En Cierta Epoca Se Buscaba El Eslabón Perdido

En el capítulo anterior se deja constancia de que los registros fósiles despojaron al darwinismo de todos los puntales que lo sostenían. Si bien El Origen de las Especies no se ocupa de los restos humanos desenterrados, en El Origen del Hombre, publicado 12 años después, Darwin propone que nuestra especie es el peldaño más elevado en la llamada escalera evolutiva y que nuestros antecesores más cercanos son los chimpancés, semejantes a los de hoy día.

Piltdown adamı sahtekarlığı

La foto muestra una excavación en Piltdown, lugar de nacimiento del escándalo promovido por el "Hombre de Piltdown".

Pero no respaldó esa manifestación con algún elemento probatorio sino que simplemente la enunció al imaginar que entre los seres humanos y los monos existía alguna relación, al ver a éstos como los más apropiados para ser comparados con nosotros. Además, en su escrito desarrolla argumentos racistas al afirmar que algunas de las supuestas “razas primitivas” confirman el evolucionismo. (Como se sabe, la genética moderna ha desaprobado esos criterios discriminadores compartidos en aquélla época por el autor y otros que pensaban como él).

Casi todos los paleontólogos se dedicaron desde el último cuarto del siglo XIX a la tarea de desenterrar fósiles que probasen la teoría de la evolución, es decir, la existencia del “eslabón perdido” entre los simios y los humanos.

Ese “gran hallazgo” –el cráneo conocido como “El Hombre de Piltdown”– se produce en Inglaterra en 1910 y durante 43 años se lo presenta al mundo como prueba de lo que se barruntaba. Fue “descubierto” por Charles Dawson, un aficionado a la paleontología, quien lo denominó Eoanthropus dawsoni. Se trataba de un fósil muy particular, pues la parte superior poseía una estructura totalmente humana, en tanto que la mandíbula y los dientes se parecían a los de un simio. Dicho cráneo adquirió fama enseguida y los ingleses se sintieron orgullosos del mismo por ser un antecesor de su raza. Su considerable dimensión fue interpretada como un indicio de que la “inteligencia inglesa” se había desarrollado muy tempranamente. En los años siguientes se escribieron cientos de tesis sobre la pieza que, exhibida en el Museo Británico, recibía la visita de miles de personas persuadidas de que evidenciaba “la verdad de la evolución humana”.

Piltdown adamı sahtekarlığı

La verdadera naturaleza del "Hombre de Piltdown" fue descubierta en 1953, cuando expertos examinaron el cráneo y comprobaron que se trataba de una falsificación.

No sabían que era una falsificación. En un análisis realizado en 1953 se descubrió que se trataba de una combinación de huesos de ser humano y de orangután. El público quedó atónito cuando fue removida del lugar en el que se encontraba, donde se le había dado una importancia especial a lo largo de decenios.

En 1922 se produjo otro escándalo en EE. UU., de menos amplitud pero de importancia similar. En el estado de Nebraska se desenterró un molar que se supuso correspondió a una criatura intermedia entre el ser humano y el mono. En base al mismo se fraguó el denominado “Hombre de Nebraska”. Pero en 1927 se determinó que la pieza dental no pertenecía ni a un humano ni a un mono, sino a un cerdo salvaje.

A pesar de fiascos como los relatados, los evolucionistas persistieron en sus propósitos. En consecuencia, después se les ocurrió pensar que los simios extintos del género Australopiteco eran nuestros antecesores más antiguos. A partir de allí se transformó en algo común decir que después de los Australopitecos aparecieron las especies Homo abilis, Homo rudolfensis y Homo erectus, para llegar finalmente al Homo sapiens, es decir, el ser humano como nosotros. La imagen de monos que gradualmente pasaron a andar sobre dos pies, fue oficialmente adoptada por los libros de texto, los periódicos, las revistas, los diarios, las películas e incluso programas de radio y televisión que se ocupan de temas científicos. Y durante decenios se hizo uso de todos esos medios sin el menor cuestionamiento.

