Dios emplaza a la humanidad a investigar y reflexionar acerca de los cielos, la tierra, las montañas, las estrellas, las semillas, las plantas, los animales, la alternancia del día y la noche, la creación del ser humano, la lluvia, etc., es decir, sobre todo lo creado. Al hacerlo, dentro del pensamiento lógico, reconocemos el arte de Dios en la creación de todo lo que nos rodea y, en definitiva, que El creó el universo de la nada.
"La ciencia" ofrece un método por medio del cual se puede examinar todo lo que contiene el universo para descubrir el arte en la creación de Dios y de ese modo hacerlo conocer a la humanidad. La religión, por lo tanto, alienta a la ciencia a la vez que la adopta como un instrumento para dilucidar la sutileza de la creación de Dios.
La religión no sólo impulsa el estudio científico, sino que también permite que, asistido por la verdad revelada, sea concluyente y expeditivo. El motivo de ello reside en que la religión es la única fuente que provee respuestas precisas y definidas con respecto a cómo pasaron a existir el universo en general y la vida en particular.
Por lo tanto, si la investigación se realiza sobre fundamentos apropiados, evidenciará de la manera más directa y sencilla las verdades que tienen que ver con el origen del universo y la estructuración de la vida. Como dijo Alberto Einstein, considerado uno de los científicos más grandes del siglo XX, La ciencia sin la religión renquea. Es decir, si la ciencia no es guiada por la religión, no puede dimanar correctamente sino que pierde el tiempo o, lo que es aún peor, no convence.
La ciencia encarada por los científicos materialistas incapaces de ver la verdad, condujo a que en los dos últimos siglos se desperdicie una inmensa cantidad de tiempo, de trabajo y de dinero.
Existe un hecho que debe ser reconocido con toda claridad: la ciencia puede alcanzar resultados satisfactorios solamente si adopta como su principal objetivo la investigación de los signos de la creación en el universo y si en ello pone todo el esfuerzo. Solamente puede alcanzar su fin último, en el menor tiempo posible, si apunta en la dirección correcta, es decir, si es guiada de la manera apropiada.