Manifiesta Feduccia:
“Hay que explicar también porqué los terópodos y otros dinosaurios, descubiertos en diferentes yacimientos donde los integumentos están conservados, no exhiben piel con pelambre sino la de verdaderos reptiles, desprovista de cualquier material parecido a plumas (Feduccia 1999). Y porqué los dromaeosauros, típicamente chinos, preservan la pelambre y en cambio no sucede lo mismo con las supuestas plumas, no obstante que un raquis endurecido quedaría más fácilmente a buen resguardo”155.
Entonces, ¿qué son esas criaturas encontradas en China y presentadas como supuestas formas intermedias entre los reptiles y los pájaros?
Feduccia explica que algunas de las mismas, consideradas “dinosaurios emplumados”, son reptiles extintos con pelambre, en tanto que otras son aves verdaderas:
“Cada uno de los depósitos lacustres de las formaciones Yixian y Jiufotang (del Cretáceo Temprano) en China, exhibe, claramente, fenómenos taxonómicos distintos: en Yixian se conservan filamentos de pelambres de dinosaurios –llamados ‘emplumados’ y denominados Sinosauropteryx–; en Jiufotang se preservan plumas del mismo tipo que las de hoy día, como las que fueron delineadas en la tapa de Nature, pertenecientes a aves no voladoras”156.
Es decir, todos los fósiles presentados como “dinosaurios alados” o “dinosaurios aves” corresponden a aves incapaces de volar, como las gallinas, o a reptiles que poseen el rasgo denominado “pelambre de dinosaurio”, estructura orgánica que no tiene nada que ver con las plumas. Es evidente que no hay ningún resto que establezca la existencia de una forma intermedia entre uno y otro vertebrado. (Además de los dos grupos básicos antes indicados, Feduccia menciona también “la abundancia de aves picudas Confuciusornis”, algunas enantiornithes y las hace poco identificadas como comedoras de semillas, llamadas Jeholornis prima. Ninguna de ellas es un dino-pájaro).
Por lo tanto, la afirmación de Prum y Brush en Scientific American de que los fósiles han demostrado que las aves son dinosaurios, es algo totalmente contrario al resultado de los estudios.
En todos los artículos evolucionistas que avivan las llamas del mito dino-pájaro, incluido el de Richard O. Prum y Alan Brush antes citado, hay algo importante que pasa desapercibido.
Los fósiles a los que falsamente llaman “dinosaurios” o “dinosaurios emplumados”, no se remontan a más de 130 millones de años. Sin embargo, tenemos un fósil de un ave real, al menos 20 millones de años más antiguo que los restos presentados por los darwinistas como de “semiaves”: el Arquéopterix. Se trata de la más antigua conocida y estructurada perfectamente, es decir, con un esqueleto adecuado y los músculos y las plumas para el vuelo. Si la misma podía deslizarse por los cielos hace 150 millones de años, ¿cómo se puede ser tan necio y presentar a otras criaturas que vivieron posteriormente como sus antecesoras?
Para ello se ha inventado algo nuevo: el cladismo. Usado por los paleontólogos en los últimos decenios para interpretar la edad de los fósiles, sólo toma en cuenta las características compartidas que se “deduce” se han originado en un antecesor común de un grupo o especie durante la “evolución”.
El método cladístico es defendido en los sitios de Internet que explican lo “razonable” de ubicar al Velociraptor como antecesor del Arquéopterix:
“Ahora podemos preguntar: ¿Cómo puede ser que el Velociraptor sea antecesor del Arquéopterix si éste apareció primero?
Bien. Debido a los muchos vacíos en los registros fósiles, los restos no siempre se descubren ‘a la hora debida’. Por ejemplo, partes de algunos hallados en Madagascar, del Cretáceo Tardío, parecen ser del Rahonavis, una cruza entre aves y algo así como el Velociraptor, aunque aparece 60 millones de años más tarde. Sin embargo, nadie puede decir que su aparición tardía va en contra de considerarlo un eslabón perdido… Este tipo de casos es llamado ‘linaje fantasma’. Asumimos que estos animales existieron bastante antes que sus posibles antecesores…”157.
