En Cierta Epoca se Admitía el Escenario de "La Progresión en la Conformación del Caballo"
Darwin, al momento de proponer su teoría, no contaba con ninguna forma intermedia que la sustente, aunque esperaba que se descubriese en el futuro. Para remediar dicha deficiencia crucial, los paleontólogos adscriptos a esa forma de pensar reunieron restos de caballos encontrados en EE. UU. y formaron una secuencia. Debido a que no aparecía ninguna forma fósil intermedia, pensaron que debían reemplazarla con algo muy impactante.
El Hyracotherium, ubicado al principio de la serie caballo, fue identificado originalmente por el antidarwinista Richard Owen. Pero, posteriormente los paleontólogos evolucionistas manipularon los datos para que dicha criatura concordase con sus esquemas. .
Una de las piezas más importantes de su trabajo –un mamífero pequeño– había sido descubierta antes del darwinismo por el paleontólogo inglés Sir Richard Owen en 1841, quien la denominó Hyracotherium debido a su similitud con el hyrax –semejante a un zorro pequeño– hallado en Africa. Sus esqueletos diferían, prácticamente, sólo en lo que hace a los cráneos y a las colas.
Bu seri, sonraki yüzyıl boyunca atın sözde evrimine kanıt olarak gösterildi. Tırnak sayısındaki düşüş, ebatta küçükten büyüğe doğru düzenli artış, evrimcileri ikna etmeye yetmişti. Evrimciler başka canlıların da böyle fosil serilerini oluşturabileceklerini umdular. Bu durum birkaç on yıl devam etti, ancak umdukları gibi sonuç çıkmadı. Başka canlıların atta olduğu gibi (görünürde) serilerini oluşturamadılar.
Huxley, conocido como "el buldog de Darwin", fue el primer teórico de la imaginaria serie caballo.
Entonces se empezó a evaluar al Hyracotherium –de la misma manera que se hizo con otros fósiles– desde un punto de vista evolucionista. Uno de ellos, el ruso Vladimir Kovalevsky, intentó establecer en 1874 alguna relación entre el mismo y los caballos. Luego, en 1879, esa empresa fue encarada por otros dos estudiosos, quienes compilaron la serie equina que iba a nutrir el programa darwinista. El paleontólogo norteamericano Othniel Charles Marsh, junto con Thomas Huxley (conocido como “el buldog de Darwin”), trazaron un diagrama por medio de ubicar convenientemente algunos fósiles ungulados según la estructura dental y la cantidad de dedos de las patas anteriores y posteriores. En ese proceso, para enfatizar la idea evolucionista, le cambiaron el nombre al Hyracotherium de Owen y lo denominaron Eohípo, que significa “caballo aurora” (“caballo primigenio”). Lo escrito y esos diagramas fueron publicados en el American Journal of Science y sirvió de fundamento a lo que sería exhibido durante años en los museos y en los libros de texto como supuestas pruebas de la evolución del caballo actual122. Los géneros expuestos como etapas de la serie, incluían el Eohípo, el Orohípo, el Miohípo, el Hiparión y finalmente el caballo de hoy día, Equus (equino).
Al igual que otras, esta serie que se encuentra en un museo, consiste en una secuencia tendenciosa de criaturas que vivieron en lugares y épocas distintos. El escenario de la evolución del caballo carece de fundamento en los registros fósiles.
Dicha progresión fue tomada como una prueba de la llamada “evolución del caballo” en el siglo XX. Para los propensos a aceptarla, fue suficiente que se les presente como prueba la disminución de la cantidad de dedos y el gradual aumento del tamaño del animal. Eso animó a algunos más, durante varios decenios, a intentar reunir sucesiones semejantes de otras criaturas, algo que nunca se materializó.
Además, al pretender insertar en esa serie hallazgos recientes, se encontraron con que sus características (lugar del que se los sacó, antigüedad, cantidad de dedos) resultaban incompatibles con la supuesta secuencia equina, por lo que ésta comenzó a desvirtuarse: se transformó en una clasificación sin sentido.
