En tiempos de Darwin se desconocía la complicada estructura de la célula.
La teoría de la evolución defiende que la vida apareció en la Tierra como resultado de la casualidad, y que surgió por sí misma a partir de condiciones naturales. Esta teoría no es una ley científica ni un hecho demostrado. Debajo de su fachada científica, es una visión materialista del mundo que los darvinistas intentan imponer a la sociedad. Las bases de esta teoría, que han sido refutadas por la ciencia en todos sus campos, son sugestiones y métodos de propaganda que consisten en engaños, falsedad, contradicciones, trampas y trucos.
La teoría de la evolución se presentó como una hipótesis imaginaria en el contexto del entendimiento científico primitivo del siglo XIX, y hasta el día de hoy no ha habido ningún descubrimiento o experimento científico que la respalde. Al contrario: todos los métodos empleados para confirmar la teoría no han hecho más que demostrar su invalidez.
Sin embargo, incluso hoy en día mucha gente cree que esta teoría es un hecho demostrado, como la fuerza de la gravedad o la ley de la hidrostática. Esto ocurre porque, como indicábamos al principio, la auténtica naturaleza de la teoría de la evolución es muy distinta de lo que normalmente se supone. Por este motivo, algunas personas no son conscientes de las pútridas fundaciones que tiene esta teoría, del hecho que está desmentida por la ciencia a todos los niveles y de cómo los evolucionistas intentan mantenerla viva en su agonía mortal. Los evolucionistas no tienen otro respaldo que hipótesis sin confirmar, observaciones parciales y no realistas, dibujos imaginarios, métodos de sugestión psicológica, falsedades incontables, y trucos varios.
Hoy en día, ramas de la ciencia como la palenteología, la genética, la bioquímica y la biología molecular han demostrado que es imposible que la vida apareciera como resultado de la casualidad o que emergiera por sí sola a partir de condiciones naturales. Científicos de todo el mundo están de acuerdo en que la célula viva es la estructura más compleja que la humanidad ha descubierto hasta ahora. La ciencia moderna ha revelado que una sola célula posee una estructura mucho más complicada y sistemas mutuamente interconectados mucho más complejos que una gran ciudad. Una estructura tan compleja como esta sólo puede funcionar si todas sus partes separadas se crean a la vez y capaces de funcionar a pleno rendimiento. Si no, no servirá su propósito, y al cabo de un tiempo se desmoronará y desaparecerá. No podemos esperar que sus varias partes se desarrollaran por casualidad a lo largo de millones de años tal y como defiende la teoría de la evolución. Por este motivo, el complejo diseño de una sola célula muestra claramente que Dios creó la vida. (Para más detalles, ver The Miracle in the Cell de Harun Yahya)
Sin embargo, los que defienden la filosofía materialista no quieren aceptar el hecho de la creación por varias razones ideológicas. Esto es consecuencia de que la existencia y expansión de las sociedades que viven a la luz de la maravillosa moralidad que la religión auténtica ofrece al hombre por medio de los mandamientos y las prohibiciones de Dios no responde a los intereses materialistas. A esta gente le interesan más las masas desprovistas de valores espirituales y morales, ya que pueden ser manipuladas por sus propios intereses mundanos. Por este motivo, intentan imponer la teoría de la evolución, que alienta la mentira de que la humanidad no fue creada sino que apareció por casualidad evolucionando a partir de animales, e intentan mantener esta mentira viva a cualquier precio. A pesar de todas las pruebas científicas que refutan la teoría de la evolución y confirman el hecho de la creación, abandonan toda razón y lógica y defienden este sinsentido en cualquier ocasión que se les pone a mano.
De hecho, se ha demostrado que es imposible que la primera célula viva, ni tan siquiera una de las millones de moléculas proteicas de esa célula, hayan aparecido por casualidad. Esto ha sido demostrado no sólo mediante experimentos y observaciones, sino también con cálculos matemáticos de probabilidad. En otras palabras, la evolución se colapsa al primer paso: explicar la aparición de la primera célula viva.
