A primera vista las cebras nos recuerdan a los caballos. También tienen pelo al que llamamos “crin” o melena. La estructura del cuerpo es muy similar a la del caballo y corre tan ligeramente como éste.
Pero su apariencia es notablemente distinta. Como se pueden dar cuenta, la diferencia está en sus rayas bastante rectas que le cubren desde la cabeza a las patas. En cada cebra las rayas son distintas, como las huellas dactilares en las personas. Es decir, las rayas pasan a ser el documento de identidad de cada animal. Las verticales resultan un importante elemento de defensa porque cuando la manada está junta los tigres y leones no pueden distinguir a una de otra y les resulta difícil elegir el individuo a atacar.
Los elementos de supervivencia esenciales de las cebras son dos: el agua y el pasto.
A veces deben recorrer unos 50 kilómetros para encontrarlos. Pero a la noche retornan al mismo lugar porque siempre viven en el mismo territorio elegido una vez.
¿Sabían que a las cebras les gustan los baños de polvo? Eso se debe a que les permiten quitarse de encima los parásitos que tienen en la piel. También unos pájaros marrones se comen las garrapatas que les encuentran allí. De ese modo evitan la sarna, la picazón y no se enfermarse.
Como ven, nuestro Señor, Quien planea y controla la vida de todas las criaturas, hace que unas se ayuden a otras.
También es El Quien hace que alrededor de media hora después de nacer una cebrita ya se ponga de pie, empiece a caminar, aunque aún tambaleándose, y se amamante con la leche color rosado de la madre que le protege de enfermedades y le asegura un correcto funcionamiento intestinal.
Las cebras, como las demás criaturas, están bajo la protección de Dios y equipadas con mecanismos de defensa que El les enseñó a usarlos. El primer mecanismo lo constituyen sus órganos sensoriales: vista, oído, olfato. Se valen de ellos para percibir el acecho de sus predadores y alejarse del lugar enseguida. Apenas empiezan a correr ya lo hacen a gran velocidad. El segundo es el empleado cuando la manada duerme: una o dos de ellas se quedan despiertas y atentas para advertir a las demás en caso de amenazas.
Las tácticas defensivas que usan son similares a las de los humanos. Es interesante saber que viven en una gran armonía entre ellas y se dividen las tareas. No cabe ninguna duda de que es Dios Quien creó a las cebras, hizo que se reúnan en manadas, les provee de su alimento y les da la organización que exhiben. Si no fuese así, nadie podría explicar porqué algunas se sacrifican permaneciendo despiertas toda la noche para proteger al resto.
Por otra parte, Dios ha enseñado a las recién nacidas una táctica de defensa muy simple. Todo lo que tienen que hacer es permanecer junto a su madre porque es imposible que vean al enemigo oculto o corran rápido. Y así se comportan hasta que se desarrollan un poco más. Si no es Dios quien les inspira este procedimiento, ¿cómo pueden saber que hay predadores al acecho y que el lugar más seguro es cerca de sus madres?
La mayoría de las cebras viven en pastizales abiertos donde no hay mucha posibilidad de ocultarse. En consecuencia, necesitan moverse rápidamente para permanecer vivas. Efectivamente, toda su estructura corporal --por ejemplo, huesos livianos y fuertes-- está diseñada para cubrir esa necesidad: tienen patas vigorosas y corren largas distancias sin agotarse ni disminuir la velocidad.
Como es un animal que necesita beber agua a menudo, en las regiones donde escasea se vale de su agudo sentido del olfato y hace un pozo para llegar al agua fresca. En momentos de peligro las adultas empujan a las jóvenes al centro de la manada para protegerlas y al correr las mantienen siempre en esa posición, cerca de sus madres.