Gordon Rattray Taylor, quien fuera el principal asesor en temas científicos de la televisión inglesa BBC, describió ese estado de cosas:
“Posiblemente el punto más flojo del darwinismo es el fracaso de los paleontólogos en su búsqueda de filogenias o secuencias de organismos que exhibiesen grandes modificaciones evolutivas… A menudo es citado el caballo como el único ejemplo plenamente elaborado. Pero, la realidad es que el linaje desde el Eohípo al Equus es muy errático. Aunque se pretende mostrar un aumento de tamaño continuo, la verdad es que algunos ejemplares son más pequeños que el primero, no más grandes. Si bien se consigue reunir en una escala, de manera convincente, especies de distintos orígenes, no hay nada que evidencie que tuvieron ese correlato a lo largo de la historia”123.
Es decir, el escritor advierte sin vueltas que la serie caballo carece absolutamente de comprobación. Asimismo, el investigador Heribert Nilsson dijo que era “muy artificial”:
“El árbol genealógico del caballo es bello y continuo únicamente en los libros de texto. La investigación ha probado que en esa secuencia que consta de tres partes, sólo la última incluiría equinos. La primera presenta (supuestos) caballos tan pequeños, que podríamos considerar uno de ellos a la actual marmota. Por lo tanto, al tratarse de una serie muy artificial, dado que se reúnen partes no equivalentes, no se la puede considerar una transformación continua coherente”124.
Hoy día, hasta los propios evolucionistas rechazan la tesis de que los caballos se fueron formando de la manera que sostenían. En un simposio hecho en el Campo del Museo de Historia Natural de Chicago durante cuatro días en Noviembre de 1980, ciento cincuenta de ellos se ocuparon de los problemas asociados con la teoría de la evolución gradual. El orador Boyce Rensberger dijo que no había nada en los registros fósiles que constate el escenario del caballo del que venimos hablando y que nunca existió un proceso así:
“Hace rato que se ha aceptado que el ejemplo ampliamente conocido de la evolución del caballo se trata de un error. El mismo sugiere una secuencia graduada que va desde criaturas que vivieron hace unos 150 millones de años con cuatro dedos en las patas o semejantes al zorro, hasta el caballo de hoy día, bastante más grande y con una sola pezuña en cada extremidad. La verdad es que los fósiles de cada especie aparecen completamente distintos y persistentemente inmodificables hasta su desaparición. No conocemos formas transitorias”125.
Las investigaciones científicas han revelado que el escenario de la "evolución" del caballo es solamente una presunción, un mito, sin una pizca de realidad. Al igual que todo lo demás viviente, los caballos aparecieron como tales y nunca sufrieron alteración alguna en el curso de su existencia en la Tierra.
De las manifestaciones de Taylor, Nilsson y Rensberger queda en claro que no hay nada que respalde científicamente al supuesto proceso evolutivo de los caballos y que la secuencia presentada está llena de contradicciones. Entonces, ¿en qué se basa? La respuesta es evidente: se sustenta en algo imaginario, al igual que todos los demás escenarios darwinistas. Determinadas personas reunieron cierta cantidad de fósiles, en función de sus preconceptos, y los arreglaron de modo que la gente considere verídico ese montaje.
Marsh puede ser llamado el arquitecto de la serie caballo y estamos seguros que es uno de los principales creadores de esa estampa. Su “técnica” fue descrita casi un siglo después por el evolucionista Robert Milner: “Marsh acomodó los fósiles de manera tal que ‘condujeran’ a una especie (final), ignorando alegremente muchas incoherencias y contradicciones evidentes”126.
En resumen, creó un escenario sacado de su mente y luego acomodó los fósiles del mismo modo que alguien ordena en una caja de herramientas los destornilladores de más corto a más largo. Pero, contrariamente a lo esperado, los nuevos fósiles descubiertos desbarataron su escenario. Dice el ecologista Garret Hardin:
“En cierto momento los fósiles de equinos parecían indicar un linaje evolutivo de ejemplares pequeños a grandes… Al descubrirse nuevos fósiles quedó evidenciado que la evolución no había seguido para nada una línea continua”127.
