Conclusion

Con su cuerpo constituido por átomos, respira átomos presentes en el aire, come átomos en los alimentos y bebe átomos al tomar agua u otro líquido. Su visión no es otra cosa más que la colisión que se produce en sus ojos de los electrones de los átomos con los fotones. ¿Y qué sucede con lo que se siente al tocar algo? Sencillamente, las sensaciones son formadas por los átomos en su piel que repelen a los átomos de lo que se quiere agarrar o palpar.

En verdad, casi todos saben hoy día que el cuerpo humano, el planeta, el universo, en resumen, todo, consiste en átomos. No obstante, es posible que muchas personas, hasta ahora, no se hayan puesto a pensar en el sistema con el que funciona eso a lo que llamamos átomo. Y si lo hicieron, es casi seguro que no hayan sentido la necesidad de investigarlo porque se les ocurrió que se trata de algo que concierne solamente a los físicos. Sin embargo, nosotros vivimos totalmente vinculados a ese sistema perfecto a lo largo de toda nuestra existencia. Se trata de un sistema tal, que cada uno de los trillones de átomos que tiene el sillón en el que nos sentamos, posee un orden sobre el que se puede escribir muy mucho. El sólo detallar cómo se forma un átomo, su estructura, cómo opera y la energía que de allí se puede derivar, llevaría bastantes páginas. Y en la medida en que avance la tecnología y el conocimiento a nuestra disposición, aumentará el volumen de lo redactado.

Entonces, ¿cómo se formó ese orden? No puede ser que las partículas que se esparcieron alrededor del Big Bang hayan formado los átomos debido a una decisión repentina y que luego, por casualidad, se haya constituido un ambiente apropiado para que se transformen en materia. Por cierto, es imposible explicar un sistema así por medio de lo “fortuito”. Todo lo que usted ve a su alrededor y hasta el aire que le resulta invisible, consiste en átomos, los cuales cuentan con una interrelación muy compleja.

¿Quién puede dirigir el movimiento entre ellos? ¿Lo puede hacer usted? Si piensa que su cuerpo consiste esencialmente en átomos, ¿cuál de ellos dirige a cuál? ¿Será posible que los átomos de su cerebro, que no se diferencian de los del resto del cuerpo, controlen a los demás? Si asumimos que esos átomos son los “directores”, entonces debemos responder algunas preguntas:

  • Si todos los átomos que constituyen el cerebro son los directores, ¿cómo y basado en qué toman sus decisiones?
  • ¿De qué modo los átomos del cerebro cooperan entre ellos?
  • ¿Por qué ni uno solo de los trillones de esos átomos se opone a las decisiones tomadas?
  • ¿Cómo se comunican esos átomos entre sí?

Al considerar estos interrogantes resulta obviamente ilógico decir que los trillones de átomos del cerebro son los “directores”.

  • Se podría decir entonces que sólo uno de ellos es el director y todos los demás le obedecen? Si se cree esto, se presentan otras preguntas:
  • ¿Cuál átomo es el director y quién lo eligió?
  • ¿En que lugar del cerebro está ese átomo director?
  • ¿En qué se diferencia de los demás?
  • ¿Por qué el resto de los átomos obedecen al “director” de modo incondicional?

Antes de responder a estas preguntas digamos algo más: el supuesto director está compuesto de otras partículas. Entonces, ¿por qué y bajo qué pretexto las mismas se juntan para constituir al átomo “director”? ¿Quién controla a esas partículas? Puesto que hay otra voluntad que las dirige, ¿hasta qué punto es correcto sostener que el átomo que constituyen es el “director”?

Al llegar a este punto queda inevitablemente desaprobado el supuesto de que uno de los átomos que integran nuestro cerebro pueda ser el “mandamás”. ¿Cómo es que la incontable cantidad de átomos que existen en el universo siguen viviendo en completa armonía, incluidos los que constituyen la gente, los animales, las plantas, la tierra, el aire, el agua, los planetas, el espacio, etc.? ¿Cuál de esos innumerables átomos será el director si a su vez está integrado por muchas subpartículas? Suponer cosas así o atribuir todo a la casualidad y negar la existencia de Dios, el Creador de los Mundos, no es más que negar Sus signos injusta y altivamente, a pesar de estar convencidos de ellos (Corán, 27:14).

Pensemos simplemente que el ser humano formado por cierta disposición de los átomos en diversas combinaciones, nace, se alimenta de átomos y crece en átomos. Después lee un libro hecho de átomos en un edificio o departamento construido con átomos. Luego recibe un diploma de “ingeniero nuclear” fabricado con átomos. Incluso puede dar conferencias y decir que “esos átomos se presentaron por casualidad y llegaron a formar un sistema extraordinario de modo azaroso”. De ser así, ¿de dónde deriva la voluntad, la conciencia y la inteligencia de las que se vale para la exposición que hace?

En casi todas las páginas de este libro se repite una y otra vez que es imposible que los átomos que integran las cosas animadas e inanimadas se hayan formado ellos mismos por casualidad. Lo que podemos decir a esos que aún piensan que el azar es el generador de los fenómenos mencionados, a pesar de todo lo dicho, o que las cosas con sus formas actuales son el producto del mecanismo de “prueba y error”, no es para nada distinto a lo que el profeta Abraham (P) dijera a los incrédulos:

¿No has visto a quien disputaba con Abraham sobre su Señor porque Dios le había dado el dominio? Cuando Abraham dijo: “Mi Señor es Quien da la vida y da la muerte”. Dijo (su interlocutor, Nemrod según la tradición): “Yo doy la vida y doy la muerte”. Abraham dijo: “Dios trae el sol por Oriente; tráelo tú por Occidente”. Así fue confundido el infiel. Dios no dirige al pueblo impío (Corán, 2:258).

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"Dijeron: «¡Gloria a Ti! No sabemos más que lo que Tú nos has enseñado. Tú eres, ciertamente, el Omnisciente, el Sabio»."
(Corán,2:32)