El “alma” (“nafs” en árabe) se utiliza normalmente en el Corán con el significado de “ego, el yo” o “la personalidad de cada uno”.
En el Corán, Dios explica las dos facetas del alma: una que inspira las acciones inmorales y pecaminosas, y el otro que protege contra las inculcaciones del mal. Tal y como el Corán deja claro en el sura “El sol” (Ash-Shams):
(7) ¡Considera al ser del hombre, y cómo está formado con arreglo a su función, (8) y cómo está imbuido de flaquezas morales y también de conciencia de Dios! (9) Dichoso será, en verdad, quien purifique este [ser], (10) y realmente perdido estará quien lo cubra [de oscuridad]. Sura 91: Ash-Shams (El Sol)
La información que estas aleyas proporcionan con respecto al alma resulta de gran importancia: en el proceso de creación del hombre, Dios inspira la maldad en el alma humana. La maldad (“fucur” en árabe) significa “hacer trizas los límites de la rectitud”. Como término religioso significa “cometer pecados e instigar a la rebelión, a decir mentiras, a la desobediencia, a la transgresión, al adulterio, a la corrupción moral, etc.”.
Además de la parte pecaminosa del alma, sabemos por la sura “El sol” (Ash- Shams”) que Dios también inspiró en el alma una conciencia, es decir, el sentido de lo que está bien y lo que está mal. En la segunda parte de la aleya observamos que alguien que acepta sinceramente la maldad de su alma y la purifica con la guía de la inspiración de Dios, alcanzará la salvación para toda la eternidad. En efecto, ésta es una salvación cierta y verdadera, que se gana la aprobación, misericordia y la gloria de Dios. Por otro lado, aquellos que fracasan al expulsar la maldad de sus almas se enfrentarán a un espantoso final.
Llegados a este punto, se puede sacar una importante conclusión: cada alma tiene el mal en sí misma y el único modo de purificarla es aceptar este hecho y cumplir con los límites impuestos por Dios con Su ayuda.
Aquí es donde se pone de manifiesto una de las principales diferencias entre los creyentes y los incrédulos. Sólo las enseñanzas coránicas proporcionan un entendimiento interior del lado pecaminoso del alma y la manera de remediarlo. Identificar la parte malvada del alma y purificarla son características de la verdadera religión y de los mensajeros que la comunicaron.
La aleya 87 del sura “La vaca” (Al-Baqara) se dirige a los judíos de la siguiente manera: “… [Sin embargo,] ¿no es cierto que cada vez que llegaba a vosotros un enviado con algo que no era de vuestro agrado os mostrabais altivos, desmintiendo a algunos de ellos y a otros dándoles muerte?”.
Tal y como sugiere la aleya, los incrédulos simplemente se rinden al mal que existe en sus almas y de este modo siempre cuestionan la verdadera religión y sus mensajeros. Estos individuos son incapaces de salvar sus almas de la codicia, como se explica en la sura “El sol” (Ash-Shams).
Por el contrario, los creyentes son conscientes de la existencia y la unidad de Dios. Como le temen, tienen cuidado de observar Sus límites. Siempre les guía la inspiración de Dios. Nunca se rinden al mal que hay en sus almas, no lo esconden sino que lo descubren y se guardan de él tal y como Dios inspira. Las palabras del profeta José (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) guían a los creyentes hacia la conducta recta deseable: (53) Aún así, no pretendo exculparme a mí mismo: pues, ciertamente, el corazón del hombre [le] incita sin duda al mal, y sólo se salvan aquellos sobre los que su Sustentador derrama Su gracia. ¡Ciertamente, mi Sustentador es indulgente, dispensador de gracia!" (Sura 12: Iusuf (José)). Sabiendo que el alma siempre es propensa al mal, un creyente debería ser siempre consciente de ello y estar alerta contra las malas acciones en las que su alma se puede ver envuelta.
Lo anteriormente expuesto nos da una idea clara de lo que es la parte “malvada” del alma. Sin embargo, el alma también está abierta al bien, es decir, a la inspiración de Dios. Esta inspiración hace que una persona reflexione y evite que su alma se rinda ante los bajos instintos. Esta inspiración que conduce al hombre hacia la rectitud, esta facultad de juzgar entre el bien y el mal se denomina comúnmente “conciencia”.
La conciencia es un marcador infalible dentro del alma humana, que llama continuamente al hombre hacia la rectitud. Por esa razón, la conciencia es, en cierto sentido, el susurro de la voz de Dios. Si una persona escucha esta voz y se aferra a los principios básicos del Corán, siempre se conducirá por el camino recto.
En tanto en cuanto el individuo siga la voz de su conciencia, se convertirá en un modelo que hace alarde de los atributos de Dios a través de su personalidad. Dios es infinitamente compasivo y misericordioso, una persona que se somete a Él también tendrá compasión hacia los demás. Dios es infinitamente inteligente, así que un creyente que Le sirva también será inteligente. Cuanto más cerca se sienta de Dios y más se someta a Él, más puro se hará en presencia de Dios:
(7) [Y,] en verdad, los que han llegado a creer y hacen buenas obras—ésos, precisamente, son lo mejor de todas las criaturas. Sura 98: Al-Baiyina (La Evidencia De La Verdad)
La conciencia humana funciona de acuerdo con los mandatos de Dios. Sin embargo, los criterios de la conciencia que aparecen en el Corán son bastante diferentes de los fijados por la sociedad. Ejemplos típicos que reflejan cómo entiende la sociedad el término “conciencia” pueden ser alimentar a un perro callejero o dar limosna a un mendigo.