No se puede aparentar el tipo de progresión gradual que había imaginado Darwin. Explica el evolucionista Francis Hitching:
“En el tamaño de los caballos se presenta un salto de un género al siguiente, sin ejemplares de transición, aunque se incluyan todos los fósiles recolectados”128.
Hoy día los darwinistas no pueden centrar ninguna expectativa en la serie caballo, puesto que se ha descubierto que algunos ejemplares vivieron en la misma época de sus supuestos antecesores, e incluso unos junto a otros. Esto hace evidente que de ninguna manera se puede establecer un linaje hereditario entre los mismos. Además, muchas características descubiertas en los dientes y huesos de sus estructuras invalidaron esa secuencia. Todo apunta a una realidad incontrovertible: nunca hubo algún tipo de relación evolutiva entre ese grupo de fósiles. Al igual que todas las demás criaturas, estos géneros aparecieron a la vez en los estratos correspondientes. A pesar de sus esfuerzos, los defensores de la serie caballo no han podido demostrar la transición entre los integrantes de la misma, por lo que vale la pena analizar en profundidad lo que sostuvieron con vehemencia en la materia.
Admisiones y Contradicciones de los Evolucionistas
El escenario del que estamos hablando, presentado en museos y libros de texto, es incoherente según una serie de criterios. Antes que nada, ninguna persona ha podido establecer alguna relación entre el Eohípo (o Hyracotherium) y los condilartros, supuestos antecesores de los ungulados129.
También hay discordancia en el armado de la serie. Se ha demostrado que algunas criaturas allí presentes fueron contemporáneas. National Geographic publicó en 1981 un informe sorprendente donde se dice que los investigadores de Nebraska (EE. UU.) encontraron fósiles de caballos de hace diez millones de años, mantenidos a buen resguardo después de una repentina erupción volcánica. Esto ocasionó un serio revés al escenario evolutivo, pues las fotografías tomadas muestran ejemplares con uno y tres dedos130, lo cual refuta la idea de que uno desciende del otro. Esos animales, a los que se les atribuía una relación hereditaria, en realidad vivieron en el mismo lugar y época, con lo que queda evidenciado que no existían las pretendidas características que probarían la evolución. Es decir, quedó palmariamente demostrado que lo tan ampliamente difundido como “verídico”, es absolutamente imaginario y compuesto sobre la base de preconceptos.
La presentación del Mesohípo y sus supuestos antecesores fue un desatino mayor. Jonathan Wells escribe en su libro Iconos del Evolucionismo que aunque el Miohípo apareció en los registros fósiles antes que el primero, se persiste en ponerlo como posterior131.
Antes, al contrario, lanzamos la Verdad contra lo falso, lo invalida... y éste se disipa. ¡Ay de vosotros, por lo que contáis...! (Corán, :21:18)
Si tenemos en cuenta que O. C. Marsh dijo que los antes mencionados –con tres dedos en las patas y parecidos al extinto Protohippus132– se encuentran en América del Sur en la misma época, y que los evolucionistas reunieron fragmentos fósiles de distintos continentes para respaldar sus afirmaciones, vemos que la serie caballo está llena de contradicciones. En otras palabras, esta gente hace uso de una metodología que no tiene ninguna relación con la ciencia objetiva. Quienes estructuraron la sucesión en cuestión, además de considerar la condición de tridáctilos, tomaron en cuenta la estructura y tamaño de las piezas dentales, pues pensaron que éstas se transformaron debido a que los supuestos antecesores de los equinos dejaron de alimentarse con arbustos y pasaron a ingerir pasto. Pero el criterio se les volvió en contra cuando Bruce McFadden, estudió los dientes pertenecientes a seis especies de los mismos con una antigüedad de cinco millones de años y demostró que no sufrieron ningún cambio133.
