En el pasado se afirmaban cosas totalmente equivocadas acerca de procesos que hoy día son bien conocidos. Esos errores de interpretación se cometían debido a la comprensión limitada o a prejuicios de quienes realizaban las experiencias y al poco desarrollo de los equipos de investigación. Entre dichos equívocos, el principal y más duradero es el de la teoría presentada respecto al origen de la vida. Las ilógicas afirmaciones en la materia ejercieron una influencia mucho mayor que cualquiera de los casos antes citados. Además, esa hipótesis llamada darwinismo, se unió a la visión materialista del mundo en su creencia en la evolución.
Darwin intentó explicar el origen de todo lo viviente en términos de casualidad y factores materiales, rechazando, en consecuencia, la existencia del Creador. Hubo que esperar hasta el siglo XX para que una serie de descubrimientos demostrasen lo errado de su proposición, totalmente ilógica e irracional.
En este libro describiremos la manera en que también el darwinismo ha muerto hace rato desde el punto de vista científico. Y aunque se siga creyendo en el mismo, ya está en claro que carece de todo fundamento basado en investigaciones serias, pues, finalmente, se demostraron inválidas sus afirmaciones, al ser refutadas todas las supuestas pruebas que “ratificaban” la evolución. No pasará mucho tiempo antes de que la comunidad científica, bajo el hechizo de la teoría de Darwin, reconozca la verdad, y entonces se asombrará de cómo pudo haber estado atrapado por la misma.