Georges Cuvier grandes diferencias estructurales.
La paleontología, es decir, el estudio de los fósiles, se desarrolló mucho antes que Darwin. Su fundador, el naturalista y barón francés Georges Cuvier (1769 – 1832), es quien los introduce, según la Encyclopedia Britannica, en la clasificación zoológica y exhibe la relación entre los estratos rocosos y los restos que albergan. A continuación demuestra, con sus estudios de anatomía comparada y la reconstrucción de los esqueletos, la importancia de las vinculaciones funcionales y anatómicas18.
Se opuso a la teoría de la evolución que en su época la proponía Lamarck. Insistió en que los distintos géneros de vida fueron creados separadamente, hizo notar de manera destacada las particularidades y sutilezas de la anatomía animal y explicó que sus características descartaban cualquier idea de alteración fortuita (producción casual). Argumentó que “cada especie está tan bien coordinada, funcional y estructuralmente, que no podría sobrevivir a cambios significativos”. Y sostuvo que “cada especie fue creada para un propósito especial, así como cada órgano para su función particular”19.
Pero Charles Darwin interpretó la cuestión de otra manera. Creía que las distintas especies descendían por etapas de un ancestro común en un proceso evolutivo y que los fósiles lo avalaban.
Pero esa suposición no se basaba en nada que lo pruebe y ninguno de los restos exhibía un cambio gradual o compartía el tipo de relación familiar y semejanzas que requerían su teoría. Cada uno de ellos, así como cada ser vivo, poseían y poseen sus rasgos singulares. La historia natural de hoy día hace ver que las especies del pasado no eran similares o con alguna relación estrecha entre ellas, sino que se dividían en grupos muy distintos, con grandes diferencias estructurales.
Es debido a lo dicho que Darwin no pudo usar los fósiles como comprobación de su hipótesis y que propuso “explicaciones inventadas” para tergiversar esta cuestión que le representaba un problema muy serio. Este tema lo trató en el capítulo “Dificultades de la Teoría” en su libro El Origen de las Especies. Luego le agregó un apéndice a éste, titulado “Sobre la Imperfección de los Registros Geológicos”, en donde se ocupa de la ausencia de formas intermedias entre los fósiles.
En ambos capítulos se puede ver claramente los problemas que tuvo, pues su especulación se basa en la aseveración de que las especies pasaron a existir a través de una larga serie de cambios progresivos. Si eso hubiese sido así, deberían existir formas intermedias que vinculen una especie con otra. Pero nunca se ha encontrado algo semejante.
Finalmente se vio forzado a dejar este problema para los futuros investigadores, pues pensó que el inconveniente estribaba en la insuficiencia de restos. Estaba convencido de que los futuros hallazgos proporcionarían los elementos para determinar la certeza de sus elucubraciones. Escribió al respecto:
“Ciertamente, la geología no revela ninguna cadena orgánica delicadamente graduada. Y esto, posiblemente, es la objeción más seria y obvia que puede ser levantada contra la teoría. Creo que la explicación yace en la aguda imperfección de los registros geológicos”20.
La conjetura de Darwin persuadió a un creciente número de personas a realizar excavaciones para buscar las supuestas formas intermedias “perdidas”. Si bien algunos hallazgos producían cierta excitación, con el tiempo las expectativas se demostraban infundadas.
Uno de esos “avances sensacionales” fue el descubrimiento en 1860, cerca de la ciudad alemana de Solnhofen, del fósil al que se le dio el nombre de Arquéopterix, término griego que significa “ala antigua”. Aunque se trataba claramente de un pájaro, poseía algunos rasgos particulares a los que se consideró propios de los reptiles: dientes, cola larga y uñas o púas en las alas. Esto brindó a los darwinistas una oportunidad extraordinaria. Thomas Huxley, uno de los más acérrimos defensores de Darwin, anunció que el Arquéopterix era un espécimen semiave, semirreptil. Se asumió que sus alas no eran apropiadas para el vuelo y se concluyó que se trataba de un pájaro primitivo. Esto generó una gran agitación y así nació el mito, blandido a lo largo del siglo XX.
En su momento se comprobó que no se trataba de lo que se suponía, dado que el esqueleto y la estructura de las plumas se adaptaban bien para el vuelo. Por otra parte, los rasgos de reptil que exponía, también aparecen en algunas aves antiguas y actuales.