Piltdown adamı sahtekarlığı

El "Hombre de Piltdown" fue exhibido en los museos e ilustró las tapas de las publicaciones "científicas" durante 40 años, hasta que se demostró que era un engaño.

En resumen, en un extenso período del siglo XX, fue ampliamente aceptada la idea de que la teoría de la evolución explicaba el origen de los humanos.

Maymundan insana evrim yalanı

En realidad, no hay ninguna "línea evolutiva" desde el mono al ser humano. Ni siquiera puede ser planteada seriamente a nivel teórico.

Sin embargo, la realidad no tenía nada que ver con eso. Los fósiles desenterrados no guardaban armonía con el esquema evolucionista. Y ese problema no se resolvería, pues los nuevos hallazgos aumentarían las discordancias. En consecuencia, algunas autoridades en la materia comenzaron a aceptar lo incuestionable. Dos prominentes paleontólogos norteamericanos, Niles Eldredge e Ian Tattersall del Museo de Historia Natural de EE. UU., realizaron un comentario importante:

“(Es un)… mito que los relatos evolucionistas respecto a lo viviente sea una cuestión de (más) descubrimientos… Si realmente fuese así, se podría esperar confiadamente que cuantos más restos de homínidos se desentierren, se aclarará mejor la historia de la evolución humana. Pero lo que ocurrió hasta ahora es lo opuesto”30.

Richard Lewontin, una de las principales personas en el tema de la evolución y profesor de la Universidad de Harvard, admite que el darwinismo ha caído en una situación desesperanzadora:

Niles Eldredge ve Stephen Jay Gould

Niles Eldredge y Stephan Jay Gould admiten las discrepancias entre los registros fósiles y el darwinismo.

“Al considerar el pasado remoto, anterior a la aparición de la especie Homo sapiens actual, nos encontramos con un registro fósil fragmentario e inconexo. A pesar de las aseveraciones excitadas y optimistas hechas por diversos paleontólogos, no se puede determinar ninguna especie homínida antecesora directa nuestra”31.

Muchos otros expertos en la materia han hecho patente el pesimismo sobre su teoría. Por ejemplo, Henry Gee, editor de la conocida revista Nature, señala:

“Tomar una línea de fósiles y afirmar que éstos representan un linaje, no es una hipótesis que pueda ser probada, sino una declaración que tiene la misma validez que una divertida historia para antes de dormir, que podría ser instructiva pero no científica”32.

Hoy día se critica seriamente el “árbol familiar”. Los estudiosos que analizan las evidencias sin preconceptos, testimonian que el hilo conductor entre el Australopiteco y el Homo sapiens, es algo totalmente fraguado y agregan que las especies ubicadas entre los llamados Homo abilis y Homo erectus son imaginarias.

Los paleontólogos evolucionistas Bernard Word y Mark Collard, exponen en un artículo publicado en la revista Science en 1999, que el Homo abilis y el Homo rudolfensis son categorías fabricadas y que los fósiles ubicados en las mismas deberían transferirse al genero Australopiteco33.

Milford Wolpoff de la Universidad de Michigan y Alan Thorne de la Universidad de Canberra, comparten la opinión que el Homo erectus es una categoría inventada y que los restos abarcados por esta clasificación son variaciones del Homo sapiens34.

Esto significa que los fósiles que los darwinistas sugieren representan nuestros antepasados en la cadena evolutiva, pertenecen a especies de simios extintos o a seres humanos con distintas características raciales. Pero ninguno de ellos son semimonos, semihumanos. O son monos o son humanos.

Según expertos que reconocen esta realidad, el mito de la evolución humana no es más que el resultado de la imaginación prolífica de un grupo de individuos que cree en la filosofía materialista y presenta la historia natural en función de sus propias ideas dogmáticas. En una reunión de la Asociación Británica Para la Promoción de la Ciencia, el historiador de Oxford, John Durant hizo un comentario al respecto:

“¿Podría ser que, como los mitos ‘primitivos’, las teorías sobre la evolución humana refuercen el sistema de valores de sus autores por medio de reflejar históricamente sus propias impresiones y las de (los grupos influyentes de) las sociedades en que viven?”35.

