Los avestruces, las aves más grandes del mundo, son más altas que nosotros: llegan a los 2,5 metros y pesan unos 120 kilogramos.
Viven en colonias en Sudáfrica y no pueden volar, pero Dios les dio otra capacidad para escapar de sus predadores: la de correr muy rápidamente con sus piernas largas. De lo animales bípedos es el más veloz: desarrolla 70 km/h.
¿Sabían que los avestruces tienen solamente dos dedos en cada pie y que uno de ellos es bastante más grande que el otro? Cuando corre se apoya únicamente en los dedos grandes.
También son muy buenos combatientes y para defenderse de sus enemigos los patean.
El ave más grande del planeta también pone los huevos más grandes de la Tierra en un nido que cava profundamente en la arena. Los deposita allí y si la cantidad es superior a doce agranda el agujero todo lo que haga falta. Luego los cubre con arena. Podría construir el hoyo en la tierra, pero gastaría más energía y sería algo más difícil. Es decir, trabaja sobre el terreno que Dios le inspira.
Todos los huevos de una bandada de avestruces son cuidados por una sola hembra. De todos modos, si son demasiados, la cuidadora da preferencia a sus propios huevos, identificándolos por medio de los poros de aire en la cáscara.
Los polluelos nacen totalmente indefensos y podrían ser atacados por cualquier predador. Por lo tanto, se valen de una táctica para protegerse: se tiran al suelo y se hacen los muertos. ¿Cómo un recién nacido puede saber que debe aparentar estar muerto para defenderse de los predadores? La respuesta es obvia. Nuestro Señor, el Uno Que enseña y educa a todas las criaturas, se lo ha enseñado para que se proteja.