Como resultado de esos descubrimientos se perdieron en el silencio las especulaciones de los evolucionistas acerca del Arquéopterix como el mejor candidato de una forma intermedia. Alan Feduccia, experto ornitólogo y profesor del Departamento de Biología de la Universidad de Carolina del Norte, dijo que “los más recientes estudios han demostrado que distintas características anatómicas del Arquéopterix han evidenciado que éste se presenta como ave, mucho más que lo imaginado previamente”. Nuevamente, de acuerdo a Feduccia, “el presentar al Arquéopterix semejante a los dinosaurios terópodos ha sido algo burdo”21. En resumen, hoy día se sabe que no hay ninguna diferencia importante entre el Arquéopterix y otras aves.
En el siglo y medio transcurrido desde la época de Darwin, no se ha encontrado ninguna forma intermedia. Esta realidad se ha transformado en indiscutible, especialmente a partir del decenio de 1970, aunque aún es ignorada por algunos pocos paleontólogos asidos a la teoría de la evolución. Los más conocidos entre estos últimos son Stephen J. Gould y Niles Eldridge, quienes han propuesto un modelo evolucionista distinto, bajo el nombre de “equilibrio puntuado”, que sostiene que los registros fósiles han refutado el “gradualismo” darwiniano. Exponen de manera detallada la aparición repentina de distintos géneros vivientes y su existencia sin modificaciones durante cientos de millones de años.
Eldrige hace una afirmación importante en un libro escrito con Ian Tattersall, otro paleontólogo evolucionista:
“Mucho antes que se publicase El Origen de las Especies, los paleontólogos ya sabían que cada tipo de fósil se veía igual cada vez que se desenterraba uno de ellos. Darwin, conciente de esta situación… profetizó que las futuras generaciones de investigadores rellenarían ese hueco o falencia a través de sus diligentes exploraciones… Ciento veinte años de investigaciones paleontológicas a partir de entonces, han dejado sobradamente en claro que los registros fósiles no confirmarían esa parte de sus predicciones, pues el problema ya no es la escasez. Lo hallado muestra, simplemente, que la predicción resultó errada.
La observación de que las especies son entidades asombrosamente estáticas y regulares a través de largos períodos de tiempo, reúne las cualidades de la nueva vestimenta del emperador: todos la conocen pero prefieren ignorarla. Los paleontólogos simplemente miran hacia otro lado al verse enfrentados por una abrumadora cantidad de registros fósiles que descartan el modelo de Darwin”22.
Tres biólogos escribieron en 1988 el libro Principios Integrados de Biología, donde tratan el mismo tema:
“Muchas especies permanecen virtualmente inmodificables durante millones de años y luego desaparecen repentinamente para ser reemplazadas por otras totalmente distintas… Además, la mayoría de los grupos de animales se presentan en los registros fósiles abrupta y totalmente formados, sin que se encuentre ningún resto que represente una forma transitoria de uno a otro”23.
Los nuevos descubrimientos no han modificado la situación a favor del darwinismo. Por el contrario, la empeoraron. Tom Kemp, curador de las colecciones zoológicas de la Universidad de Oxford, escribió en 1999 el libro Los Fósiles y el Evolucionismo, en el que describe lo dicho antes:
“Virtualmente y en todos los casos, los registros fósiles presentan un taxón original con la mayoría de sus rasgos ya definidos y sin que provengan, prácticamente, de ninguna forma conocida en otros grupos”24.
De esta manera, los registros fósiles se han convertido en una evidencia en contra de la teoría de Darwin, aunque alguna vez se pensó que la corroboraban. David Berlinsky, matemático de la Universidad de Princenton y opuesto al evolucionismo, resume la situación:
“Los desenterrados carecen de continuidad. Donde debería haber formas intermedias, no hay nada. Ningún trabajo paleontológico escrito en inglés, francés o alemán lo niega. Simplemente, es una realidad. La teoría de Darwin y los registros fósiles están en conflicto”25.
El colapso del “árbol de la vida” es uno de los ejemplos más notables de dicha situación.
El golpe más brutal que propinaron los registros fósiles a los materialistas fue el escenario revelado por los restos del período Cámbrico. Darwin imaginaba que la historia de la vida en la Tierra se podía representar como un árbol de cuyo tronco, lenta y gradualmente, emergían distintas ramas. En El Origen de las Especies se refleja dicho criterio en un diagrama, con cuya ayuda se implanta la creencia de que lo viviente evolucionó a través de pequeños cambios a partir de una raíz común. Este concepto se convierte luego en uno de los mitos más importantes, publicado en distintas versiones en tratados científicos, libros de texto, revistas y periódicos.