En otra publicación Durant dice que vale la pena preguntarse qué función han cumplido los conceptos de la evolución humana en las sociedades anteriores y posteriores al desarrollo científico, y agrega:

“…Una y otra vez los conceptos acerca de los orígenes de la evolución humana se convierten en una indagación más meticulosa para referirse a nuestro presente como a nuestro pasado, a nuestras experiencias como a la de nuestros remotos antecesores… Necesitamos barrer de la ciencia, de manera urgente, las fábulas o ficciones”36.

En síntesis, las teorías acerca del origen de los humanos no hacen más que reflejar los prejuicios y las creencias filosóficas de sus autores. Otro evolucionista que acepta lo antes dicho, es el antropólogo Geoffrey Clark de la Universidad de Arizona, quien escribió en 1997:

“…la paleoantropología cuenta con la forma pero no con la sustancia de la ciencia… De un conjunto de alternativas de la investigación, elegimos las conclusiones en consonancia con nuestras preferencias y preconceptos, lo cual se trata de un criterio de selección que es, simultáneamente, político y subjetivo”37.

Lo Subjetivo en los Medios de Propaganda

Sahelanthropus kafatası

El cráneo del Sahelanthropus trastocó el esquema evolutivo debido a sus rasgos "más humanos" que el Australopiteco, a pesar de ser más antiguo que éste.

Como vemos, se ha descubierto que las afirmaciones acerca de la evolución humana carecen de fundamentos, incluso para quienes han jugado algún papel en la elaboración de la misma. Y lo infundamentado no corresponde al campo de la ciencia sino al de las creencias y prejuicios que le dieron forma. Es interesante advertir que, en lo que hace al mundo de la paleontología, nunca se publica en los medios de comunicación las declaraciones de aquellos que han admitido su equivocación en la materia. Lo que sí sucede es lo inverso, es decir, unas cuantas organizaciones de esos medios ocultan cuidadosamente la disyuntiva que enfrentan los darwinistas e inculcan el engaño de que todos los días se descubren nuevas pruebas que sustentan el evolucionismo. El biólogo norteamericano Jonathan Wells, quien recibió el doctorado en filosofía tanto en la Universidad de Yale como en la de California de Berkeley, subraya en su libro Iconos de la Evolución escrito en el año 2000, el mecanismo propagandístico al respecto:

“Por lo general se informa muy poco al público acerca de la profunda incertidumbre que reflejan los expertos científicos en sus manifestaciones sobre el origen de los humanos. En lugar de eso, simplemente nos hacen tragar la última versión lanzada por alguien, sin que nosotros ni siquiera nos enteremos del desacuerdo entre los paleontólogos sobre este tipo de temas. Además, es normal que las hipótesis emitidas sean adornadas con dibujos caprichosos de ‘hombres de las cuevas’ o actores humanos caracterizados de una manera muy particular… Parece que en el campo de la ciencia nunca se han dado tantas referencias de algo con tan pocos elementos”38.

Las organizaciones de los medios de comunicación defienden las conjeturas darwinistas en sus titulares, diciendo que “ahora está comprobada la evolución humana”. Pero ¿quiénes son los científicos que escriben en los periódicos y aparecen en la TV aseverando cosas sin fundamentos? ¿A qué se debe su desacuerdo con los colegas que piensan que la paleoantropología carece de bases creíbles?

En una charla brindada en la Asociación de Profesores de Biología del sur de Australia explicó el evolucionista Greg Kirby:

“Si ustedes se pasaron la vida recogiendo huesos y sólo encontraron fragmentos pequeños de cráneos y mandíbulas, tendrán un deseo muy grande por exagerar la importancia de lo hallado…”39.

Lo dicho se trata de algunos de los factores que mantienen con vida el mito de la evolución humana, aunque, evidentemente, no cuenta con ningún soporte científico. Y cada nuevo fósil descubierto profundiza la duda sobre esas tesis acerca del origen de los humanos.

