¡Nunca vayan a creer que son dóciles como los gatos domésticos! No, son muy salvajes y fuertes. Son los más fuertes de la familia de los gatos. Los tigres bebés abren los ojos a los dos días de vida y la madre es muy feroz con otros animales pero muy sensible y solícita con sus cachorros. Les da de mamar durante seis semanas y luego, de manera gradual, les enseña a buscar su alimento y a cazar.
Después de ese período de educación se transforman en adultos y fornidos, capaces ya de correr muy velozmente: de un salto llegan a cubrir una distancia de cuatro metros y la apertura de las patas delanteras llega a algo más de un metro. Este animal puede camuflarse fácilmente pero es inconsciente de que dispone de esa habilidad. En otras palabras, su pelambre se confunde con los colores y las formas del lugar en que se mueve. Gracias a eso puede acercarse con sigilo y sin ser advertido hasta sus posibles presas. Además, los colores que le cubren le dan rasgos estéticos bellos e impresionantes. Las líneas sobre la piel y mejillas y la forma de las cejas, difieren de un tigre a otro.
Cada uno de ellos marca el territorio donde caza con una secreción que deposita sobre las ramas y se lo respetan mutuamente.
También les gusta mucho el agua y son muy buenos nadadores. Por supuesto, todas esas características se las inspira Dios.
Si bien es cierto que al crecer son animales muy salvajes, Dios inspiró a las mamás tigres ternura y misericordia para con sus crías, las que son tan lindas que nos enternecen.