La casa en la que vivimos, la escuela a la que vamos, la calle por la que caminamos, los parques en donde jugamos, el aire que respiramos, son todas cosas propias del “mundo” de los humanos y de una serie de animales y vegetales. Pero existen otros ambientes, otros “mundos”, que no nos son muy familiares. Uno de ellos lo solemos ver en la TV, con sus propias plantas y animales. Nosotros no podríamos vivir allí, ni siquiera respirar, a la vez que sus moradores tampoco lo podrían hacer donde normalmente estamos nosotros.
Ese “otro mundo” del que hablamos es el submarino, en el que viven no sólo los peces sino también, reptiles, insectos, plantas y millones de otras criaturas. Todos los que allí habitan tienen métodos particulares de comer, respirar y dormir.
El sistema respiratorio de los peces es distinto del de otro animales. Se preguntarán cómo funciona. Les contamos. El agua pasa continuamente por la boca y a través de unos arcos a los costados de la cabeza que se llaman agallas. Estas poseen capilares que son los que toman el oxígeno disuelto en el agua, a la vez que liberan el dióxido de carbono que encierran en el cuerpo. La mayoría de los peces tienen narices pero no las usan para respirar sino que les sirven para reconocer el olor del entorno mediante el agua que entra por allí y llena unas bolsitas en el otro extremo. Los tiburones se valen de esta técnica para detectar a sus presas.
El pez no tiene párpados como los humanos. Observa el mundo a través de una cortina transparente que le cubre los ojos y se asemeja a las antiparras de los buceadores. Debido a que necesita ver los objetos que están muy cerca de él, ha sido creado con las condiciones para hacerlo. Tiene la capacidad de ver objetos esféricos y estructuras tiesas cercanas. Cuando quiere observar un objeto distante retrae el sistema de lentes por medio de un mecanismo ligado a un músculo específico en sus ojos.
Junto a sus cinco sentidos básicos (visual, olfativo, auditivo, táctil y gustativo), el pez dispone de otro que percibe el mundo exterior: sus líneas “laterales”. Sucede que nervios sensibles que se ubican junto a esas líneas detectan la medida y dirección de los objetos que los otros sentidos pasan por alto. Gracias a eso el pez caverna puede moverse fácilmente en la oscuridad. En la práctica, se trata de una especie de radar o sonar subacuático.
Por otra parte, muchos peces tienen una especie de globo lleno de aire en la cavidad abdominal gracias al cual mantienen el equilibrio en el agua.
Los peces creados por Dios, con sus bellos colores y forma de moverse, asombran a todas las personas. Es difícil encontrar tan vívidas tonalidades en otros animales.
Puede ser que todo lo dicho hasta ahora les resulte más o menos conocido. Pero hay otras cosas que les sorprenderán.
Los peces más grandes necesitan normalmente que otros más pequeños les saquen los parásitos que llevan encima, incluso los que tienen en los dientes y las agallas. Los limpiadores lo hacen sin miedo ni temor metiéndose en sus bocas. ¿Cómo saben los más pequeños que no corren ningún riesgo? ¿Por qué confían en el pez grande? Parecería que hay un acuerdo entre ellos. ¿Cómo puede estar seguro el limpiador que el otro no violará el acuerdo y se lo comerá después de que termine su tarea?
Lo cierto es que el limpiador siempre está en inferioridad de condiciones, pero Dios ha inspirado a ambos para que conviven, es decir, ha inspirado al grande que no le produzca ningún daño al pequeño y a éste que no sienta temor. Mientras el grande es limpiado, el limpiador se alimenta con los parásitos que le saca. Es por inspiración de Dios que ambos viven en armonía y cooperación.