Sin embargo, la verdad es totalmente distinta. Esto se hizo claramente notorio a comienzos del siglo XX, con el descubrimiento de lo que se denominó explosión cámbrica. En 1909 el paleontólogo Charles D. Walcott empezó investigaciones en las Montañas Rocosas de Canadá. En el área de Burgess Pass encontró estratos de pizarras o esquistos muy bien preservados que contenían muchos restos del período Cámbrico. En los años siguientes extrajo cuidadosamente de allí sesenta u ochenta mil y redactó apuntes respecto a las diferencias más sutiles que advirtió en los mismos.
La principal sorpresa fue hallar en esa área vestigios de criaturas pertenecientes a todos los filos actualmente existentes. (El filo es la categoría taxonómica más elevada en la clasificación de los miembros del reino animal. Este se divide en más de cincuenta, cada uno con sus propias características corporales. Entre los especialmente conocidos se encuentran los Cordados, que incluyen los vertebrados, así como los Artrópodos, que abarcan el conjunto de insectos y moluscos y todos los cuerpos blandos invertebrados con caparazones).
Grande fue el asombro de Walcott al ver los filos a los que correspondían. Aunque en los estratos más antiguos no se había descubierto ninguna forma de vida significativa, súbitamente, en los del Cámbrico, aparecían restos de casi todos los filos registrados y también algunos aún desconocidos. Esto evidencia que todas las características advertidas en el reino animal aparecieron casi simultáneamente, en el mismo período geológico.
Semejante cosa resultó un cachetazo fatal a la teoría de Darwin, quien había planteado que las criaturas se desarrollaron lenta y gradualmente, como las bifurcaciones de un tronco. Según sus especulaciones, al principio hubo un solo filo en el mundo, a partir del cual prosperaron otros, parsimoniosamente, en el transcurso del tiempo. Pero con los descubrimientos indicados su hipótesis tuvo que lidiar con la prueba de que todos los filos pasaron a existir repentinamente, al mismo tiempo.
No obstante, la teoría de la evolución fue puesta entre la espada y la pared recién unos 70 años después porque Walcott, luego de estudios meticulosos entre 1909 y 1914, decidió ocultar sus hallazgos en vez de revelarlos al mundo científico. Sucedía que él era secretario de la Institución Smithsoniana en Washington D. C. y acérrimo darwinista. Al considerar, correctamente, que los restos desenterrados representarían un gran problema para los conceptos materialistas, los guardó en el museo y no los hizo conocer. Los fósiles de Burgess Pass sólo salieron a la luz al revisarse en 1985 todo lo allí atesorado. El científico israelí Gerald Schroeder hizo el siguiente comentario:
“Si Walcott hubiese querido, podría haber contratado una falange de estudiantes graduados para que trabajen con esos fósiles. Pero prefirió no hacer peligrar la embarcación de la evolución. Al día de la fecha han sido hallados restos de la era Cámbrica en China, Africa, las Islas Británicas, Suiza y Groenlandia. Pero lo datos relativos a la naturaleza extraordinaria de la explosión (Cámbrica) no pudieron ser convenientemente discutidos antes debido a que, simplemente, no fueron informados”26.
Esos fósiles permanecieron ocultos, como dijimos, hasta que fueron analizados por los paleontólogos Harry Whittington, Derek Briggs y Simon Conway Morris, quienes revelaron que se remontaban a uno de los períodos geológicos más pretérito. La aparición en aquella época de una variedad tan amplia de criaturas, se denominó “explosión cámbrica”. En el decenio de 1980 se descubrieron dos nuevas áreas con restos similares a los de Burgess Pass: una en Sirius Passet al norte de Groenlandia y la otra en Chengjiang al sur de China. Entre los de mayor antigüedad y mejor preservados encontrados en la última zona mencionada, se hallan los primeros vertebrados. Además, dos peces fósiles de hace 530 millones de años descubiertos en 1999, probaron que todas las especies, incluidas las vertebradas, ya existían en esa época. Las investigaciones determinaron que la explosión cámbrica ocurrió en el lapso de unos diez millones de años, el cual resulta bastante corto al comparárselo con los intervalos geológicos. Todo lo viviente que se presentó entonces estaba conformado de manera nada sencilla y sin ninguna semejanza con los organismos uni o multicelulares que le antecedieron. Stephen J. Gould lo describe así:
“El reventón más espectacular, la explosión cámbrica, marca el comienzo de la vida multicelular moderna. En el transcurso de unos pocos millones de años, se hacen presente por primera vez en los registros fósiles casi todos los principales tipos de anatomía animal”27.