La Admisión de la Inexistencia del "Eslabón Perdido"

Nature dergisi, National Geographic, CNN.com

El Sahelanthropus motivó que los medios de comunicación, las organizaciones y los periódicos evolucionistas, lo describieran como un descubrimiento que tiraba abajo los supuestos darwinistas.

El ejemplo más reciente que exhibe el atolladero en el que se encuentran los criterios materialistas, es el de un cráneo fósil descubierto en Chad (Africa Central) por el investigador francés Michel Brunet y al que denominó Sahelanthropus tchadensis.

Dicho hallazgo provocó grandes diferencias de opiniones en el mundo darwinista. La revista Nature admitió que “ese nuevo cráneo podría echar a pique los criterios actuales sobre la evolución humana”40.

Harvard Üniversitesi'nden Daniel Lieberman, bu yeni bulgunun "küçük bir nükleer bomba kadar etkili olacağı"nı söyledi.41

Dijo Daniel Lieberman de la Universidad de Harvard: “Este (descubrimiento) tendrá el impacto de una pequeña bomba nuclear”41. La razón de ello estriba en que esa pieza tiene una antigüedad de siete millones de años pero una estructura “más humana” –según los criterios evolucionistas– que el Australopiteco, el cual vivió solamente hace cinco millones de años y era considerado “nuestro antecesor más antiguo”. Queda en evidencia, una vez más, lo insostenible del escenario de esta evolución, ya suficientemente demolido.

El antropólogo Bernard Wood, de la Universidad de Washington, brindó una importante explicación respecto a ese fósil, al decir que el mito de “la escalera de la evolución” impreso en la mente de la gente a lo largo del siglo XX no tenía ninguna validez y que el darwinismo podía ser comparado con un terreno lleno de malezas:

“Cuando fui a la facultad de Medicina en 1963, a la evolución humana se la consideraba una escalera en la que el primer peldaño estaba ocupado por el mono y el último por el ser humano, en tanto que en los intermedios, de abajo hacia arriba, se ubicaban especies que, paso a paso, se iban diferenciando cada vez más de los simios. Ahora se la ve como un campo lleno de malezas…. Se sigue debatiendo cómo se relaciona un fósil con otro y cuál de ellos es antecesor del ser humano, si es que hay alguno que lo sea”42.

Con motivo del hallazgo en Chad, dijo Henry Gee en un artículo para The Guardian:

“Cualquiera sea la conclusión, el cráneo muestra, definitivamente, que la vieja idea del ‘eslabón perdido’ (entre los monos y los seres humanos) es hojarasca… Ahora debería quedar totalmente en claro que esa noción, que siempre fue débil, resulta absolutamente insostenible”43.

El autor de la nota antedicha explica en su importante libro Explorando Epocas Remotas, publicado en 1999, que el mito sobre la forma en que evolucionaron los seres humanos –algo discutido durante decenios en los medios de comunicación y en la llamada literatura científica– carece de todo valor:

“…Se dice que la evolución del hombre ha pasado por mejoras en la postura, el tamaño del cerebro y la coordinación entre las manos y la vista, cosas que permitieron logros tecnológicos como el fuego, la manufactura de herramientas y la modulación del idioma. Pero esos escenarios (o afirmaciones) son subjetivos. Nunca pueden ser comprobados por medio de experimentos, motivo por el que no son serios. Se basan en una creencia del momento y en la fe de quien los manifiesta, no en pruebas científicas. Dada la permanente cháchara de los periodistas acerca del descubrimiento de eslabones perdidos, así como los titulares de los escritos acerca de la investigación de nuestros ancestros, nos puede resultar sorprendente enterarnos que desde hace más de treinta años la mayoría de los paleontólogos profesionales no consideran la historia de la vida en función de ese tipo de escenarios o narraciones y que también han rechazado los cuentos de la historia evolutiva por anticientíficos”44.