No sólo la célula (la unidad más pequeña de la vida) no habría podido aparecer por casualidad en las condiciones primitivas e incontroladas de los días tempranos de la Tierra, tal y como los evolucionistas nos quieren hacer creer; ni siquiera se ha podido sintetizar en los laboratorios más adelantados del siglo XX. Los aminoácidos, los componentes esenciales de las proteínas que forman la célula viviente, no pueden construir por sí mismos órganos interiores de la célula como mitocondrios, ribosomas, paredes celulares o retículo endoplasmático, por no hablar de una célula completa. Por esta razón, defender que la evolución trajo a la vida a la primera célula por casualidad es un producto de la fantasía basado enteramente en la imaginación.
La célula viva, que todavía esconde muchos secretos que no hemos podido desvelar, es una de las principales dificultades a que se enfrenta la teoría de la evolución.
Otro dilema terrible desde el punto de vista de la evolución es la molécula de ADN que hay en el núcleo de la célula, un sistema codificado con 3.500 millones de unidades que contiene todos los detalles de la vida. El ADN se descubrió en las décadas de los 40 y 50 utilizando cristalografía de rayos X, y es una molécula gigante con un plan y un diseño soberbios. Durante muchos años, Francis Crick, galardonado con el premio Nobel, creyó en la teoría de la evolución molecular, pero en un momento dado tuvo que admitir que una molécula tan compleja no podía haber aparecido espontáneamente por casualidad como resultado de un proceso evolutivo:
Hombre honesto, armado con todos los conocimientos que tenemos a nuestra disposición hoy en día, sólo pudo decir que, en cierto sentido, la aparición de la vida actualmente parece ser casi un milagro.1
El catedrático evolucionista turco Ali Demisroy no tuvo más remedio que hacer la siguiente confesión sobre este tema:
De hecho, la probabilidad de formación de una proteína y un ácido nucleico (ADN-ARN) es más pequeña de lo que podemos calcular. Es más: las posibilidades de que aparezca una cadena proteica determinada son tan pequeñas que las podemos calificar de astronómicas. 2
Homer Jacobson, catedrático emérito de química, admite lo siguiente en relación a la imposibilidad de que la vida apareciera por casualidad:
Directrices para la reproducción de planes, energía y extracción de partes del ambiente de aquel momento, para la secuencia de crecimiento y para el mecanismo efector que traduce las instrucciones a crecimiento – todos estos elementos tuvieron que estar presentes simultáneamente en aquel momento [cuando la vida empezó]. Esta combinación de sucesos parece una combinación increíblemente improbable.3
El registro fósil representa otra derrota aplastante para la teoría de la evolución. Entre todos los fósiles descubiertos en el transcurrir de los años, no hay ni un solo ejemplo de las formas intermediarias que serían necesarias si, tal y como defiende la teoría de la evolución, los seres vivos hubieran evolucionado paso a paso de especies simples a otras más complejas. Si estas criaturas hubieran existido, habría habido millones e incluso billones. Es más: los restos de estas criaturas deberían aparecer en el registro fósil. Si estas formas intermedias hubieran existido realmente, habrían sido muchas más que las especies animales que conocemos hoy en día, y sus restos fósiles deberían encontrarse en todas partes del mundo. Los evolucionistas han estado buscando estas formas intermedias en una febril investigación fósil que se lleva a cabo desde el siglo XIX. Sin embargo, a pesar de la búsqueda ávida de los últimos 150 años, no hay rastro alguno de estas formas intermedias.
En resumen, el registro fósil muestra que las especies de seres vivos aparecieron de repente y perfectamente formadas, y no siguiendo un proceso pasando de formas primitivas a formas avanzadas tal y como defiende la evolución.
Los evolucionistas han intentado por todos los medios buscar pruebas para su teoría, pero en realidad sus intentos han acabado por demostrar que un proceso evolutivo así no es posible. En resumen, la ciencia moderna revela este hecho indiscutible: Los seres vivos no aparecieron a consecuencia de un azar ciego, sino que fueron creadas por Dios.
1. Francis Crick, Life Itself: Its Origin and Nature, Nueva York, Simon & Schuster, 1981, p. 88
2. Ali Demirsoy, Kalitim ve Evrim (Inheritance and Evolution), Meteksan Publishing Co., Ankara, 1984, p. 39
3. Homer Jacobson, »Information, Reproduction and the Origin of Life,” American Scientist, Enero 1955, p. 121.