Por otra parte, en la secuencia se puede ver una variación en la cantidad de costillas y vértebras lumbares exactamente opuesta a la predicha. Por ejemplo, en el antojadizo esquema del que estamos hablando, las costillas –que cumplen un papel clave en el movimiento de los animales e incluso en sus vidas– se elevan de quince a diecinueve y luego descienden a dieciocho, en tanto que en sus pretendidos antecesores la cantidad iba de seis a ocho para luego volver a seis. Está claro que una especie cuya estructura vital sufre variaciones azarosas no puede perpetuarse.
Otro gafe es la presunción de que el aumento del tamaño representa un “progreso” evolutivo, pues se convierte en un absurdo al ver la medida de los caballos contemporáneos. Actualmente el equino más grande es el Clydesdale y el más pequeño es el Falabella, con sólo 43 centímetros de altura. Es decir, la secuencia inventada por los evolucionistas según su dimensión, resulta una tontería.
En resumen, estamos frente a un mito basado en el prejuicio. Le toca a sus estudiosos –los sigilosos testigos del colapso del darwinismo– hacer que todos conozcan esto. Ellos sabían, desde la época de Darwin, que no existía ningún estrato con formas intermedias. Dijo Ernst Mayr en 2001: “Nada ha impresionado más a los paleontólogos que la naturaleza discontinua de los registros fósiles”135. Al expresar ésto manifestaba el desengaño, de larga data, de los mismos respecto a que nunca se han encontrado las formas intermedias previstas.
Es posible que ése sea el motivo por el que han hablado durante muchos decenios acerca de la invalidez de la serie caballo, independientemente de que algunos continúen defendiéndola. Por ejemplo, David Raup dijo en 1979 que es totalmente disparatada y carente de sentido:
“El registro evolucionista resulta aún sorprendentemente espasmódico. Es irónico que hoy día tengamos nuevos ejemplos de transición propios de mediados del siglo XIX. Con esto quiero decir que los casos clásicos de modificaciones ‘darwinistas’ en los registros fósiles, como el que se presenta con la evolución del caballo norteamericano, han tenido que ser alterados o descartados debido a información más precisa. Lo que se presentaba como una progresión simple y lineal en un momento que no se conocía lo suficiente, ahora se presenta con una complejidad elevada y un gradualismo reducido. En consecuencia, el problema de Darwin sigue plenamente vigente”136.
Hace unos 20 años el doctor Niles Eldredge, paleontólogo evolucionista de uno de los museos más reconocidos del mundo, es decir, el Museo de Historia Natural de EE. UU., confesó que los diagramas de la serie caballo de la institución a la que pertenece eran imaginarios. Criticó a quienes aseveraban su validez e impulsaron su inclusión en los libros de textos:
“Admito que una abrumadora cantidad de eso que se halla en los distintos escritos se ha creído cierto. El caso más conocido, que aún se exhibe en el subsuelo, es el de la evolución del caballo, preparado hace unos 50 años. Fue presentado como verídico en un libro de texto tras otro. Hoy día considero que es algo lamentable, porque pienso que la gente que propuso ejemplos como este sería conciente de la naturaleza especulativa de algunos de los mismos”137.
Los comentarios de expertos que estamos viendo, muestran claramente lo inconsistente de las afirmaciones en la materia. No obstante, en distintos museos del mundo se cuenta a sus visitantes la fábula de que los equinos son una especie que ha evolucionado. Resulta casi una burla que uno de los errores más grandes en la historia de la ciencia sea exhibido en edificios que tienen por objeto instruir a las personas con la certeza y exactitud científica. Lo que en verdad ven los visitantes a esos lugares, es un mito que ya ha sido puesto al descubierto hace años.
Qué Hay de Real en la Afirmación Que los Miembros de los Caballos Sufrieron Atrofia
Algunos afirman que los sobrehuesos –considerados atrofias inservibles– en las patas de los equinos actuales, son el resultado de un proceso evolutivo recesivo, que llevó a que los tres dedos con los que contaban se convirtieran en uno. Pero en realidad, esos sobrehuesos fortalecen las patas para que el animal pueda correr y juegan un papel importante en la reducción de la fatiga provocada por el galope. También son el lugar donde se ligan diversos músculos y donde se forma una estría protectora que alberga el ligamento suspensorio, abrazadera elástica vital que soporta el peso de la bestia mientras se mueve138.