Gee dice que de los registros fósiles no se puede extraer ningún patrón de progresión y que sólo se tiene una cantidad de restos inconexos, “flotando alrededor de un agobiante mar de oquedades”:

“Los nuevos fósiles hallados son encajados en la fábula preexistente y los denominan ‘eslabones perdidos’, como si la cadena de antecesores y descendientes (fabricada) fuese algo auténtico sobre lo que valiera la pena reflexionar, por lo que no hay que pararse a examinar de qué se trata realmente: una absoluta invención que no considera la realidad y que es moldeada de acuerdo con los prejuicios… Cada fósil representa un punto aislado, sin conexión alguna conocida con algún otro, flotando todo alrededor de un agobiante mar de oquedades”45.

Estos reconocimientos tan importantes nos dicen que la teoría de la evolución, que durante ciento cincuenta años pretendió dar respuesta al interrogante sobre nuestro origen, se trata solamente de un escenario impuesto sobre la ciencia en función de una concepción particular del mundo. Gee se refiere a esto diciendo que “desde nuestra actual posición ventajosa, arreglamos los fósiles en un orden que refleja la adquisición gradual (de las habilidades) que observamos en nosotros. No buscamos la verdad sino que la creamos adaptando la realidad a nuestros prejuicios

Los evolucionistas llegaron a aceptar, finalmente, que el “árbol de la evolución humana”, que se grabó en la mente de la gente durante los últimos ciento cincuenta años, se trata de una invención. El biólogo F. Clark Howell de la Universidad de California en Berkeley, escribió en 1996: “No existe ninguna teoría que abarque la evolución (humana)… En verdad, nunca ha existido”46.

Explican que el “eslabón perdido”, tema común en los titulares de los periódicos, siempre estará “extraviado”, porque es absolutamente inexistente. En consecuencia, este mito darwinista ha quedado al descubierto, al igual que los demás.

Como veremos en el próximo capítulo, fue reemplazado por datos que evidencian que los seres humanos fueron creados.

Footnotes

30- Niles Eldredge, Ian Tattersall, The Myths of Human Evolution, ss.126-127

31- Lewontin, Richard C., Human Diversity, Scientific American Library: New York NY, 1995, s.163

32- Henry Gee, In Search of Deep Time, New York, The Free Press, 1999, s. 116-117

33- Bernard Wood, Mark Collard, "The Human Genus", Science, vol. 284, No 5411, 2 April 1999, ss. 65-71

34- Pat Shipman, "Doubting Dmanisi", American Scientist, November- December 2000, s.491

35- Roger Lewin, Bones of Contention, s.312

36- John R. Durant, "The Myth of Human Evolution", New Universities Quarterly 35 (1981), ss. 425-438

37- G. A. Clark, C. M. Willermet, Conceptual Issues in Modern Human Origins Research, New York, Aldine de Gruyter, 1997, s. 76

38- Jonathan Wells, Icons of Evolution: Science or Myth, Why Much of What We Teach About Evolution is Wrong, s. 225

39- Paul S. Taylor, Origins Answer Book, 5. baskı, 1995, s. 35

40- John Whitfield, "Oldest member of human family found", Nature, 11 July 2002

41- D.L. Parsell, "Skull Fossil From Chad Forces Rethinking of Human Origins", National Geographic News, 10 Temmuz 2002

42- John Whitfield, "Oldest member of human family found", Nature, 11 Temmuz 2002

43- "Face of Yesterday: Henry Gee on the dramatic discovery of a seven-million-year-old hominid", The Guardian, 11 Temmuz 2002

44- Henry Gee, In Search Of Deep Time, Beyond the Fossil Record to a New Hıstory of Life, s. 5

45- Henry Gee, In Search Of Deep Time, s.32

46- F. Clark Howell, "Thoughts on the Study and Interpretation of the Human Fossil Record," ss.1-39 in W. Eric Meikle, F. Clark Howell & Nina G. Jablonski (editors), Contemporary Issues in Human Evolution , Memoir 21 (San Francisco: California Academy of Sciences, 1996), ss. 3, 31