Suyos son quienes están en los cielos y en la tierra. Todos Le obedecen.Es Él Quien inicia la creación y, luego, la repite. Es cosa fácil para Él. Representa el ideal supremo en los cielos y en la tierra. Es el Poderoso, el Sabio.(Corán, 30:26-27)
Thomas Kuhn, profesor de filosofía e historia de la ciencia, se ocupa en su libro El Entramado de la Revolución Científica del “paradigma”, es decir, de lo que es aceptado como realidad incuestionable en un momento dado. A veces los estudiosos se aferran a un axioma hasta que, como resultado de las investigaciones, se descubre que es erróneo. Por ejemplo, en cierta época se sostuvo a pie juntillas el modelo tolomeico, que consideraba a la Tierra como el centro del universo. Llegado el momento, Copérnico lo tiró abajo e instauró una nueva pauta.
El escritor hace notar en su trabajo que algunas de las consideradas “revoluciones científicas” eran arquetipos falsos que, no obstante, fueron defendidos con tenacidad por esos que acusaban a quienes demostraban su incorrección de “carentes de autoridad en la materia”, “no estar al nivel de los grandes estudiosos”, “no validar para ubicarse entre los investigadores reconocidos”. Y cita, para que se comprenda mejor lo que dice, al conocido físico Max Planck: “Una nueva verdad científica no se impone por medio de convertirse en convincente para sus oponentes, a quienes se les hace ver la realidad del caso, sino porque éstos eventualmente mueren y se desarrolla otra generación familiarizada con la misma”163.
El rechazo por salir de una especie de oscurantismo doctrinario, es una actitud totalmente ideológica y dogmática. Pero cada vez se debilita más y la gente hace conciencia de ello. La luz que empieza a brillar ante los ojos de los estudiosos es la realidad de la Creación. Los dedicados al tema afirman que la vida no es el producto de fuerzas naturales que actúan sin plan alguno, como sostiene el materialismo, sino que, por el contrario, es la obra de un Creador con conocimiento supremo. Dicho Creador es Dios, el Señor de los mundos. Son cada vez más los investigadores que aceptan esta verdad todos los días, a la vez que el colapso del evolucionismo se constata, a cada momento, muy claramente.
Una de las principales personas en el movimiento antievolucionista, Phillip E. Johnson de la Universidad de California en Berkeley, dice que no será mucho lo que habrá que esperar antes que las ideas perimidas sean arrojadas al basurero. Después de hablar sobre las nuevas medidas legales en varios estados norteamericanos, que permiten que las pruebas científicas en contra de los conceptos inexactos sean incluidas en los libros de textos, comenta:
“No es en el currículo escolar donde se está produciendo una modificación decisiva, sino en la mente y escritos de quienes aceptan la evidencia y se manejan con independencia de criterio. Los darwinistas saben que se quedan sin argumentos valederos y que pierden apoyo en la gente. Buscan con desesperación posponer la admisión de esto. Por eso, por ejemplo, se niegan a reconocer que las polillas moteadas no se asientan en los troncos de los árboles y que la selección natural no produce un aumento de la información genética. También están adquiriendo destreza en dar razones que justifiquen sus derrotas…”164.
La mayoría de los que pensaban así han considerado y aceptado la crítica a la teoría que venían defendiendo y se han vuelto concientes de lo cierto de todo lo examinado en este libro. No obstante, algunos aún la rechazan y se esfuerzan por respaldar el darwinismo. Posiblemente, desinformados de los avances de los estudios, pretenden seguir ubicados mentalmente en los criterios del decenio de 1950, considerado los días más admirables del materialismo en el campo de la biología. Cuando a esas personas se les pide las pruebas que respaldan el evolucionismo, proponen con insistencia el experimento desestimado de Miller, las llamadas branquias en los embriones de los seres humanos, la historia amañada de las polillas moteadas o la fantástica serie caballo. Ignoran o pasan por alto la Explosión Cámbrica, la complejidad irreducible de lo viviente y los principios de la información genética. Pero esta actitud ya no les sirve de nada a quienes se aferran a una hipótesis desvalorizada. Invitamos a los darwinistas a que no caigan en esa situación, que dejen a un lado sus prejuicios, que acepten las evidencias científicas y que vean la verdad.
Deberían dejar de creer ciegamente en lo que sostienen, analizar seriamente las conclusiones a las que llega la ciencia moderna y evaluar todo desprejuiciadamente. Y en caso de que cuenten con alguna prueba que respalde sus supuestos, deberían exhibirla. Pero si se demuestra que sus argumentos son erróneos, deberían hacer frente a la realidad y renunciar a su adhesión terca a la teoría de la evolución.
Si las cosas se analizan con sinceridad, hasta los más acérrimos darwinistas verán que sus suposiciones son un gran engaño, como lo demuestran los descubrimientos en todos los campos de la investigación seria. Por cierto, Dios nos revela en el Corán el colapso de todas las adulteraciones, como la supuestamente científica del evolucionismo:
Y di: “¡Ha venido la Verdad y se ha disipado lo falso! ¡Lo falso tiene que disiparse!” (Corán, 17:81)
El darwinismo se trata de una doctrina espuria, engañosa. La influencia que adquirió, en su momento, se debió a la falta de conocimiento y a lo relativamente primitivo de los medios científicos. Los avances en esta área, hechos por personas desprejuiciadas, llevaron a la revelación de lo cierto y condujo al desplome de la seducción o estafa materialista en el campo que estamos tratando.
Los darwinistas de hoy día pretenden rechazar, ocultar o ignorar la verdad, con el objeto de sostener la falsedad. Pero van por mal camino, pues lo único que logran es autohumillarse y autoengañarse. Dios nos brinda en el Corán un versículo del cual esa gente debería aprender algo:
¡No disfracéis la Verdad de falsedad, ni ocultéis la Verdad conociéndola! (Corán, 2:42)
Una vez que se ve lo cierto, lo correcto es cesar en la resistencia a aceptarlo y abrazarlo sin condiciones. Algunos han creído hasta ahora en la mentira evolucionista porque se les ha inculcado que era algo auténtico. Pero si advierten que no es así y son honestos, en vez de aferrarse al engaño y verse humillados en este mundo y en el que viene, deberían actuar coherentemente. No hay que olvidarse que la persona proba y honrada recibe su premio en la vida terrena y en la otra.
163- Phillip Johnson, “A Step Forward in Ohio”, Touchstone, Volume 16, Issue 1, Ocak-Şubat 2003, sf. 11; http://www.touchstonemag.com/docs/issues/16.1docs/16-1pg11.html