Es la propia alma la que posee la capacidad de conocer la depravación de la persona y cómo evitarla. En otras palabras, es la propia alma la que inspira el mal y las acciones ruines. Dios se refiere a estos dos rasgos:
¡Por el alma y Quien le ha dado forma armoniosa, instruyéndole sobre su propensión al pecado y su temor a Dios! ¡Bienaventurado quien la purifique! (Corán, 91:7-9) | ||
En los versículos se menciona al alma como la fuente de los actos erróneos y depravados. Esa característica la convierte en una de los más jurados enemigos del ser humano. Es arrogante y egoísta. Siempre quiere satisfacer sus propios deseos y vanidades. Le importa sólo lo que necesita y le interesa. Sólo busca el placer. Recurre a cualquier medio para tentar a los seres humanos ya que no siempre es posible conseguir ciertas cosas por medios legítimos. Las palabras del profeta José explican en el Corán esta realidad:
Yo no pretendo ser inocente. El alma exige el mal, a menos que mi Señor use de Su misericordia. Mi Señor es indulgente, misericordioso”. (Corán, 12:53) | ||
Un secreto muy importante revelado a los creyentes que reverencian a Dios es que el alma inspire el mal y acciones ruines. De este modo saben que sus engaños estarán siempre presentes y que a través de las tentaciones no ceja por apartar al ser humano del camino de Dios. En consecuencia, siempre justificará sus actos, se amará a sí misma más que a otros, crecerá en arrogancia, deseará la mayor de las posesiones terrenales y la máxima vida placentera. En resumen, recurrirá a cualquier medio para intentar que el ser humano exhiba un comportamiento contrario a las normas éticas que agradan a Dios.
Efectivamente, los comportamientos y actitudes de los incrédulos, que no satisfacen los valores coránicos, son totalmente moldeados por sus almas. Debido a que los incrédulos no consideran a Dios para nada, es imposible que obedezcan a sus conciencias y se dejan llevar sólo por sus almas. Las rencillas, los conflictos de intereses y la infelicidad que abruma a las sociedades en las que a la religión se la deja a un lado, tienen sus raíces en que los individuos se hunden en sus propias almas e intereses, con lo que pierden sus atributos humanos, como ser, el amor, respeto y entrega sinceros.
A ello se debe la gran importancia de este secreto revelado en el Corán. En tanto se mantenga presente esta revelación, la persona puede precaverse de su alma y asumir una forma de conducta buena. Al alma se la puede disciplinar haciendo exactamente lo opuesto a lo que ordena. Por ejemplo, cuando el alma ordena la pereza, hay que trabajar con mayor tesón. Cuando ordena el egoísmo, hay que entregarse más a los demás. Cuando ordena la mezquindad, hay que ser más generoso.
Además de la faceta ruin del alma, exhibida en el capítulo “El Sol”, sabemos que Dios también inspiró en el alma una conciencia que le impide cumplimentar los peores deseos. Es decir, junto a la inspiración al alma para que instigue al mal, está la inspiración para que instigue al bien. Cada ser humano es conciente del susurro de esas voces y reconoce el mal y el bien. No obstante, sólo quienes reverencian a Dios como corresponde siguen la voz de sus conciencias.