Las habitantes más grandes del mundo son las ballenas. La conocida como “azul”, pesa más de ciento cincuenta mil kilogramos y tiene más de treinta metros de largo. Para darnos una mejor idea de su tamaño, piensen que si la paran sobre la cola, la altura que alcanza es igual a la de un edificio de cinco pisos. Tengan en cuenta también que su peso es igual al de 25 a 30 elefantes juntos.
¿Cómo hace este animal gigante para bucear a unos mil metros de profundidad y volver luego a la superficie tranquilamente? Piensen en que si un barco de ciento cincuenta mil kilogramos y treinta metros de largo se hunde a unos mil metros, se necesitan años de trabajo y esfuerzo para sacarlo de nuevo a la superficie. Sin embargo, gracias a las facultades que Dios concedió a las ballenas, pueden volver al nivel del mar en quince o veinte segundos. Además, pueden flotar fácilmente.
La ballena una buceadora muy hábil y Dios le ha dado un cuerpo muy resistente a las grandes presiones de las profundidades oceánicas. El oxígeno que circula en su sangre y músculos se combina con otros elementos químicos y lo utiliza bajo el agua.
También tiene un sistema circulatorio que no se presenta en otras criaturas: puede enviar sangre directamente desde los órganos internos al cerebro. De ese modo, mientras permanece sumergida y hasta que sale a la superficie para respirar, puede enviar el oxígeno que tiene diseminado en el cuerpo directamente al cerebro, que es el órgano que más lo necesita.
Dicho sistema tan magnífico que asombra a los científicos, es una manifestación del arte de Dios. Es por eso que puede permanecer bajo el agua de quince a veinte minutos sin respirar.
Además, a diferencia de los humanos, las ballenas no quedan lisiadas o dañadas al subir rápidamente a la superficie. Probablemente preguntarán a qué daños nos referimos. Veamos esto. En el caso de los seres humanos, si la presión sobre el cuerpo aumenta o se reduce de golpe, el organismo sufre cambios que pueden lastimarlo e incluso matarlo. Es por eso que los buceadores que se sumergen muchos metros lo hacen por etapas, deteniéndose algunos momentos para que el físico se acostumbre a los cambios de presión de cada tramo. Y al volver a la superficie deben hacerlo también por etapas por el mismo motivo. Si no se toma esta precaución las venas del buzo se dañan y, como dijimos, puede morirse. Pero las ballenas no tienen este problema porque Dios las ha dotado con los mecanismos necesarios para sobrevivir normalmente en el medio que habitan. Pueden vivir perfectamente en los océanos, del mismo modo que nosotros lo hacemos en tierra firme.
Seguramente casi todos ustedes habrán visto cómo la ballena lanza por el agujero en la parte superior de la cabeza lo que se observa como un chorro de agua. ¿Sabían que ese agujero es la nariz? La usa solamente para respirar y enviar oxígeno a los pulmones, aunque algunos creen que también arroja agua por ese orificio. Pero lo que sale por allí es aire viciado bastante caliente junto con vapor de agua. Por eso nos confundimos.
Por lo general este animal tiene la forma de un torpedo y es muy apropiado para nadar. Además, a diferencia de otros peces, la ballena tiene la cola horizontal, paralela a la superficie acuática, lo cual le ayuda a impulsarse hacia delante.
Bajo la piel posee una capa de grasa de aproximadamente cincuenta centímetros y su función básica es mantener la temperatura corporal entre 34°C y 37°C.
Nos conviene recordar ahora que, contrariamente a lo que muchos creen, la ballena no bebe agua del mar porque la sal le daña el organismo. El agua dulce que necesita la toma de los alimentos que come.
Todos los años, en diciembre y enero, las ballenas grises emigran del Mar Artico hacia la costa sureña de los EEUU y llegan hasta California. Lo hacen para que sus bebés nazcan allí. Resulta interesante saber que la mamá embarazada no come nada en todo el viaje porque en realidad no lo necesita. Aprovecha los días con muchas horas de luz solar en el Mar del Norte para alimentarse muy bien allí y de ese modo acumula suficiente energía para el largo viaje. El parto se produce apenas llega a la costa occidental de México. El bebé se alimenta de inmediato de la leche de la madre y acumula toda la grasa que puede, pues se tiene que preparar para el viaje que luego tendrá que hacer hasta el Mar del Norte, generalmente en marzo.
La ballena, como otros mamíferos, le da la teta a su hijo, pero éste no succiona porque podría tragar agua salada, dañina para su organismo. Lo que hace entonces la mamá es contraer un músculo que rodea la glándula mamaria, igual que el delfín, y de ese modo rocía la leche directamente en la boca del bebé.
Se trata de una leche distinta de la que conocemos nosotros porque es prácticamente sólida y muy grasosa, gracias a lo cual nunca se mezcla con el agua del mar. Es decir, lo que el bebé “toma” --en realidad come--, se le disuelve en el estómago y cubre su necesidad de agua. No podemos más que llegar a la conclusión de que Dios ha dado a las ballenas bebés la forma de nutrición más adecuada.
También les ha provisto de un mecanismo de la visión con una secreción grasosa y transparente que les cubre los ojos y las protege de los efectos dañinos del agua del mar.
Por otra parte, las ballenas tienen aguzados los sentidos del tacto y auditivo. Este último les sirve para determinar el camino a seguir en el mar porque se guían por el eco de los sonidos que emiten. El principio por el que opera ese mecanismo es similar al del radar. Esta característica de la ballena fue la que inspiró el “invento” del radar. Los científicos creen que el sonido que emiten las ballenas constituye un lenguaje muy complejo e importante para la comunicación e interacción entre ellas.