Esa pata es evidencia de la Creación. Pierre-Paul Grassé explica las características del casco del animal en lenguaje técnico y luego nos manifiesta que no pudo haber sido producido por ningún proceso azaroso. La excelencia de la estructura de las articulaciones en dicho miembro, la almohadilla que absorbe las presiones, el líquido lubricante que facilita el movimiento, los ligamentos y la disposición de sus partes, son todos asombrosos:
“Ese casco, adecuado al miembro como un elemento que protege la tercer falange, (trabaja) sin un muelle amortiguador de impactos, que a veces exceden una tonelada. Algo así no pudo haberse formado por casualidad. Un examen más detallado de su conformación revela que es un almacén de coaptación y de innovaciones orgánicas. El tabique calloso, por medio de sus láminas verticales de queratófila, se funde con la lámina podófila de la capa queratógena. Las respectivas longitudes de los huesos, la forma en que éstos se articulan, las combas y formas de las superficies articulares, la estructura ósea (orientación, disposición de las capas óseas), la presencia de ligamentos, el deslizamiento de los tendones en sus vainas o envolturas, las almohadillas amortiguadoras, el hueso navicular, la membrana sinovial con su líquido seroso lubricante, implica, en conjunto, una coherencia en su construcción imposible de ser generada y sustentada por sucesos casuales, necesariamente caóticos e incompletos. Esta descripción no se ocupa de detalles más finos, donde los ajustes son incluso más notables. Todo ello proporciona las soluciones del caso a los mecanismos involucrados en la locomoción ligera sobre miembros monodáctilos”139.
Lo manifestado muestra claramente la estructura absolutamente adecuada de la pierna del caballo, de lo cual se conoce más últimamente gracias a los estudios recientes.
|
En los caballos actuales encontramos marcadas diferencias. Los darwinistas se equivocaron al colocar en la serie caballo los fósiles de especies diversas en una supuesta secuencia evolutiva. 1-Pony para terreno montañoso criado en el oeste de Escocia. 2-Pony Shetland, el caballo británico de raza más pequeño. 3-Caballo percherón de Normandía. 4-Raza de la región de las Ardenas, en el este de Francia. 5-Caballo bretón criado en Bretaña Occidental. 6-Pony de Timor, de origen australiano. 7-Caballo cimarrón asiático, de origen mongol.
|
Investigadores de la Universidad de Florida descubrieron en 2002 que un hueso de la misma (tercer metacarpiano) tiene propiedades singulares. Posee un agujero de la medida de un guisante por donde pasan los vasos sanguíneos. Como se sabe, cualquier perforación debilita un material. Sin embargo, en pruebas de tensiones en el laboratorio, se comprobó, contrariamente a lo esperado, que no se quebraba a la altura del orificio. Exámenes posteriores descubrieron que el hueso tiene un tipo de composición tal, que desplaza la tensión hacia una región más resistente, lo que evita la quebradura en el punto antes mencionado. La NASA le dio a esto una importancia particular y contrató al profesor adjunto de ingeniería mecánica aeroespacial, Andrew Rapoff, para que incorpore en las aeronaves el mismo diseño en el entorno de las perforaciones para el cableado140.
La estructura que estamos viendo sobrepasa la capacidad creadora de ingenieros entrenados en la más avanzada tecnología. Ahora es copiada por la industria aeronáutica. Como señaló Grassé, semejante delineación no puede explicarse en función de sucesos fortuitos. Francamente, dicho miembro, que posee un diseño superior, no puede ser fruto del azar. Es decir, el equino pasó a existir tal como es por medio de la Creación sin igual de Dios. Por lo tanto, la serie caballo, presentada como una realidad en la literatura evolucionista del siglo XX, ha perdido todo crédito. Con su anatomía compleja, estos animales no evidencian para nada el evolucionismo pero sí son un ejemplo importante del hecho de la Creación.
En consecuencia, el mito darwinista de la evolución del caballo, al igual que otros del mismo tipo, ya no engañan a ninguna persona honesta con dos dedos de frente.