Este compendio nos muestra el grado de distorsión en el que se incurre con el método cladístico. En consecuencia, debemos dejar en claro algunos puntos. En el resumen anterior se presenta al dinosaurio Velociraptor como una supuesta forma intermedia que daría lugar, con su evolución, a las aves. Pero ello no se trata más que de una interpretación tendenciosa. Las plumas que se ven en las reconstrucciones imaginarias de dichos animales, sólo reflejan la inventiva de quienes las proponen. Lo real es que no existe ninguna evidencia de que las tuviesen. Además, como ya hemos visto, los evolucionistas distorsionan manifiestamente los estudios de los registros fósiles, adecuándolos a sus propias teorías. La única forma de hacer creer que una especie con 70 millones de años de antigüedad existió 170 millones de años antes y establecer así, en consecuencia, un árbol genealógico, es volver aceptable la plena distorsión de la realidad.
El método cladístico es una confesión encubierta de que la teoría de la evolución no puede hacer frente a los registros fósiles. Resumamos:
1) La esperanza de Darwin era que luego del análisis total de los registros fósiles, se descubrirían las formas intermedias que llenarían los vacíos entre las especies conocidas.
2) Después de 150 años de trabajos paleontológicos, no se ha encontrado ningún rastro de esas “existencias intermedias”. Lógicamente, esto es una gran derrota para sus proponentes.
3) Está en discusión la edad de esas criaturas ubicadas como antecesoras de otras, sólo en base a las comparaciones. Algunas de ellas, que se presentan como más “primitivas”, pueden aparecer en los registros fósiles después de las que se consideran más “evolucionadas”.
Es debido a lo dicho que los darwinistas se vieron obligados a desarrollar un método contradictorio como este.
Dan a entender que el mismo parte de y se apoya en determinaciones serias. Pero se ha comprobado que no es así para nada, sino que se trata de algo que distorsiona las evidencias científicas de acuerdo con sus necesidades, de una manera muy parecida a como operaba el dogma científico oficial de la ex URSS en la época de Stalin: desarrollado por el ingeniero agrónomo Trofim Denisovich Lysenko –1889 a 1976–, en función del rechazo de las leyes de la genética, adhería a las teorías de Lamarck relativas a la herencia de los caracteres adquiridos. Podemos concluir entonces, que el darwinismo, al igual que el lysenkismo, carece de fundamentos valederos.
Todas las teorías acerca de que “las aves son dinosaurios”, incluida la de Prum y Brush, no tienen ningún valor. Las diferencias anatómicas de aves y dinosaurios no pueden ser sorteadas por ningún proceso evolutivo. Señalo a continuación algunas de las mismas, examinadas en muchos otros libros.
1) La estructura del pulmón de las aves es totalmente distinta a la de todos los demás vertebrados terrestres. En las primeras, el aire fluye siempre en una dirección a través del pulmón, por lo que constantemente aspiran oxígeno y expelen dióxido de carbono. No es posible que esta característica tan singular sea el producto evolucionado del pulmón de los segundos. Toda criatura que poseyese un aparato respiratorio intermedio no podría usarlo y por lo tanto moriría158.
2) Las comparaciones embriológicas entre aves y reptiles hechas en 2002 por Alan Feduccia y Julie Nowicki, mostraron una inmensa diferencia en la estructura de (las patas delanteras y alas), probándose la imposibilidad de establecer una conexión evolutiva entre ellas159.
3) El cotejo final entre los cráneos de los dos grupos condujo a la misma conclusión. Andre Elzanowski determinó, como resultado de un estudio hecho en 1999, que “no se había encontrado ninguna similitud aviar específica en las mandíbulas y bóveda palatina de los dinosaurios. (En un grupo de dinosaurios terópodos)”160.