Los evolucionistas han intentado justificar ese “estallido” con distintos argumentos, pero ninguno resulta persuasivo. Las opiniones encontradas que hay entre ellos reflejan lo defectuoso del conjunto de sus tesis. En la edición de febrero de 1999 de Tendencias en la Genética, prestigiosa revista que se ocupa de temas científicos, se dice que los fósiles de Burgess Pass no pueden ser explicados de ninguna forma en función de la teoría de la evolución y que las deducciones en base a ésta no son convincentes:
“Podría parecer extraño que restos de un área pequeña se coloquen en el centro de un agudo debate acerca de cuestiones tan vastas en la biología evolucionista. La razón de ello es que, según los fósiles hallados, la inmensa cantidad de animales que aparecen con una profusión asombrosa en el Cámbrico, no provienen de ninguna parte. Datos cada vez más precisos suministrados por mediciones realizadas con radio así como los nuevos hallazgos, han ayudado a delinear específicamente lo repentino de la revolución biológica y su amplitud. La magnitud del cambio que aparece en la flora y en la fauna terráquea demanda una explicación. Si bien se propusieron muchas hipótesis, el consenso general es que ninguna es totalmente convincente”28.
En Iconos del Evolucionismo el biólogo norteamericano Jonathan Wells resume este asunto de la siguiente manera:
“Uno de los íconos de la evolución, el árbol de la vida, es el de mayor influencia negativa porque el fundamento de la teoría de Darwin es la descendencia de un ancestro común… No obstante, éste sabía –y los científicos lo han confirmado– que los primeros registros fósiles lo descalabraban. Hace diez años se tenía la esperanza de que la evidencia en el campo molecular podría salvarlo, pero los descubrimientos recientes han frustrado dicha expectativa. Aunque usted no se enterará leyendo los libros de texto de biología, el árbol de la vida de Darwin ha sido extirpado de cuajo”29.
Y la aparición repentina implica Creación. Es Dios Quien ha creado todo de la nada, de la manera más apropiada.
(Dios) es el Creador de los cielos y de la tierra. Y cuando decide algo, le dice tan sólo: “¡Sé!” y es. (Corán, 2:117)
18- Encyclopedia Britannica 2002, Expanded Edition DVD-ROM, "Cuvier, Georges, Baron"
19- Encyclopedia Britannica 2002, Expanded Edition DVD-ROM, "Cuvier, Georges, Baron"
20- Charles Darwin, The Origin of Species by Means of Natural Selection, The Modern Library, New York, s. 234
21- Alan Feduccia, The Origin and Evolution of Birds, Yale University Press, 1999, s. 81
22- N. Eldredge, and I. Tattersall, The Myths of Human Evolution, Columbia University Press, 1982, s. 45-46
23- Hickman, C.P. [Professor Emeritus of Biology at Washington and Lee University in Lexington], L.S. Roberts [Professor Emeritus of Biology at Texas Tech University], and F.M. Hickman. 1988. Integrated Principles of Zoology. Times Mirror/Moseby College Publishing, St. Louis, MO. 939; (s. 866)
24- Fossils and Evolution, Dr TS Kemp - Curator of Zoological Collections, Oxford University, Oxford Uni Press, s.246, 1999
25- David Berlinksi, Commentary , Sept. 1996 s. 28
26- Gerald Schroeder, "Evolution: Rationality vs. Randomness", http://www.geraldschroeder.com/evolution.html
27- Stephen J. Gould, “An Asteroid to Die For,” Discover, Ekim 1989, s. 65
28- Gregory A. Wray, "The Grand Scheme of Life", Review of The Crucible Creation: The Burgess Shale and the Rise of Animals by Simon Conway Morris, Trends in Genetics, February 1999, vol. 15, no. 2
29- Jonathan Wells, Icons of Evolution, s. 31