Los elefantes, los animales de tierra firme más grandes, son de dos especies: la asiática y la africana. Esta última es la de mayor tamaño. Llegan a tener tres metros y medio de altura y pesan unos seis mil kilogramos. Sus orejas con forma de pantallas tienen unos dos metros de largo y un metro y medio de ancho. Como pueden imaginarse, con semejante cuerpo no se los puede tener en la casa de uno como mascotas.
La trompa, que los distingue y es similar a una manguera, tiene cincuenta mil músculos (¡sí! ¡cincuenta mil músculos!), les sirve para llevarse el alimento a la boca, levantar muchas otras cosas, absorber cuatro litros de agua (que los puede vaciar también en la boca o rociarla sobre el cuerpo) y, por supuesto, oler. En su extremo tiene las ventanas de la nariz.
Es sorprendente que con esa trompa “multifuncional” pueda cumplir movimientos tan delicados como levantar una arveja para comerla, usarla como un dedo largo, una trompeta e incluso un megáfono y para darse un baño de tierra seca.
Pero los elefantitos no pueden usarla y a veces al pisársela se caen, lo cual no les produce ninguna gracia. La mamá elefante acompaña a los hijos durante doce años y en los primeros seis meses de vida les enseña cómo usar la trompa y nunca se cansa de cumplir con su tarea.
Estos animales tienen colmillos largos y agudos a ambos lados de la boca, con los que se defienden o cavan pozos en búsqueda de agua.
Sus dientes, que mastican plantas fibrosas, se gastan fácilmente. Debido a ello nuestro Señor les ha dado una característica importante: cada diente que se gasta es reemplazado por otro que está abajo.
Un elefante adulto puede comer 330 kilogramos de vegetales por día, equivalentes a unos quince fardos de alfalfa, por lo que gran parte del día pasa alimentándose.
Veamos ahora otra cosa interesante en los elefantes. ¿Han pensado cómo hacen para refrescarse? No sé si sabían que tienen una piel tan gruesa que no sudan. Entonces, para reducir el calor del cuerpo deben meterse en el agua o en el barro. También usan a modo de pantallas sus orejas, cruzadas por venas delgadas que enfrían la sangre que pasa por allí y eso ayuda a radiar calor.
Otra característica de estas criaturas, que ha sorprendido durante mucho tiempo a los zoólogos y cazadores, es el ruido que hacen con el estómago y que no tiene nada que ver con la digestión: lo controlan a voluntad y lo producen para ubicar a sus amigos, aunque se encuentren a kilómetros de distancia. Pero si se presenta algún peligro guardan un silencio total. Superada la amenaza, reaparecen los ruidos.
Otra cosa que llamó la atención de los zoólogos fue la historia de la emigración de los elefantes en las estaciones secas. La hacen siempre por los mismos caminos que limpian de toda basura, incluso pedacitos de madera.
Debido a que se esparcen por áreas muy grandes es esencial que estén muy bien intercomunicados y no se limiten a ubicarse por medio del agudo sentido del olfato o los ruidos estomacales. Para ello Dios les creó en la frente un órgano que produce un ruido ronco y así llaman a otros empleando un código secreto no comprensible para los demás animales. Ese sonido llega a grandes distancias, es decir, es un medio de comunicación muy importante.