Por otro lado, la conciencia de un creyente demanda una completa obediencia a los mandatos y prohibiciones del Corán. Además, uno comprende y pone en práctica los pormenores de muchas cuestiones establecidas en términos generales en el Corán con la guía de su conciencia.
Por ejemplo, Dios ordena al hombre gastar de lo que no necesita. El individuo puede determinar el alcance de sus necesidades gracias únicamente a su alma. Alguien a quien le falta la sensibilidad de la conciencia sin duda no puede hacer un juicio correcto de sus necesidades y no puede cumplir con los mandatos de Dios de la mejor manera posible.
En el transcurso del día a día, una persona se enfrenta continuamente a situaciones que requieren que elija. Pero sólo una de las elecciones satisfacerá a Dios. Los creyentes son responsables de hacer la elección correcta, la elección a la que les lleva el susurro de Dios. En realidad, esto es lo que en principio uno escucha antes de hacer su elección, la voz que le guía por el camino recto. Sólo entonces, en un segundo momento, entra el alma en escena desviándole hacia otras alternativas inaceptables. Llegado a este punto, el alma susurra algunas excusas para justificar las opciones condenables. El Corán da cuenta de innumerables de estas “excusas” en muchas aleyas.
Los creyentes deberían saber cómo enfrentarse a estos susurros, simplemente no mostrando interés por ellos, no escuchándolos, y siguiendo su camino, inspirado por la conciencia. Los ejemplos que aparecen en el Corán sobre la conciencia deberían llevar al hombre a meditar sobre este tema. En la siguiente aleya se relata el ansia de los creyentes por encontrar un modo de luchar:
(91) [Pero] no serán objeto de reproche los débiles, ni tampoco los enfermos, ni quienes carezcan de medios [para equiparse], si son sinceros con Dios y Su Enviado: nada hay contra los que hacen el bien, pues Dios es indulgente, dispensador de gracia.
(92) Ni [serán objeto de reproche] aquellos a los que, cuando acudieron a ti [Oh Profeta, para pedirte] que les proporcionaras monturas, dijiste: "No encuentro monturas para vosotros" --[y entonces] se alejaron con los ojos llenos de lágrimas por carecer de medios para gastar [en su equipamiento]. Sura 9: At-Tauba (El Arrepentimiento)
Obviamente, luchar contra los enemigos entraña peligro. Quien decide tomar parte en una guerra es seguro que arriesga su vida o su salud. A pesar de ello, en la época de nuestro Profeta (la paz y las bendiciones de Dios sean con él), los creyentes mostraban un gran entusiasmo en luchar por la causa de Dios y, además, sufrían lo indecible si no encontraban la manera de hacerlo. De hecho, éste es un ejemplo muy llamativo de lo que es la conciencia, tal y como se explica en el Corán.
La parte pecaminosa del alma no puede, de repente, descarriar a un creyente. Más bien lo que hace es incitarle a descuidar las obligaciones que tiene para con Dios. Por medio de excusas, el alma intenta hacer vacilar el compromiso que se tiene de cumplir con los límites impuestos por Dios. La influencia del alma se hace más profunda a medida que se aplacan sus deseos. Los efectos resultantes de tal estrategia van en detrimento de la fe. Puede que incluso el creyente caiga en la incredulidad. Bajo cualquier circunstancia, se está obligado a cumplir los mandatos de Dios y a refrenar nuestros deseos y caprichos egoístas. Así, Dios se dirige a Sus siervos:
(16) Sed, pues, todo lo conscientes de Dios que podáis, escuchad[-le] y obedeced. Y gastad en limosnas por vuestro propio bien: pues, los que están a salvo de su propia codicia (alma) --¡ésos, precisamente, alcanzarán la felicidad! Sura 64: At-Tagabun (Pérdida Y Ganancia)
En esta aleya Dios ordena a los creyentes que Le teman, obedezcan y escuchen Su criterio. También se les requiere que gasten por Su causa, puesto que esto les salvará de “su propia codicia (alma)” y hará que logren la verdadera prosperidad.
Otra aleya dice:
(40) Pero para aquel que haya temido la comparecencia ante su Sustentador, y haya refrenado su alma de los bajos deseos, (41) ¡el paraíso será, ciertamente, su morada! Sura 79: An-Nasiaat (Los Que Ascienden)
En el Corán se dice de un alma purificada de sus deseos egoístas (y que por tanto obtiene el favor y la gloria de Dios) que es “un alma sosegada”. La aleya a la que se hace alusión dice:
(27) [Pero a los justos Dios les dirá:] "¡Oh tú, alma sosegada! (28) ¡Vuelve a tu Sustentador, complacida [y] digna de [Su] complacencia: (29) entra, pues, con Mis [verdaderos] siervos – (30) si, entra en Mi paraíso!" Sura 89: Al-Fayr (El Alba)
Aquellos que, por el contrario, no aciertan a purificar sus almas y obtienen como recompensa el infierno están llenos de remordimiento por lo que han hecho. Este remordimiento que sienten miles de millones de personas que han vivido en la tierra es algo horrible de presenciar. Es una verdad ineludible que aguarda a los incrédulos. Se trata de un día real, tan real que Dios toma por testigo a “la voz acusadora en la conciencia del hombre” justo después del Día de la Resurrección:
(1) ¡NO! ¡Juro por el Día de la Resurrección!
(2) ¡Que no! ¡Juro por la voz acusadora en la conciencia del hombre! Sura 75: Al-Qiyama (La Resurrección)