Siempre tenemos presente la amorosa estampa del coala de piel gris envolviendo con piernas y brazos los troncos de los eucaliptos. Pero preguntémonos porqué se lo llama “dormilón”. Simplemente porque duerme... ¡dieciocho horas por día! Gran parte del tiempo lo pasa sobre los eucaliptos porque Dios creó sus patas, garras afiladas y largos brazos curvados para que pueda trepar allí rápidamente y sostenerse cómodamente. Dos dedos de sus miembros anteriores están separados de los otros tres. Si comparamos sus “manos” con las humanas debemos hablar de dos pulgares, los cuales difieren mucho de los otros dedos y le ayudan a asirse de las ramas pequeñas. Los clavan como ganchos y así se sostiene sobre los troncos lisos y suaves. Puede agarrarse fácilmente a las ramas con sus cuatro patas y subir a los árboles así.
Aunque son conocidos como perezosos, en la foresta se mueven rápido y pueden saltar de una rama a otra una distancia de un metro.
Las hembras pueden dar a luz un bebé cada dos años y, al igual que el canguro, lo llevan en la bolsa marsupial, donde pasa los primeros meses. Después y durante un año las crías siguen ligadas a ese medio de transporte. La madre escoge como vivienda un determinado eucalipto, cuya hoja es en la práctica su única comida. Por eso estos animales se encuentran sólo en Australia, donde dicho árbol abarca áreas muy amplias con más de seiscientas especies, aunque comen las hojas de solamente treinta y cinco de ellas. Los distintos tipos de coalas se alimentan de diferentes eucaliptos. Si bien las partes elevadas de esos árboles son vulnerables al viento, viven allí porque les resulta un refugio único. Con una piel suficientemente gruesa resuelven el problema de la inclemencia meteorológica. Es raro que se bajen de los árboles porque se mueven con dificultad en tierra. Las hojas de eucalipto contienen distintas substancias químicas, algunas peligrosas y venenosas. Los coalas antes de comerlas las trituran con sus dientes y los elementos dañinos son filtrados por el hígado y expulsados del cuerpo. Por voluntad de Dios este alimento dañino para otros no lo es para los coalas, quienes comen alrededor de un kilo de hojas por día sin problemas. Debido a que dos tercios de este follaje es agua en determinado momento del año, toda la que necesitan la toman de allí. En concreto, sólo consumiendo hojas de eucalipto cubren todas sus necesidades sin beber agua.
Esta armonía entre una planta venenosa y un animal nos muestra que coalas y eucaliptos han sido creados por el mismo Creador. Seguramente es Dios, el Señor de los Mundos, Quien origina todo de modo perfecto.