Si ven un oso polar, uno de los animales más grandes del planeta, podrían creer que es un ser humano gigante de la nieve. Pesa unos ochocientos kilogramos (¡más o menos diez personas juntas!) y mide dos metros y medio de altura.
Posee algunas características sorprendentes, como lo es la gruesa capa de grasa que Dios le colocó debajo de la piel, que le permite vivir en el Polo Norte y tolerar las temperaturas de esa zona --una de las más frías del mundo-- y las tormentas de nieve. ¿Han pensado alguna vez por qué estos animales no viven en los desiertos africanos? Por cierto, la respuesta es que Dios los creó en consonancia con el entorno en que habitan. Si estuviesen en el desierto difícilmente soportarían apenas unos minutos de un clima tan cálido.
Lo que los hace distinto a los demás osos es que no les gusta mucho invernar. Solamente lo hacen las osas que van a tener crías.
Dios, “el Proveedor, el Uno Que provee del sustento a todos los seres humanos continuamente”, dispone el alimento para los cachorros. La leche de sus madres contiene mucha grasa, muy necesaria para ellos. Gracias a la misma y a que se desarrollan muy rápidamente, salen de las cuevas en primavera.
Habitan en el Polo Norte, el norte de Canadá y el norte de Siberia.
¿Sabían que estos animales son muy buenos para nadar y bucear? Pues sí, y para ambas cosas usan sus miembros delanteros como remos, por un favor que Dios les concedió. Y al meterse en el agua cierran las ventanas nasales y mantienen los ojos abiertos.
Además, los pies nunca se les enfrían gracias a como los formó Dios, es decir, con una piel gruesa y una capa de grasa de diez centímetros de espesor. Si tuviesen una piel como la humana no podrían sobrevivir porque se congelarían. Por eso es que pueden nadar dos mil kilómetros en el agua helada a una velocidad de 10 -11 km/h o caminar tranquilamente sobre el hielo o la nieve.
Posiblemente ustedes ya se habrán dado cuenta de que el color de la piel de los osos polares es siempre blanca o blanquecina. Eso hace difícil distinguirlos de la nieve que cubre los glaciares y los desiertos congelados del norte que se extienden a lo largo de miles de kilómetros. Pueden imaginarse lo difícil que les resultaría ocultarse si fuesen negros como los cuervos o colorados como los loros del trópico.
Tienen un olfato agudo con el que pueden detectar fácilmente a una foca que se oculta bajo una capa de nieve de medio metro de espesor.
Al ir de caza utilizan algunas tácticas. Aunque son de piel blanca, tienen la nariz negra, lo que puede delatarlos en la nieve. Entonces se cubren la nariz con las patas y de esa manera y acostados sobre la nieve pasan inadvertidos para su presa. Esta forma de proceder merece una atención particular. Como pueden darse cuenta, es muy improbable que los osos empleen esa táctica de cubrirse la nariz porque sepan que sus posibles presas se la pueden ver o porque lo descubrieron después de infructuosos intentos de caza. Es decir, si hacen lo que hacen es porque Dios les enseñó a actuar así. Como todas las demás criaturas, el oso polar también está bajo la protección del Todopoderoso.