4) Otra cuestión que separa a ambas especies reside en las dentaduras. Se sabe que en el pasado algunas aves poseían dientes en sus picos, lo cual fue presentado como una prueba de la evolución. Pero actualmente se llegó a saber que eran peculiares de las mismas. Escribe Feduccia al respecto:
“Posiblemente la diferencia más notable entre terópodos y aves concierne a la estructura de los dientes y al tipo de implante de los mismos. Resulta sorprendente que no se le haya prestado más atención a esa situación, especialmente al considerar que básicamente los estudios paleontológicos que se ocupan de los mamíferos, se dedican también, en gran medida, a la morfología dental. Para resumir, los dientes de las aves (como en el Arquéopterix, Hesperornis, Parahesperornis, Ichtyornis, Cathayornis y todas las dentadas del Mesozoico) son notablemente similares entre sí, pero distintos a los de los terópodos… Unas y otros no comparten esencialmente nada en lo que hace a su morfología, incluidos el implante, el reemplazo o las formas”161.
5) Las aves son de sangre caliente mientras que los reptiles son de sangre fría. Esto significa que poseen metabolismos diferentes y no es posible que se produzca una transformación tan aguda por medio de mutaciones azarosas. Para franquear esta dificultad se propuso que los dinosaurios eran de sangre caliente. Pero ello no se apoya en ninguna constatación a la vez que muchas pruebas le restan todo crédito162.
Los puntos antes mencionados son testimonio de la falta de mérito científico de la tesis evolucionista acerca del origen de las aves. Y aunque sus medios de comunicación prolonguen la defensa fervorosa de los dino-pájaros, queda en claro que se trata de una torpe campaña propagandística.
Cualquiera que examine el origen de todas las criaturas y no sea seguidor porfiado de la prédica darwinista, comprenderá muy fehacientemente que son demasiado complejas para poder ser explicadas en función de sucesos naturales producidos por casualidad. Esto, en cambio, esclarece la realidad de la Creación.
Dios, Quien crea con Su conocimiento supremo, hizo y hace todo de la manera adecuada, instantáneamente. El nos revela en el Corán:
¿No ve el hombre que le hemos creado de una gota (de esperma)? Pues ¡ahí le tienes, porfiador declarado! (El hombre) nos propone una parábola y se olvida de su propia creación. Dice: "¿Quién dará vida a los huesos, estando podridos?". Di: "Les dará vida Quien los creó una vez primera –El conoce bien toda creación– (Corán, 36:77-79)
151- Alan Feduccia, "Birds are Dinosaurs: Simple Answer to a Complex Problem", The Auk, Ekim 2002, vol. 119 (4), s. 1187–1201
152- Alan Feduccia, "Birds are Dinosaurs: Simple Answer to a Complex Problem", The Auk, Ekim 2002, vol. 119 (4), s. 1187–1201
153- Alan Feduccia, "Birds are Dinosaurs: Simple Answer to a Complex Problem", The Auk, Ekim 2002, vol. 119 (4), s. 1187–1201
154- Alan Feduccia, "Birds are Dinosaurs: Simple Answer to a Complex Problem", The Auk, Ekim 2002, vol. 119 (4), s. 1187–1201
155- Alan Feduccia, "Birds are Dinosaurs: Simple Answer to a Complex Problem", The Auk, Ekim 2002, vol. 119 (4), s. 1187–1201
156- Alan Feduccia, "Birds are Dinosaurs: Simple Answer to a Complex Problem", The Auk, Ekim 2002, vol. 119 (4), s. 1187–1201
157- http://www.geocities.com/CapeCanaveral/Hall/2099/DinoKabin.html
158- Michael J. Denton, Nature's Destiny, Free Press, New York, 1998, s. 361
159- David Williamson, "Scientist Says Ostrich Study Confirms Bird 'Hands' Unlike Those Of Dinosaurs", EurekAlert, 14-Aug-2002, http://www.eurekalert.org/pub_releases/2002-08/uonc-sso081402.php
160- A Elzanowski 1999. "A comparison of the jaw skeleton in theropods and birds, with a description of the palate in the Oviraptoridae". Smithsonian Contributions to Paleobiology 89:311–323
161- Alan Feduccia, "Birds are Dinosaurs: Simple Answer to a Complex Problem", The Auk, Ekim 2002, vol. 119 (4), s. 1187–1201
162- MORELL, V.."A Cold, Hard Look at Dinosaurs", Discover, 1996, 17(12):98–108.